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domingo, 14 de agosto de 2011

Ghost in the Shell

Director: Mamoru Oshii
Año: 1995 País: Japón Género: Animación/Ciencia Ficción Puntaje: 08/10
Productora: Bandai Visual Company / Kodansha / Manga Video / Production I.G.



En el futuro no muy lejano los humanos han mejorado sus cuerpos con partes cibernéticas, en algunos casos hasta el 100%, quedando sólo su mente a resguardo. Estos seres humanos mejorados se conectan a redes de información para comunicarse y obtener datos. Pero un peligroso hacker conocido como el “Gran Maestro de las Marionetas” ha comenzado a atacar las mentes de varios humanos mientras se encontraban conectados a la red. La sección 9, una fuerza policial de avanzada, se encuentra tras los pasos del hacker. A cargo de la investigación se encuentra la mayor Kusanagi (cuyo cuerpo es totalmente cibernético) y el oficial Batou. Pero un incidente (un androide extraviado en una autopista) resulta ser una pista para el caso. El androide es llevado a la sección 9, pero este se reactiva y se identifica como el propio “Gran Maestro de las Marionetas”, diciendo que es un software que ha realizado operaciones encubiertas para la sección 6 de El Ministerio del Exterior. El androide pide asilo a la sección 6 pero un atentado aborta el avance de la reunión y el “Gran Maestro de las Marionetas escapa”. Los oficiales lo persiguen sin saber que el verdadero propósito del androide es en realidad encontrar a Kusanagi y fusionarse con su mente humana para lograr una nueva etapa de evolución y dotarse de un cuerpo funcional. Basada en el manga de Masamune Shirow, “Ghost in the Shell”, que traducida al español seria “El Fantasma de la Máquina”, resulta ser una curiosa mezcolanza de filosofía, referentes al cine occidental y ciencia ficción. Menos engorrosa que el manga que la precedió, incluso con una estética diferente, debido a que Masamune Shirow no llegó a participar en su versión cinematográfica, pero también a que las técnicas de animación permitían efectos y escenas impensables en el manga y también a la inversa.



“Ghost in the Shell” es uno de los más importantes películas anime de los últimos años. Es notable la influencia que tendría sobre el género, ya que otros animes seguirían sus lineamientos, e incluso “Matrix” (1999) tomaría decenas de ideas e imágenes prestadas del filme. Con el tiempo ha desarrollado un estatus de culto, en particular por su trama críptica y sus particulares reflexiones acerca del futuro de la tecnología y la fusión de lo cibernético con lo humano. Como es costumbre en el cine de Mamoru Oshii, el villano de la historia es un personaje desconocido del cual nos cuesta sacar una conclusión concreta, pero este es quizá el más carismático de su filmografía. Y sin duda destaca su protagonista, la desvergüenza de cómo se la dibuja y la prueba sólida del talento que tienen los japoneses para crear personajes femeninos. La banda sonora, sobre todo en la canción que introduce los créditos, nos sumerge en la perspectiva del dominio de los japoneses sobre la tecnología y sobre todo la robótica. Shirow y Oshii crean un complejo y claustrofóbico mosaico plagado de cyborgs, con altas dosis de tecnología, ciudades hiperpobladas e hiperdesarrolladas y el siempre presente dilema existencial de qué es exactamente lo que nos define como humanos y nos diferencia de las máquinas más complejas y avanzadas que jamás hayan surgido. Esta emblemática obra es junto a "Akira" (1988) las dos grandes obras maestras del cine de animación japonés de ciencia ficción, al menos en occidente, pues no estaría de más añadir que este filme paso sin pena ni gloria por Japón. La película se hace demasiado corta y de hecho su duración apenas es de poco más de hora y cuarto. Una lástima, porque material había de sobra para haberla estirado un poco más.



Pero si hay que decir que “Ghost in the Shell” es una película particularmente compleja. Sigue sin lugar a dudas los lineamientos del “Cyberpunk”, en donde la carne se fusiona con la tecnología y hay toda una generación de seres humanos mejorados artificialmente. Prácticamente no hay personaje en el filme que no posea algún tipo de implante. El problema no es precisamente la exposición de esto, sino que el enfoque del director Mamoru Oshii es particularmente frustrante sobre las historias adicionales que dan carnadura al relato: hay toda una ensalada de tramas políticas, personajes que van y vienen, y toneladas de conceptos tecnológicos que por momentos aturden. Los minutos iníciales son una catarata de información que inunda al espectador, de la cual sólo extrae que las fuerzas policiales están tras la caza de un hacker que piratea los cerebros mejorados electrónicamente que poseen los humanos. En el medio hay pausas, secuencias de acción muy estilizadas, momentos reflexivos e imágenes de gran belleza. Pero esos intervalos bien podrían haberse acotado para darle más tiempo a las escenas de exposición e intentar que el guión baje algo de nivel a una altura más cercana al espectador promedio. Masamune Shirow es sin duda un apasionado de la filosofía, los diseños mecánicos basados en elementos de la naturaleza, las sofisticadas armas de fuego y ante todo es un gran creador de atmósferas futurísticas, donde la tecnología es el eje central a partir del cual gira el mundo de los humanos. Toda la carga filosófica de su obra quedó inteligentemente condensada en una entretenida película de anime, sin muchas pretensiones técnicas pero que acertó de pleno en su conversión del manga al anime.



Lo que resulta más original de “Ghost in the Shell” es la idea de un software que ha cobrado vida propia. En este caso es el proyecto 2501 (el nombre original de “El Gran Maestro de las Marionetas”), que ha realizado tareas de espionaje para la sección 6, comportándose como un virus, aprendiendo sobre la marcha, autoactualizarse, se pone en rebeldía ante el sistema y ha decidido seguir su propio curso de acción. El software se ha reconocido como una nueva forma de vida y está intentando escapar de sus controladores para obtener su independencia y su derecho a la existencia. Mientras que el filme tiene muy buenas escenas de acción, como la persecución del terrorista en la feria pública o el tiroteo final en el hangar, la intención del director sin dudas es centrarse en el aspecto reflexivo del tema. Largas escenas tienen lugar sólo como para ilustrar lo complejo del mundo futuro que concibe la historia, que por momentos sus climas recuerdan a “Blade Runner” (1982), así como los puntos de vista de los personajes sobre el proceso de integración entre hombre y máquina. El clímax en realidad es el encuentro del androide, ósea el “Gran Maestro de Marionetas” con los directivos de la sección 6, donde éstos le piden que demuestre que es una forma de vida y el programa les devuelve la pregunta exigiendo que ellos hagan lo mismo. Los humanos, termina diciendo, sólo son computadoras con ADN en lugar de bytes. Sin embargo, ambas películas difieren. Volviendo al tema de la influencia de “Blade Runner” a la cinta, el filme de los 80 considera los sentimientos parte esencial de la humanidad. En cambio “Ghost In the Shell” obvia en su historia todo sentimiento de odio o amor y define la humanidad como la capacidad de desarrollar y mantener una conciencia propia. También la estética difiere, siendo la del filme de Oshii mucho más tecnificada y cercana a nuestro tiempo.



“Blade Runner” planteó "¿que es la vida?" de un modo plásticamente genial, pero no respondió a la pregunta. Se limitó a tratar el tema de si un “replicante” es básicamente un ser humano con fecha de caducidad, por el hecho de ser inteligente y poseer emociones (o sea, circuitos de instrucciones instintivas sobre los que se desarrolla la inteligencia) y a pesar de estar construido por otros seres humanos. “Ghost in the Shell” no usa la analogía de la máquina, sino que desdibuja los límites entre vida planificada y vida fruto del azar (la llamada "natural"). La vida es interacción con el medio y acción dirigida a la auto-perpetuación, con un éxito al menos transitorio. Un remolino es una forma que existe en el medio, pero no posee una estructura que aproveche energía para mantener esa forma, estamos hablando de un virus (incluidos ciertos anomalías en el ordenador). Además la película entre mucho; ofrece reflexiones sobre lo desprotegidos, indefensos y fácilmente manipulables que parecemos frente a los progresos tecnológicos; que a su vez se retroalimenta con avidez de información; que así mismo clama por ser libre amenazando con empujarnos a una vorágine de alienación cyber-tecnológica. Entonces ante este panorama ¿Que nos queda? ¿Los recuerdos? ¿Que evitará el colapso? ¿Nuestro espíritu?; y si fuese posible que dicho espíritu habite o se genere en entes cibernéticos, ¿debemos considerarlos vivos? Cuestiones de este talante afloran por doquier en la obra, no así su respuesta. Quedándonos sólo el contemplar el virtuosismo plástico y por medio de la inteligente metáfora de la paradójica figura del Cyborg abordar la cuestión de que realmente nos caracteriza como humanos.



