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jueves, 9 de junio de 2011

Pompoko

Director: Isao Takahata
Año: 1994 País: Japón Género: Animación/Naturaleza Puntaje: 7.5/10
Productora: Studio Ghibli



Tras las geniales “La Tumba de las Luciérnagas” (1988) y “Recuerdos del Ayer” (1991), Isao Takahata se puso manos a la obra con su tercera película para el Studio Ghibli, “Pompoko”, una comprometida y ecologista fábula sobre los problemas del desarrollo urbanístico descontrolado y la destrucción de los hábitats naturales. En la cinta los tanukis (una especie de mapaches originarios de Asia) ven como el bosque en el que viven empieza a ser destruido por un proyecto de construcción del gobierno japonés a las afueras de Tokio. Ante esta amenaza en común y conscientes de los problemas que puede acarrearles, las diferentes tribus de tanukis empiezan a unirse para trazar un plan para frenar el avance de los humanos gracias a su legendaria habilidad para cambiar de forma. La idea de realizar una película con tanukis, le surgió a Hayao Miyazaki (Director y Fundador de le Studio Ghibli), quien luego de filmar la elegante “Porco Rosso” (1992), decidió hacer una cinta con estos animalitos pero se lo sugirió a Takahata, quien decidió hacer el guión de la película él mismo, pero recordemos que él ya había filmado una cinta de corte ambientalista, hablamos de “Goshu, El Violoncelista” (1982), además de eso Takahata deseaba hacer un género distinto al drama, deseo que siguió con su siguiente producción “Mis Vecinos los Yamada” (1999).


Pese a lo que pueda parecer, “Pompoko” no es una película para niños y siguiendo la tónica general de todas las producciones de Takahata, ofrece un relato adulto que aunque recurre frecuentemente al humor y la fantasía, se encarga de recordarnos constantemente lo serios y reales que son los temas que abarca. Con un estilo sobrio que en ocasiones podría definirse casi documental, Takahata nos pone en la piel de los tanukis para que sintamos en nuestras propias carnes lo que está en juego cuando se habla no solo de la coexistencia con el medio ambiente, sino también del respeto por las tradiciones y la empatía con los demás, sean o no de nuestra misma especie. Ambientada en un entorno cargado hasta el delirio de referencias a la mitología y el folclore japonés, “Pompoko” es quizás una de las películas menos accesibles del estudio para el público occidental, y todos los mapaches del mundo no son capaces de esconder el hecho de que sus 114 minutos de duración adolecen de serios problemas de ritmo que van y vienen de forma intermitente. Por lo demás, hay que reconocer como virtud el que Takahata se atreva a lanzar un mensaje de esperanza a través de un final desolador que no cae en la complacencia y deja en el espectador toda la responsabilidad moral y ética para decidir lo que hacer a continuación. El desarrollo es una fuerza imparable, y esta película, por encima de cualquier otra de la factoría Ghibli, nos enfrenta con sus consecuencias sin concesiones.



La cinta nos plantea si vas a consentir que donde antes había un bosque ahora se construyan pistas de pádel o campos de golf, al menos ten la decencia de mirar lo que pasa con la fauna y flora que antes había allí, no te conformes con hacerte el tonto y suponer que los animales se habrán ido a otra parte. Cada vez quedan menos “otras partes”. Una película imprescindible que por desgracia no mucha gente conoce y no saben lo que se están perdiendo. El argumento en sí es muy original, la animación fantástica. Las películas ecologistas como esta aunque no nos demos cuenta son de gran ayuda para nosotros para recapacitar. “Pompoko” lo consigue pero además divirtiéndonos al máximo. Con unas cuantas escenas increíbles y según va sucediendo el filme te gusta más. Al principio puede resultar algo lenta, pues es algo experimental y desgraciadamente un cine que los occidentales no estamos acostumbrados a ver. A medida que se desarrollan los hechos te va llenando el corazón y les vas cogiendo cariño a estos mapaches orientales. La película tiene un enorme número de referencias al folclore japonés, incluyendo la personalidad de los tanukis y su habilidad para cambiar de forma para engañar a los humanos (es frecuente encontrar estatuas de tanuki en muchísimos templos y santuarios de Japón), Las estatuas de piedra en la que se transforman los tanukis se corresponden con Jizo, la deidad protectora de los viajeros, los condenados al infierno y las almas de los muertos entre otros, muy fáciles de encontrar en los caminos.



