jueves, 20 de octubre de 2011

Summer Wars

Director: Mamoru Hosoda
Año: 2009 País: Japón Género: Animación/Ciencia Ficción Puntaje: 08/10
Productora: Madhouse Studios



“Summer Wars” está ambientada en Japón en un futuro próximo, donde se ha creado la ciudad virtual de OZ, accesible desde casi cualquier dispositivo (móviles, consolas, televisores, ordenadores). Muchísima gente alrededor del globo tiene su avatar en OZ, donde se puede relacionar con otros, realizar compras (de productos reales o virtuales), jugar o realizar gestiones administrativas. Kenji Koise, un estudiante de secundaria superdotado para las matemáticas, está trabajando durante el verano en el mantenimiento de los sistemas de OZ, tras perder en un concurso de matemáticas, quedara muy enojado, pero esto pasara cuando Natsuki Shinohara, la chica más popular del instituto, le pide que le acompañe de vacaciones a la casa de su familia en Nagano. Una vez allí descubre que la familia de Natsuki es una familia noble cuyo linaje se remonta al siglo XVI y no conserva mucho dinero pero sí la enorme casa familiar en el campo, donde se reunirá todo el clan para celebrar el 90 cumpleaños de su matriarca, la abuela de Natsuki. Pero los problemas comienzan cuando Natsuki le pide que simule ser su novio para tener contenta a su abuela. Mientras está allí, recibe un enigmático mensaje para descifrar un código que le intriga. Cuando lo descifra, descubre con espanto que ha ayudado a una inteligencia artificial a burlar la seguridad de OZ, desencadenando un ataque al sistema que hará que millones de usuarios pierdan su cuenta y que la propia seguridad mundial peligre. Pero afortunadamente no estará sólo en la batalla que se desencadena, la familia de Natsuki le dará su apoyo. “Summer Wars” es la segunda película de Mamoru Hosoda desde que se convirtió en freelance y abandonó la compañía Toei, donde había trabajado en la serie de “Digimon”. “La Chica Que Saltaba a Través del Tiempo” (2006), fue su debut como independiente, consiguiendo muy buena acogida de público y crítica, por ella recibió 23 premios en distintos certámenes, entre ellos "El Premio Anima't" a la mejor película de animación en el "Festival de Sitges" del 2009. “Summer Wars” cuenta con el mismo equipo creativo y está producido por el mismo estudio, Madhouse, uno de los más pioneros del Japón.



“Summer Wars” tiene dos tramas; en una se plantea el ataque a la red OZ y en la otra se cuenta la dinámica de una familia grande. Cada una es interesante y está muy bien construida por separado, pero la principal virtud de la película es que logra unirlas perfectamente, sin fisuras. En la película el director reivindica la humanidad en un mundo tecnificado, el encanto del encuentro personal contra las relaciones virtuales del presente. Hablamos de una obra maestra cuando la épica del discurso no ahoga nunca ninguna de las historias íntimas, y en tanto que ambos mundos confluyen perfectamente en armoniosa unidad. Montada a modo de comedia ligera en su primer acto, poco a poco se va introduciendo (de fondo) a un subtrama de la que acaba alimentándose todo el filme: el mundo virtual pasa a ser el real, los problemas comienzan cuando un "hacker digital" ataca la seguridad del sistema. El problema es que todo el mundo, las empresas y organizaciones forman parte de dicha red social: imagínense algo como Google, un sistema desde el cual a través de cuentas de administrador puede variarse el sistema de tráfico de la ciudad, la comunicación (tele, radio, prensa), etcétera. Los efectos se dejan sentir al instante: los semáforos de todo el mundo se comienzan a volver locos, las bolsas de valores del mundo están totalmente fuera de control, los satélites GPS son manipulados totalmente al azar… se comienza a vivir un caos en el mundo real. Lo que la películas animes actuales consiguen por la vía de la estética, en cuanto a disolución de las fronteras entre animación e imagen real, Hosoda lo consigue por la vía de la narrativa, en un ensamblaje perfecto. Un perfecto mecanismo de reloj que fluye con inusual serenidad, sin que haya ningún elemento que cruja. Es una película ideal para romper prejuicios y que puede atrapar a un público de todas las edades.



