domingo, 31 de octubre de 2010

Suburbia

Director: Richard Linklater
Año: 1997 País: EE.UU. Género: Drama Juvenil Puntaje: 08/10
Interpretes: Parker Posey, Giovanni Ribisi, Jayce Bartok, Amie Carey, Nicky Katt, Steve Zahn, Dina Spybey y Ajay Naidu

Una joven estrella del rock regresa a la localidad en la que creció. Allí descubre la envidia que sienten todos sus antiguos compañeros. Tras una noche salvaje, la vida de todos los jóvenes habitantes del lugar cambiará inexorablemente. El director Richard Linklater empezó como un "niño prodigio" de la generación X, haciendo películas que comprendían y hasta festejaban la apatía que muchos jóvenes habían abrazado como estilo de vida. "Slacker", de 1991 y "Generación Cool", de 1993, no se preocuparon por contar historias convencionales, sino por mostrar pasajes de la vida de personajes inusuales para el observador casual, pero perfectamente lógicos dentro de la cultura apática de principios de los noventas. Pero fue hasta 1997, con "Suburbia", cuando Linklater pareció madurar como persona y como cineasta, presentando una historia amarga y pesimista sobre la vida moderna, que no sólo se rehúsa a dar respuestas, sino que ni siquiera quiere hacer preguntas. Sólo plantea las situaciones que crean estas actitudes pasivas/agresivas, al mismo tiempo que señala su evidente absurdo. Creo que "Suburbia" es una película importante en la carrera de Richard Linklater, pues parece la obra de transición entre su etapa independiente y su intento por hacer cine comercial.

"Suburbia" se desarrolla en un poblado del sur de los Estados Unidos, durante una noche en la que los jóvenes Jeff (Giovanni Ribisi), Sooze (Amie Carey), Tim (Nicky Katt), BeeBee (Dina Spybey) y Buff (Steve Zahn) se reúnen (como todas las noches) en el estacionamiento de una pequeña tienda de autoservicio, para charlar, tomar cerveza, comer pizza y en general pasar el tiempo. Desde luego, cada joven tiene su particular problema, aspiración o característica que lo hace interesante; Jeff es obviamente inteligente, pero su extrema apatía es paralizante... está conciente de sus problemas y los del mundo, pero nada le importa. Sooze, novia de Jeff, está cansada de su vacía y rutinaria existencia, y tiene aspiraciones de artista, por lo que planea mudarse a Nueva York para seguir su vocación. Desde luego eso provoca fricciones con Jeff. Tim es un ex-militar desilusionado por la vida, agresivo contra todos y al borde del alcoholismo. BeeBee es una guapa joven con serios problemas de autoestima, que superó su alcoholismo a costa de su estabilidad emocional. Y Buff es el bufón del grupo, sin percatarse de que lo sea. Su personalidad parece incapaz de planeación o sentido común, y vive su vida en el momento, con la única meta de procurar lo que él llama "las cuatro bases": marihuana, sexo, pizza y cerveza.

Pero esa particular noche, los jóvenes enfrentan una situación inesperada. Pony (Jayce Bartok), un antiguo amigo que también pasaba su tiempo en el estacionamiento de la tienda, regresa al pueblo envuelto en gloria. Las blandas canciones que solía cantar en la preparatoria lo han convertido en ascendiente estrella de rock, y le ha prometido a Sooze que visitará la tienda cuando termine el concierto que dará en el auditorio del pueblo. La llegada del exitoso Pony tiene muy diverso efecto en los jóvenes. Sooze está impresionada con el nuevo status de su amigo, y ve en él un nexo real para cumplir sus sueños de artista plástica; BeeBee está asombrada de ver a alguien que sale en MTV, pero su inestable condición le impide integrarse al grupo de amigos; Jeff y Tim tienen tal complejo de inferioridad que se ven corroídos por los celos y la envidia al ver llegar a su viejo amigo en una elegante limusina negra, acompañado de la guapa Erica (Parker Posey), publicista de la banda. Sólo Buff, con su característico buen humor, ve el lado amable de la situación; su mente es tan simple que carece de la malicia para tener envidia o celos, y sólo se alegra porque ha conocido a Erica, y porque conocer a una estrella de rock le da acceso al restaurante de comida china del pueblo.

Así, durante la noche, cada joven expresa sus temores y traumas gracias a la catalítica presencia de Pony. Y aunque la película no tenga una conclusión formal, los personajes han cambiado durante al historia, algunos para bien, otros todo lo contrario... pero nadie olvidará la experiencia. "Suburbia" está basada en una obra teatral de Eric Bogosian, conocido actor y dramaturgo que se especializa en monólogos y obras pesimistas y fúnebres, que examinan el lado más oscuro de la humanidad, pero con un cierto humor socarrón que compensa hasta cierto punto la negrura de sus parlamentos. Y los diálogos de "Suburbia" reflejan claramente esa tendencia; los monólogos nihilistas y amargos de Tim y Jeff son balanceados por el irrefrenable (y estúpido) humor de Buff, y las ínfulas de "artista" de Sooze encuentran su opuesto en el sencillo Pony, a quien no parece impresionarle su propio éxito, y ve el estilo de vida de estrella de rock como una molestia que hay que soportar para poder expresar su arte musical. De sus inicios como amateur del cine, Linklater fue evolucionando hasta realizar una cinta madura como "Suburbia", para luego meterse de lleno en el cine hollywoodense con "La Pandilla Newton", tal vez su peor película. Luego, quizás desilusionado por la experiencia, Linklater regresó al cine "de autor", donde la experimentación con el medio, la exploración de ideas y la evolución de la narrativa se convirtió en el foco de su carrera, sacrificando éxito comercial por su realización como cineasta.

Pero el punto más claro de la cinta lo proporciona el dueño de la tienda. Ajay (Nazeer Chaldi), un pakistaní que tuvo que sacrificar mucho para llegar a los Estados Unidos, regaña a los jóvenes por desperdiciar una vida que el soñó con tener, y le costó mucho trabajo conseguir. Obviamente le irrita ver que quienes nacieron con amplias oportunidades eligen desperdiciar sus vidas tomando cerveza junto al basurero detrás de la tienda...Si esto suena pretencioso, es porque lo es... en más de una ocasión los estudiados diálogos parecen tener el propósito de mostrar el genio del escritor, y no siempre suenan creíbles viniendo de jóvenes apáticos e ignorantes. Pero Bogosian y Richard Linklater no buscan perfecto realismo, sino un ambiente a la vez caótico y controlado, para airear sus opiniones sobre la vida moderna, la juventud, el idealismo y el impulso creativo. El retrato de Suburbia es una fiel obra de la juventud perdida de los noventa, El hecho de como fue filmada es magistral: con unos planos desoladores y poéticamente reales. De trama sencilla y con un trasfondo mucho más complicado de lo que aparenta, creo que allí esta el mérito, he visto muchas películas que han intentado lo que esta obra maestra ha logrado. Ni hablar del nivel de actuación y sincronización que lograron los protagonistas, sencillamente loable: Giovanni Ribisi merece un premio por lo que nos regalo aquí. No es una película perfecta, pero definitivamente se trata de un fascinante experimento fílmico, que ofrece varios niveles de interpretación para quien se tome la molestia de analizarla. Y creo que vale la pena hacerlo.

"Notable drama juvenil"

miércoles, 27 de octubre de 2010

Toro Salvaje

Director: Martin Scorsese
Año: 1980 País: EE.UU. Género: Biopic/Drama Puntaje: 10/10
Interpretes: Robert De Niro, Joe Pesci, Cathy Moriarty, Frank Vincent, Nicholas Colasanto, Theresa Saldana, Mario Gallo y John Turturro

Tras un período oscuro en la vida de Martin Scorsese, dominado por la enfermedad y el vicio (crisis por agotamiento mental y físico, agraviada por el asma que padecía y por algún que otro exceso con las drogas), Scorsese emprendió el que sería el proyecto que lo catapultaría definitivamente como uno de los mejores directores americanos de los últimos tiempos. Animado fervientemente por un Robert de Niro que veía en “Toro Salvaje” una oportunidad de oro para explotar al máximo sus cualidades interpretativas. La trama le la cinta se centra en Jake La Motta (Robert De Niro) un joven boxeador que entrena duramente, ayudado por su hermano y manager Joey (Un maravilloso Joe Pesci), para convertirse en el número uno de los pesos medios. Pero sus complejos psicológicos y sexuales le llevan a manifestar su agresividad tanto dentro como fuera del ring. En medio de esta tormenta interior se encuentra su hermano, convertido en víctima de la enfermiza paranoia y los celos de Jake. Pronto consigue ver hecho realidad tan ansiado sueño, pero el triunfo y el éxito convierten su vida en una pesadilla. Por un lado, su matrimonio cada vez marcha peor debido a sus salidas nocturnas con otras mujeres; por otro, la mafia le presiona para que amañe algunos combates. La cinta contó con un guión férreo que finalmente elaboró nada menos que Paul Schrader, Scorsese vio en esta realización la oportunidad de volver a demostrar su valía, pese a haber caído en un pozo profundo del que otros seguramente nunca hubieran salido.

