martes, 30 de marzo de 2010

La Pasión de Cristo

Director: Mel Gibson
Año: 2004 País: EE.UU. Género: Drama/Religión Puntaje: 08/10
Interpretes: Jim Caviezel, Monica Bellucci, Maïa Morgenstern, Francesco Cabras, Rosalinda Celentano, Claudia Gerini, Sergio Rubini y Hristo Jivkov

Año 30 de nuestra era. En la provincia romana de Palestina, un misterioso carpintero judío llamado Jesús (Jim Caviezel) comienza a enseñar públicamente y a anunciar la llegada del "reinado de Dios". Durante siglos, el pueblo judío había esperado la aparición del prometido libertador conocido como el Mesías, un personaje que les devolvería su antigua dignidad, y les liberaría su patria sagrada de todo mal y sufrimiento. En las mentes de muchos, Jesús parecía ser el Mesías. Rodeado de un grupo central de doce discípulos, Jesús comienza a atraer a una multitud masiva de seguidores de los pueblos de Galilea y Judea, quienes le alabarán como su Mesías y su rey. Al mismo tiempo, Jesús tenía también muchos enemigos en Jerusalén. El Sanedrin, el consejo de gobierno compuesto por los sacerdotes judíos y los fariseos más influyentes, conspira para condenar a Jesús a la muerte. Con la ayuda de Judas Iscariote, un miembro del círculo íntimo de Jesús, el sanedrín logra arrestar a Jesús, entregándole a las autoridades seculares romanas acusándole sin fundamento de traición contra Roma. Aunque Jesús les explicaba que su reino era celestial y espiritual, el procurador romano Poncio Pilato, enfrentado con la posibilidad de un motín, ordena expulsar a Jesús de la ciudad y que le crucifiquen como a un vulgar criminal. Después del gran filme “Corazón Valiente”, Mel Gibson volvió a la dirección con este titulo que causo mucha conmoción a nivel mundial.

El director australiano ha pretendido mostrar los hechos tal y como sucedieron, llegar al espectador para suscitar emociones y sentimientos religiosos, y mover a la reflexión sobre una realidad la necesidad de mirar a Dios, que considera que sigue siendo actual en el interior de cada persona. Para ello, entre las muchas opciones que se le presentaban, ha desarrollado una estética hiperrealista, donde la crudeza de las situaciones y lo explícito de la puesta en escena hacen que se nos ofrezcan momentos de mucha violencia, sangre y dolor. Alguno ha visto en ello un exceso de crueldad cuando no un sadismo que se regodeaba en cada latigazo, golpe o humillación. Son los mismos que no han entendido el trasfondo de la Pasión, algo con lo que el mismo demonio tienta a Cristo al decirle que “los pecados son un peso demasiado grande para que un solo hombre lo lleve”. La sobria y portentosa interpretación de Jim Caviezel, sus miradas llenas de humanidad y de perdón, dejan ver ese sufrimiento excesivo como algo asumido voluntariamente y como muestra de otra realidad superior, el amor por el hombre; de esta manera, la violencia deja de ser gratuita y el extremo dolor encuentra su sentido. La historia es conocida por todos, y eso podría convertirse en un lastre para el director. Sin embargo, consigue mantener la atención gracias a una puesta en escena vigorosa con la que dota de alma a sus personajes hasta convertirles en personas que sufren soledad y dolor, padecen dudas y remordimientos, o experimentan la conversión de sus vidas. Con ello, demuestra una buena dirección de actores y también saber trascender la tortura o muerte de un individuo hasta encontrar su sentido espiritual y atemporal.

Gibson piensa que el hombre del siglo XXI necesita de un Dios humano y próximo, como de una pauta con la que conducirse, y por eso la película habla a la conciencia del espectador creyente y también al materialista, al político oportunista y a la masa que es manipulada, al dirigente orgulloso y al frívolo..., arquetipos que tienen su correlato en la historia contada. El director consigue captar ese espíritu humano y espiritual gracias a una atmósfera muy cuidada, que se apoya en una rigurosa y profunda documentación histórica y teológica, y a la que contribuye su exhibición en versión original en arameo, hebreo y latín, como una manera más de meter al espectador en la misma realidad de hace dos mil años. Sin embargo, esa búsqueda de la veracidad no le impide recurrir a símbolos la muerte o el demonio adoptan figuras humanas o a una fotografía inspirada directamente en el tenebrismo “caravaggiano” y a la que dota de un significado preciso para reflejar cómo la luz, Cristo se abre camino entre las tinieblas. De la misma manera, la música se convierte, en manos de John Debney, en elemento fundamental que envuelve al espectador para llevarle de la violencia del sacrificio al amor que lo justifica, de lo humano a lo divino. También el montaje sirve de contrapunto a tanto drama para oxigenar y dar sentido a esos padecimientos, con abundantes y breves flashbacks llenos de recuerdos y lirismo, introducidos por unos oportunos encadenados.

Pero lo que Gibson busca por encima de todo es mostrar nuestra humanidad unas veces ensalzada por el amor o por el sentido divino de la existencia, y otras embrutecidas por la hipocresía, la envidia o la soberbia, así como su conexión con lo espiritual. Por eso son frecuentes los primeros planos de rostros que dejan ver un espíritu lleno de compasión que es piedad, de dolor que supone el amor, de remordimiento que lleva a la desesperación o al arrepentimiento, o de soberbia que acaba en sadismo. Abundan personajes como el de Pilatos excelente Hristo Naumov Shopov, que con pocos planos quedan perfectamente retratados en sus matices, gracias a soberbias interpretaciones. Entre todas ellas, aparte de Caviezel, destaca el protagonismo que coge Maia Morgenstern en el papel de la Virgen María: la contención de su semblante en tan dolor-sas circunstancias, su carácter sufriente en lo humano, su amor y respeto por los planes divinos o su sentido maternal alcanzan el punto álgido en la escena del encuentro con su Hijo camino del Calvario, con un flashback que nos lleva a una infancia llena de ternura y afecto. Dejando todos estos temas a un lado, tambien es loable la labor que hace Monica Bellucci en el papel de María Magdalena, lo que en verdad encontrará el espectador en esta arriesgada cinta es una historia en la que uno va involucrándose poco a poco, desapareciendo según avanza el metraje esa inicial sensación de indiferencia que parece adueñarse de nuestros ánimos. Así, la tenebrosidad y la morosidad con la que Gibson relata el prendimiento de Jesucristo en Getsemaní pronto se ve interrumpida por la humanidad del hijo de María, tal y como se puede comprobar cuando éste restaña la herida en la oreja de uno de los que han acudido a aprehenderlo y que ha sido producida por la espada de uno de sus discípulos.

Puede que Mel Gibson no supere la brillantez de algunas otras cintas que hablen sobre Cristo, pero no hay duda de que la repercusión y el debate que "La Pasión de Cristo" ha producido en diversos medios de comunicación puede llegar a eclipsar sus abundantes virtudes. Por ello, quiero dejar claros tres asuntos: el filme no es en absoluto antisemita, pues resultaría risible juzgar desde la mentalidad actual el comportamiento de unas cuantas personas cuyas vidas transcurrieron hace ya unos cuantos siglos (de hecho, y sin remontarnos tanto en el tiempo, ¿acaso se denigra a todos los alemanes cada vez que alguien habla de las atrocidades de Hitler?); por otro lado, habrá gente que desprecie la cinta por su religiosidad, descalificándola incluso por el declarado y respetable conservadurismo de Mel Gibson situación que se dará especialmente en una gran parte de los creadores de opinión de algunos medios de comunicación; finalmente, "La Pasión de Cristo" muestra escenas de gran crudeza, cierto, pero, en contra de lo que en principio uno pudiera pensar, éstas se intercalan con otras de un arrebatador intimismo, cobrando sentido el suplicio de Jesús y su mensaje, pues sus palabras de amor se entre-mezclan con la sangre y la tortura. En la cinta hay detalles que bien pudieran pasar desapercibidos pero que el director resalta con acierto (ver, por ejemplo, el momento en el que Barrabás se muestra jovial tras su liberación, cruzándose luego sus ojos con los de Cristo y borrándose entonces la sonrisa de su boca, sabedor de que se va a matar a un inocente). Estos espléndidos juegos de miradas se repiten constantemente a lo largo del filme, ya sea en judíos o romanos que muestran su desacuerdo con lo que está sucediendo o, por contra, manifiestan su júbilo por el escarmiento que se le está dando al reo. Es una nítida demostración de la importancia que tiene para el director el apartado visual de su obra.