La trama familiar es la gran protagonista de “Summer Wars”; la familia, liderada por una abuela carismática, es retratada de forma entrañable y creíble. El guión mezcla con gran habilidad el retrato de las tensiones familiares con la trama global de la amenaza a OZ, conduciendo a un más que satisfactorio final en que se resuelven ambas cosas. La familia tiene una importancia capital en la cultura japonesa, por ello las historias de familias vistas en su conjunto son uno de los temas recurrentes del cine japonés; han sido cultivadas desde todos los ángulos posibles, desde muchos géneros distintos y por los más variados cineastas. En “Summer Wars” se nos describe una antigua familia noble, que participó en multitud de guerras, perdiendo muchas pero orgullosa de siempre haber luchado con todas sus fuerzas. Actualmente no tienen mucho dinero y nada de noble; sus miembros viven dispersos por Japón y la mayoría son de clase media. Lo único que queda del esplendor familiar es su casa de campo en la prefectura de Nagano espléndidamente diseñada por Yougi Takeshije, colaborador habitual del Studio Ghibli. Takeshije ha creado una casa que es un personaje en sí mismo, grande, apacible, perfectamente integrada a los cielos azules y verdes montañas de la región. Aunque la historia parece muy geek, el mundo de Oz y la forma en que es contada están dirigidos al público en general, por lo que se puede disfrutar a la perfección sin necesidad de ser un erudito en menesteres de internet. Además, los personajes están perfectamente definidos: Kenji de plano es un chico sin mucha experiencia, pero Natsuki y su numerosa familia se llevan las palmas por tan diferentes personalidades y por la forma en que cuidan y ven por los demás miembros. No sorprende que la lucha contra el virus del mundo virtual sea emocionante, ni que el amor surja de encontrar la confluencia de los ideales personales y no de la atracción física.



La red OZ, a diferencia de muchas otras vistas en otras películas, es creíble. Ofrece una interfaz con el usuario agradable y sencillo, es fácil de usar y puede accederse desde casi cualquier dispositivo. Su sistema de avatares y la construcción de los fondos de la ciudad son también buenas ideas; en conjunto es fácil pensar que si llegara a implementar en la realidad cuando la conexión de banda ancha inalámbrica y el “cloud computing” sean un hecho, podría tener éxito. Esto contribuyó en mi caso a engancharme más a la trama. Dejando de lado la credibilidad, visualmente los diseños de los escenarios y de los avatares son espectaculares. A partir de un relato familiar, la película multiplica la riqueza de historias corales y entrelazadas sin perder nunca esa capacidad pasmosa para perfilar cada personaje con sencillez y profundidad en apenas unas pocas pinceladas, por ello “Summer Wars” no es solamente una historia costumbrista sobre las relaciones de diferentes generaciones en el Japón de la era contemporánea, sino una trepidante, afectiva y enérgica cinta de animación, que atrae al espectador desde un principio, sumergiéndolo en un futuro posible de la era digital, sin olvidar la emotividad y la sensibilidad, que hacen en su conjunto que sus dos horas de duración pasen en un abrir y cerrar de ojos. La música de Akihiko Matsumoto es otro milagro, pocas películas sin un leitmotiv musical definido han conseguido amplificar el valor de su intensidad narrativa a través de un universo sonoro tan dispar. El riesgo y la constante inventiva de una banda sonora muy peculiar intensifican la sensación de encontrarnos frente a algo diferente, frente a una película única en su género, frente a un verdadero acontecimiento. Cuando ves la película te preguntas ¿Podrá un simple chico de preparatoria con todo el peso de lo que hizo? ¿Estará el mundo de Oz a merced del hacker? ¿Qué peligros acechan al mundo real si Oz está al acecho de un total desconocido que parece que solo está jugando con todo lo que encuentra en su camino?