En la película se utilizan tres diseños diferentes para representar a los tanuki: una versión realista para cuando interactúan con los humanos que recalcar que no estamos ante una película familiar de Disney y que los problemas a los que se enfrentan los tanukis (e infinidad de otras especies) son muy reales; una versión humanizada para que los espectadores se identifiquen más con ellos; y otra simplificada basada en el estilo del mangaka Shigeru Sugiura (del que Miyazaki es admirador). Al principio, cuando decidieron hacer una película acerca de los tanukis, Miyazaki tenía en mente un manga de Sugiura titulado “808 Tanukis” y aunque al final las ideas de Takahata tomaron otro rumbo, decidieron conservar este diseño más propio de los dibujos infantiles para representar cuando los tanukis pierden la concentración y no son capaces de conservar por completo su forma. Y hablando de esa escena, los monstruos que aparecen en la película son en su mayoría deidades niponas llamados “Yokai" y cada uno tiene su propia historia. Además, también tienen cabida en el desfile Fujin (el dios del viento) y Raijin (el dios del trueno) tal y como aparecen en la obra “Fujin-Raijin-Zu” de Tawara Sotatsu, la obra de arte más importante de la historia de Japón; las ranas del Choju Giga, el manga más antiguo de la historia; los zorros contrayendo matrimonio del capítulo “Sol A través de la Lluvia” de la película “Los Sueños de Akira Kurosawa” (1990).



Buena parte de la música de “Pompoko” pertenece a Shang Shang Typhoon, un grupo de rock de Okinawa que utilizó muchas canciones infantiles tradicionales como “Shojoji no Tanuki Bayashi” o “Antagata Dokosa”, esta última cantada por Shoukichi y Okiyo cuando salen jugando a la pelota (como lo hacen los niños japoneses) y que trata acerca de un cazador de tanukis. Otra canción, bastante más tierna y que le encanta a los niños trata acerca de los testículos de los tanukis balanceándose en el viento. A algunas de estas canciones se las conoce como “Warabe Uta”, y aunque son utilizadas por los niños en sus juegos muchas veces sus letras son incomprensibles en el japonés moderno. Un ejemplo de “Warabe Uta” es la canción “Tooryanse”, la melancólica melodía que suena en algunos pasos de peatones en Japón (y frecuentemente utilizada en toda clase de animes y películas). Impresionante instrumento didáctico, animaciones de este tipo son las que necesita ver una mente en crecimiento, animaciones que planten la semilla de la bondad y el respeto para que esta germine y crezca con la misma mente. Esta es la filosofía que debería existir en los humanos, una filosofía ética. El mensaje es esperanza en todas sus facetas. Esperanza para los que se sienten acorralados, esperanza en la transformación, esperanza es creer, creer es sentir algo que existe y muchas veces percibimos y entendemos cosas que no existen (como algo real)...esto es “Pompoko”. Hay que verla.



“Una ejemplar fábula ecologista”

domingo, 8 de mayo de 2011

Recuerdos del Ayer

Director: Isao Takahata
Año: 1991 País: Japón Género: Drama/Animación Puntaje: 08/10
Productora: Studio Ghibli



La protagonista es Taeko Okajima, una joven de veintisiete años que empieza a revivir el pasado; los recuerdos por un lado y las circunstancias por otra, ella esta de vacaciones en el campo, en esa estadía su pasado y presente la conducen a replantearse su vida. Alguna vez hemos tenido recuerdos de nuestra infancia de manera espontanea, ¿a quién no le ha pasado? ¿Alguna vez has recordado un año específico cuando eras niño? ¿Recuerdas como fue tu vida cuando estabas en quinto año de primaria? ¿Por qué precisamente ese año? Quizá no haya una razón alguna y eso mismo le paso a Taeko, quien protagoniza esta cinta, producida por el prestigioso Studio Ghibli; siendo este el segundo largometraje dirigido por Isao Takahata después de su trabajo en la magistral “La Tumba de las Luciérnagas” (1988). “Recuerdos del Ayer” es una cinta realista y evocativa; es una verdadera joya de la mencionada casa de animación, aunque muy poco conocida. Como se dijo, la trama en dos planos: por un lado el presente: la Taeko adulta que para cumplir el sueño infantil de huir de su Tokio natal a pasar las vacaciones en el campo para trabajar en la granja de los cuñados de su hermana, cosechando y aprendiendo algo sobre la naturaleza y la vida campesina. Por otro lado, el pasado: el recuerdo se centra en Taeko a los diez años, y todos los pequeños eventos de aquella época que vuelven involuntariamente a ella cuando emprende el viaje en tren.