Es pues imposible resistirse a la humanidad que desprende la película, en especial esa resignada melancolía que desfigura el abatido rostro de una madre, María, que observa con dolor y a la vez entereza la agonía de su hijo, ese martirio al que éste se entrega para así hacer comprender a los hombres su propia decadencia. Particularmente dramática resulta la escena en la que la esposa de José contempla el castigo corporal de los romanos hacia Jesús, abrazándose entonces a ella María Magdalena, que comparte con sinceridad su aflicción ante semejante injusticia. Como se ha dicho, la estética elegida por Gibson busca mostrarlo todo y no prescindir de nada, por duro que sea. Sólo en los flashbacks apunta recuerdos presentados de manera sugerente, para retomar enseguida la senda de lo explícito. Es la dirección que ha estimado idónea para su pretensión de despertar sentimientos. Un mayor talento artístico o un espíritu innovador en el lenguaje podrían haber conducido al director por otros derroteros no tan efectistas y trillados, pero no hay que negarle que consigue golpear al espectador, y que su cine se halla perfectamente engranado en la modernidad cinematográfica. En definitiva, una gran película religiosa y humana, bien construida y que llega al espectador, con mucho fondo y buena ambientación artística, que parte del maltrato físico para llegar al amor espiritual. Cine de miradas y de silencios elocuentes que hablan de otra vida y de otras realidades distintas a la del odio y el poder. Gustará a todos, no sólo a creyentes, aunque a algunos pueda molestarles tanta crudeza en algunas imágenes como las de la flagelación.

"Un serio, logrado y terrible filme que irradia un compromiso total"

domingo, 28 de marzo de 2010

La Última Tentación de Cristo

Director: Martin Scorsese
Año: 1988 País: EE.UU. Género: Drama/Religión Puntaje: 09/10
Interpretes: Willem Dafoe, Harvey Keitel, Barbara Hershey, Roberts Blossom, Barry Miller, Irvin Kershner, Harry Dean Stanton y David Bowie

Jesús (Willem Dafoe), un carpintero de Nazaret, vive atormentado por su sentimiento de culpa ante las tentaciones aunque él recibe constantemente la llamada de Dios. Y decide averiguar qué es lo que quiere Dios de él. Pero cuando está a punto de completar su misión, la tentación le acecha de nuevo, una visión de su vida junto a María Magdalena hace que dude del sacrificio que Dios le ha impuesto para salvar al resto de los hombres. Esta película no está basada en los evangelios. Considerada una de las películas más polémicas de la historia, “La Última tentación de Cristo” está dirigida por el genial Martin Scorsese, con guión de Paul Schrader (director de “Mishima” o “American Gigolo”), sobre un libro de Nikos Kazantzakis (escritor de “Alexis Zorbas”, que también fue llevado al cine bajo el título “Zorba el griego”). Willem Dafoe encabezo el reparto como Jesús tras la negativa que dio Mel Gibson argumentando que el guión hería su sensibilidad; la réplica se la dan el siempre magnífico Harvey Keitel como Judas, y Barbara Hershey como María Magdalena. Además, podemos ver a David Bowie en el papel de Poncio Pilatos.

En su estreno se produjeron multitud de protestas, movimientos en contra de ella, desde el Vaticano hasta la madre Teresa de Calcuta, e incluso intentos de boicot, debido sobre todo al tratamiento terrenal que se le da a Jesús, trato que personalmente creo que no hace sino enriquecer mucho su figura, y no mancillarla como pretenden hacer ver. También se puso el grito en el cielo por algunos besos en los labios que se producen entre personajes masculinos, algún desnudo, y una última tentación en la que Jesús sueña con una posible vida junto a María Magdalena. Estas protestas se llevaron al extremo en algunos casos, con cines quemados, cadenas humanas, altercados violentos… e incluso 15 años de censura en países como México o Chile. La película nos muestra a Jesús como un ser de carne y hueso, tentado, atormentado, asustado por la muerte que culminará su misión, un Jesús que ve a una prostituta desnuda y duda, se le tambalean sus dogmas y es capaz de amar a una mujer como cualquier otro hombre. En la película Jesús es un ser humano con un exceso de fe, no un ser divino que ha venido a salvarnos. Y este eje, en el que el hombre lucha interiormente contra todos sus demonios, es el hilo sobre el que se construye toda la historia.

Uno puede o no creer en Cristo como ente divino, lo que no se puede negar es que está entre los hombres más importantes de la historia de la humanidad. Ha movido grandes multitudes y su rostro está entre los más conocidos de la historia, por no mencionar sus obras que van de lo físico a lo espiritual. La dualidad rige la existencia del hombre en todos sus sentidos, “La Última Tentación de Cristo”, se centra en la elección de lo físico contra lo espiritual en una interesante lucha interna de un hombre con defectos, debilidades y tentaciones así como grandes virtudes. “La Última Tentación de Cristo” no es la mejor película del director Neoyorquino, creador de películas como “Taxi Driver” (1976), “Toro Salvaje” (1980), “Buenos Muchachos” (1990) y “Pandillas de Nueva York” (2002) entre muchísimas otras, pero representa la inquietud por llevar a la pantalla historias o puntos de vista diferentes, submundos o la existencia de enfoques diferentes de una misma problemática. La direccion de arte y la fotografía son realmente maravillosas ya que ambienta la historia y la llena de misterio y dramatismo. Las actuaciones son un tanto teatrales, como la del joven Willem Dafoe en el papel de Jesús, que es realmente solvente.

Al comienzo del filme, un rótulo viene a recordarnos que está basado en el libro. Así, anticipa uno de los problemas más serios de su realización: la adaptación al cine de un texto literario original. Llevar al cine una novela o una obra de teatro exige un diferente cuidado de la verosimilitud. Si una película nos resulta “demasiado teatral” o “demasiado literaria”. El guionista, Paul Schrader, tuvo que condensar las seiscientas páginas del libro de Kazantzakis en un guión de apenas noventa. Pero la puesta en imágenes exigía además que el desarrollo del drama resultara convincente. ¿Cómo hacer para escribir los diálogos para una figura como Cristo? Schrader y Scorsese encuentran la solución al enfocar su personaje como el de cualquier otro hombre. En cuanto al problema de la escenificación de los milagros, el director descarta la utilización de efectos especiales: se verá un plano de la serpiente acompañado por una voz en off; Jesús literalmente conversará con el león; cuando el arcángel se le aparezca, será un rayo de luz. La mayoría de los actores encarnan sus personajes en forma adecuada. Harvey Keitel, quien consigue un Judas muy convincente. También es digna de destacar Bárbara Hershey como una pecaminosa María Magdalena. Ella quería el papel y Scorsese, después de algunas pruebas, se lo concedió. Decimos habitualmente que un buen actor es aquel capaz de asumir los papeles más disímiles; pero es cierto también que su personaje será más logrado cuanto más se aproxime a su fantasma. La excelente ambientación aporta un elemento fundamental.