El inconveniente del libreto tiene que ver con que el propósito del proyecto del “Gran Maestro de las Marionetas”, no resulta demasiado claro. Debe evolucionar y por ello quiere fusionarse con una mente humana, además de adquirir un cuerpo. Pero no queda demasiado claro el por qué. Vale decir, el proyecto 2501 sobre el final del filme prácticamente va demostrando que es una especie de Dios, todas las máquinas y todos los implantes que tienen los humanos están bajo su control, con lo cual quedarse restringido a un cuerpo y poseer sentimientos humanos pareciera ser una rebaja de nivel. Hubiera sido preferible que, en vez de propósitos tan bondadosos, el proyecto 2501 se hubiera desatado en toda su furia y terminara controlando a toda la humanidad. El poder lo poseía, la ambición no, pero quizás hubiera sido mejor ya que sería una especie de castigo divino para los humanos que han cruzado las barreras de la creación, perfeccionándose con implantes y superando los límites de lo humano. Aquí el Dios informático decide transformarse en un mortal fusionado con lo cibernético, pero no resulta demasiado claro cuál es su futuro, esto es solo mi opinión personal, pero aun así me parece genial el desenvolvimiento que tiene la cinta. Así como todo el largometraje trata de la idea central del "espíritu" y de la diferencia que este supone entre máquinas y humanos, y de como la línea se ha difuminado lo máximo posible, el final supone la ruptura total de esa línea. El “Gran Maestro de Marionetas” es un ente artificial pero con algo que si no es un espíritu, es absolutamente indistinguible de este. Tanto es así que acaba fusionando su propia individualidad con la de la Major Kusanagi, en un plano de igualdad entre algo similar a un virus informático y un alma humana. Imperdible para todos los aficionados a la Ciencia Ficción.



“Gran cinta que nos revela que de alguna manera los humanos también somos máquinas”

domingo, 10 de julio de 2011

El Huevo del Ángel

Director: Mamoru Oshii
Año: 1985 País: Japón Género: Animación/Fantasía Puntaje: 07/10
Productora: Studio DEEN / MK Productions / Dr. Movie



Por donde comenzar para hablar de esta intrigante y misteriosa película, la historia de “El Huevo del Ángel” no se puede explicar solo con palabras, hay que verla para por lo menos dos o más veces para darnos una idea de lo que es la historia. Esta película deja de lado todo lo relacionado con la animación, personajes y diálogos, para enfocarse únicamente en una tremenda narrativa visual, que con un ritmo extremadamente lento, nos lleva desde lo sutil hasta lo surrealista. La trama de la película se centra sobre una pequeña niña de aspecto blanco espectral, la cual protege un enorme huevo bajo su ropa mientras vaga por las calles de una ciudad desolada y de estilo gótico, lo que llama la atención, es conocer de donde salió el huevo, como lo obtuvo y que contiene, por otro lado también tenemos a un joven guerrero que al encontrarse con la niña rápidamente se fija en el huevo, ambos comienzan a viajar juntos pese a la desconfianza que se puede percibir entre ellos. Tenemos que mencionar y destacar el trayecto narrativo de esta historia, la cual es simplemente a base de los rostros de los protagonistas, el dialogo es casi nulo y el poco que contiene se enfoca a la pregunta ¿Quién Eres?, que mutuamente se realizan la niña y el guerrero.



Dirigido por Mamoru Oshii, responsable de otra interesante película como es “Ghost in the Shell” (1995), “El Huevo del Ángel” es una obra con un marcado carácter existencial, surrealista e histórico si mencionamos que en una parte de la historia, se narran fragmentos de la Biblia, más específicos del Arca de Noé. Es por esto que todo el carácter existencial de esta obra, recae sobre el profundo significado de la historia bíblica, el cual se ve plasmado a lo largo de toda la historia, no solo en los personajes, sino también en la ambientación y en la mayoría de los simbolismos y metáforas mostrados la mayoría de las imágenes. La historia es compleja en todos los sentidos y es una obra en la cual no existe nada claro, estoy seguro que muchas de las personas que han visto esta historia se han quedado con ganas de respuestas, pero la cruda o interesante verdad, es que no existen respuestas claras a todo lo que sucede, solo algunos significados, simbolismos e imágenes que llevan a que el fanático tenga que crear su propio significado para la historia, es esto último lo que para algunos hace tan especial a esta historia y que para otros la hace ser una obra vacía, por así decirlo. Pero esta historia no sería tan atrayente sin los magníficos personajes que sustentan tan compleja historia.



La película solo se muestran dos personajes principales y muchos personajes de relleno, que en mi opinión tienen una importancia en la historia, los personajes no es un aspecto malo sino todo lo contrario ya que la narrativa de la historia solo se puede llevar a cabo con pocos personajes para poder prestarles toda la atención a los cambios en sus rostros y así darnos una idea de lo que tratan de transmitir. La cinta tiene una originalidad que se agradece ante los ojos de un cinéfilo curtido ya en demasiadas repeticiones mas de lo mismo, harto de ver lo mismo uno y otra vez sin que la cosa parece que vaya a cambiar en mucho tiempo. Ha tenido que ser un film del año 1985 para que uno pudiese disfrutar de una historia seductora, atractiva y de una gran calidad en toda ella. Una película sombría, silenciosa y con una garra electrizante en sus imágenes que recuerdan a las de un lienzo con sus diferentes paletas de colores. Una cinta recomendada a los que se atrevan a ver algo distinto, algo distante a lo normal, pero que consigue plasmar una ventana que abierta de par en par deja ver mas de lo que podría uno imaginar. Una interpretación que leí, es que el personaje masculino es una versión de Jesucristo, con la cruz a cuestas, y que quiere ayudar a que la niña se libere de las cosas materiales para que su espíritu avance y ascienda hasta la "cabeza de Dios" que sería la nave que se ve me parece a la vez absurda, desconcertante y curiosa.



El diseño de personajes es bastante peculiar, ya que solo tenemos dos personajes a lo largo de la historia y el diseño de estos es bastante distinto, por un lado la niña tiene un diseño algo tosco y el joven tiene un diseño más limpio y detallado por así decirlo, la ambientación es lo más impresionante de la película, se parece mucho a la Alemania de principios del siglo XX y no es para menos, la ambientación en tonos grises contrasta con el tremendo fatalismo que envuelve a los personajes, los edificios oscuros estilo góticos que se pierden bajo la luz de la luna, sin duda brindan una muy buena experiencia para acompañar la compleja historia. La música es otro punto fuerte de la película, como ya les he mencionado que la narrativa de la historia no incluye casi nada de dialogo esto lo compensaron muy bien con una gran música de fondo acorde a cada momento que se está viviendo, la música tiene un estilo de orquesta el cual es un gran acierto ya que va de maravilla con la ambientación generalmente obscura y que juntas dan una experiencia emocional muy fuerte. Creo que esta película de animación es de las que más me ha dejado con la cara descolocada, pero no llegué a entenderla al primer visionado y al día de hoy aun me da muchos quebraderos de cabeza (seguro que no fui la única), pero lo que no hay que negar que es un cuento, precioso y muy fantástico.



En términos generales, “El Huevo del Ángel” es una obra que no es para cualquier tipo de persona, es una obra hecha exclusivamente para un público iniciado en este tipo de obras y hasta se puede decir que es una obra hecha directamente para el publico occidental, porque quiéranlo o no, la historia está enraizada en varios pasajes bíblicos y por lo tanto es más fácil para el publico occidental comprender bajo que influencias se ha creado esta obra. Por otra parte muchas personas comentan, que aparte del carácter bíblico de la película, la historia también incluye una fuerte crítica hacia la sociedad japonesa, por la caza indiscriminada de ballenas, este hecho se mezcla con el significado del existencialismo, para darnos una sensación ambigua sobre lo que está sucediendo. Por último, solo me resta decirles a las personas que planean ver esta película, que antes de sacar conclusiones vuelvan a ver la película, se sorprenderán de las cosas que van a descubrir después de verla una segunda vez, y si no encuentran respuestas claras a cada momento de la historia, no se sientan mal, el mismo Mamoru Oshii, ha dicho que no existen respuestas concretas y que ni el mismo sabe lo que en realidad significa la historia, así que lo mejor es disfrutarla y darle el significado que cada quien guste.