Los dos planos, que se alteran a lo largo de la obra, aparecen diferenciados en el dibujo: aunque ambos tienden al realismo, las escenas del pasado tienen una tonalidad más clara y levemente difuminada. En la primera parte de la película predominan las escenas del pasado. En la segunda, toma preponderancia el presente; y gana lugar Toshio, un muchacho campesino que parece discretamente atraído por Taeko. Los hilos se unen en una especie de epílogo, que durante los títulos finales quedan esclarecidos (además constituye el clímax de la obra). El guión, y la caracterización de Taeko niña, están basado en un manga, de tinte adulto intimista, una evocación de los tiempos de infancia. El pasado (Tokio-1966) además de Taeko Okajima, con sus 10 años, tenemos a su familia y sus compañeros de escuela. El padre, distante, al uso de los jefes de familia de aquella cultura; la madre, también típica ama de casa, atenta a los problemas escolares de su hija menor. Taeko tiene dos hermanas mayores: una entrando a la adolescencia Yaeko y otra saliendo Nanako. Taeko tiene una relación más difícil con la menor, como también es típico. También está la abuela, de pocas palabras. Entre sus compañeras de escuela, están: Tsuneko, la alumna modelo y de carácter más fuerte; Rie, de cuerpo grande y maduración precoz; Toko y Aiko aparecen menos perfiladas. Entre los varones, están Hirota, el campeón de béisbol de la otra división, el primer amor de Taeko; y Abe, el chico pobre y violento que es transferido temporariamente a la escuela, y que es la tortura de Taeko y motivo de culpa después.



El presente (1982-Yamagata)
Taeko, trabaja en periodismo en Tokio. Aunque su familia está preocupada por su soltería, ella aparece despreocupada al comienzo, sólo interesada en las próximas vacaciones campestres. En el fondo, presiente que tiene que decidir su camino en la vida. Toshio, de parecida edad (quizás algo menor) que Taeko, relacionado con los cuñados de Taeko, ha decidido recientemente abocarse a la agricultura. Afectuoso, sencillo y con sentido común, se lo adivina atraído por la chica de Tokio, pero sabe mantener las distancias. El matrimonio de granjeros, Kazuo y Kioko, son los cuñados de Nanako, la hermana de Taeko. Viven con la madre de él, que ayuda en el trabajo, y con su hija adolescente. En lo visual, es una de las películas más impresionantes y delicadas del Studio Ghibli. Los belleza de los paisajes (rurales y realistas en el presente, urbanos y estilizados en el pasado) es notabilísima, nada convencional y muy integrada con los climas humanos y con la música. El amanecer brumoso en la cosecha, los caminos de tierra sinuosos en la noche lluviosa, el sol que se pone sobre las calles de la ciudad al volver del colegio a casa, y ese atardecer melancólico y multicolor en la calle comercial... la galería de imágenes es un pequeño muestrario. Gran parte de la película se desarrolla en Yamagata y la estación de trenes, gracias al éxito de la película la estación se reconstruyo, además los visitantes recorren los lugares que inspiraron la cinta, por lo que hasta cierto punto sirvió para promover el lugar.



Y en lo emocional es, para mí, de lo más potente de Ghibli. No sólo por el final; mencionemos dos escenas perfectas y típicas: el primer amor (toda la secuencia, desde las niñas que avergüenzan al chico, hasta el "vuelo" de Taeko, pasando por ese encuentro con el sol al fondo) y la caminata agridulce de Taeko con la madre, por la calle comercial, cuando ella se consuela de sus penas con la canción infantil de TV. Y hay muchas otras. Pero es cierto que, para mí y para muchos, lo más grande es el final. Takahata, queda dicho, sabe redondear sus películas; y este es el mejor ejemplo, no abundaremos en detalles. Pero apuntemos que, acaso, una de las claves de la emoción devastadora que logra infundir la escena reside en la inversión de la mirada: de pronto, y al revés del resto de la película, es la niña la que mira a la adulta. Y, aparte de lo que podríamos llamar el desenlace, la mirada del último segundo deja una impresión tan penetrante como indefinible. Con “Recuerdos del Ayer”, Isao Takahata quería mostrar una similitud con la realidad, por lo cual el diseño de personajes, durante la etapa adulta de Taeko, son más expresivos en los rostros y esto se destaca mucho con las mejillas que se resaltan. Este detalle se logro gracias a que primero se grabaron los diálogos de los actores y posteriormente los animadores hicieron el proceso de animación logrando una sincronización en la voz y los labios. Por este detalle, la película se retrasó un año. El segundo estilo de animación corresponde a la etapa de cuando era niña, que tiene un estilo más apegado al anime, además de que esta animación se hizo primero.