Jesús no sólo se sacrifica por los hombres, como en las versiones más habituales del mito, sino que en el proceso vence una grandísima batalla al atreverse a hacerlo, al renunciar a una vida en la que en vez de amar por igual a todos, amase a una persona aún más, de manera especial, tuviera un trabajo e hijos, en “La Última Tentación de Cristo” Jesús se permite el lujo de amar, de amar como lo hacemos el resto de los mortales, y ese debe ser un hecho terrible a tenor de lo que ocurrió en su estreno. A mí me gusta más este Jesús, uno que es como yo, uno que sufre, que duda, que si se sacrifica es porque gana su propia batalla, no porque haya de ser así, uno con deseo sexual y vida interior maldita sea; uno humano. La dirección de la película es impecable y fue nominada a un Óscar, mostrándonos uno de los mejores trabajos de Scorsese, director con un estilo de cine muy clásico pero efectivo, casi perfecto, que se encuentra muy alto en mi personal ranking de mejores driectores vivos. A esta dirección más que acompañarla la abraza la magnífica banda sonora compuesta por Peter Gabriel, un músico que tiempo ha estuvo en Genesis (banda por la que también pasó Phil Collins), y que se llevó un Grammy por su contribución a la película.

La producción es austera, como el mismo Jesús lo era, no echó mano de grandes efectos para retratar el entorno, no recreó de manera grandilocuente ciudades antiguas ni agrupó a grandes multitudes, más bien, nos presenta la “idea” de ciudad en la cabeza de un hombre humilde, su lado humano y sus deseos por tener cosas diferentes, su vocación al miedo, interpretado más tarde como miedo a Dios, lo llevó a buscar el perdón y a buscar en su alma la respuesta divina, la justificación de su sacrificio. Su vida culminó con la tortuosa penitencia a la cruz y postrado en ella, recorre la incierta pero no menos deseada posibilidad de haber tenido una vida normal, común y corriente, con familia, trabajo y animales que cuidar y los dolores y problemas que todo ello implica y por fin comprendió la importancia de su labor salvadora. Quiero recordar una de las frases de la película para terminar este post: Hasta el hombre más débil e inseguro debe luchar hasta el final.

"Tenso y enérgico drama sobre la vida de Jesucristo"

viernes, 26 de marzo de 2010

La Desconocida

Director: Giuseppe Tornatore
Año: 2006 País: Italia Género: Drama Puntaje: 08/10
Interpretes: Kseniya Rappoport, Michele Placido, Claudia Gerini, Margherita Buy, Pierfrancesco Favino, Angela Molina y Clara Dossena

Irena (Ksenia Rappoport) es una joven ucraniana con un pasado lleno de violencia y humillaciones, se muda a una ciudad italiana donde consigue trabajo como empleada doméstica para una familia de orfebres: los Adacher. Irena se encariña con la familia, y sobre todo con la niña, Thea (Clara Dossena), la cual padece una enfermedad neurológica muy peculiar. Aunque Irena no es capaz de superar por completo los horrores de su vida, sigue adelante gracias al recuerdo de un amor atormentado, melancólico y perdido. Poco a poco va integrándose en la familia y ganando su confianza. Pero el pasado no ha terminado de ajustar las cuentas con ella y la familia poco a poco se interrogara ¿Quién es realmente Irena?. “La Desconocida” es un filme más que interesante. Esta cinta recibió el premio de David di Donatello cómo Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actríz (Ksenia Rappoport), Mejor Fotografía y Mejor Música (Ennio Morricone) en el 2007. También aspiró para los premios Oscar en el 2007 a Mejor Película Extranjera. Luego de cinco años de rodar “Malena”, Giuseppe Tornatore volvió tras las cámaras con esta bomba cinematográfica.

Giuseppe Tornatore se dio a conocer hace ya algunos años por su mítica “Cinema Paradiso", luego de esta laureada cinta llegarían “Están Todos Bien”, “El Hombre de las Estrellas”, “La Leyenda del Pianista en el Océano” y “Malena”, todas ellas con una atmosfera nostálgica y romántica. Si bien “La Desconocida” nada tiene que ver con sus anteriores producciones, el hecho de estar firmada por el maestro italiano ya es, a priori, toda una garantía de buen cine. Y la verdad es que no decepciona lo más mínimo, porque nada se puede reprochar a esta propuesta; una película en la que el director se mueve como pez en el agua por diversos géneros cinematográficos: drama que desemboca en suspense, con algún atisbo de cine social (sin moralina ni maniqueísmo de ningún tipo) y policial para volver de nuevo al suspense y ofrecernos escenas finales sobrecogedoras. Con una muy acertada narración que provoca misterio, emoción y hasta lágrimas, la película expone dentro de la trama ciertos conflictos entre las clases sociales: una clase alta insegura y que hace uso de su poder económico para obtener lo quiere, y una clase social baja envuelta en la prostitución, que roba y mata pero también puede crear fuertes lazos de amistad. El filme posee una fuerte inclinación por el “cine de arte”, con una fotografía muy bien cuidada y a veces virtuosa más allá de su funcionalidad, un montaje veloz y con varios flashbacks, que la hacen dinamica.

El director va descubriendo la historia de la protagonista en dos hilos narrativos diferenciados. Por un lado, su misterioso pasado, servido mediante justos y justificados flashbacks que permiten comprender la trama pero sin excesos en su uso; por otro, los verdaderos motivos de la estancia de Irena en la ciudad. Ambos no serán desvelados hasta casi el final del filme, garantizando el suspense y la atención del espectador. Así, lo que comienza con atisbos de drama se convierte en un thriller psicológico que va ganando nuestra curiosidad con el paso de los minutos. Porque en esta cinta nada es lo que parece y el director juega hábilmente con el espectador en secuencias que van adquiriendo sentido a medida que la película avanza a través de un guión magníficamente orquestado para llevarnos poco a poco a su terreno. Nada en ella sobra, todas las escenas contienen esa información trascendente ofrecida en pequeñas y magníficas dosis que obligan a no perderse ni un segundo. La carga dramática, medida a la perfección y muy contenida, mantiene la tensión y consigue atmósferas repletas de intriga, al tiempo que nos muestra escenas crudas y frías de violencia sexual explicita para denunciar el infierno que actualmente viven miles de mujeres como Irena, sumidas en la esclavitud sexual. Con “Una Pura Formalidad”, visceralmente protagonizada por Gerard Depardieu y Roman Polanski, un kafkiano thriller ya había demostrado el buen sentido que tenía para las historias oscuras. Porque “La Desconocida” es sin duda una historia oscura, retorcida y un poco despiadada, aunque el espectador tarde un poco para darse cuenta de ello.

La diferencia inicial de esta película con la mayoría de las de su género, es que no se nos presenta como un thriller, de manera que la primera sorpresa viene por cuenta de los giros que empieza a dar el filme hacia situaciones más amenazantes, misteriosas y sorprendentes. Porque al principio Irena, parece una mujer humilde y vulnerable, otra extranjera buscando sólo ganarse la vida honradamente. Aunque su sigilo y su interés por una familia en particular, además de unos rápidos recuerdos al pasado, empiezan a alertar sobre la verdadera naturaleza de la historia. Como dejando migajas por el camino, Tornatore va llevando al espectador por ese sendero lleno de curvas en el que no se puede ver con mucha anticipación lo que viene y donde cada migaja, cada nueva información suministrada a su tiempo e inteligentemente, es un elemento más para contribuir a la intriga y expectativa del público. El principal recurso para esto son esos flashbacks que inicialmente sólo se presentan como cortos choques para la retina, pero que a medida que avanza la historia se van haciendo más amplios y, a su debido tiempo, le van contando al espectador sobre el dramático pasado de Irina siendo explotada como prostituta, más otras impensables vejaciones.

En relación con ese hábil suministro de información, que va en función, como en todo thriller, de la intriga y el suspenso, lo más interesante y mejor logrado del filme es la transformación del personaje. Pero no se trata de un cambio como el que ocurre en casi todas las películas, el que se opera por las cosas que le pasan en la historia al personaje, sino que se transforma es por ese ocultamiento y progresivo descubrimiento que hace el relato del pasado y las intenciones de Irena. De manera que estamos ante un producto aparentemente convencional, por ser de género, pero por tratarse de un director que conoce muy bien las emociones humanas, no se queda sólo en el crimen, el suspenso y la intriga propios del género, sino que pone en primer plano lo que le pasa y siente el personaje. Y es que, normalmente, el cine de género depende de sus personajes estereotipados, y aunque aquí el antagonista lo es totalmente, la protagonista está llena de matices y humanidad, su drama personal tiene tanta fuerza como las secuencias de acción y suspenso. Y siendo consecuente con esto, Tornatore es capaz de terminar su historia en uno de esos picos emotivos y ternuristas que lo caracterizan, haciendo de ésta una película definitivamente diferente, original y llena de fuerza dramática y narrativa.