“Una fantástica cinta surrealista”

domingo, 5 de junio de 2011

Apocalipsis Ahora

Director: Francis Ford Coppola
Año: 1979 País: EE.UU. Género: Bélico/Drama Puntaje: 10/10
Interpretes: Martin Sheen, Marlon Brando, Dennis Hopper, Robert Duvall, Frederic Forrest, Albert Hall, Sam Bottoms, Laurence Fishburne y Harrison Ford



Esta cinta es una de las obras más difíciles, complejas, arriesgadas e importantes que se haya hecho en el cine de los 70’s, es también la más importante y determinante película en la carrera de Coppola, y no hablo de si es la mejor que a realizado porque hay chocamos con “El Padrino” (1972). Ambientada en la guerra de Vietnam narra la historia del Capitán Willard (Martin Sheen) que es un oficial de los servicios de inteligencia del ejército estadounidense al que se le ha encargado, en Camboya, la peligrosa misión de avanzar río arriba para eliminar al Kurtz (Marlon Brando), un coronel estadounidense renegado que se ha vuelto loco. En la profundidad de la selva, en un campamento sembrado de cabezas cortadas y cadáveres putrefactos, la enorme y enigmática figura de Kurtz manda como un buda despótico sobre los miembros de la tribu Montagnard, que le adoran como a un dios. Inspirado por la novela de Joseph Conrad, "El Corazón de las Tinieblas", Coppola y John Milius idearon un denso, tremendo y soberbio guión a la película, trasladando lo que en el libro era la atracción de un marinero hacia el hombre que debe asesinar, a la representación de una guerra infernal. A partir de aquí nos sumergimos en una insuperable atmósfera, recorrida por un aliento místico/filosófico que la hacen aún más ser una obra única. Muchos dicen que el artista es el sacerdote de la belleza, entendiendo por bello aquello que emerge de la necesidad emocional interior. Para lograr que la obra funcione no debe desconocer que todos sus actos, sufrimientos, ideas, preocupaciones, integran la frágil, y también poderosa, substancia de sus obras. Coppola, un director ostensiblemente genial, en este filme refleja el modo de hacer cine como una aventura pavorosa y pasional. Queda claro que su arte nace de una necesidad, de un vacío, de una busca desequilibrada por la reformación de un ritual iniciático.



Han pasado ya 32 años de su estreno y aún nos cuestionamos si se ha entendido. Si se ha comprendido siquiera su acumulativa obsesión por demostrar el destino del legado cultural de Occidente. Si su condición genial de testamento resumen de una civilización en ruinas era apenas la superficie de todo lo revelado, ¿se continuó analizando y repensando? ¿Se habrá querido ver como documento representativo sobre el fin de la utopía moderna? ¿Nos habremos dado cuenta de todos los problemas que la cinta nos planteó, tanto éticos como estéticos? ¿Habremos entendido que una de sus funciones era hacer que los acontecimientos de Vietnam que le dieron origen y diégesis, se tornasen irreconocibles? ¿Se habrá constatado que “Apocalipsis Ahora” trabajaba con la invocación, con la revelación del mito como oportunidad para pensar, pensarse y pensarnos? ¿Habremos estado a la altura necesaria, o a la profundidad suficiente, para poder asimilar, interpretar y reconducir todos sus estratos míticos y simbólicos hacia una hermenéutica del cine respecto de la condición humana? Las condiciones siguen allí. Entonces, ¿Qué habremos entendido de esta magistral cinta los que hoy seguimos admirándola? Algo parece haber quedado claro: “Apocalipsis Ahora” es además, la película religiosa y moral por excelencia. Es la última posibilidad de configuración de lo religioso occidental, desde lo cultural representativo. Coppola nos demuestra que el cine es el arte por antonomasia de nuestro tiempo, el catalizador del destino trágico del hombre. Mediante su discurso accedemos a pensar por analogías, a relacionar. Por medio de la repetición, de la correlación, “Apocalipsis Ahora” nos permite conocer ciertos estadios, al recordarlos por ciertos procedimientos míticos. El mensaje del filme es que estos procedimientos deben ser cada vez más manifiestos, cada vez más desmesurados para que puedan filtrarse en el magma imaginario de la modernidad.



Se viaja mucho en “Apocalipsis Ahora”, físicamente y por la memoria. De ese viaje deriva una salida, un paso hacia otro lado. Quizás sea la locura, pero hay una salida, por más demencial y monstruosa que sea. Mucho más pesimista fue la siguiente película de Coppola, “Golpe al Corazón” (1982), donde no había salida de lo cotidiano, ni siquiera de los decorados. Kurtz es excesivamente genial y excesivamente espantoso. Como EE.UU., un gigante con los pies en el (literalmente) barro. Construyó un palacio en la selva, un “Xanadu”, algo más grande que la vida cuyo destino era paradójico. Kurtz es anacrónico, tiene ideales inconcebibles (para la mayoría) y la época no acepta tanta grandeza trágica. La soledad de Kurtz, es como la del protagonista de “El Ciudadano Kane” (1941), la soledad del héroe que no puede vivirse como tal, a pesar de su impulso de grandeza, porque la realidad hace que esos sueños se conviertan en pesadillas. Tratan de convertir ese mundo en metáfora, de preservar aquello que pueda perpetuarse: Rosebud, Willard, los fundamentos de lo trágico, el cine. En contraste con todo lo que emana de Kurtz están l os actos de las conejitas, los soldados de Kilgore (Robert Duvall), los que se oponen a Kurtz, el ejército, todos son deshechos, residuos culturales que actúan a partir de los remanentes de algún ceremonial, como si fuesen oficiantes de un culto sin religión. La magnífica escena del ataque al poblado, con la Cabalgata de las Valquirias, es sintomática de lo que Coppola piensa del mundo. Kilgore y sus despistados soldados no saben ni se preguntan qué están haciendo, es más, no saben qué significa esa música que ponen en los altoparlantes, ni saben de sus fundamentos. En realidad la música debería ser para Kurtz, pues en la mitología nortegermánica son personificaciones que vuelven de la muerte en rápidos corceles corriendo a través de las nubes y simbolizan la honrosa muerte del guerrero. Es decir, entronizan la condición heroica ante el albor de una nueva era.



"¡El horror, el horror!" se dice en una escena clave. Mentando lo innombrable, el verdadero horror es no poder salir, perpetuar el ciclo de la insustancialidad. La primera imagen del ventilador de techo visto por Willard (de fondo musical “The End” de The Doors), es la imagen de la exasperación de lo circular, de la repetición. Por eso no basta un horror, se repite la frase dos veces: "el horror, el horror". Es el horror de la repetición, de la negación de la salida de esa recurrencia. El horror de caer en lo insignificante, en lo intrascendente. Pero también la repetición da paso al ritual. Una vez iniciado, el discípulo manifiesta su nuevo estado mediante el ritual. "El horror" puede ser también provocado por una revelación súbita, por acceder de manera directa y sin escalas a lo abisal, a la apabullante sabiduría de lo insondable. “Apocalipsis Ahora” es un ritual de iniciación dentro de otro, como una caja china iniciática. El externo, quizás el menos obvio, es para nosotros, es nuestra razón de contemplación. Cada nueva visión del filme nos propone poner nuestra credibilidad intuitiva en una puesta en presente que nos permite purgar las pasiones en un lugar simbólico. Kurtz debe luchar contra residuos, ideales pervertidos, inclusive, y por extensión, Coppola nos muestra que también debe luchar contra el fatal entendimiento de “Apocalipsis Ahora”. Hay una intencionalidad de Coppola, porque quiere que en su cinta su mundo se note más, con el riesgo de caer en la mera interpretación estetizante. Para ello recurre a la suma de todas las manifestaciones culturales de Occidente, desde las Valquirias hasta las conejitas, desde lo operístico hasta el género bélico. Hasta pareciera que la técnica usurpase el lugar de la puesta. Todo ello es un recurso para trascender el género, para trascenderse a sí mismo. El resultado es de una renovación total, como el puente de Dou-Long que debe ser recreado una y otra vez. Esta metáfora indica que el arte no puede ser soporte eterno sino sistemático, de conscientes conquistas parciales que deben revalidarse continuamente.