También destaca la madurez de la narración, encaminada hacia un realismo estricto. Takahata, que ya demostró con "La Tumba de las Luciérnagas" que podía crear una historia muy sólida a nivel emocional sin recurrir apenas a los típicos efectismos cinematográficos, elabora aquí el que puede ser su guión más personal y alejado de las tendencias de la animación. Esto se nota en dos puntos que son en mi opinión los que pueden hacer que el espectador dude. El primero son los personajes; si algo destaca en esta película es que las reacciones están completamente sujetas a la realidad. Es fácil pensar en un cierto acercamiento hacia el espectador por medio de actitudes algo exageradas que hagan caer especialmente simpático a un personaje o a otro, pero aquí no se muestra nada de eso. El padre de Taeko, por ejemplo, es estricto, serio y bastante distante respecto a los demás miembros de la familia, sin mostrarse por ello frío en exceso. Su autoridad en la familia es absoluta y está muy marcada; nadie le responde cuando toma una decisión. Pero Takahata no critica eso, a pesar de que tampoco lo ensalza. Muestra ésta como una situación normal en la época en la que se ambienta, y no le imprime ningún tono dramático ni exagera sus efectos. La abuela, al contrario que tantas otras, no tiene un vínculo especial con su nieta ni nada parecido; es más bien fría y tradicional, y suelta ciertos comentarios y reflexiones a destiempo que revelan un tono ligeramente senil.



"Recuerdos del Ayer" es a día de hoy una de las obras más desconocidas de Ghibli y de menor proyección internacional. La causa no ha de buscarse en la calidad (que es excelente), sino en su estilo, que se sale de todos los baremos habituales en el cine animado y la convierte en una obra tan entrañable como "difícil". Es una película nostálgica, que busca sobre todo transmitir sensaciones y no tanto proporcionar un hilo argumental claro, y su fuerza de hecho no reside en la acción sino en las imágenes. Como pueden darse cuenta, no es una película de un guión ambicioso, ni mucho menos intrincado que te de giros inesperados al final o bien que te deje pensando en múltiples posibilidades. Simplemente refleja un poco la cotidianeidad que puede tener una personas así como el lograr que nos identifiquemos con alguno de los personajes, sobre todo cuando éramos niños, y también nos hará recordar esos gratos momentos que bien que mal, siempre nos dará un buen momento. Les recomiendo que le den una oportunidad a esta película, mantiene la calidad de animación que caracteriza al estudio, sobre todo en las locaciones que gozan de una gran riqueza en los detalles. Será inevitable que te identifiques con alguna de las anécdotas de Taeko y que quieras por un breve momento regresar a tu vida cuando tenías 10 años. De esta manera termino un post más dedicado a las películas del Studio Ghibli. Nos leemos en la próxima.



“Dulces recuerdos”

domingo, 10 de abril de 2011

Goshu, El Violoncelista

Director: Isao Takahata
Año:
1982 País: Japón Género: Animación/Musical Puntaje: 7.5/10
Productora:
OH Production

Esta es la historia de Goshu, un joven violoncelista profesional, que durante los ensayos para un gran recital que esta por venir, su preparador se enfada con él porque no está tocando suficientemente bien. Es tal la resignación que el propio Goshu parece ya no sentir nada por la música. Por suerte, encontrará unos amigos muy especiales: un gato, que lo ayudara a entender el sentimiento de la música, un cuco, que le mostrara la importancia de la practica y la perfección, el ritmo un tejón y la ternura un ratoncito. Gracias a ellos Goshu aprenderá el verdadero sentido de la música, convirtiéndose por fin en un fantástico intérprete. Antes de emocionarnos con “La Tumba de las Luciérnagas” (1988), Isao Takahata dirigió esta pequeña película producida por un modesto estudio de animación. El director, precedido por la gran fama adquirida gracias a las series de televisión “Heidi” (1974), “Marco” (1976) y “Ana de las Tejas Verdes” (1979), se embarcó en esta película que en poco más de una hora narra una fábula sencilla pero muy bien contada. Además esta cinta fue la última película de Isao Takahata antes de la creación del ya mítico Studio Ghibli que fundo con otro monstruo de la animación nipona como es el inigualable Hayao Miyazaki.