La historia está basada en el libro que sobre la vida del boxeador Jake La Motta que escribieron Joseph Carter y Peter Savage. El guión que finalmente escribiría Schrader (después de haber pasado por las manos y la pluma de Mardik Martin) trataba de huir de la visión suavizada que Carter y Savage habían elaborado sobre una figura que, bien se sabe, no se caracterizaba precisamente por su carácter angelical y ejemplar. En el guión de Schrader, la figura de La Motta aparece como un personaje débil, pese a su fuerza, crueldad y violencia. La Motta es un ser inseguro de sí mismo, y por este motivo es del todo “scorsesiano”. El sentido de culpabilidad, de autocastigo y de penitencia personal impuesta por los errores cometidos, lo resuelve Jake en el ring. Éste es el único lugar donde La Motta puede descargar sus rabias y pagar sus deudas para consigo mismo. Así, los combates se convierten en realidad en enfrentamientos de Jake con su propio yo. La Motta se odia a sí mismo, o al menos se castiga no aceptando una personalidad falta de seguridad y de amor propio. Joey le describe como una persona introvertida y difícil de tratar, que siempre hace lo que quiere y cuando quiere, pero lo cierto es que Jake se hunde en la nada cuando le faltan las personas que ama, o mejor dicho, la única persona a quien él verdaderamente quiere, su hermano. Joey le conoce, ante él no puede ocultar nada, y por eso le necesita, pues con él se siente seguro, y sólo en él confía. Su hermano le protege y aleja del fantasma de su voz interior que constantemente le recrimina sus acciones.

El personaje de Vicky (Cathy Moriarty), la mujer de Jake, actúa como otra de las causas generadoras de su debilidad. Ella, siempre altiva y distante, mucho más fuerte que él, aparece como una especie de femme fatale en la vida de Jake, pues por ella perderá a su hermano, aunque de hecho sea sólo la imaginación de Jake la que, demasiado suspicazmente, crea que ella le engaña. Rodada en un espléndido blanco y negro, pese a las reticencias iniciales del mismo Scorsese, que por aquella época estaba realizando paradójicamente una campaña en favor de la mejor conservación de las películas en color, “Toro Salvaje” puede ser considerada sin dudarlo como una de las pocas obras de la historia del cine que más ha revolucionado la utilización del lenguaje audiovisual. Colaborando de nuevo con su montadora Thelma Shoonmaker, Scorsese demostró con este filme no sólo su perfecto conocimiento y utilización de los recursos visuales y sonoros que el medio ponía a su alcance, sino que además dio una lección inolvidable de innovación formal sin precedentes. Scorsese decidió hacer una película sobre boxeo cuando este tema estaba bastante en boga en el mundo del cine “Rocky II” (1973) y la sensiblera “Campeón” (1979) de Zeffirelli estaban arrasando en taquilla), pero él decidió tratar el tema de una manera que nada tenía que ver con las producciones anteriores. Scorsese decidió introducir la cámara en el mismo centro de la lucha. Lejos de la visión habitual del ring desde fuera de las cuerdas, el director acercó la cámara a los personajes, utilizando a menudo el plano subjetivo y un ritmo aceleradísimo de planos muy cerrados que enfatizaban la violencia de una manera terriblemente cruel.

Los momentos más brutales son montados con un ritmo externo trepidante y con movimientos de cámara bruscos, contrastaban con la ralentización de imágenes, utilizada siempre para mostrar la percepción subjetiva del personaje. Esta ralentización, que aparece en todos los planos en los que Jake observa su entorno de manera reflexiva, como cuando ve por vez primera a Vicky en la piscina, o cuando observa sus movimientos y sus conversaciones con los mafiosos, también es usada para enfatizar el dolor y pérdida de contacto con la realidad exterior que Jake vive en el ring. La última pelea mostrada, en la que Jake se dejará castigar como si de una penitencia se tratase, para purgar la culpa por la pérdida de su hermano, es de una violencia aún más salvaje por el formal de las imágenes. La sangre salpicando al jurado, la repetición estilizado ralentizada de los golpes y los flashes de los fotógrafos inmiscuyéndose en la bochornosa derrota de Jake, conforman una escena que por su estilo visual ha pasado a la historia del cine como una de las más bellas y a la vez más violentas jamás filmadas. “Toro Salvaje” supondría un punto de inflexión en la carrera del director. Sus búsquedas formales anteriores, más de acuerdo con una utilización de los recursos ópticos y de montaje apropiados a su visión de las cosas, se convertirán a partir de este filme en una reinvención formal de estos recursos, recreando a su manera un lenguaje visual envidiado por sucesivos realizadores. Scorsese se entromete en el espacio de los personajes y se acerca a ellos de una manera atrevida y sin contemplaciones, acompañándoles por todos los rincones y siguiendo sus pasos como en el plano secuencia de acompañamiento, rodado con steady-cam, de Jake, antes de que destroce literalmente la cara de un rival que a su mujer le resulta atractivo.

El tiempo cinematográfico es también bien utilizado por el director. La película narra la historia de La Motta durante más de quince años, y para ello Scorsese decide condensar los hechos dando protagonismo absoluto a los combates, y dejando ver la progresión de su vida personal intercalada entre ellos, como pinceladas de adorno a una vida que encuentra su verdadera explicación existencial en el ring. Como muestra, uno de los mejores ejemplos de montaje elíptico jamás rodado, el que resume la carrera ascendente del boxeador hasta el éxito intercalando imágenes congeladas y ralentizadas de las peleas, rodadas en el mismo blanco y negro estilizado y perfecto de todo el filme, con otras imágenes en color que sintetizan los hechos acaecidos en su vida personal: su matrimonio con Vicky, la boda de su hermano, el nacimiento de los hijos, etc. El tratamiento documental (emulando la textura de las películas familiares amateurs en 8mm) que Scorsese da a estas imágenes en color, junto a la expresividad de la música de Pietro Mascagni, “leit motiv” sonoro que se repetirá en diversos pasajes a lo largo del filme, y los títulos que fechan las peleas, conforma una secuencia perfecta de una carga expresiva y emotiva pocas veces igualada. Pero para explicar mejor el fondo real de esta película, nadie mejor que Scorsese: “Es realmente la historia directa, simple, casi lineal de un tipo que llega a algo, que lo pierde todo y que luego se recupera. Pero se recupera espiritualmente. No lo logra físicamente, materialmente, sino a través de algo que alcanza en su interior. Lo que me fascina a este respecto es ver cómo un boxeador se sitúa, en cierta forma, a un superior nivel espiritual. Él funciona a un nivel primitivo, casi animal. Y es quizá porque se sitúa a este nivel animal que él está más próximo del propio espíritu. Lo que quiere decir que probablemente los animales están más cerca de Dios de lo que lo estamos nosotros”.

Con total seguridad, al menos para quien firma estas líneas, “Toro Salvaje” es el mejor filme de Scorsese desde “Taxi Driver”. Estas dos cumbres de su carrera fueron protagonizadas por un De Niro indescriptible lleno de energía y talento (muy diferente al de ahora mismo) también cabe destacar a Schrader en el guión, pero esta cinta también fue fundamental para su director, porque Scorsese recuperó la fe en sí mismo, y aunque fue una etapa muy dura para él, consiguió salir más fuerte y más sabio. “Toro Salvaje” fue nominada a ocho Oscar, y aunque se alzó, de manera incontestable, con el de mejor actor y mejor montaje, perdió en la categoría principal frente a la muy inferior “Gente Como Uno” de Robert Redford, que también venció nada menos que a “El Hombre Elefante” de David Lynch y “Tess” de Roman Polanski, en un disparate difícil de asimilar. Poco importa, en definitiva, como poco importa su casi nula repercusión en taquilla en la época, porque “Toro salvaje” queda como uno de los más estremecedores relatos que se conocen acerca de la soledad y la autodestrucción. “Toro Salvaje” es una historia triste, terriblemente amarga, sobre la figura de un hombre vencido por su propia inseguridad. Es otro personaje inquietante dentro de la filmografía de Scorsese. Lejos de intentar llevar a la pantalla a héroes estereotipados y convencionales, Scorsese retrata el alma humana tal como es, desnudando su cruel naturaleza y mostrando con ello la faceta más autodestructiva de la psicología humana. Dedicada a Haig Manoogian, su primer profesor en la universidad de Nueva York, a quien Scorsese ha responsabilizado siempre de ser el causante de su amor por el cine, “Toro Salvaje” es para muchos de nosotros una de las mejores muestras de lo que el cine puede llegar a ser si cae en manos adecuadas, y las de Scorsese por supuesto lo son.