La estética de “Apocalipsis Ahora”, connota la peligrosidad de manifestar su vocación terminal de aprehensión. Es como un don que nos es dado mediante el arte y el cine, y al mismo tiempo la cara oscura de ese don nos es advertida. Lo cultural también corre el riesgo de olvidarse, nos dice Coppola, entonces por el absurdo, con efectos especiales y explosiones, la cinta nos revela que la memoria de lo aprendido y su puesta en presente es responsabilidad continua del arte. Sobre todo del arte contemporáneo. Luego de trescientos años de modernidad, “Apocalipsis Ahora” viene a despertarnos del mito perverso, invertido, de hacernos creer que vivimos en el mejor de los mundos posibles. El arte se mezcla inextricablemente con la vida. A lo mejor, sugiere Coppola, si su obra estuviera mínimamente entendida, se podría gobernar al mundo con una mezcla de Kurtz y Corleone, o por lo menos existiría esa tentación. Visto el “Don” más humano de la ética trascendida según esta estética, existiría esa posibilidad y ese riesgo. El conocimiento de algo en el sentido intelectual estético, en lo intuitivo, en la memoria filosófica de todo arte servil, no puede llevarnos a dictar reglas, leyes para administrar lo cotidiano. Es la amenaza de lo mecánico, de lo utópico, de incorporarlo como valor. Cesarían las lucubraciones, comenzaría otro grado de locura, no nos haríamos más preguntas, la obra no tendría trascendencia porque estaríamos inmersos en ella. Aquí es donde también actuaría el arte para promover la dialéctica de la memoria y del olvido. Para poder seguir viviendo. La cinta nos desorienta, pareciera tentarnos en ese aspecto de vivir estéticamente, pero nos da las suficientes pistas para encontrar sus secretos o al menos hacernos conscientes de la existencia de esos secretos y volver a consumirnos en tal dialéctica.


Volviendo al guión ultraderechista John Milius, no del todo bien entendido por algunos aficionados al cine, que se quedan en la parte del horror de la guerra, cuando lo decisivo es entender que lo necesario para ganar una guerra es la ausencia de prejuicios y moral, tal y como pregona Kurtz. Es por lo tanto un mensaje donde se critica a la opinión pública americana y medios de comunicación de no saber estar con su ejército a la hora de ganar la guerra de Vietnam. El anticolonialismo no está tan marcado como en la novela sin lugar a dudas, incluso en la parte de los colonos franceses se les justifica y se comprende ya que llevan allí mucho tiempo y en realidad en su hogar y medio de vida en un sitio donde antes no había nada. No es por tanto en ningún caso una película antimilitarista y mucho menos pacifistas como he tenido la ocasión de leer. Poco a poco, de forma incesante, la película va adquiriendo volumen. Se confirma esa pulsión malsana apuntada en el arranque, apretándola hasta el estallido final. El descenso en picado al corazón del horror. Lográndolo Coppola sin apenas mostrarlo. No lo necesita para transmitirlo de forma absoluta. El horror en sí no le interesa. Sangre y vísceras aparecen bastante menos de lo acostumbrado en una película bélica, pues Coppola sabe que la violencia es efímera. Lo que perdura son las cicatrices que deja tras de sí. Para explorarlas, se nos ofrece siempre el punto de vista de Willard, por ello compartimos la evolución alucinada del personaje, y nos metemos hasta el tuétano en la atmósfera de la película. Y es que buena parte de esta universalidad ya estaba en "El corazón de las Tinieblas". Aquí demuestra una vez más Coppola lo privilegiado de sus neuronas al adaptar la novela, despedazándola, despreciando la trama para quedarse con lo primordial: su esencia. Al pulirla y darle forma es cuando aparece “Apocalipsis Ahora”. No es el resultado de la narrativa. Es Wagner a todo volumen ambientando un ataque de helicópteros. Es el olor a napalm por la mañana. Es la locura de un fuego cruzado alumbrado por bengalas. Es la sobrecogedora evocación de un Brando desatado, por medio de la palabra, del horror de brazos seccionados. Es eso y más.



Los elementos que componen “Apocalipsis Ahora” actúan para decir que todo es más complejo que lo que se piensa, pero al mismo tiempo la puesta es más didáctica, más sensible con el espectador. Mediante esos recursos (que abundan en la cinta) es que se puede lograr la síntesis y la continuación de una totalidad. Interpretación que quedó clara a partir de la versión “Redux” del filme. Esto no debe confundirnos en la interpretación de gestos mínimos como inferiores. Más bien lo que se propone es una transitoriedad, una traslación hacia la superficie de la pantalla de una variedad tonal y de distintos niveles de registros, donde esas parcelas actúen en conjunto, favoreciendo esa intención de integridad. O para entendernos más linealmente, sería la diferencia entre sorprender y recordar. Coppola sabe que el ruido de las explosiones no debe ocultar el eco de su propia voz. Además el rodaje de esta película en las Islas Filipinas se convirtió en un verdadero infierno. De hecho cuando Coppola la presentó en Cannes comentó: «Ésta no es una película sobre la Guerra de Vietnam, esto es Vietnam». Se cuenta como anécdota, que el propio Martin Sheen estuvo a punto de morir de un ataque al corazón durante el rodaje de la misma, así como el hecho de que algunas de las imágenes de helicópteros bombardeando con napalm fueron en realidad los helicópteros prestados por el Ejército filipino para el rodaje, que hubieron de volver rápidamente. Además para el papel del capitán Willard originalmente fue contratado Harvey Keitel quién grabó algunas escenas, pero fue despedido por Coppola ya que este consideraba que Keitel no estaba a la altura del papel. Luego de lo cual Coppola contrató a Martín Sheen todo eso contribuyó a la demora y al retraso en la filmación que se extendería alrededor de dos años. Acabamos de ver “Apocalipsis Ahora” ya no hay más secretos. Todo es real y todo es público. Los fantasmas andan sueltos, los puentes se caen y se levantan, los símbolos son tan bellos como terribles. Una verdadera obra maestra, “Apocalipsis Ahora” es cine en vena.



"Una destructiva, desbordante y grandiosa obra maestra"

domingo, 27 de marzo de 2011

La Fuente de la Vida

Director: Darren Aronofsky
Año:
2006 País: EE.UU. Género: Drama/Ciencia Ficción Puntaje: 09/10
Interpretes:
Hugh Jackman, Rachel Weisz, Ellen Burstyn, Sean Patrick Thomas, Donna Murphy y Mark Margolis

“La Fuente de la Vida” es una historia de ciencia-ficción que aborda la odisea de un hombre (Hugh Jackman) y su lucha a través del tiempo para salvar a su amada mujer (Rachel Weisz). Desde la España del siglo XVI hasta el profundo espacio del futuro siglo XXVI, el héroe de este filme intentará encontrar el árbol de la vida, la entidad legendaria que otorga la vida eterna a aquellos que beben su savia, para intentar salvar la vida de su esposa enferma de cáncer. Como una pintura o una escultura, "La Fuente de la Vida" no busca contar una historia convencional, sino sugerir ideas y emociones que deben ser interpretadas por el espectador. Quizás esas ideas no sean particularmente novedosas o relevantes, pero al menos hay que apreciar la increíble dirección de Aronofsky y su diestro manejo de la técnica cinematográfica, por medio de la cual logra una historia coherente que no necesariamente entendemos en un plano intelectual, pero sí en uno emotivo. En otras palabras: ¿estamos viendo a los mismos personajes a lo largo de 1000 años? Tengo mis teorías, pero prefiero callármelas, porque no hacen falta explicaciones lógicas para apreciarla. Quizás todo sea una metáfora del proceso de aceptar la muerte de un ser querido; quizás sea una saga de ciencia ficción que culmina en una lejana estrella; quizás sea simplemente una fábula que nos muestra que la inmortalidad no es vivir para siempre, sino integrarse al proceso natural de renovación que aplica a todos los seres vivos.