En la cinta destacan, por supuesto y como en casi todos los filmes de Ghibli, los diseños y las animaciones de los animales que le van visitando, comenzando por un cómico gato que arranca sonrisas con cada segundo que sale en pantalla, es realmente la estrella de la cinta, continuando con un pájaro, un pequeñísimo y abrazable mapache y finalmente una rata con su cría enferma. Con unas bases tan sencillas como su animación (bonita, aunque quizás no demasiado brillante para una industria japonesa ya bastante desarrollada a principios de los 80) el filme basa su atención en una delicada sensibilidad expresada gracias a las múltiples composiciones de música clásica que acompañan y se interpretan a lo largo del metraje, lo que casi le valdría el "falso" calificativo de musical. El gusto de Takahata por lo mínimo, lo intangible pero emocionante está patente de manera sutil en “Goshu, El Violoncelista”, donde sin ningún tipo de artificio logra una película bastante redonda y sin pretensión alguna. Tan sencilla pero tan bonita, que no necesita más para convertirse en una pequeña joya de la animación, de esas que andan por ahí escondidas y de las que faltan muchas para analizarlas.

Desde luego la moraleja de la cinta es noble e invita a no bajar nunca los brazos en la consecución de los objetivos trazados, además de resaltar que muchas veces lo que para nosotros es inútil puede tener mucho valor para otros sin que nos demos cuenta. Aunque el trazo de los dibujos no es una maravilla, sí que son coloridos, por ello el diseño y el acabado de los personajes y escenarios resultan frescos y agradables a la vista. “Goshu, El Violoncelista” es una mágica y emotiva historia sobre el poder de la música y de la naturaleza. Recordemos que en el año 82 películas como esta manifestaban que la animación japonesa tenía mucho que aportar y contar, demostrando a veces, por no decir la mayoría de las veces, una mayor dedicación y esmero por sus historias, sus personajes, sus mensajes, o sus ambientaciones, que el resto del cine de animación mundial. En el filme todo parece narrado con una innegable linealidad durante gran parte de la trama. La galería de animalitos que van pasando por casa de Goshu, no parecen a priori, si no dan mucho juego a la historia, que reclama más nuestra atención en referencia a ese otro hilo narrativo, que es el de la situación de Goshu respecto a la orquesta y su director.

Al ver a un personaje luchando por ser mejor en lo que hace, seguro pensaríamos que la trama se sustentaría en el sufrimiento para lograr ese objetivo, pero la cinta no deja de ser divertida, el desfile de criaturas que acuden al “maestro” Goshu para disfrutar de su música y sus lecciones (aunque a Goshu no le parezca serle muy agradable las visitas) poco a poco, veremos cómo, no solo están relacionadas ambas situaciones, sino la extrema belleza que finalmente cobrarán las dos. Isao Takahata, se esmera en concentrarse en su línea, su cinta destila una innegable nostalgia y preciosidad por los ambientes rurales, los plácidos paisajes campestres. Nos muestra el conflicto entre el mundo urbanístico y el rural (tema que retomara en su filme “Pompoko”) presentando este último como un refugio, dotado de una terapéutica magia que nos regenera y nos mantiene en equilibrio; y el primero como el que corrompe cualquier cosa pura que con él entra en contacto, como en este caso, la música, o al menos, la vivencia respecto a ella que tiene Goshu, nuestro protagonista. Son los animales, representantes de ese mundo apegado a la naturaleza, los que le hacen ver el verdadero valor de su arte.

Toda la trama se resume en eso, y es que evidentemente aquí lo que importa es la música, creada por Michio Mamiya con temas orquestados y algún guiño a compositores clásicos, encontrándonos incluso una pieza de Beethoven. La admiración al compositor alemán es clara, esto se puede ver en el cuarto de Goshu que tiene en una de las paredes el retrato del creador de la Novena Sinfonia. En definitiva, "Goshu, El Violoncelista" es una interesante forma de ver cómo podría la naciente Ghibli dar lugar a un musical agradable pero en absoluto cautivador. Como dije anteriormente, aunque la animación está a años luz de películas con muchos más años encima, esta cinta cumple su objetivo y además entretiene bastante, gracias en parte a su escasa duración (apenas 63 minutos), que logra que nunca se nos haga pesada y aburrida. Recomendada para los seguidores y amantes de la actual y la vieja Ghibli, como esta humilde servidora lo es. Además para los que quieran ver los inicios del creador de la sobrecogedora "La tumba de las luciérnagas".



“Preciosa, pero sencilla fábula ambientalista”