“Una desbordante obra maestra”

domingo, 24 de octubre de 2010

Paranoia Agent

Director: Satoshi Kon
Año: 2004 País: Japón Género: Animación/Fantástico Puntaje: 8.5/10
Productora: Madhouse Capítulos: 13

Satoshi Kon era uno de los pocos directores de la actualidad que sorprendía con todas y cada una de sus obras. Su genialidad era representada mediante historias que mezclaban la realidad y la ficción en su particular mundo, donde las más originales historias llegaban en forma de película, o como en el caso que nos ocupa ahora, en serie de anime. Hablamos de una de las grandes obras de Kon, hablamos de “Paranoia Agent”, un anime que lejos de parecerse al puñado de animes calcados que hoy día se distribuyen (como siempre, no todos entran en el mismo saco), pretende transportarnos a unas circunstancias poco experimentadas en este campo. Con “Paranoia Agent”, Satoshi Kon toca lo absurdo y lo mágico, entremezclando una serie de aspectos que embarcan al espectador en una historia sin fin de la naturaleza humana. Porque esta serie como muchos pensarán, no es una historia policíaca de suspense, de eso ya tenemos bastante en TV, “Paranoia Agent” es una historia ambientada por las personas, y por su forma de comportarse en una situación determinada: la que se presenta en esta historia. Es decir, esta serie es, lejos de convertirse en una referencia, una obra muy compleja, que situada en el escenario estratégico de la historia, se desarrolla desde el capítulo 1 hasta el último.

Pero ¿de qué trata “Paranoia Agent”?. El protagonista de “Paranoia Agent” es un extraño chico que se dedica a golpear a la gente con un bate dorado. Visto de este modo, podríamos decir que se trata de una historia centrada en la persecución de este chico, y, si bien una parte de la historia está concentrada en esta vertiente, en la que los detectives Keiichi Ikari y Mitsuhiro Maniwa tomarán parte, investigando la situación de los agredidos y su evolución y testimonio, la trama no se limita a esto. Y es que ninguno de los agredidos recuerda nada de su agresor, salvo que es un chico con patines, gorra y como no, un bate, un bate dorado. Por si fuera poco, tras las agresiones, los afectados experimentan estados un tanto distintos a los que tenían antes de ser golpeados. Es por ello que nuestros detectives protagonistas poco pueden hacer, ante testimonios poco claros y un chico que aparece y desaparece de la nada, dejando a su paso víctimas totalmente desconcertadas al despertarse. En otro bando de la historia, tenemos a una de las agredidas, Sukiko Sagi, una diseñadora de personajes que creó a Maromi, un icono kawaii que cuenta con gran cantidad de merchandising, así como una versión animada en desarrollo. Sukiko siempre lleva consigo un Maromi de peluche, con el que habla continuamente, entre otras cosas, debido a su poca relación con la gente; digamos que es algo tímida.

Mientras la mascota de Sukiko ha cosechado un éxito sin precedentes en Japón, la agencia donde trabaja, quiere una nueva mascota para seguir cosechando ingresos. Sin embargo, Sukiko anda escasa de ideas y la invención de un nuevo personaje de éxito no es tan fácil como ella esperaba. Entre tanto, Sukiko es golpeada por el chico del bate un día que va de camino a casa. Es aquí cuando empieza la auténtica persecución de la historia, con la detención de sospechosos, gente que pretende aprovechar la situación de pánico originada por el chico del bate, personajes únicos y una resolución que no es tan simple como se da a entender en los primeros capítulos. Porque “Paranoia Agent” es mucho más que eso. Como ya hemos dicho, esta serie es una obra muy compleja, tanto como su autor. A lo largo de los capítulos seremos partícipes de vivencias totalmente diferentes las unas de las otras, con personajes únicos y situaciones muy particulares. Podríamos decir que “Paranoia Agent” centra cada uno de sus capítulos en una imagen: una persona o un grupo de personas que son de una manera o de otra, y que se ven sometidas y se someten a la historia y su transcurso, al mismo tiempo que soportan sus circunstancias de vida. De este modo, tenemos una serie de personajes secundarios que son sometidos por los principales: Sukiko, Maromi, los detectives Ikari y Maniwa, y el chico del bate, eje principal de la historia.

Quizás el factor clave de “Paranoia Agent” sea la dificultad que tienen los personajes, dentro de la historia, de conseguir escapar de su empatía personal: Sukiko intentando crear un nuevo personaje, Maromi en su afán de hacerse de la "conciencia" de Sukiko, Yuichi Taira en su intento de salvar su reputación en el colegio... Estos y otros personajes son sometidos a un alto grado de lo que podríamos llamar terror psicológico. Aunque sin involucrar demasiado al espectador y generando tan sólo expectación, hace que los personajes se enfrenten a sus problemas: un cúmulo de ansiedades que se verán suscitadas por el chico del bate. Es así como nos adentramos en una historia sin desperdicio alguno, con un mensaje que nos tocará a nosotros descifrar en ese transcurso de la serie. Satoshi Kon no fue un director cualquiera, por su mano han pasado obras tan geniales, todas ellas han sido consideradas obras de éxito, pues, al igual que “Paranoia Agent”, cada una de ellas esconde una historia distinta a los tópicos actuales, historias con las que disfrutar de verdad y alejarnos por unos instantes de la vida real, creyendo en lo mágico y a la vez espeluznante de sus historias, algo con lo que podríamos alejarnos de nuestra aburrida vida diaria y decir que nos gustaría vivir en un mundo así. Para los que los reinos de princesas están pasados de moda, los mundos de Kon son una buena referencia.

Una excelente canción, muy al estilo "Enigma", abre cada capítulo con la que es una de las presentaciones más inquietantes que haya visto: el desfile de personajes carcajeándose en lugares horribles como un vertedero, una calle en plena riada, o una zona de guerra. En cada uno de los episodios se nos presentan personajes torturados por sus problemas, a los que tan sólo les une el ataque del misterioso chico del bate, que normalmente les causa un efecto de lo más inesperado. Gran calidad de animación, en especial los fondos, y personajes de línea casi clara, para ofrecer unas imágenes tristes y a veces bastante lúgubres, imprescindibles para narrar unas historias que rayan la locura y lo surreal. La principal influencia de la serie la encontramos en el cine del también genial David Lynch, en lo que se refiere a ciertos recursos estilísticos y sonoros, y sobre todo, en su temática, al tratar el desequilibrio mental conocido como “fuga psicogénica” (leitmotiv del filme “Carretera Perdida”, del mencionado director), y la figura del doppelgänger (personaje con dos vidas opuestas), tratada en “Twin Peaks” y “Mulholland Drive”, ambas también de David Lynch. La película es un tanto burda en las licencias artísticas que se toma para desarrollar la trama ya que resulta un tanto increíble que partiendo de un desorden psicológico particular se desarrolle semejante hecatombe.

Satoshi Kon nos lleva a un mundo de alucinaciones, dobles personalidades, esquizofrenias en las que hay que dejarse llevar. No es la primera vez que este genio de la animación japonesa nos introduce en su mundo particular, ya los hizo poco antes con "Perfect Blue" y con "Millennium Actress", pero es con esta serie cuando termina de dar en el clavo. Pero si en algo destaca este fenomenal anime es en la corrosiva crítica que proyecta hacia la sociedad japonesa. Japón, con su pulcra, atrayente y sofisticada imagen encierra tras de sí algunos desvíos que son fruto de una sociedad cada vez más automatizada y con unos valores más etéreos. Ejemplo de ello son los casos que nos muestra la serie: distintos tipos de perversión sexual, tendencias suicidas, consumismo desbordante, odio clasista, esquizofrenia juvenil o exacerbada presión laboral. El chico del bate parece ser la mesura, la metáfora del orden que subyace en el caos. A priori, él iguala a todo el mundo; a cada medida de gracia corresponde otra de desgracia. O por lo menos eso parece. Porque la realidad es que el chico de los patines dorados actúa de evasión y como vehículo para huir de los fantasmas internos de cada uno. Un mal muy profundo, que a pesar de centrarse esta vez en Japón, nos afecta a todos. Del todo recomendable por ser muy adictiva, hay que avisar que no es ni de casualidad una serie para consumo infantil, ya que entre los personajes hay desde borrachos violentos, hasta profesoras con doble personalidad que de noche se prostituyen. Avisados quedan.