Creo que Darren Aronofsky corre el riesgo de ser víctima de su propio éxito. La excelente recepción crítica de sus películas previas "PI” (1998) y "Réquiem por un Sueño" (2000) estableció un estándar de intensidad narrativa y fervor dramático que su nueva propuesta (romántica, además de todo) no logra alcanzar. De cualquier forma, creo que "La Fuente de la Vida" es una clara muestra del talento de Aronofsky como director, aunque sus dotes como guionista se hayan quedado cortas. O tal vez hay que achacar la culpa a los miopes estudios hollywoodenses que hace años cancelaron la producción de la cinta, cuando era un enorme proyecto que iban a estelarizar Brad Pitt y Cate Blanchett. Quizás un presupuesto más elevado y una producción más pulida hubieran logrado el épico espectáculo visual que respaldara el drama de los protagonistas. Supongo que nunca lo sabremos. Hay bastantes motivos por los cuales “La Fuente de la Vida” ha provocado y provocará reacciones de todo tipo (y aquí se incluye también la indiferencia, claro). Dejando a un lado “juegos” visuales más o menos discutibles, básicamente, el centro de la “polémica”, ineludible, radica en el tratamiento que da la película a la muerte, al fin de la vida. Aronofsky dijo que los productores habían calificado su guión como de “poema sobre la muerte”. Efectivamente, ésa sería una buena definición de parte de las intenciones del filme, muy diferente a todo lo que vemos actualmente, y desde hace años, lo cual, al menos para un servidor, resultó una grandiosa noticia. Como señalaba el propio director ante los medios, la historia de la película, al centrarse en la muerte, toma referencias de muchos sitios, especialmente, de las diferentes religiones, al haberse preocupado tanto por esa circunstancia vital.

He aquí el otro gran elemento de controversia en “La Fuente de la Vida”. Y es que tocar temas religiosos, o al menos acercarse a ellos, conlleva, desgraciadamente, el levantamiento instantáneo del mismo grupo de fanáticos de siempre. Como es algo que está ahí y no se puede evitar, por ahora, lo mejor es hacer oídos sordos en este aspecto. Los protagonistas de “La Fuente de la Vida” son Hugh Jackman, que probablemente realiza aquí su mejor trabajo hasta el momento, y Rachel Weisz que aparece especialmente encantadora. Pero Jackman es realmente quien carga con todo el peso del filme, interpretando a un personaje que es tres a la vez, en diferentes épocas o mundos o realidades, y que hacen todo lo posible por encontrar esa fuente de la vida que salve a Weisz, en sus diferentes aspectos (o realidades); especialmente llamativa e impactante resulta la parte de Jackman como soldado colonizador, enfrentándose a los nativos americanos. Aronofsky dijo que el actor estaba muy implicado en el proyecto y se le nota. Jackman está inmejorable, a un nivel similar al que nos ofreció en la fascinante “El Gran Truco” (2006). Especialmente inspirado en la parte final de la película, Jackman compone un personaje que son tres en realidad y a cuál más interesante, logrando un gran trabajo. Weisz participa menos activamente, aunque su presencia no deja de latir en todo el filme, al ser el motor que mueve a los personajes de Jackman, y su trabajo es más que notable. Weisz, como he dicho, está radiante en la película, lo cual debe tener alguna relación con que, desde el rodaje, es la pareja de Aronofsky.

Aparte de las dos estrellas, en el filme vemos a gente como Ellen Burstyn (que estuvo impresionante en “Réquiem por un Sueño”), Sean Patrick Thomas o Donna Murphy, pero sus personajes apenas tienen relevancia, centrándose toda la historia en la pareja protagonista y sobre todo, como he dicho, en los papeles de Jackman. No es “La Fuente de la Vida” una película fácil de ver ni de resumir, porque se aleja de casi cualquier componenda comercial o de entretenimiento. Tampoco, en el fondo (y me temo que a pesar de los intentos de su director), es una película para reflexionar, porque sospecho que en este terreno contiene bastante menos de lo que podría parecer. Pero sí que es una película para dejarse llevar por ella, por su poderoso aparato visual que funde en una misma paleta apagada, y con un pie en el misterio, una recreación de una estancia de la Alhambra, un laboratorio de investigación oscuro como un templo que guarde los misterios, por la belleza de Rachel Weisz y la obstinada determinación de Hugh Jackman, por la inquietud de sus creaciones visuales (atención a la escena junto al Árbol, en Guatemala), de esta fábula sobre cómo el amor se ve enfrentado a la muerte. Ante ello, ¿importa de verdad que por momentos Jackman nos recuerde a un buda barato de todo a cien, o que la necesidad de dar un sentido último a la obra destruya la magia de instantes como el del templo maya? Ahí ya entra la decisión última del espectador; creo que, como se puede leer hasta aquí, para quien esto firma, no; lo que no quiere decir que ojalá el bueno de Darren no hubiera hecho mejor en ahorrárnoslo y buscar otra solución. Pero ahí queda la valentía, la belleza, los aciertos y los errores de una propuesta atípica.

En la cinta la vida eterna queda desligada del tiempo, huye de su significado y florece dentro de una nebulosa moribunda. La muerte es un acto de creación, y el sentido mismo de la vida no reside en el tiempo que pasamos viviendo, sino en el tiempo que realmente destinamos a ser felices y no buscando esa felicidad. Por eso esta cinta de Aronofsky no nos habla de ser inmortales, pero para corroborar su sentido opuesto o diferenciado de esa utopía, de esa ciencia-ficción. ''La Fuente de la Vida'' no es opulenta ni pretenciosa como así nos lo querían hacer ver, pues es todo lo pretenciosa que pudiera ser una historia de amor entre un hombre y una mujer. No obstante, tampoco se trata de una historia cualquiera, sino aquella que muestra la verdadera esencia de lo que significa el amor, que nos enfrenta directamente al problema de la escasez del tiempo con el que contamos y de nuestro error existencial al no saber qué hacer con él. Las imágenes de esta obra maestra son tan poderosas, (en su concepción tanto como en su abstracción, en su plano estético y filosófico, o como simple canto a la vida) que volvemos a estar delante de un ser con vida propia que hace suyo el milagro del cine: transmitir a otro nivel por encima del lenguaje, clavarse como un dardo en el hipotálamo y extenderse como un dulce veneno a través del alma. Un alma que vive en una urna de cristal líquido viajando a cientos de miles de kilómetros por hora surcando el universo hacia "Xibalba", donde el árbol de la vida volverá a renacer, o donde por fin comprenderemos que ''juntos para siempre'' no es sólo una abstracción brotada de la boca de un corazón enamorado, pues su significado trasciende la esencia mortal de la carne, trasciende el alimento de la madera de la vida, el vello erizado al contacto de unos labios amantes, las pisadas sobre el barro que circunda la presencia arbórea de una vida marchitándose ante un corazón en pena; la conquista de la Nueva España en busca de una utopía que no está más allá que dentro de nosotros mismos.

“La Fuente de la Vida” es cine en estado puro, su potencia visual es tan deslumbrante y abrumadora que se resiste a cualquier tipo de análisis racional. Aronofsky ha trascendido las fronteras del cine y se ha adentrado en terrenos más propios de la poesía y el arte del subconsciente. Y, sin embargo, lo poderoso de la imaginería de Aronofsky nos retiene más que nos aleja, nos fascina y, sobre todo, levanta sus mejores momentos en la historia de amor contemporánea de los sobresalientes Hugh Jackman y Rachel Weisz, en el hipnotizante acierto visual de esa esfera celestial sumergida en el seno de una nebulosa con el Árbol y un Jackman futurista en su interior, en la soberbia banda sonora de un Clint Mansell que firma su mejor partitura para Aronofsky, superior incluso a su ya excelente trabajo en "Réquiem por un Sueño", en una construcción musical que no duda en utilizar la repetición de planos y secuencias parecidas para crear un orden en su interior, una cadencia que acaba impregnando aunque, en algún momento, algo de ruido visual o conceptual interfiera en nuestra recepción de la obra. En resumen, “La Fuente de la Vida” es una extraordinaria aventura fantástica alrededor de la vida y la muerte, ofreciendo algunos de los momentos más inspirados que se han visto en los últimos años en una pantalla de cine. Una pequeña maravilla que, desgraciadamente, no ha podido ser todo lo que Aronofsky quería contar. Quizá haya que hacerse con el cómic. Personalmente, situaría a esta cinta al mismo nivel que la famosa “Réquiem por un Sueño”’. Y mucho cuidado, público, no se trata de una obra fácil, no es nada comercial, y requiere que el espectador se entregue por completo. Tenerlo en cuenta.