“La Desconocida” es un filme sólido que se sustenta en un guión lúcido y magníficamente elaborado, desplegado con una fuerza poco usual que logra crear una atmósfera digna del mejor thriller europeo. Cuenta con muy buenas actuaciones, entre las que destacan, además de la protagonista (Ksenia Rappoport), la actuación de la niña (Clara Dossena), o la de Michele Plácido, que consigue poner los pelos de punta, e incluso Angela Molina en un papel secundario. La factura se completa con la excelente banda sonora a cargo del maestro Ennio Morricone; banda sonora a la altura de otras compuestas por él como “Cinema Paradiso” o “La leyenda del Pianista en el Océano”, aunque para este caso ha sabido imprimirle ese necesario toque más oscuro. Confieso que la vi con cierto escepticismo ya que es inevitable comparar después de una obra maestra como “Cinema Paradiso” haga tra igual; pero he de decir que, aún siendo una trama difícil de seguir y que requiere mucha atención, no sólo me llamo la atención, sino me impacto no puedo más que recomendarla porque se trata de una película excelente.

“Tornatore hace gala de su cine, teniéndonos en vilo con una trama de suspense emocional”

miércoles, 24 de marzo de 2010

Viaje a Darjeeling

Director: Wes Anderson
Año: 2007 País: EE.UU. Género: Comedia/Drama Puntaje: 08/10
Interpretes: Owen Wilson, Adrien Brody, Jason Schwartzman, Anjelica Huston, Bill Murray, Amara Karan, Camilla Rutherford y Natalie Portman

Francis (Owen Wilson), Peter (Adrien Brody) y Jack (Jason Schwartzman) son tres hermanos que se han ido distanciando con el paso del tiempo y ya ni siquiera se hablan. La muerte de su padre los reúne de nuevo y de ese reencuentro surge la necesidad de volver a estrechar sus lazos familiares. Es entonces cuando Francis, el mayor de los hermanos propone un viaje en tren por la India a modo de peregrinaje espiritual. El recorrido lo harán en el “Darjeeling Limited”, la línea ferroviaria que recorre el país de un extremo al otro. Ya en el tren, comienzan las peleas, las disputas verbales y hasta físicas y su comportamiento llega a tal extremo que son obligados a expulsados del tren. A partir de aquí, abandonados a sus propios recursos, comienza un nuevo viaje que no estaba en sus planes...Wes Anderson pertenece a esa rara estirpe de cineastas que se encargan de retratar el nuevo espíritu, y llevar hasta el extremo las modas de la gran pantalla. Una raza de cineastas que representan también el valor de la imagen, y de la propia imagen que se proyecta a su alrededor, el cuidado de las formas, la búsqueda de pequeños placeres y la renuncia a los ideales están en la raíz de esa vuelta a la experiencia vivida. De ahí que el resultado sea una apuesta por la estética, por lo aparente, por lo efímero, del momento. Parece que los autores posmodernos encuentran en el cine el refugio de la satisfacción y el hastío y esto lo podemos ver en esta cinta.

"Hotel Chevalier" es un corto de 12 minutos que dirigió Wes Anderson y que sirve de introducción a “Viaje a Darjeeling”, se centra en una ex pareja que se encuentra en un hotel de Paris para tener sexo. Filmada con una neutralidad cromática irresistiblemente bella no hace más que mostrar la frialdad del encuentro de los dos amantes. Títulos finales y el desconcierto ante lo que acabamos de ver, ¿es la película que empezó de atrás hacia delante o una ruptura narrativa por parte del director? Nada de esto, es simplemente un corto introductorio que servirá para hilar algunas puntas de lo que será el verdadero viaje que empezaremos a transitar. “Viaje a Darjeeling” fascina ya desde su impecable inicio. Si “Vida Acuática” comenzaba con un homenaje (o parodia) de los documentales de Cousteau que se repetía en algunos momentos del filme, el nuevo viaje de Wes Anderson entra con una estética completamente ajena a él, retro, dentro del anunciado homenaje al cine de Satyajit Ray. El estilo ajeno, el homenaje, pronto deja paso a la propia personalidad arrolladora del director, primero por la estética con la cámara lenta, los encuadres geométricos y los colores estruendosos del cartel que da título al tren y a la película; y segundo por lo imaginativo de la propuesta, Bill Murray, la estrella de su anterior filme inicia la película como si fuera el protagonista o, cuando menos, un personaje de peso, y al final de la introducción pierde el tren y con él la película entera, se llaman igual y es adelantado por uno de los nuevos protagonistas, Adrian Brody. Impecable. Sólo por eso ya valía la pena.

“Viaje a Darjeeling” en una road movie raro pero eficiente en donde tres hermanos estadounidenses con problemas de comunicación entre si emprenderán un viaje rumbo a la India, con el propósito no solo de visitar a su madre (Anjelica Houston) sino de limar algunas asperezas entre ellos, en una odisea entre contemplativa y espiritual pero con algunos inconvenientes que no harán más que profundizar las desavenencias entre estos personajes. Lo que hace atractiva a esta historia es, sobre todo, la gran elegancia y eficacia con que su director es capaz de convertirla en imágenes. Huyendo de los empalagos y peligros que en tantas ocasiones acecha tras el exotismo, el marco del tren y el mundo rural indio se convierten en el paisaje adecuado para que los personajes respiren, interactúen y, tras la aparente liviandad de la mayor parte de las cosas que les suceden, se muestre la evolución interna que experimentan, el cambio de la visión que unos tienen de otros y de su lugar en el mundo. Incluso, las licencias estilísticas marca del director están, en este caso, plenamente al servicio de lo que vemos en pantalla, como el caso del extraordinario plano secuencia en el que todos los personajes que hemos ido viendo a lo largo del metraje parecen compartir un metafórico tren cuyos departamentos reproducen los distintos escenarios que han ido desfilando ante nuestros ojos.

Está claro que las comparaciones son odiosas, y cuando uno se planta delante de un nuevo filme de Anderson, al menos cuando me planto yo, se espera lo mejor, y ciertamente, esta obra me parece que llega a los niveles de imaginación y humor de sus dos anteriores trabajos. Quizá por no perder esa condición coral que tan bien le sienta a su cine, donde cada personaje es simplemente brillante. A diferencia de sus otros filmes aquí hay unos cuantos que apenas aparecen y es básicamente en los tres protagonistas en quienes recae toda la responsabilidad. La verdad es que están estupendos los tres, Owen Wilson en su línea de personaje algo irritante y no demasiado avispado, Jason Schwartzman con su tono entre la indiferencia y el enojo interior, y un estupendo nuevo fichaje, el de Brody, que se adapta a la perfección al mundo marciano de Anderson. Quiero destacar el trabajo del revisor del tren y de Brendan, dos de los personajes más desternillantes de la película. Otro recurso utilizado por el director para denotar la frialdad hilarante entre el terceto es el uso del color azul, un color frío que se hace presente en la mayoría de las escenas claves del filme como símbolo de rotura en las relaciones; contraponiéndolo con el amarillo rabioso que simboliza la calidez y la pasión que se ve en el corto antecesor que tendrá mucho que ver con “Viaje a Darjeeling” aunque en un principio parezca lo contrario.