"La esquizofrenia hecha realidad"

miércoles, 20 de octubre de 2010

Insomnia

Director: Christopher Nolan
Año: 2002 País: EE.UU. Género: Thriller/Policial Puntaje: 8.5/10
Interpretes: Al Pacino, Robin Williams, Hilary Swank, Maura Tierney, Martin Donovan, Nicky Katt, Paul Dooley y Jonathan Jackson

Will Dormer (Al Pacino) es un veterano detective de la policía de Los Ángeles que viaja con su compañero Hap (Martin Donovan) a un pequeño pueblo de Alaska para investigar el inquietante asesinato de una adolescente. Bajo la luz perpetua de la región, Dormer y Hap se van acercando al principal sospechoso, el novelista Walter Finch (Robin Williams), que vive apartado del pueblo. Durante una tensa operación de vigilancia en una playa rocosa ocurre un hecho lamentable, Dormer se ve obligado a entrar en un juego psicológico dirigido por el brillante y malvado Finch. También tiene que colaborar con la agente de la policía local (Hilary Swank), que no tiene gran experiencia pero sí mucha intuición. Suben las apuestas del juego y Dormer se enreda cada vez más en la telaraña tejida por Finch. Incapaz de descansar por el implacable sol de medianoche el juicio del detective se distorsiona y al final peligra su estabilidad mental. La sensación de que Nolan se va a convertir en uno de los grandes referentes del cine actual, ya es un hecho, incluso en un trabajo como este, más convencional y que se acerca también a una línea más comercial se pueden observar las virtudes de este gran director. Su manera de construir thrillers creando una atmósfera absorbente y tensa ya se ha convertido en su seña de identidad, se maneja a la perfección a la hora de dibujar y perfilar personajes con un componente oscuro y atormentado y en todas sus películas consigue atrapar al espectador y mantenerlo en un interés creciente y una tensión constante que hace que incluso en una obra que terminará considerándose menor dentro de su filmografía esté muy por encima de la media habitual.

La carrera artística no ha hecho más que empezar, y ya comienzan a flaquear las ideas... ¿Cual podría ser la mejor solución? ¿Un thriller producido por los grandes estudios? ¿Alguna adaptación novelesca? ¿Un remake? Y, como nunca se sabe, en ocasiones la opción más descabellada es también la más acertada. Así lo demostró Nolan tras rodar "Memento" con su "Insomnia", remake de la homónima noruega que se había rodado tan sólo 5 años antes. Y, tras ese tiempo, cayo en las manos de Nolan, que decidió arriesgar como muy pocos lo han hecho, pues no sólo añadió secuencias y recompuso muchas de las situaciones que se daban en la cinta presentada por Skjoldbjaerg de modo inverosímil o descuidado, sino que además, se atrevió a añadir casi 30 min. Adicionales a una historia que, si bien en su formato original, resultaba curiosa y fallida, no parecía dar los alicientes suficientes como para sacarle mucho más partido. Pero el inglés puso todo de sí y en "Insomnia" habla sobre el sentimiento de culpa y el remordimiento, sobre todo aquello que nos hace vulnerables ante las decisiones que hemos tomado pero no hemos decidido acatar ante los demás, sean accidentales o no. La obsesión siempre está presente en el género policiaco y aquí rodea a los tres personajes principales. Dormer busca atrapar a Finch a pesar de que este le hace un chantaje. Finch está obsesionado con culpar a otro del asesinato y así demostrar ser tan inteligente como los personajes de sus novelas detectivescas. Pero también habla de otra obsesión, la de la agente Burr por convertirse en una buena agente de policía en un mundo de hombres.

Cabe recordar que para esta cinta dispuso de un gran presupuesto y con un elenco de renombre: Un soberbio Al Pacino que descompuso un personaje tan duro como agotado a lo largo que avanzaba la trama, un Williams conciso pero brutalmente sagaz y una Swank que recogía el testimonio de un papel sin tanta importancia, y le daba una vuelta de tuerca de lo más idónea. Tras ellos, inteligentísimos diálogos que desbordaban la trama minuto tras minuto y ofrecían una espiral de situaciones hábiles, pensadas y palpitantes, dando así al espectador un cabo de la cuerda, y ofreciéndole el resto para que tirase hasta llegar a un tramo final brutal y sobrecogedor, donde no sabes como va a concluir verdaderamente hasta que no tienes todas las cartas sobre la mesa. Y es que, pocas veces obtendrá uno comodines como el de Nolan o Al Pacino para acertar realizando uno de los remakes más sorprendentes y extraordinarios de cuantos haya visto este servidor en muchos años. Condenada a ser la película menos apreciada de su filmografía, nadie debería pasar por alto esta valiente propuesta a la que el éxito de “Memento” perjudicó enormemente, al esperar público y crítica algo al estilo de la anterior. Y Nolan lo dio, pero con un envoltorio distinto. El virtuosismo de guión y montaje que mostraba Nolan en su anterior película aquí parece desaparecer en favor de una estructura aparentemente más convencional, pero en realidad mas compleja, densa y sutil que la anterior.

Contar una historia es trazar un mapa mental, inventarse una geografía, blanca o rota en infinitos fragmentos, que dibuje exactamente la angustia de la existencia. Christopher Nolan ha descubierto en los estados de conciencia alterados la perfecta traducción de la angustia del hombre contemporáneo: la necesidad de vivir otras vidas de “Following”, la memoria desaparecida de “Memento” y la falta de sueño de “Insomnia” son traducciones desesperadas de un sentimiento de culpa que modifica nuestra percepción de la realidad. Nolan reduce al mínimo las distracciones tanto en la inclusión de pocos personajes, así como no se explaya ni en la investigación ni en las escenas de acción. Por el contrario resultan impresionantes las remotas localizaciones naturales que sirven como metáfora del aislamiento y hermetismo del personaje, que dejan ver un gran trabajo de fotografía. Aun más sorprendente es el cuidado de Nolan en los pequeños detalles que roza lo obsesivo. Mucho se podría profundizar en este magistral filme, que bajo la apariencia de simple thriller se esconde una oscura y profunda reflexión sobre la soledad. Alaska es un personaje más dentro de la trama y es un ejemplo de cómo sacar partido a un escenario. Si ya es duro quedarse dormido, más duro es hacerlo en un lugar donde nunca anochece. Así Alaska se convierte en el purgatorio de Dormer, el terreno donde sus pecados le persiguen allí donde van y donde el sueño no llegará hasta que haya limpiado su conciencia (maravillosa la escena final con esa inolvidable frase de Pacino que resume todo).

Cierto es que a veces la trama cae en tópicos de este tipo de películas que la lastran, a saber; el papel de la joven policía interpretada por Hilary Swank, el típico policía novato obsesionado por el héroe; la persecución entre los protagonistas, totalmente efectista. A pesar de esos defectos es un thriller psicológico muy recomendable. Nolan es un estilista del dolor narrado en primera persona. La aparente linealidad de “Insomnia” avanza un paso más allá de “Memento” en la construcción subjetiva de la desorientación y la pérdida de referentes morales de un hombre superado por las circunstancias de su entorno, en este caso un paisaje hermoso, congelado. Es impresionante el modo, típicamente hitchcockiano, en que Nolan nos transforma en los ojos, abiertos y culpables, de Will Dormer sin recurrir a la cámara subjetiva. Si “Memento” era un thriller nabokoviano, “Insomnia” es dostoievskiano. El clásico juego del gato y el ratón, que empieza en medio de la niebla, continúa sobre unos troncos giratorios y acaba en un ferry, refleja un espejo de oscuridades, dos agujeros negros observándose desde distintos lados de la ley. Nolan aborda este proceso de identificación, que no es otra cosa que una visita guiada por un purgatorio soleado, con la serenidad y el aplomo de un cineasta que puede estar orgulloso de haber filmado no solo la quebradiza naturaleza de la memoria, sino también la máxima expresión de la redención, una muerte blanca tan poderosa como la de “Crimen y Castigo”.