“Un hermoso poema a la muerte”

miércoles, 16 de marzo de 2011

Una Mirada a la Oscuridad

Director: Richard Linklater
Año: 2006 País: EE.UU. Género: Animación/Ciencia Ficción Puntaje: 08/10
Interpretes: Keanu Reeves, Robert Downey Jr., Woody Harrelson, Winona Ryder y Rory Cochrane

“Una Mirada a la Oscuridad" se desarrolla en el futuro cercano, cuando la adicción de moda es la “Sustancia D”, una droga psicotrópica con extraños efectos bipolares. Ahí encontramos al agente Fred (Keanu Reeves) y seguimos la investigación que realiza en torno a un traficante de bajo nivel llamado Bob Arctor, quien pasa el día en su escuálida casa, consumiendo drogas y platicando incoherencias con sus amigos. Sin embargo, por trabajar en ese bajo mundo, Fred quizás sea ya adicto a la “Sustancia D”, lo cual hará mucho más difícil su investigación, a pesar de que Bob está más cerca de lo que Fred imagina. En general, lo más destacable de la película es el efecto “rotoscopio”, técnica que ya había sido utilizada por Richard Linklater en la magistral “Despertando a la Vida”, pero esta vez la aplica con una belleza extremada, que hace que te pases la hora y media de película simplemente observando cómo se mueven los dibujos. Algunos planteamientos del filme también son interesantes, y hacia el final de la película nos estaremos preguntando quiénes son los buenos y los malos, qué hay detrás del juego de las apariencias, de las máscaras, de las sombras chinescas, de ése gran teatro del mundo que creo Linklater. Sin embargo, hasta llegar al asunto central y realmente importante de la trama.

Cuando fui a ver por primera vez el filme, fui con cierto temor, pues aun en manos de uno de mis directores favoritos, temí que la legendaria novela de Philip K. Dick no fuera adecuadamente adaptada a la gran pantalla, como ha ocurrido con prácticamente todas las películas basadas en su obra {excepto “Blade Runner” (1982) y “Sentencia Previa” (2002)}. En el caso de “Una Mirada a la Oscuridad", el resultado es fiel al libro, además el director aporta su originalidad al relato. La novela en referencia es uno de mis títulos favoritos de Philip K. Dick, pues no sólo cuenta una historia de inusual fuerza e inteligencia, sino que adoptan un tono delirante que nos envuelve en el inestable estado mental del protagonista. Con esto, simultáneamente experimentamos su "realidad alternativa" y nos sumergimos en el contexto del libro, permitiendo una mayor identificación aun si el personaje es altamente disfuncional o si la situación es increíblemente bizarra. A pesar de mi fanatismo, trataré de ser tan objetivo como sea posible. No esperen mucho. Entiendo la enorme dificultad de llevar a la pantalla los libros de Philip K. Dick. Sus argumentos son brillantes, pero por lo general tan exuberantemente originales que si no fuera por su único estilo narrativo (simultáneamente profundo y prosaico), parecerían ridículos o hasta incomprensibles.

El punto es que esa "voz" del autor es lo primero que se pierde al adaptar una novela a cine, por lo que el director Richard Linklater tuvo que encontrar el balance entre forma y fondo, entre las situaciones que narra el libro y el modo como Dick las cuenta y reinterpreta. Creo que esa es la justificación del estilo visual que Linklater utiliza para esta película. A primera vista parece que el “rotoscopio” (trazar dibujos sobre metraje videograbado) es un simple truco para adornar la cinta, pero en realidad es una emulación de la fracturada percepción del protagonista, donde nunca podemos estar seguros de la supuesta "realidad". Y, claro, la técnica del “rotoscopio” es tan antigua como el cine mismo, pero su interpretación digital se ha vuelto más económica y eficiente, permitiendo a Linklater generar exóticos paisajes e inusuales imágenes que, de otra forma, hubieran costado demasiado para esta experimental producción semiindependiente. No obstante, una consecuencia negativa de esta técnica es que de algún modo atenúa las actuaciones del elenco, y sólo los intérpretes más frenéticos (Robert Downey Jr., desde luego) logran dar vida a sus personajes. Keanu Reeves, Winona Ryder y hasta Woody Harrelson pierden considerable capacidad expresiva (bueno, quizás Keanu no tanto), lo cual definitivamente afecta el nivel emocional de la película. En otras palabras, si no "sentimos" lo mismo que los personajes es difícil compenetrarnos en la trama.

Hablando de la trama, creo que la adaptación del libro es en ocasiones demasiado fiel, dejando intactas escenas que cambian de tono sin la mencionada "voz" omnisciente del escritor. Por ejemplo, la discusión que surge cuando un automóvil se descompone queda como simple comedia, en vez de adquirir la demencial atmósfera de una de esas repetitivas e inescapables pesadillas que la fiebre produce. Quizás Linklater debió impulsar más la creatividad de sus animadores en algunos de esos momentos, para enfatizar con imágenes lo que el guión y las enmudecidas actuaciones no lograron generar, a pesar de eso Linklater nos deja multitud de mensajes camuflados en un argumento de drogas, traiciones, corrupción y que nos hace preguntas del estilo...el fin justifica los medios? cuán manipulados estamos por los gobiernos? en qué tipo de sociedad vivimos? somos una sociedad alienada? o por el contrario somos los "alienadores"? La película es buena incluso dejando a un lado las consideraciones visuales. Hubiera sido difícil incluir en una película normal las alucinaciones y los trajes cambiantes sin que los retoques chirriaran y dieran patadas en los ojos (como a menudo se hace). El “rotoscopio” cumple su función, dar un aire de irrealidad a todo y dar fácil acomodo a los "efectos" entre el resto de la imagen, ni me cansa ni me vuelve loco. “Una Mirada a la Oscuridad” es un filme atrevido con un guión que se va estructurando conforme avanza la película.

Philip K. Dick no fue en vida un autor reconocido en base a sus obras escritas, bien es sabido por todos los que han leído su mencionadas obras que habitualmente consumía todo tipo de sustancias estupefacientes y tenía amistades de dudosa reputación con las cuales compartía toda clase inimaginable de experiencias. Esta película en parte autobiográfica es una parte de esa vida tan intensa como degradante que tuvo, pero que nos otorgó como herencia relatos cortos y novelas de una indudable calidad e imaginación, la película nos sumerge en ese mundo para mostrárnoslo con toda su crueldad y su decadencia personal, el fracaso de un sistema social incapaz de poner solución a todo este caos, excepto si por ello el protagonista ha de convertirse en una especie de espía al servicio del mencionado sistema al que se supone que eres y debe ser fiel para delatar a sus semejantes, con el consiguiente sacrificio que ello conlleva para si mismo. La sensación que supone visionar el filme en cuestión, es de autentico escalofrío e inquietud como si estuviera dentro de un oscuro túnel donde hay una entrada, pero no hay ninguna salida ni luz donde se vea el final de dicha ratonera para nuestro ilustre protagonista. La historia es todo un manifiesto lleno de diálogos filosóficos y decisiones morales que alteran esta imprevisible historia de lealtades y traiciones, donde nadie es lo que parece, ni siquiera el mismo.

“Una Mirada a la Oscuridad” lejos de ser una obra maestra, nos propone ver a un hombre que se enfrenta a sus propios fantasmas personales, teniendo que tomar una decisión sumamente moral. Algunos momentos episódicos son tremendamente divertidos y originales, aunque es en su desenlace donde aparece el drama y la tragedia agravados por la historia anterior. Su giro final da algo de luz a esa oscuridad en la ha estado ahogado su protagonista conduciendo al espectador a analizar ese futuro idílico y nuestro presente real. Me cuesta trabajo hacer una evaluación objetiva de "Una Mirada a la Oscuridad" (¡No! ¿En serio?). Por un lado, es una diestra y fiel adaptación del libro que da vida a los bizarros conceptos de Philip K. Dick y a sus enigmáticos personajes. Por otro lado, tiende a ser tan confusa que no estoy seguro de que transmita el elocuente mensaje de la novela. Como cinta psicodélica seguramente será disfrutada por muchas personas en estados "alternativos" de conciencia, pero como discurso intelectual sobre paranoia, adicción y control gubernamental creo que se quedó un poco corta. Sin embargo, tengo que recomendarla aunque sea tan sólo como un fascinante experimento que cumple parcialmente sus posibles objetivos. Y si uno de ellos fue promover el libro para que más gente lo lea, se puede ya considerar que el experimento tuvo un muy importante éxito. Con sus fallos y sus virtudes, es una película extraña y compleja, pero que si se entiende se disfrutará al máximo y no se olvidará jamás.