Es cierto que, como comentaba, para mí llega al nivel de humor de las dos anteriores, seguramente por tener esa estética marciana, algunos ejemplos son la espumadera para la serpiente, el tren perdido, el zapato robado, Brendan a quien supuestamente no se vería en todo el viaje, el recuerdo gracioso en el relato corto, salir del baño por separado, espiar en evidencia a través de un cristal… innumerables momentos desternillantes. En lo que sí está a la altura e incluso creo que por encima de las anteriores es a nivel estético. Wes Anderson decide darlo todo aprovechando el ya de por sí estilo colorista de la India. Sus planos se vuelven más implacablemente milimétricos, llenos de simetrías y equilibrios cada movimiento de la cámara nos lleva desde un encuadre fijo bellísimo a otro igual o mejor, y puede continuar regalándonos encuadres sin cortar el plano tanto como le apetezca. Es casi hasta insultante. El plano en el que Schwartzman vuelve a su vagón después de escuchar los mensajes, por citar uno de tantos, es simplemente orgásmico. Además de los derroches imaginativos como el los vagones que contienen diferentes escenas (un avión, un dormitorio… ¡un tigre!) esto solo puede ocurrir en el cine de Andersson y se lo agradecemos muchos, ya que nos propone otro cine.

Bienvenidos al género de la comedia dramática indie sin pretensiones, a ratos desternillante, a ratos excesiva, a ratos conmovedora, y siempre freak y colorista, recargada y entrañable. Circulando entre la sonrisa, la risa, la sorpresa, el absurdo y la ternura, Wes Anderson casi logra un equilibrio extraño marcado en ese itinerario incierto que es la vida misma de tres hermanos que vuelven a unirse tras una prolongada separación. Inundada de una estética profusa en ambientes extravagantes y atestados, paisajes, gentes y pedazos del transcurrir cotidiano plagado de incidentes, envuelta en una música de melodías hindúes y con ese aire a destartalada, y con el buen trabajo de los tres protagonistas que saben dar a sus personajes ese punto simpático de perdedores impenitentes, "Viaje a Darjeeling" se presenta como una comedia agradablemente modesta y personal que posee la rara cualidad de enseñarnos que aún quedan muchos caminos que una comedia puede explorar, y arriesgar para buscar un producto dotado de frescura y de cierta habilidad para transmitir algo más que simple entretenimiento. El director carga la trama constantemente con una ironía sutil y un humor negro pocas veces visto en el cine. La delicadeza de los diálogos crea un antagonismo con la elasticidad de las imágenes confirmando que Wes Anderson dejó de ser una promesa del cine actual para convertirse en un maestro en el uso de la mordaz perfección en el basto y decadente mundo de la comedia cinematográfica.

“Wes Anderson consigue una vez más una emotiva, accesible y brillante comedia”

lunes, 22 de marzo de 2010

Espartaco

Director: Stanley Kubrick
Año: 1960 País: EE.UU. Género: Épico Puntaje: 09/10
Interpretes: Kirk Douglas, Tony Curtis, Laurence Olivier, Peter Ustinov, Charles Laughton, Jean Simmons, John Gavin, Nina Foch, Herbert Lom y John Ireland

Narra la revuelta de un grupo de esclavos que llegarían a ser legión, liderados por el gladiador Espartaco (Kirk Douglas), contra el imperio romano. La sublevación de Espartaco de Tracia, convertido en esclavo y vendido como gladiador al entrenador Léntulo Batiato comienza cuando, tras semanas de entrenamiento para luchar en la arena, lidera una rebelión de los gladiadores. Mientras se mueven de una ciudad a otra su número aumenta, pues se le van uniendo nuevos esclavos liberados. Bajo su mando intentarán llegar al sur de Italia, donde tienen previsto embarcarse para volver a sus hogares. El maestro Kubrick se embarca en una de aventuras (por cierto, con el rodaje ya comenzado) y deja la impronta de su genio desplegando toda su capacidad visual, creando una épica historia a la que da un toque intelectual y comprometido no existente hasta la fecha en este tipo de producciones. Casi todos los diálogos son magistrales, el reparto es impresionante (Ustinov y Laughton deslumbran) y, para asegurarse el éxito comercial, el filme terminó por conquistar al público con aventuras al principio y sentimientos en una emocionante media hora final. Calidad y entretenimiento por igual, y a cotas máximas.

Después de rodar dos obras maestras como "Casta de Malditos" y "Senderos de Gloria", Stanley Kubrick fue requerido por Kirk Douglas, productor ejecutivo de la película y protagonista de la anteriormente citada "Senderos de Gloria", para reemplazar a Anthony Mann, un magnífico director, autor de las escenas que transcurren en el campamento de los gladiadores, que debido a las desavenencias con la estrella del filme tuvo que abandonar el rodaje. El joven Kubrick acudió presto a la llamada, y aunque no se trate de una obra totalmente personal, sí demuestra una capacidad narrativa que viaja más allá de la épica inherente al producto. Al tono épico aludido se le adhiere, en no pocas escenas, una acentuada entonación de naturaleza lírica y claro mensaje ideológico, desprendido del espléndido texto de un guionista perseguido por la Caza de Brujas, Dalton Trumbo, que basó su trabajo en la novela homónima de Howard Fast. La vida en libertad es el anhelo que persigue todo ser humano y este es el cimiento principal del filme, una libertad que puede ser coartada o protegida mediante las diversas formas organizativas de los estados, maneras contrarias de sistematización, puestas de manifiesto en los idearios políticos de los personajes encarnados por Charles Laughton y Laurence Olivier, excelentes en su interpretación.

La producción no escatima en gastos y los resultados en pantalla son grandiosos. El guión es magnífico, emancipado de los valores religiosos frente a otras grandes obras del género como “Ben-Hur” y el resto de películas épicas de los 50 y principios de los 60. Guión que cuenta además con la típica anécdota simbólica que le da un punto de legendario y que lo engrandece todavía más: todavía en tiempos de cruzada comunista, Kirk Douglas decidió finalmente colocar el nombre del creador del guión de Espartaco, Dalton Trumbo, un personaje vigilado de cerca por su tendencias políticas, en plena pantalla al principio de la película. Insisto en que el guión es de lujo y de un extraordinario rigor histórico (atención a los diálogos entre Julio-Cesar y Craso). Entrando a valorar la película en sí misma, decir que es el resultado de lo que hemos acabado de comentar. El filme es un espectáculo épico rodado en escenarios muy cuidados con paisajes que nos hacen pensar que la película fue rodada en la Italia de hace más de 2000 años. La propia ciudad de Roma, realizada en maqueta, es simplemente genial y nos da una sensación de realismo que el fenómeno de “ordenadoritis” actual todavía no ha logrado alcanzar (Gladiator).

La película reúne todos los requisitos que se le pueden pedir a una gran obra. Primero, un reparto de auténtico lujo para personificar unos personajes grandes, profundos, que crecen y se expanden a lo largo de la historia, y que están perfectamente interpretados hasta hacerlos totalmente creíbles, reales y humanos. Luego, un excelente guión con algunas inexactitudes históricas perfectamente perdonables como mejora de la historia cinematográfica, que presenta un lenguaje vistoso y florido para unos diálogos inteligentes, cuando no directamente brillantes. Por ejemplo, en la famosa escena censurada del baño, Kubrick nos muestra todo un alarde de seducción entre dos hombres en una época en la que no era habitual, ver en una película a un hombre tirándole flores a otro, aunque fuera de forma tan sutil, y mucho menos ¡en una película de romanos! Sin embargo, vista la escena hoy en día, os parecerá que la cosa no era para tanto, pero no olvidéis que la película es de 1960. También se nos ofrece una recreación de escenarios y lugares históricos que busca la autenticidad y el realismo pocas veces visto hasta ese momento y, si me apuran, tampoco después, incluso con la tecnología de hoy en día que, por supuesto, no existía en la época de la que hablamos. Las maquetas son tan buenas que parecen edificios reales. Una fotografía en color espléndida, con la que podemos contemplar unas bellísimas escenas del mar o algún que otro atardecer precioso, de quitar el hipo. Y es que “Espartaco” es uno de los clásicos con el color más bonito que podéis encontrar en una película.