Christopher Nolan dirige la película de manera sobria y lenta, adentrándonos en los pensamientos de Dormer, y enmarcándola dentro de una atmosfera azulada y fría, acorde con el escenario donde se desarrolla. Nolan se marca grandes secuencias donde el miedo y la inseguridad hacen gala, como es la inolvidable entre la niebla, clímax donde se desatará la tragedia que envolverá a Dormer hasta el intenso final. En su momento, alguna lumbrera culpó a esta cinta de ursulina por su profunda carga moral. Sin embargo, dicen los expertos que es la falta de referentes éticos y este nihilismo que gastamos los occidentales lo que hace que cada vez seamos más infelices. La película, con tener revestimiento de gran thriller, oscila sin embargo durante todo su metraje sobre la gran incógnita de qué es lo moral y qué no lo es. Si aceptar la responsabilidad individual de actuar siempre según la propia conciencia, o respetar escrupulosamente las normas que los hombres se dan como comunidad, con la generalidad que eso implica. El personaje de Pacino optará finalmente por esta segunda posibilidad, no sin dejar al espectador con una terrible sensación de que se ha equivocado. A esto hay que añadirle la magnífica creación de ambientes y atmósferas, un buen guión, y sobre todo la soberbia interpretación de Al Pacino, que nos arrastra a todos por una especie de círculo del infierno en el que poder dormir supondría al menos pasar unas horas en el purgatorio. Para fans de las zonas oscuras del espíritu.

"Un thriller excepcionante"

domingo, 17 de octubre de 2010

El Resplandor

Director: Stanley Kubrick
Año: 1980 País: EE.UU. Género: Terror/Drama Puntaje: 10/10
Interpretes: Jack Nicholson, Shelley Duvall, Danny Lloyd, Scatman Crothers, Barry Nelson, Philip Stone, Joe Turkel, Lia Beldman, Billie Gibson, Barry Denne, David Baxt y Manning Redwood

“El Resplandor” dejó la marca ineludible del maestro de todos los géneros en la bandeja de entrada del cine de terror. Hasta aquel día, las películas de esta noble familia poseían dos características inherentes a ella: los golpes de efecto y la penumbra. Con Esta cinta Kubrick finiquitó el género y lo llevó un paso hacia adelante. La trama cuenta la historia de un Jack Torrance (Jack Nicholson) un hombre que se traslada, junto a su mujer (Shelley Duvall) y a su hijo, al impresionante hotel Overlook, en Colorado, para encargarse del mantenimiento del mismo durante la temporada invernal, ya que el lugar permanece cerrado y aislado por la nieve. Su idea es escribir su novela al tiempo que cuida de las instalaciones durante esos largos y solitarios meses de invierno, pero desde su llegada al hotel, Jack comienza a padecer inquietantes trastornos de personalidad, al mismo tiempo que en el lugar comienzan a suceder diversos fenómenos paranormales. Nadie ha conseguido retratar mejor los "laberintos" de la mente humana como Kubrick en esta extraña película bañada de luz y arropada por su sonido, amén de regalarnos proezas técnicas como ese travelling a ras de suelo que ha pasado por mérito propio a encabezar una de las mejores secuencias del cine de todos los tiempos.

Tras el fracaso comercial (ni mucho menos artístico) de la incomprendida “Barry Lyndon”, Stanley Kubrick decidió hacer una película más comercial que le reportara beneficios en taquilla. El resultado fue "El resplandor" obra maestra del cine de terror y cita obligada para cualquier cinéfilo. Basada en una de los primeros best-sellers de Stephen King, éste adaptó su novela en un guión de más de tres horas de duración que Kubrick y sus colaboradores se ocuparon de perfeccionar, realizando cambios tanto en los personajes como en el desarrollo de la historia y suprimiendo escenas no necesarias para la comprensión de la trama. King no se mostró de acuerdo con los cambios y condenó el filme, culpando al director de no saber lo que era una película de terror. La historia de fantasmas narrada por Kubrick, esta constituida por una densidad rítmica que se hace lenta por momentos pero a su vez poseedora de una sensibilidad hipnótica entre diálogo y diálogo (¿Notaron cuánto se tarda entre la voz de un personaje y la voz del otro?). La soledad y la locura van de la mano junto al silencio de un hotel tan inmenso como perversamente poderoso en su puesta en escena. Tras ver "El Resplandor", el espectador y lector llega a la inmediata conclusión de que Stanley Kubrick ha hecho un gran trabajo. Verdaderamente no se complica, y no contrata a grandes guionistas y maestros en adaptaciones, pues descubrimos que prácticamente la mitad de la novela no está contada en la película.

Para el papel principal, Kubrick eligió a Jack Nicholson, que con sus excesos interpretativos se convirtió en el perfecto Jack Torrance, subrayando el patetismo del personaje (un escritor alcohólico, sin trabajo, incapaz de escribir nada y al que todo le sale mal). Su mujer fue Shelley Duvall, actriz poco conocida, que realizó la mejor interpretación de su carrera y al terminar el rodaje tuvo que ingresar en una clínica psiquiátrica debido a la presión a la que estuvo sometida. En su apartado técnico, la película resulta perfecta, con una magnífica fotografía y efectos sonoros, Kubrick mezcla planos fijos (Nicholson hablando con su hijo en la cama), con innovadores movimientos de cámara, que con un nuevo sistema sigue a los personajes por los largos pasillos del hotel (El triciclo de Danny y la persecución del laberinto) y secuencias de suspense, que más que mostrar, sugieren y mantienen la tensión durante las casi dos horas de duración. "El Resplandor" es ante todo una película de género, cosa que tampoco es habitual en Kubrick, que a lo sumo se sirve de algún género para contar sus ideas y pensamientos sobre la vida. No es cine de autor en absoluto sino cine popular, eso sí, del bueno. La película está sustentada en una historia atractiva y fácil de asimilar que hace que gane al espectador desde el principio.

“El Resplandor” destacado sobre todo por su estética de gran angular y el uso constante del steadycam, la perturbadora música y la interpretación de Jack Nicholson en un festival de miradas de ido y gestos psicóticos. Más allá de ello se requeriría una penetración mayor en el conocimiento de personajes previos a la puesta en escena de la situación, y menor desorden en el proceso de enajenación y vínculo sobrenatural con el tópico recurrente de niño-conexión con mundos paranormales. El filme se abre con planos aéreos que significan la localización montañosa aislada (posteriormente serán reiterados para el mismo efecto). Tras una mínima presentación de circunstancias (más que de personajes) en tono enigmático, el filme explota con suficiencia los lujosos escenarios del hotel a través de largos paseos en ella, cuya serenidad momentánea es cortada con planos inquietantes de dos hermanas que enlazan con hechos trágicos pasados. Ni que decir que esa atmosfera escalofriante que tanto gustaba al director neoyorkino, que se contagió en el set de rodaje (Nicholson reconoció que algunas improvisaciones eran extraídas de sus confrontaciones entre mujeres en sus juergas privadas) y las sesiones al psicoanalista de Shelley Duvall. Pero "El Resplandor" no tiene nada de maldito en lo referente a la superstición que antaño había puesto los nervios de punta a los fans de "El Exorcista" o posteriormente con la sobrevalorada "Poltergeist". "El Resplandor" es actuación e interpretación por encima de los cánones del fantástico sin efectos especiales.

El director neoyorquino se apoya en la obra de Stephen King para cumplir el objetivo que se propuso desde el principio: retratar la locura. Para ello convierte el fastuoso hotel y el laberinto que hay en su jardín en la metáfora perfecta del cerebro humano. Un entramado complejo y retorcido. Un mundo aparte y encerrado en sí mismo que no sabe distinguir entre lo real y lo onírico. Un lugar donde se dan cita los temores más primarios, la obscenidad, los recuerdos, la paranoia, la agresividad… En efecto, Jack Torrance va a sacar al monstruo que lleva dentro. Una bestia que habitaba en la mente del artista y que ha sido liberada quizás por la sensación de aislamiento o quizá por una frustrante crisis creativa. Esto es algo que nunca llega a quedar claro. Aunque sea un cineasta que raramente deje lugar a las casualidades, éste factor es habitual en la filmografía de Kubrick: lo confuso invade de la pantalla tanto para crear el desconcierto como para dejar en manos del espectador buena parte de la interpretación de la trama. Al ver el sorprendente final es imposible no plantearse si todo lo que ha pasado ha sido real o por el contrario una escalofriante muestra de las esquizofrénica mente del protagonista (o ambas cosas). Aunque los motivos del director parezcan claros en un principio, siempre quedarán las preguntas. Es “El Resplandor” un cuento de fantasmas? Es un ensayo de la locura? O quizás es toda ella una referencia oculta a los indios americanos? Bendita duda. Mención aparte para la importancia del color en la película, donde el rojo aparece como el símbolo de la maldad y el blanco de la nieve final (sobre todo en el laberinto helado) como el de la protectora bondad.