"No es un triunfo, pero es una inteligente interpretación del espíritu subversivo”

miércoles, 9 de marzo de 2011

Memories

Directores: Katsuhiro Otomo, Koji Morimoto y Tensai Okamura
Año: 1995 País: Japón Género: Animación Puntaje: 08/10
Productora: Shochiku / Bandai Visual

“Memories” es una cinta animada constituida por tres historias situadas en épocas diferentes. La primera denominada Rosa Magnética (dirigida por Koji Morimoto) está basada en un manga de Katsuhiro Otomo, en el que dos astronautas, siguiendo una señal de auxilio, son arrastrados a un mundo fantástico creado por los recuerdos de una mujer. La segunda es Bomba Fétida (dirigida por Tensai Okamura) se centra en la historia de un joven químico que se transforma por accidente en un arma biológica imparable que se encamina directamente a Tokyo. El tercer y ultimo capitulo es Carne de Cañón (dirigida por Katsuhiro Otomo, creador de la legendaria cinta “Akira”) describe un día en la vida de una ciudad cuya única razón de ser es lanzar cañonazos a un enemigo desconocido. Con “Yo, Robot”, la novela de Isaac Asimov (no la película protagonizada por Will Smith) descubrí lo bien que le sentaba a la ciencia ficción la estructura de historias cortas. El autor puede desarrollar plenamente conceptos muy dispares gracias a la falta de conexiones, puede practicar repartos corales tan efímeros como la importancia de cada individuo en el mundo (no se puede ser protagonista del mundo) y trabajarse así tipologías de personajes, ambientaciones, géneros y subgéneros narrativos diversos en poco espacio.“Memories” es un filme formado por capítulos, basado en mangas de Otomo; además este se reservaría el sillón del director para el último segmento.

Como suele ocurrir con los filmes de animación en capítulos, estos suelen resultar más en ejercicios de estilo que en narraciones concretas, además de que el nivel de las historias no suele ser parejo, pero esta cinta es la excepción, aquí no sucede lo mismo; la intención de Otomo es mostrarnos mundos y épocas diferentes, para ello usa un solo nexo argumental, es el que los relatos se desarrollan en los terrenos del género fantástico, y esto la hace original y fascinante. El primer capítulo, Rosa Magnética, es misterioso y romántico, además cuenta con un prodigio de escenografía y efectos visuales. En este episodio colaboró el posteriormente famoso director Satoshi Kon, que se encargo de la deslumbrante dirección artística y del guión del episodio, basado a su vez en una historia de Otomo. Leí que este episodio tenía reminiscencias del Kubrick, por su particular estética, y puede que sea así, sin embargo yo encontré un cierto parentesco, temático más que visual, con "Solaris" (1972) de Tarkovski, en ese extraño y encantador entorno donde no se sabe exactamente donde empieza la realidad o donde terminan los sueños o los recuerdos. El conjunto es barroco y quizás incluso romántico y decadente, al estilo de un Visconti, con ópera incluida en la apoteósica banda sonora. Hay quién dice que es el más brillante de los tres capítulos, aunque yo considero que cada uno tiene su particular encanto.

El segundo episodio, Bomba Fétida, es el más vivaz, si se puede usar este adjetivo. Está lleno de mala leche y de humor negro, pero todo de modo simpático y divertido. La música de este episodio contribuye a darle su particular ritmo ágil. Aquí definitivamente hay un tono de parodia al género; pero en vez de monstruos tenemos al torpe empleado de un laboratorio de avanzada, que ingiere unas píldoras experimentales (confundiéndolas con pastillas para la gripe) y empieza a despedir un gas letal a través de la transpiración de su cuerpo. Como en todas las cintas de monstruos, se repiten las escenas obligadas del género: las evacuaciones, las movilizaciones militares, los centros de mando donde se ve el avance de la amenaza. El pobre personaje principal, Tanaka, recibe la orden de abandonar el laboratorio sin que los jefes se den cuenta de que él es la verdadera arma biológica. Todo lo que sigue es lo habitual del género llevado al extremo: Tanaka va por la carretera con su frágil bicicleta mientras que miles de aviones, helicópteros, barcos y tanques están esperándolo para bombardearlo a la vuelta de la esquina. Ciertamente también es una parodia de Otomo hacia su propia criatura “Akira”, ya que que Tanaka incrementa su poder de manera geométrica con cada una de las emociones fuertes (sin que él se de cuenta), y deja una estela enorme de gas que llega a niveles catastróficos (al final puede infectar a naves y vehículos a cientos de metros de distancia). El final es algo obvio, pero es emocionante. No hay demasiado misterio en todo el asunto.

Donde sí hay misterio es en el último segmento, Carne de Cañon. Aquí el capítulo se toma el trabajo de pintar un universo alternativo fascinante... pero no termina por contar una historia en el sentido tradicional, con inicio y fin. Sólo se trata de una viñeta sobre este mundo tan particular, que parece un delirio de la era industrial, como si la primera guerra mundial no hubiera terminado y pasaran muchísimos años en conflicto (y con escaso avance de la tecnología). Es definitivamente una fantasía “steampunk”, donde cada edificio tiene montadas torretas en los techos, las viviendas están hechas de acero y cañerías, y se viven en una cultura de la guerra. El padre del niño protagonista trabaja todos los días como cargador de uno de los inmensos cañones ofensivos, al estilo de los cañones de la primera guerra, y la madre es obrera en una fábrica de municiones. Incluso los uniformes parecen salidos de la milicia prusiana alemana de 1914. Mientras que la dirección de Otomo es excelente, realiza un paneo único y constante que se mueve por todo este mundo mostrando hasta el más mínimo detalle, el relato no tiene conclusión alguna. Los cañones bombardean a una "ciudad móvil" enemiga, pero nunca se explican las causas de la guerra o la duración del conflicto. Es un escenario fascinante que daba pie para tener su propio filme.

Más allá de la magistral puesta en escena, de ese inmenso plano-secuencia que nos muestra como es un día en la vida de estos personajes, más allá incluso de esa maravillosa animación, nos encontramos ante una verdadera reflexión sobre la naturaleza del ser humano, profunda y conmovedora. Pone los pelos de punta, sobre todo porque entre todo ese aparente sinsentido, una parte de nuestro interior se siente identificada y reconoce diversas taras de nuestra viciada sociedad en ella. Esa conversación entre el padre y el hijo sobre a quién disparan y por qué razón no puede dejar indiferente a nadie. La más corta de las tres historias, pero de lejos, la más brillante y cautivadora. La cantidad de información y sentimientos que logra transmitir va más allá de lo que pudiera imaginarse para un mero corto de animación de apenas 15 minutos. En definitiva “Memories” sirve como un paseo virtual por los universos fantásticos que Otomo crea, pero no tiene mucho más que eso. Técnicamente es impecable, los relatos entretienen, y consigue crear buenas atmósferas. Pero la consistencia de las historias no es demasiada, y sólo sirven como excusas para sumergirnos en mundos de fascinante imaginería visual. Imperdible.



“Tres buenas historias, en tres épocas diferentes”

domingo, 6 de marzo de 2011

El Origen

Director: Christopher Nolan
Año: 2010 País: EE.UU. Género: Ciencia Ficción/Thriller Puntaje: 09/10
Interpretes: Leonardo DiCaprio, Ken Watanabe, Joseph Gordon-Levitt, Marion Cotillard, Ellen Page, Tom Hardy, Cillian Murphy, Tom Berenger, Michael Caine, Dileep Rao, Lukas Haas y Pete Postlethwaite

Dom Cobb (Leonardo DiCaprio) es el mejor del mundo en el arte de la extracción de los secretos del subconsciente justo en el momento en que la mente de la víctima es más vulnerable: durante el sueño. El extraño don de Cobb le ha convertido en un hombre muy codiciado en el mundo del espionaje corporativo, pero también le ha condenado a ser un fugitivo internacional costándole todo lo que alguna vez ha querido. Ahora tiene una oportunidad de redimirse y volver a tener la vida normal que anhela, pero para ello él y su equipo tendrá que realizar lo contrario a lo que realizan habitualmente “La Incepción”, que consiste en implantar una idea en el subconsciente en lugar de sustraerla. Sin embargo su plan se complica cuando un peligroso enemigo parece predecir cada uno de sus movimientos. Un enemigo que sólo Cobb podía ver venir. El cine entendido como una ventana a otro mundo, tiene su máxima expresión en una película que te traslada a una fantasía de una forma tan poderosa que no quieres que acabe, es una experiencia tan apabullante que no notas el paso del tiempo, sólo quieres disfrutar el momento, cada momento. Es como vivir un sueño. El cine como un sueño compartid “El Origen” es eso. Es tan espectacular, asombrosa, trepidante, inteligente, romántica (la primera de este director tan centrada en el amor), que sus dos horas y media de duración llegan a resultar cortas. No podemos decir tal cosa de muchas películas, cada vez menos.