Además, cuenta con un vestuario que reproduce fielmente el de la época y un maquillaje cuidado con auténtico esmero. Y tiene una muy cuidada planificación de escenas, sobre todo las tumultuosas, que no hay palabras para describirla. La batalla entre los esclavos y el ejército romano es... hay que verla. Resulta absolutamente apabullante y, cuando se nos muestran los cadáveres, al final de la batalla, es que parece un gran lienzo de los que podemos ver en los museos. A mí me parece una auténtica obra de arte. Y ahora que me he informado de los detalles y minuciosidad con que emprendía Kubrick estos planos, no me extraña, la verdad. Incluso las escenas de amor son bellísimas, sobre todo viniendo de alguien como Kubrick. Porque, intercalada en medio de la rebelión, se nos muestra una bonita historia de amor, construida a base de miradas y silencios. Me encanta la escena en la que Espartaco y Varinia se conocen (¡Yo no soy un animal!). La escena en el campo, revolcón incluido, me parece muy sensual y, a la vez, muy tierna, con una Jean Simmons bellísima. Y cuando Varinia le presenta a su hijo,... por dios, ahí siempre se me empañan los ojos. Vamos, que se nota a la legua que en la producción de “Espartaco” no escatimó el presupuesto y, afortunadamente, el resultado fue excelente, con un ritmo medido que alterna las escenas tranquilas con las de acción, aumentando sin prisas pero sin pausa, tanto la tensión como el desarrollo de la historia.

La legendaria historia del esclavo romano Espartaco sirve a Stanley Kubrick para realizar una de sus más personales obras maestras, a pesar de que el perfeccionista cineasta norteamericano en su momento repudiara el resultado. En contra de su propia creencia, "Espartaco" se convierte en un clásico del "peplum", el cine de romanos, y tiene la rara virtud de constituirse inmediatamente en un clásico y, sobre todo, de dignificar un género fácilmente etiquetado de cine para niños, lo que repetirá años más tarde con "2001: Odisea en el Espacio" y el género de ciencia-ficción. Este quinto largometraje de Kubrick revela ya un conocimiento de todos los resortes cinematográficos, pero también una profunda intimidad con los más hermosos ideales del ser humano: libertad, amor, amistad, solidaridad, heroísmo, entrega y liberalidad. La historia es magnífica y está sabiamente dirigida, mientras que el reparto de actores realiza un trabajo espectacular, encabezado por un Kirk Douglas en estado puro y sublime. Además los factores técnicos como la banda sonora, la fotografía, los decorados, el vestuario y todo lo que acompaña al argumento, le dan al conjunto un sello de película inolvidable. Por si fuera poco, el tema es de rabiosa actualidad y es que desgraciadamente, en nuestra sociedad la lucha por la libertad es algo que siempre nos acompaña y que no hemos sabido desterrar con el paso de los años.

"Admirable y emotiva"

sábado, 20 de marzo de 2010

Oliver Twist

Director: Roman Polanski
Año: 2005 País: Inglaterra Género: Drama Puntaje: 08/10
Interpretes: Ben Kingsley, Barney Clark, Jamie Foreman, Harry Eden, Leanne Rowe, Edward Hardwicke y Mark Strong

Oliver Twist, así como el resto de los chicos del orfanato, se están muriendo de hambre, y deciden jugarse quién de ellos pedirá más comida. Oliver es el elegido. En la cena de esa noche, después de su ración normal, Oliver se dirige al director del orfanato y le pide más comida. Tachado de ser problemático por el Sr. Bumble, el bedel y por el director, Oliver es ofrecido como aprendiz a cualquiera que lo quiera contratar. Tras ser condenado a limpiar chimeneas, Oliver se convierte en aprendiz del enterrador Sowerberry. Pero Oliver se pelea con uno de los chicos del enterrador, y decide escapar e irse a Londres. En las afueras de la ciudad, cansado y hambriento, Oliver conoce a Artful Dodger, quien le ofrece un lugar donde hospedarse en Londres. Lleno de inocencia, Oliver se ve inmerso en el mundo del hampa de Londres e, ignorando sus tareas reales, se encuentra en medio de una banda de chicos carteristas dirigida por el malvado Fagin. Decimoséptimo largo de Polanski, el director vuelca en el filme su experiencia de infancia, marcada por la pérdida de la madre, la reclusión del padre en Mathausen y su huida del gueto de Cracovia. Construye una historia dura y crítica, en la que la presencia del mal golpea la inocencia del niño. Sin sentimentalismos, opta por un relato frío e irónico, similar al de Dickens. El mal, obstinado y persistente, no conoce redención: sus salidas son la locura o la muerte. La presencia reiterada de la muerte evidencia que ésta es el mejor aliado del mal, al que alimenta y engrandece.

Cuando un director gana un Oscar obtiene también un privilegio temporal: la posibilidad de sacar adelante un proyecto que, si no fuera por dicho galardón, escasas serían las productoras que se atreverían a apostar por él. Gracias al éxito artístico y económico de "El Pianista", Roman Polanski ha podido permitirse el capricho de realizar una nueva adaptación de "Oliver Twist", una de las obras más conocidas del genial Charles Dickens. Semejante decisión se me antoja aventurada, porque, a fin de cuentas, ¿no han sido incontables las ocasiones en las que este reputado texto literario se ha transformado en imágenes, bien hubieran sido éstas rodadas para la pequeña pantalla o bien para ser proyectadas en una sala de cine? “Oliver Twist” es la novela de Charles Dickens que ha sido más veces editada también muchas veces llevada a la gran pantalla, quedan para el recuerdo la excelente adaptación de David Lean y la menos afortunada de Carol Reed y, si esto se puede aseverar, la más incontestable de su extensa obra. Sin embargo, siempre ha ido acompañada de cierta polémica al ser acusada, en muchas ocasiones, de ser una obra de carácter antisemita. Él, que en sus novelas acostumbraba a denunciar los abusos y la miseria social de su tiempo, tuvo que defenderse e, incluso, enmendarse en trabajos posteriores de tales acusaciones. De hecho, “Oliver Twist” es una obra prohibida aún en diferentes instituciones de los Estados Unidos debido, precisamente, a esa supuesta condición antisemita que para algunos desprende su lectura.

Pues bien, el director de “El Bebé de Rosemary” (1968) cumple su propósito desde el rigor, sin intención alguna de desvirtuar el libro que tiene en las manos, llevándose el texto a su terreno pero sin ponerse por encima de él o robarle ápice de su autenticidad. Polanski nos cuenta la historia de Oliver con el mismo respeto y la misma pausa con la que debió pasar las páginas del libro al leerlo por primera vez (y debería haber condensado más el contenido de algunas de ellas). Con el guión de Ronald Harwood también firmante del texto de su anterior “El Pianista” (2002) como base, el cineasta narra las adversidades del niño de forma lineal, se detiene en el detalle y, sobre todo, se esfuerza por mostrar todas las caras del protagonista. Con el respaldo de la excelente creación de Barney Clark, un actor inglés de 12 años sin apenas experiencia previa (una película independiente y una teleserie), Polanski cincela con esmero al niño y convierte cada uno de sus gestos en la mayor expresión de un sentimiento. Véase, por ejemplo, el rostro del crío cuando le ofende la injusticia, le ciega la ira o le mata el hambre. Esta vez, el rigor es la opción del cineasta. Y es respetable. Pero, en su decisión de ser escrupuloso y cuidadoso, tendría que haber calibrado un par de cosas. La primera, la duración de ciertas secuencias, demasiado dilatadas para lo que tienen que contar; algo que provoca que el relato avance con ritmo cansino en determinados pasajes. La segunda, la excesiva lisura de algunas secuencias, excesivamente académicas y sin ribetes.