En aspectos más técnicos, el filme es un prodigio del séptimo arte. Tiene una fotografía buenísima, y particular, ya que para ser una película de terror, no recurre al tópico de escenas a oscuras, al contrario, todos los planos y secuencias son iluminados, y dan una sensación de aislamiento y de soledad apabullantes. Escalofriante y asombrosa historia rodada, narrada e interpretada con una genialidad fuera de cualquier tipo de discusión. Da igual si te gusta o no el género. Es prácticamente imposible que alguien se muestre indiferente ante semejante despliegue visual, artístico y humano. NO puedo ponerle ni un pero. Es fantástica. Se puede ver una y mil veces y, siempre te deja boquiabierto. “El Resplandor” es un hito en las películas adaptadas de la obra de King: siendo deudora de su obra literaria, es más kubrickiana que kingiana, está más cerca de las preocupaciones filosóficas del cineasta que de las inquietudes del escritor, sin por ello despreciar estas últimas. Sin embargo, este divorcio cobra plena vigencia cuando King, ya en el segundo lustro de los noventa, anuncia su disconformidad con esta versión y produce y escribe el guión para una miniserie televisiva con esta misma historia. Así pues, asistimos a una gran paradoja: la mejor adaptación al cine del universo de King es, contradictoriamente, la que menos parece haberle satisfecho, Hasta hoy ninguna película ha llegado a hacernos sentir sensaciones de miedo semejantes a las de la niñez como esta, la obra del terror por antonomasia, “El Resplandor” de Stanley Kubrick.

“Terroríficamente magistral, Kubrick en su mejor momento”

miércoles, 13 de octubre de 2010

Julieta de los Espíritus

Director: Federico Fellini
Año: 1965 País: Italia Género: Drama Puntaje: 08/10
Interpretes: Giulietta Masina, Sandra Milo, Valentina Cortese, Lou Gilbert, Mario Pisu, José Luis de Vilallonga, Caterina Boratto y Frederick Ledebur

Julieta (Giulietta Masina), una mujer de la alta burguesía, que no es feliz en su matrimonio debido a que sospecha que su marido tiene una aventura con otra. Ella contratará a un detective para confirmar sus sospechas e intentará evadir esa situación participando en las extrañas orgías que organiza su vecina (Sandra Milo) y asistiendo a espectáculos de exóticos gurús o simplemente cerrando los ojos para soñar despierta con vivencias antiguas, distorsionadas por su imaginación ya enfermiza. El presente largometraje siempre ha sido definido como uno de los más completos de su autor, y siempre es una constante fuente de consulta para aquellos que quieran hablar, conocer o adentrarse en el mundo de Fellini. Quizás no sea su mejor película (¿Cuál lo sería? Pocas veces encontraríamos un debate más difícil en torno a la obra de un cineasta debido a su aproximación pero a la vez distancia entre cada una de sus obras) pero sin duda alguna es una de sus más representativas, y con ello no me refiero a que sea la más recordada, publicitada o cacareada sino la que posiblemente encierre la visión y explosión posterior del particular mundo propio del cineasta italiano.

En “Julieta de los Espíritus” el argumento es simple y llano, casi banal sirve como eclosión y desencadenante de un viaje hacia una visión personal acerca del mundo y la significación de los espíritus. A través de la simple historia de Julieta quien encerrada en una vida vacía se escapa creándose un mundo propio a base de sueños protagonizados por espíritus en la que la propia mujer a medida que avanza la película se asemeja cada vez más a uno de ellos. Ahí radica el mejor apunte de la película, la asociación de Julieta como un espíritu atrapado en un mundo irreal, que al fin y al cabo es el mundo verdadero para sentirse cómoda en el mundo propio y fantástico que ella va creando. Para ello Fellini se apoya en la actuación de su musa Giulietta Masina quien dota al personaje principal de una ingenuidad francamente encomiable convirtiéndose a veces en un verdadero espíritu a medida que avanza la película. El cineasta descarga todo el peso dramático en su mujer en la vida real y Masina sabe coger la inspiración para mostrar una perfecta sincronización con el director llegando a ser una especie de guía para el público que fácilmente se puede perder ante tanto salto al mundo del sueño y la realidad.

Además de la actriz, Fellini no duda en explayarse a la hora de mostrar los dos diferentes mundos. Mientras que el mundo real es filmado de un modo formal, pero haciendo mella y potenciando lo aburrido y penoso que puede ser nuestro mundo para el espectador como pueden ser los personajes que aparecen por la película, del mismo modo que la música y el color demasiado excesivo dando la sensación que esa parte fue elaborada con un total despecho, algo totalmente falso ya que ese es precisamente el sentimiento que debemos recibir. Por otra parte, el mundo de los sueños está cuidado al detalle, dando el director rienda suelta a toda su creatividad plástica jugando de manera asombrosa con los decorados, los colores, o el vestuario siendo siempre rojo cada vez que Julieta está en el mundo que ella crea frente al blanco virginal e inocente del mundo auténtico a la que ella es ajena. Fellini va filmando cada sueño con una elegancia pictórica que se asemeja más cada uno de los encuadres, milimétricamente compuestos, los movimientos de cámara lentos, sinuosos, elegantes, dando ese aire de misterio que se va perdiendo paulatinamente a medida que se va produciendo esa asociación entre la audiencia y la protagonista.

Además de lo anteriormente citado, Fellini puebla su película de todos los demonios que ha venido explotando anteriormente con una fuerza hasta entonces impensable. Además de la ya comentada presencia de su mujer, repite con Nino Rota en la música, y es imposible no ver todos aquellos apuntes que siempre ha ido introduciendo en sus anteriores largometrajes. Aquí el mundo de los sueños es el protagonista de la historia y está poblado por personajes típicamente Fellinianos como por ejemplo el encarnado por el marqués DeVillalonga exponiendo como debe prepararse una sangría acentuando el surrealismo constante durante todo el metraje. Por otra parte, la sexualidad y erotismo es latente cuando no directo. Eso es lo que me hace afirmar que “Julieta de los Espíritus” se convierte en su película más significativa (aunque en mi caso prefiero “Amarcord”, sin duda alguna su obra maestra). Aunque para ser sinceros hay que reconocer que las mayores virtudes de Fellini son también su mayor enemigo. El hecho que sea único a la hora de mostrar y hacer partícipe al espectador de su peculiar visión respecto al mundo y de la exteriorización de su mundo propio lo convierte en uno de los creadores más interesantes del siglo pasado, pero la personalidad de ese mundo y la necesidad de una implicación emocional por parte del público también le hace perder puntos.

El cine de Fellini al fin y al cabo es un escupitajo de sus miedos, fantasías y demonios, y uno puede entrar en él o no. Es lo que ocurre con todas sus películas, si te dejas llevar por su visión y entras al juego, Federico Fellini es tu director sin duda puesto que verás cosas nunca vistas hasta ahora. Sus películas van más allá de lo meramente cinematográfico. A Fellini hay que acercarse con la predisposición adecuada para ser capaz de dejarse arrastrar por su extravagante caleidoscopio de sensaciones, de flashes, de exuberancia, de alborotos, de recuerdos, de fobias, de deseos primitivos que pugnan por aflorar, y todo ello en su peculiar estilo onírico y surrealista, en constante cambio, como esos cristales de colores que vemos a través de un tubo de cartón con un espejo, y que adquieren formas geométricas siempre distintas. Fellini prioriza los estímulos sensoriales, los delirantes y recargados fondos, la observación, la mareante sucesión de toda clase de excéntricos personajes, los diálogos en los que se mezcla lo esotérico, lo poético, lo metafísico, lo ultraterrenal, lo enigmático y lo erótico en clara lucha contra el decoro y la sensatez externa que encubre la inseguridad interna. A lado de Julieta nos sentimos pequeños junto con ella. Sentimos sus heridas. Su confusión. Sus pasos vacilantes y tambaleantes mientras trata de mantener una heroica sonrisa que no hace más que poner en evidencia su tierna fragilidad. Nuestros ojos se humedecen con los suyos.

Es una mujer que convive con sus propios fantasmas, que la persiguen desde su niñez, y que ve cómo todo en lo que fundamenta sus cimientos se viene abajo. Su matrimonio es una farsa, la infidelidad de su marido pesa sobre ella como una losa funeraria; se siente muy sola en su bonita y decente casa mientras el hombre al que ama se aleja; nota sobre sí la mirada severa de su hermosa madre, hacia la que no experimenta ese calor ni esa confianza que debería haber entre madre e hija; eclipsada siempre por la belleza de su madre y de sus hermanas, aunque ella es demasiado sencilla para darle demasiada importancia; rodeada de tentaciones, de vecinos alegres y promiscuos, de mujeres explosivas que derraman una sensualidad despampanante, de amigos con ideas peculiares. Buscando respuestas, dejándose llevar hacia videntes que la inquietan más aún confirmándole sus insatisfacciones personales, solicitando ayuda profesional para espiar las andanzas de su marido. Y por suerte y por desgracia “Julieta de los Espíritus” representa todo lo que representa Fellini, por eso no es bueno iniciarse en él con esta película, y para los que ya lo estén y entiendan ese juego, ésta es su película, para los que no les guste, no lo entiendan o sencillamente no les interese, lo mejor es que dediquen las dos horas y once minutos de su tiempo que dura la película en hacer otra cosa.