Se suele vincular a Mamoru Hosoda como el nuevo Hayao Miyazaki por el carácter intimista de sus historias y por la imbricación entre el mundo real e imaginario, donde el aspecto artificial acaba contaminando más de la cuenta al mundo real. Aquí, un mundo virtual, que lleva al paroxismo las redes de la tecnología de la información ya existente, amenaza al planeta, por culpa de un virus que entra en la red con ganas de tambalear los cimientos del universo regulado y ordenado. Los peligros del exceso de dependencia tecnológica en el que vivimos están patentes, pero Hosoda evita el sermón, para narrarnos de forma ejemplar un relato divertido, vital y entusiasta sin descuidar ninguno de los planos en los que se mueve. Porque la esfera sintética permite desplegar unas dotes fabulosas en lo que se refiere a animación y es donde el largometraje se apega más a las constantes del formato que se escoge. Por otra parte y como dije anteriormente, cuando se centra en el aspecto costumbrista de una familia nipona, con sus tres generaciones reunidas ante el aniversario de la abuela, funciona con la misma perfección de los dramas intimistas de Yasuhiro Ozu, al que seguramente se tenía en mente al hacer esta cinta. La visión de la familia unida, a pesar de las diferencias generacionales, tiene un marcado carácter conservador, acento que le diferencia de las acostumbradas familias disfuncionales de Miyazaki, pero la sensibilidad y el gusto por el detalle salvan un discurso que podría haber acabado en moralina. Y Hosoda logra esquivarlo. Si “La Chica Que Saltaba a Través del Tiempo” era una obra de arte por retratar aquel tímido universo femenino de la adolescencia con tanta delicadeza y pureza narrativa, “Summer Wars” tiene el sabor de la arquitectura narrativa más grande jamás construida. Lo más hermoso de todo es encontrar que incluso en ella los sentimientos siguen siendo lo más importante.



Además el apartado técnico de la película es muy destacable, con un diseño de personajes y de escenarios impresionantes y una animación suave y eficaz, pero es en el guión donde realmente la película tiene su punto fuerte. La historia atrapa, los personajes resultan creíbles y cercanos, su ritmo asegura el entretenimiento y su final es magnífico, cerrando y ligando las dos tramas a la perfección. Según Mamoru Hosoda su intención al hacer la película es que quería contar una historia que pudiera ser aceptada por un rango muy grande de gente, sin importar edad ni género. Sin duda ha superado la prueba, creando además una película notable, divertida y a ratos conmovedora. En medio de batallas virtuales, de mundos imaginarios, de avatares personalizados, de perfección visual y estética en una red social casi perfecta, Hosoda posa la mirada sobre los juegos de mesa que mantienen unida la familia, sobre las bromas y los gestos de unión, sobre esos detalles que acaban formando a la persona y construyendo sus ideales tanto como sus recuerdos. El director se empeña en querer recordar que lo importante en ese universo tecnificado deben seguir siendo las personas, y no la propia tecnología. Hosada todavía tiene mucho que decir, y sigue siendo uno de los directores más prometedores de la animación japonesa en la actualidad, es cierto que la idea principal del argumento no es novedosa, pero si el modo que lo desarrolla, mezclando el presente terrestre de hoy en día, con las tradiciones japonesas familiares, mostrándonos dos mundos, que tendrían que ser diferentes, pero que al final los sentimientos del mundo real son trasladados al ficticio; es admirable. Por último comentar que la animación, los dibujos, dentro de su sencillez creativa y artística, y simplicidad, muestran un gran abanico de personalidades, cada uno de ellos con sus dones y sus propias gracias, que los hacen atractivos y atrayentes para el espectador, y a su vez la hace una ingeniosa película de animación.



“Ingeniosa película de animación en su conjunto”

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