No obstante, el director equilibra esas flaquezas ocasionales con varios logros. Y el principal es su decisión de no suavizar los fragmentos más duros del clásico de Dickens. Consciente de que no tiene ningún sentido diluir la crudeza de un libro en el que se habla de las cosas más feas miseria, hambre, maltrato, delincuencia, corrupción-, el cineasta da a la película un acertado barniz de oscuridad. Tan sólo rompen esa ausencia de luz algunas imágenes aisladas (como el rayado amanecer) que corresponden a los puntos de fuga del relato, a esos instantes aislados en los que aflora la belleza relacionada con la inocencia del protagonista. El resto son tinieblas. Polanski no se anda con rodeos al visualizar las desgracias que viven Oliver y algunos de los niños que se cruzan en su camino, entre ellos la bella Nancy (una espléndida Leanne Rowe, también de currículum reducido). Ojo, esto no quiere decir que el director haya cargado las tintas al recrear la tragedia de los personajes: "Oliver Twist" puede llegar a ser muy fosca y cruda, casi asfixiante, pero jamás resulta escabrosa. Polanski no busca la tenebrosidad en el escándalo. La encuentra en las reacciones en seco, los gestos cortantes para lo que cuenta con el apoyo de un grupo de actores capaces de esquivar la caricatura a la hora de afrontar personajes basados en el exceso y la atmósfera ensombrecida. La clave de esto último está en parte en un extraordinario diseño de producción, lejos del cartón piedra y extrañamente verista, y en la fotografía del polaco Pawel Edelman, también operador de cámara de “El Pianista”, quien confiere al filme el aire de opresión y aflicción que requiere.

Otro de los puntos fuertes del filme de Polanski es que esa oscuridad no fulmina ni las cosas bellas de la historia la inocencia, la idea de camaradería, el espíritu de ayuda ni el humor que se cuela en sus fragmentos más picarescos. El diálogo matizado y las escenas de doble cara (como las ambientadas en casa del viejo Fagin), hermosas pese a tener una trastero trágico, permiten al director capturar todas las caras de una historia en la que pasan tantas cosas terribles como mágicas. Finalmente, cabe mencionar al reparto, sobre todo a un estupendo Ben Kingsley, quien casi consigue estar al nivel de Alec Guin-ness dando vida a Fagin. Da gusto verle en un papel a la altura de sus cualidades interpretativas tras observar cómo de vez en cuando malgasta su talento en productos de dudosa calidad ("El Sonido del Trueno", "Sospechoso Cero", "Thunderbirds"). Los actores secundarios están muy bien elegidos, siendo sus rostros y ademanes muy propios de cualquier producción de época. Polanski realiza una adaptación que se podría tildar de convencional, pero no por ello desacertada. Si algunos detalles de la obra desaparecen aquí, no se puede decir, sin embargo, que el espíritu de Dickens embriaga la pantalla, en una ambientación espectacularmente acertada del gótico Londres de la época. Visualmente poderosísima, la elección de actores es igualmente magnífica, con un Barney Clark que salva el papel de Oliver sin concesiones. En el caso de Hagin y su banda se puede ver la doble cara de los personajes, lugar donde se aleja de otras adaptaciones: aquí ni los malos son tan malos, su inequívoca maldad tiene un motivo y un trasfondo más positivo. Polanski acarrea los males del libro de Dickens (su mensaje demasiado obvio, tal vez, fruto de una historia para niños) pero también las indudables virtudes que han hecho de este una obra universal.

Una narración magnífica que mejora a cada instante; una oscuridad estupendamente aprovechada por un creador de ambientes como es este director; un Fagin tan ambiguo y entrañable; una música tan adecuada como sólo Portman podría componer; una historia tan profunda como sólo Dickens podría escribir. Eso es esta película para mí. ¿Que tiene fallos? Yo sólo veo el de unos primeros minutos demasiado pausados y fríos. Algunas comparaciones "odiosas" que me apetece hacer entre Polanski, otros directores y la novela original: Este Fagin ofrece una dualidad nueva que reúne los rasgos malvados de siempre y una faceta más enternecedora que tiene su culmen en la escena del calabozo / La Nancy de Polanski es la que más me ha conmovido de todas las adaptaciones cinematográficas que he visto. Su encariñamiento con Oliver es el que más fácilmente me creo / Su narración es muy fluida y absorbente, aunque de un magnetismo progresivo cuyo nivel comienza más bajo que el de Lean, por ejemplo. Quizás sea eso lo que hizo que mucha gente se desentendiera al principio y no supiera apreciar posteriormente lo bueno que ofrece / Polanski se olvida de Monks, el hermanastro de Oliver. Tal y como está adaptado todo, otorgando tantísimo protagonismo a Fagin y superándose las dos horas de metraje, la verdad es que la presencia de Monks sólo podría haber perjudicado. Me parece mejor esto que una fugaz y confusa aparición, como sucede en muchas de las otras películas. Una esplendida adaptación.

"Espléndida y conmovedora adaptación, toca el corazón y la conciencia”

jueves, 18 de marzo de 2010

Léolo

Director: Jean-Claude Lauzon
Año: 1992 País: Canadá Género: Drama/Fantástico Puntaje: 10/10
Interpretes: Maxime Collin, Gilbert Sicotte, Ginette Reno, Julien Guiomar, Giuditta del Vecchio, Denys Arcand y Pierre Bourgault

He preparado este post con tanta dedicación, ya que se trata de mi película favorita. Léolo (Maxime Collin) es un niño que vive en un humilde barrio de Montréal, atrapado en una cruda existencia. Cada noche intenta escapar de ella entregándose a sus desordenados recuerdos, sueños y desbordante imaginación. Vive obsesionado por una vecina, Bianca, una bella joven italiana y la realidad se interpone a menudo en su mundo onírico, principalmente debido a su estrambótica familia. Su padre está obsesionado por la salud intestinal de todos en la casa, su hermano es un físicoculturista que vive preso del miedo, y además tiene dos hermanas que padecen trastornos mentales, un abuelo a quien nadie presta demasiada atención y una madre enorme que domina el microcosmos familiar. Todo esto puede hacer pensar que nos encontramos ante un precedente de “Amelie”, ya que vemos el mundo como lo ve su protagonista. Pero dejando esto de lado, una década antes de que la Poulain buscase su fabuloso destino, “Léolo” hizo esto pero añadió también una forma mucho más trágica, divertida y escatológica de ver la materia de la que están hechos los sueños, por que son los de alguien que se sabe destinado a perderlos. Una experiencia de la locura. Lo que alberga “Léolo” en su psicótico corazón es un análisis, trasladado a las estructura del propio filme, de la demencia de un muchacho que trata de huir de una enfermedad, de luchar contra ella, a la que parece irremisiblemente destinado, como el resto de los miembros de su familia. El filme es un retrato de la locura realizado desde la subjetividad, narrado en primera persona a través de las cartas que para el niño suponían el único refugio para la enfermedad.

El 10 de agosto de 1997 una avioneta se estrelló en los bosques del norte de Québec. Sus dos únicos tripulantes, una joven pareja, murieron en el accidente. Ella era modelo y conductora de un programa de televisión, se llamaba Marie Soleil Tougas. Él se llamaba Jean Claude Lauzon y era director de cine, su filmografía era breve, apenas 2 películas, “Un Zoo Le Nuit” (1987) y “Léolo” (1992). Y aunque ésta última es una de las películas más bellas filmadas, es muy probable que el nombre del director no te sea familiar. De hecho, no sería de extrañarse que tampoco hubieras visto la película. No existe edición en DVD, la versión VHS es joya de coleccionistas. Ni siquiera existe el soundtrack, a pesar de ser uno de los más atractivos que me vienen a la memoria (Tom Waits y Lorena Mckenitt). Es como si las circunstancias hicieran un esfuerzo para sepultar a “Léolo” en el olvido. Un esfuerzo inútil por cierto, ya que la película goza de una amplia y fiel audiencia que la hace circular en copias pirata, muchas veces grabada de la televisión; se han escrito ensayos e incluso libros sobre la película; se le ha analizado desde el psicoanálisis y desde la sociología; el impacto de su discurso narrativo y cinematográfico ha derribado las fronteras que le ha impuesto la falta de difusión. De hecho, por primera vez en mucho tiempo puedo utilizar el término “de culto” sin sentir que estoy usando una palabra vacía. La carrera truncada de Lauzon habría sobrepasado a gente tan admirada como Lars Von Trier, por poner un ejemplo de alguien capaz de haber creado un estilo propio (con todas las limitaciones y campañas de marketing que el "Dogma" lleva consigo). Jean-Claude Lauzon rodó "Léolo" y el Destino debió pensar lo que Leonardo da Vinci le dijo a Miguel Angel después de ver su Rafael: Después de esto, sólo te espera el declive. Y el Destino no tuvo ningún reparo en servirse de esa avioneta para cortar la carrera de Lauzon y dejarnos a todos los que consideramos "Léolo" una obra maestra esperando una continuación que jamás llegará.