"Una película fantástica y psicoanalítica"

domingo, 10 de octubre de 2010

Ghost Dog: El Camino del Samurai

Director: Jim Jarmusch
Año: 1999 País: EE.UU. Género: Drama Puntaje: 08/10
Interpretes: Forest Whitaker, John Tormey, Cliff Gorman, Henry Silva, Isaach de Bankolé, Tricia Vessey, Victor Argo y Gene Ruffini

Un hombre misterioso, criador de palomas mensajeras y lector seguidor del Hagakure (obra literaria inspirada en los códigos de los samuráis, que exigía lealtad y honor hasta la muerte para sus partidarios) es un efectivo asesino a las órdenes de una “familia” de Mafia ítalo-americana. Él responde a las escrituras del antiguo libro japonés como manual de acción ético, asimismo rinde honor al hombre que salvó su vida en una ocasión, quien lo utiliza como sicario experto. Ghost Dog (espléndido Forest Whitaker), como se hace llamar, al ser traicionado por la “familia” a quienes sirvió no decide vengarse sino defenderse atacando, siguiendo las bases aprendidas del código: pensar siempre en la muerte, considerarse muerto; ver el mundo como un sueño; identificarse para andar sin poses, así como plantear fijamente objetivos sin temor; aligerar los problemas y agravar lo superfluo; adecuarse a las circunstancias; extraer lo mejor de épocas pretéritas para hacerlas fructíferas en el presente; etc. Todo un festival de mensajes metafóricos apelantes a la conducta de un guerrero honorable.

La película argumenta el arraigo de la conciencia, el conocimiento introspectivo puro, exento de ambigüedades e inconcordancias. Ghost Dog en su condición de asesino a gusto reafirma su condición en diferentes pasajes sin una mínima expresión timorata. Él sabe, gracias al Hagakure, que para tentar novedades, dimensiones distintas y desconocidas debe empezar por la concreción de la identidad, desdeñando la mudanza de plazas como búsqueda reveladora de motivaciones. Este es un enunciado permanente en el cine jarmuschiano, dicho con más ímpetu en sus primeros trabajos, como en “Vacaciones Permanentes” cuando Allie busca transportarse para encontrar arraigo y conocimiento de sí mismo en algún lugar específico, o en “Extraños en el Paraiso” cuando la búsqueda del paraíso por parte del trío protagónico (Willie, Eddie, Eva) es infructuosa. También, se muestra la desilusión de lo repetitivo y soso en “Bajo el Peso de la Ley” y “Mistery Train”, en cuanto a “Una Noche en la Tierra” y “Dead Man” la paradoja del “movimiento estático” y el trastorno vivencial. Todo esto emitido bajo la premisa e inquietud universal del cineasta: el conocerse a sí mismo bajo cualquier circunstancia, siempre en los suburbios y ambientes olvidados; contexto preferido y adecuado para la narración de sus glosas.

"Ghost Dog: El Camino del Samurai" es la del tiempo más distraído de los siete filmes ficcionales antes hechos por Jim Jarmusch, es la más fácil de consumir por las masas por su argumento fijamente determinado a la intriga y a la progresión emotiva. Existe un objetivo expectante que atrapa al espectador común afín a los policiales y películas de acción, que es bien hilvanado con las ya características conversaciones fluidas a la vez de desconcertantes que marcan el sello del autor. Las diversas citas del Hagakure puestas como carteles indican la acción a devenirse, nos prepara para el movimiento a realizarse por parte del asesino. Ghost Dog cree conocerse por las bases dadas por el libro japonés, en aquel encuentra identidad y posición, pesquisa permanente de los personajes jarmuschianos, lo cual trae al ruedo en el cine de Jarmusch una nueva forma de tratar su premisa básica. Ya no en buscar conocimiento y plenitud en la búsqueda de lugares, sino a raíz del individuo disperso de dudas y ambigüedades para así palmar la perspectiva del hombre logrado firme a su fe y convicción. Es un alegato a la credulidad de las ideologías o a cualquier otra forma manifestadora de conductas como recursos valederos si es que se anhela ese fin.

La TV es emisora de absurdos y banalidades de lo más prescindibles. Divertimento retrógrada de los "malos" (los mafiosos) e inocentes (la hija del jefe). Así lo hace ver Jim en las esporádicas apariciones de una TV, que sólo muestra dibujos animados bizarros y ridículos. Una cucharada de sátira y punto de vista radical siempre enunciado en sus producciones, como también la utilización del recurso irónico. En esta entrega, el personaje haitiano que funge como heladero, y que sólo habla francés, se entiende a la perfección con el sicario, que sólo habla inglés. Los omitidos u olvidados se expresan bajo el mismo código no verbal, entendiéndose sus mensajes e inquietudes sin haberlo expresado. Ghost Dog y el heladero hablan de lo mismo sin percatarse de ello. El hip-hop es lo que suena como banda sonora de la película, ya sea por sonidos off dados por el montaje, porque Ghost dog la programe para su disfrute, o porque en los ambientes libres como parques o calles sus transeúntes la interpreten con pura improvisación. El hip-hop suena no con mayor pretensión que de brindarle sonido negro al filme, sonido de los marginados, de los excluidos en una sociedad racista renuente a la autocrítica. "Ghost Dog: El Camino del Samurai” es una película de los suburbios, sobre los suburbios y dedicado a los suburbios, o mejor dicho sobre los apartados… los que pocos toman en cuenta.

Jarmusch a estas instancias ha descuidado la importancia de la fotografía, que tanto había empleado en la denotación de sus acabados. Ahora es movediza, desinteresada del cromatismo y tonalidad, y convencional en la composición. Algunas variantes había señalado en “Dead Man”, en relación a la composición (encuadre y movilidad) y duración de sus tomas; pero en éste, su octavo filme, difiere de la intencionalidad que le daba a sus encuadres cerrados con cámara fija. En “Ghost Dog: El Camino del Samurai” da preponderancia a la intencionalidad argumentativa brindada por el eje central del relato, el asesino Ghost Dog, que a la poder codificador de la fotografía. Sin embargo, esto no afecta sobremanera en la impresión final de esta entrega. Personalmente, la más entretenida de su filmografía. Ghost Dog, liquida a sus amenazantes como consecuencia intrínseca de la guerra, asimismo en el desenlace es muerto por Louie, persona a quien honró en vida el sicario, que cobra venganza por la aniquilación casi total de su “familia”. Ghost Dog muere complacido por su vida fiel a su régimen, pero Pearline, una niña con quien entabló amistad, recibe el legado del samurai pistolero. Ghost Dog muere, sí, pero el Hagakure sigue vociferando sus lecciones para una vida de honor y lealtad; de reconocimiento, enraizamiento y direccionalidad para enrumbar.

Mención especial para Forest Whitaker, el actor de color más minusvalorado por Hollywood. Ya interpretó magistralmente a Charlie Parker diez años antes en “Bird” y aún así, siguieron ofreciéndole papeles pequeños en filmes mediocres. A mí modo de ver, es el mejor actor de color por delante de vacas sagradas como Denzel Whasington o Morgan Freeman. Una vista panorámica desde la perspectiva de un pájaro en vuelo inicia la más confluyente obra de este notable autor (independiente) estadounidense. En "Ghost Dog: El Camino del Samurai" se dan cita diversos elementos de diversas culturas, contextos y épocas que no guardan estricta relación. Mafiosos sesentones que suben las escaleras armados y jadeando por el esfuerzo, un vendedor de helados que solo habla francés, un asesino a sueldo de color y samurai, un tipo que construye un barco en el jardín de su casa, los mismos impactos de bala sobre el cuerpo, al igual que en “Dead Man”, una atmósfera inquietantemente tranquila y una representación de la Mafia mucho más acorde con la realidad que la que Hollywood suele encargar a Scorsesse. Todo ello entrelazado con pulso firme, fina ironía y un modo de ver la vida completamente desfasado y ambientado nuevamente en los suburbios, condición predilecta de Jarmusch, donde el furtivismo y la supervivencia urbana se acentúan.