La inspiración espontánea no se puede falsificar. Esa es una de las premisas de “El Origen”, una película ambiciosa desde donde se la quiera observar. Por más que el guión en el que trabajó Christopher Nolan durante diez años esté lleno de recovecos y laberintos para hablar supuestamente y en un primer plano de los sueños, son tantos los artilugios, las vueltas de la trama, los temas que aborda la culpa, el amor y el avasallador despliegue visual, que la proyección de “El Origen” puede resultar tan placentera. El éxito obtenido con “Batman: El Caballero de la Noche” (2008) le franqueó al director londinense el acceso a realizar lo que quiera. Warner le dio 200 millones de dólares y Nolan optó por una trama que se asemeja mucho más a “Memento” (2000), la obra que lo catapultó como un cineasta original, que al superhéroe. Si en “Memento” su personaje Leonard vivía la historia su historia de atrás para adelante, del presente hacia el pasado porque no tenía memoria reciente, en un recuerdo dentro de un recuerdo, aquí Nolan hace que Cobb y su gente vivan un sueño dentro de un sueño… dentro de otro sueño. En esta cinta Nolan despliega su más afilado bisturí narrador, puesto que solapa varias realidades, diferentes planos narrativos que nos sumergen en un juego laberíntico tan estimulante como entretenido, aunque en absoluto esenciales para comprender y desarrollar el argumento y sus distintas tramas secundarias. Todo encaja. Es un juego que durante la introducción nos sugestiona y nos invita a participar, durante el desarrollo nos atrapa y en su conclusión nos convierte en parte del mismo.

Un guión sólido, aunque se permite ciertas licencias, maneja el tiempo con acierto, especialmente para generar el suspense en forma de bomba de relojería y convierte a su protagonista en la absoluta pieza clave de los sucesos. Consigue incluir ese subconsciente de Cobb con el relato que nos pone en liza a un equipo de expertos en busca de su objetivo. Un objetivo que es un triple mortal, un intrincado viaje al fondo de la mente en tres etapas a cual más emocionante (una vez más gracias al uso del tiempo) y que nos aleja del cuarto plano, esa realidad que casi pierde importancia, pero que resulta vital para poner los pies en la tierra y tratar de entender el entramado. Es el final de un laberinto argumental repleto de acción vibrante, de juegos, de artificios pero también de emoción y espectáculo de principio a fin. En cuanto “El Origen” empezó a ser considerada como un espectáculo extraordinario, surgieron detractores, que prefirieron adoptar una pose antes que dejarse arrastrar por el torbellino de emociones que se les propone. Con “El Origen”, Nolan sigue adentrándose en los temas que le interesan, a lo grande, con un presupuesto que le permite trasladar a la pantalla todas sus ideas, por muy retorcidas y gigantescas que resulten. Es tal su ambición que incluso se pierde, en su intento por lograr el más difícil todavía (la parte final es de una complejidad impresionante, que puede asombrar tanto como desesperar) le sobran explicaciones y subrayados a su mastodóntica odisea, pero son pequeños defectos disculpables ante la fuerza apabullante de este sueño hecho película en el que hay de todo acción, ciencia-ficción, filosofía, amor. Mi recomendación: dejarse llevar, lanzarse al vacío y… ¿despertar?

El mayor acierto de Nolan es que su planteamiento le permite jugar a lo que quiera, y no defrauda a la hora de aprovechar el punto de partida, no se relaja en ninguna escena, siempre busca asombrar. Y vaya si lo consigue, hay situaciones realmente fascinantes (como esa escena en que prácticamente la ciudad de Paris se dobla), visualmente, emocionalmente e intelectualmente esta compacta. Pero Nolan sigue sin ser un gran realizador cuando explota la acción, es su gran defecto (el de no aprovechar los personajes femeninos lo supera esta vez), pero consigue maquillarlo, como ya lograra en “Batman: El Caballero de la Noche”, gracias a la espectacularidad de algunos de los momentos aislados que surgen durante el desarrollo de esas secuencias (el uso de la cámara lenta es ejemplar), que siempre van aumentando en intensidad, para culminar en el instante justo. Apoyado por la eficaz partitura de Hans Zimmer, Nolan no da respiro en “El Origen”, incluso en situaciones tranquilas, de diálogos, hay tanta sustancia que es imposible relajarse y desconectarce. El viaje al mundo de los sueños tiene un enorme atractivo, pero Nolan viste el tono fantástico de thriller y es donde más brillante resulta el largometraje. Aunque quizás por su condición de blockbuster incluya brillantes efectos visuales, que bien pensado aportan bien poco al argumento, aunque consigue dotarlo de un poder hipnótico certero (buen ejemplo de ello es el momento Kubrick, todo un guiño y homenaje admirado) para acompañar al viaje de niveles oníricos del protagonista y su equipo.

Aunque "El Origen" requiere de la completa atención del espectador, en realidad todo el cine requiere de ello, éste jamás llega a perderse gracias a la inteligencia de su máximo artífice, nuestro particular arquitecto, Christopher Nolan, que nos va dando información todo el tiempo hábilmente mezclada en un rompecabezas, magistralmente montado por Lee Smith, que juguetea con realidad y sueño manteniendo siempre el norte. Si los personajes tienen su propia brújula, llamada tótem, para saber si están en un sueño o no, el espectador también posee un punto de referencia que le hace diferenciar entre los distintos niveles por los que se mueve la película. Una de las grandes armas de “El Origen” es sin duda su estelar reparto. Y no son sólo nombres, son actores, intérpretes de garra y carisma, perfectas piezas para el juego que Nolan desea plantear al público. Leonardo DiCaprio se luce con un personaje con el que se siente cómodo, que se parece a algunos de los que ha creado en los últimos años, tiene esa intensidad y ese dramatismo que tanto le gusta expresar. A su alrededor, un plantel de secundarios de auténtico lujo (Ken Watanabe, Ellen Page, Michael Caine, Tom Berenger, Pete Postlethwaite) en el que brillan con especial intensidad Joseph Gordon-Levitt (protagoniza la asombrosa pelea en el edificio que se vuelca), Tom Hardy (dando vida a un estupendo personaje que podría tener su propia película), Cillian Murphy (al que curiosamente Nolan vuelve a encapuchar, como en las dos entregas de Batman) y Marion Cotillard (una “femme fatale” en toda regla, irresistible y peligrosísima).

Dos horas y media de cine arrebatador, fascinante, que a través de una historia de fantasía nos envuelve hasta llegar a un plano final cortado inteligentemente por Nolan para despertarnos de su sueño. Pero al igual que Cobb, ya no nos importa si lo que hemos visto es un sueño o no, en nuestro caso lo que importa es el viaje transcurrido, y éste ha sido apasionante. "El Origen" es un regreso al tema que Nolan ha desarrollado a lo largo de toda su carrera: la búsqueda de uno mismo, la necesidad de encontrarse, de una forma u otra, en este mundo que se ha puesto ante nuestros ojos. Uno que no hemos elegido pero que es el que nos ha tocado vivir. Desde sus obras originales (“Following” y “Memento”) hasta su reinvención del Hombre Murciélago con la fantástica “Batman Inicia” y la magistral “Batman: El Caballero de la Noche”, haciendo una parada en la gélida “Insomnia”, siempre sin olvidarnos de “El Gran Truco”, Nolan ha explorado este tema que le apasiona. "El Origen" da un paso más allá. Es un salto sin red hacia la exploración del ser humano en su forma más pura, es un thriller futurista en el que no falta de nada, cuyo único exceso es su propia ambición. Sueños, realidades; todo da igual. Es un truco. Es magia. Es una ilusión, algo que nunca hemos visto: una nueva sensación, la experiencia más superlativa que ha dado el cine comercial en sabe Dios cuanto tiempo. ¿Cómo es posible que alguien haya llegado a entender esta forma de hacer cine, sin tratar como estúpidos a los espectadores que acuden a las salas en masa, esperando simple entretenimiento? No tengo tal respuesta. Nolan es un mago y yo, como espectador, no quiero conocer sus secretos: sólo seguir disfrutando de su magia.



"Apasionante, una de las obras mayores del cine fantástico contemporáneo”