"Una película seria y digna"

miércoles, 6 de octubre de 2010

Un Mundo Perfecto

Director: Clint Eastwood
Año: 1993 País: EE.UU Género: Drama Puntaje: 09/10
Interpretes: Kevin Costner, Clint Eastwood, Laura Dern, T.J. Lowther, Keith Szarabajka, Leo Burmester y Paul Hewitt

En 1963, el convicto Butch Haynes (Kevin Costner) escapa de una prisión de Texas con un cómplice. En su huida toman a Phillip (T.J. Lowther) un niño de ocho años como rehén. Butch y el pequeño, extraños, cada uno por sus razones, en la sociedad en la que se encuentran, desarrollan una curiosa relación de padre e hijo, mientras un equipo liderado por el jefe de policía Red Garnett (Clint Eastwood) y la criminóloga Sally Gerber (Laura Dern) siguen sus pasos. Con los cuatro oscars ganados por “Los Imperdonables” (1992), Clint Eastwood estaba en situación de hacer prácticamente lo que le diese la gana. El destino hizo que se cruzase en su camino este guión de John Lee Hancock, que en un principio iba ser destinado a Steven Spielberg, pero el caso es que fue Clint el que se quedó con la película. Antes he dicho que Eastwood podía hacer prácticamente lo que le diese la gana. Una de las cosas que no pudo hacer como quería fue elegir el actor principal. Aunque Eastwood quería a Denzel Washington, tuvo que conformarse (nunca mejor dicho) con Kevin Costner, que según la Warner, y esto era cierto, vendía más que el anterior, independientemente de la capacidad interpretativa de cada uno. Creo que la elección fue la correcta.

Formalmente, la película es magnífica. Eastwood ha logrado esa sugerente densidad visual y dramática que caracteriza sus últimos trabajos como director. Además, introduce ciertos pasajes introspectivos de gran calidad sin que se resienta la fluidez narrativa. Esta sólida puesta en escena se enriquece con una bella fotografía, una buena banda sonora y unas interpretaciones excelentes, sobre todo de Kevin Costner y el niño T.J. Lowther. De todos modos, el guión de John Lee Hancock, aunque resuelve muy bien la relación entre Butch y el niño, y entre el sheriff y la criminóloga, cae en el tópico al retratar a los agentes del FBI, cuyas personalidades de cartón piedra desentonan con los matizados perfiles de los demás personajes, pero esta situación hace que nos fijemos más en la relación entre el delincuente y niño. Lo más aplaudible de la película es el tratamiento que Hancock y Eastwood han dado a la historia. Parten de una visión positiva y nada maniquea del ser humano, en la que predominan las luces sobre las sombras. También resulta aceptable su crítica a la eficacia del sistema judicial y carcelario norteamericano. Pero en ese reino de colores grises en el que Eastwood gusta moverse, acaba triunfando un ambiguo escepticismo. Pocas frases pronunciadas en una pantalla de cine me resultan tan conmovedoras como la dirigida por el fugitivo Butch a su joven acompañante en un momento crucial de la cinta le dice: "Si tenía que ocurrir, me alegro de que hayas sido tú". Es realmente conmovedora.

Así, al enjuiciar a Butch se diluye su culpabilidad personal en las circunstancias sociales. Aunque donde más pesa esa falta de definición moral es en la descripción del proceso de maduración del niño. Desde luego, muchas de las críticas que hace Butch a ciertas conductas demasiado rígidas en la educación de los hijos son certeras. Pero se convierten finalmente en superficial apología de un etéreo naturalismo, bastante amoral. No podía ser de otra manera siendo el criminal el maestro del niño, a pesar de que Butch muestre buenas intenciones. Este enfoque resulta especialmente retratable porque el niño acaba participando activamente en la espiral delictiva que provoca la huida. Ahora que los efectos de la violencia del cine y la televisión en los niños comienzan a mostrarse con especial dramatismo, ese planteamiento de la película hay que tenerlo muy en cuenta al valorarla. Eastwood parece escudarse en que la situación descrita no se daría en el mundo ideal, en esa mitificada Alaska a la que quiere llegar Butch en su huida. Pero ya se sabe que en los mundos ideales no hay ningún problema real. En el mundo que dibuja Eastwood con trazo firme, todos sus personajes permanecen atrapados en una realidad aparentemente modélica en la que siempre parece relucir el sol, en la que pueden beber refresco de gaseosa y usar unas gafas modelo Wayfarer. Y de paso plasma el mundo que seria ideal para el pequeño Phillip. Así al transcurso del metraje somos testigos de la relación de amor que nace entre Butch y el pequeño niño disfrazado de “Gasparín”.

Sabía que Eastwood era capaz tanto de helarnos el corazón, como de arrancarnos una sonrisa y cómo no, de darnos la acción medida impregnada de clasicismo que tanta falta hace en el cine actual. Pero esto de lo que hablamos son palabras mayores. Dejemos las cosas claras: es un dramón. Pero que nadie piense que cae en la barata lágrima facilona, porque esto es cine inteligente, amigos. Clint narra... y cuando narra, el cine toma nota para incluirlo en su historia. Aquí nos encontramos con un niño que no tiene una figura paterna algo clave para mí en el desarrollo de la película, y cómo, a veces, un vínculo paterno-filial es imprescindible para un niño. Otra crítica latente es a los dogmas establecidos, aquí nos topamos con la religión. Y, más concretamente, con el ansia dictatorial de una madre. No escapa a los ojos del maestro la violencia infantil y la vergüenza que ello produce, como queda muy bien reflejado posteriormente. Pero la eclosión final es lo mejor. Ese paisaje, esos detalles de cámara que el maestro Clint maneja a la perfección... unida a una emocionante interpretación de Costner y su nuevo amigo hacen un final antológico. Inconmensurable el plano en el que Eastwood pone esa cara de frustración. Quedan pocos cineastas que sepan tratar al cine como un verdadero Arte. Eastwood es uno de ellos. Porque ése toque clásico que, a veces, es lo mejor para una película (importancia a los personajes elevado a infinito: sin florituras), hoy en día solamente nos lo da él.

A la altura de sus tres últimas y aclamadas obras maestras, “Río Místico”, “Golpes del Destino” y “Gran Torino”, “Un Mundo Perfecto” es injustamente olvidada muchas veces al repasar la trayectoria de Eastwood, pero nos asombra cada vez que la vemos, recordándonos que este hombre lleva ya muchos años dedicado a comprometer los valores de la sociedad americana de su tiempo. Como ciudadano que ama a su pueblo, se siente obligado a denunciar lo que no le gusta. El mejor cineasta vivo nos ofrece otra vez toneladas de cine, y un Kevin Costner sobrado, como nunca se le había visto, nos regala el mejor papel de su carrera, aunque ya sé que es muy fácil decirlo ahora. Clint ridiculiza brillantemente el politiqueo barato existente en los estados de la América profunda, tan apartados de la mirada global y el centralismo, tan esclavos de intereses y compromisos. La secuencia de la barbacoa en mitad del bosque es tremendamente lúcida, uno no sabe si reír o llorar…Lo que sucede con la pareja protagonista es emocionante e irónico. El destino que espera a Butch es el desagüe al que ha ido a parar su errática vida. Hace tiempo que asumió su derrota, aunque no esperaba un compañero de trayecto.

Pero una realidad que ninguno de ellos ha elegido, limitándose a sobrevivir con toda la entereza de que son capaces. Son seres atrapados en un mundo soñado por otros, ¿existe mayor pesadilla? El director nos lo muestra en imágenes con una perfección abrumadora, no sobra un fotograma ni un diálogo. Probablemente “Un Mundo Perfecto” sea una de las películas más humanas de Eastwood, ya que aunque a primera vista pueda parecer una road movie cualquiera, a la acción trepidante y a las persecuciones se anteponen la conversación y los sentimientos. Pese a algún toque ligeramente cómico, el filme es un dramón de los de tomo y lomo, y si en manos de cualquier otro (y no necesariamente Spielberg) un guión así podría haber provocado la vergüenza ajena del espectador, en manos de Eastwood acaba siendo emocionante en su justa medida. Aunque el paso por taquilla fue bastante discreto, no fue motivo para que Eastwood no se decantara de nuevo por el camino del melodrama en su siguiente película, “Los Puentes de Madison”, demostrando así su honestidad como realizador, eligiendo lo que realmente le apetecía hacer y no lo que determinados sectores de la industria o el público pudieran llegarle a dictar. Esta cinta es un relato original, complejo e intenso, que lo mismo te saca una sonrisa que te hiela el corazón, amén de estar filmada con la elegancia y maestría. Sin duda, una de las mejores películas americanas de los años noventa.

"Una cinta realmente conmovedora"