“Léolo”, es una película extraordinaria. Es apasionada y apasionante, salta de una imagen poderosa a otra y otra, sin dar tregua al espectador, pasando del lirismo al desenfado, de lo escabroso a lo romántico, de lo brutalmente concreto a la ensoñación onírica. La pantalla arroja las vísceras de Jean Claude Lauzon, en la visión tan íntima y barroca que ofrece de la infancia, e incluso en el nombre y el fervor por la escritura, similares a los suyos, de su protagonista. No extraña que formara parte de la encuesta internacional de la revista “Sight and Sound” sobre las 75 joyas escondidas del cine. Léolo es bellamente caótica, desordenada, dotada de tantos registros mezclados y superpuestos, que abarcan influencias de Jean Vigo y del Truffaut de “Los Cuatrocientos Golpes”, en la complicidad con el niño, solo contra el contexto hostil, y a la vez elevar al paroxismo ciertos elementos de “Delicatessen” (1991), primer largo de Marc Caro y Jean Pierre Jeunet, contemporáneos de Lauzon. Ellos comparten el apego por la atmósfera recargada, donde el énfasis en los cuerpos voluptuosos, casi desfigurados, potencian las grotescas situaciones que experimentan sus criaturas. Pero a diferencia de “Delicatessen”, que recuerdo como un hábil divertimento, esos rasgos, sin perder el toque de humor negro, aparecen en “Léolo” convertidos en factores dramáticos densamente procesados. "Léolo" no deja de resistirse. Podría empezarse diciendo que es una película intensa en la que no hay tiempos muertos. Hay en su estructura una tensión continua que parece reflejar cierta urgencia por parte de Jean-Claude Lauzon. Frente a la gran cantidad de directores que hacen una película pensando que si no sale bien, vendrá una segunda oportunidad, Jean Claude parecía dirigir como si todos los recursos que se le ofrecían no fueran a volver a estar a su disposición nunca más. El ahora o nunca.

Analizar las razones que mantienen vigentes a la película y a su creador sería muy complicado. Hablar de la película en sí lo es, no sólo porque para mí es una película cicatriz, muy ligada a mi historia personal, sino porque se trata de un discurso que admite múltiples lecturas, todas ellas complejas, todas ricas y hermosas. Es como si Lauzon hubiera sabido que se trataba de su última obra y por ello mismo la filmara con toda la intensidad que le fue posible. No hay desperdicio. Cada uno de los elementos, fotografía, música, diálogos, estructura narrativa, todos fueron elaborados con minuciosidad pasmosa, siguiendo la lógica de los sueños y la poesía. Imposible olvidar a ese niño que desde pequeño decide huir de la locura y la miseria familiar siendo Otro, reinventándose (Los que no creen más que en su propia verdad me llaman Leo Lozeau..., A partir de este sueño, exijo que se me llame Leolo Lozonne...); encontrando en el acto de escribir la libertad, la evidencia de que hay más vida de la que se puede abarcar. (...Bastaba con que me pusiera a leer o escribir para que Bianca viniera a cantar para mí. El domador tenía razón había un secreto en las palabras engarzadas...) En este sentido, “Léolo” es una película sobre la redención que implica la escritura, y sobre el fracaso de tal redención. Leólo no escribe para ser “escritor”, no ve en esa actividad un merito intelectual, no le interesa renovar la literatura ni integrarse a canon alguno; se trata de un acto vital que le permite abrir puertas hacia ese mundo soñado que es Sicilia y al cual pertenece. Y su gran talento lo consigue. El mundo se presenta de tal forma que sólo cabe reaccionar ante él. Nada de teorías. Desde el arranque comienza la película a golpear para derribar todas las posibles barreras que el espectador pueda crear. Nada de momentos de tregua, de guiños fáciles, de caminos trillados. Lauzon quita todas las señales e impide cualquier forma de orientación. Todo está creado para que no veas a Léolo, sino para que seas parte de él.

Las relaciones de amor odio con su familia, hace que Léolo los mire como culpables involuntarios de su tragedia, de su existencia a un nivel genético, su cambio de nombre a uno fonéticamente italianizado, que refleja la articulación de la realidad del niño a través del lenguaje, y su voluntad de huir con su vecina a Sicilia, donde cree que fue concebido por un tomate (sic), son síntomas de los traumas derivados del subconsciente de la mente de Leo (que es la de su director Lauzon, que confiesa haber confeccionado el guión a partir de elementos que nada tienen que ver), en una suerte de escritura automática de Breton y los surrealistas, y que dibuja el trágico retrato de la mente del director a través del niño. Nótese a este respecto la similitud entre los apellidos de ambos, director y personaje…No hay que ignorar el carácter autobiográfico del filme, Lauzon vivió su infancia en el ghetto francocanadiense, y perteneció a una familia que (al igual que la de Léolo) vio a todos sus miembros, salvo la madre, internados en el hospital psiquiátrico. El encuentro con “El domador de versos” también pertenece a la historia biográfica de Lauzon. El domador de versos, ese hombre afable y enigmático que aparece a lo largo del filme, hurgando entre la basura en busca de cartas y hojas de diario, de fotografías y apuntes sueltos, no sólo es quien introduce en casa de los Lozeau el primer libro que Léolo ha de leer ("L´avalée des avalés" de Rejean Ducharme), sino que también se convierte en una especie de ángel guardián que más que cuidar del niño camina a su lado. "...El domador cree que las imágenes y las palabras deben mezclarse en las cenizas de los versos, para renacer en la imaginación de los hombres..." Lauzon tuvo su domador, un importante director de cine canadiense que se convirtió en el tutor de aquel muchacho rebelde al que le bastaron 2 películas para pertenecer a ese impactante grupo de cineastas que ha ofrecido Canadá en las últimas décadas (Cronenberg, Arcand, que tiene un breve papel como director de la escuela de” Léolo”, Egoyan). Sin embargo Lauzon juega en otra liga, imposible relacionarle con las fábulas escatológicas de Cronenberg, o con el discurso intelectual de Arcand y Egoyan. Lauzon es poesía callejera, exorcismo.

La película avanza hasta presentar uno de los finales más demoledores del cine. ¿Iba Lauzon a permitir que su historia terminara de una forma plana? Como todos los buenos finales, este es definitivo para la historia pero abierto para la interpretación. ¿Qué significa ese Léolo en la bañera, cubierto de cubos de hielo? Ahí es donde el espectador tiene que empezar a trabajar su propia interpretación. Porque sueño no lo estoy. Se repite Léolo a lo largo de la película, negando así su realidad inmediata. Pero esta huída no sólo le alejará de su familia y su identidad sino que le llevará a un camino que se estrecha y oscurece tanto que ni el mismo domador de versos podrá sacarlo de ahí. Italia se desvanece, junto con Bianca, junto con la esperanza que Léolo sembraba en sus escritos, junto con los sueños que le salvaban de ser y estar. "Porque sueño no lo estoy. Porque sueño, sueño. Porque me abandono por las noches a mis sueños antes de que me deje el día. Porque no amo. Porque me asusta amar. Ya no sueño. Ya no sueño. A ti la dama, la audaz melancolía, que con grito solitario hiendes mis carnes ofreciéndolas al tedio. Tú que atormentas mis noches cuando no sé qué camino de mi vida tomar... te he pagado cien veces mi deuda. De las brasas del ensueño sólo me quedan las cenizas de la mentira, que tú misma, me habías obligado a oír. Y la blanca plenitud, no era como el viejo interludio y sí, una morena de finos tobillos que me clavó la pena de un pecho punzante en el que creí, y que no me dejó más que el remordimiento de haber visto nacer la luz sobre mi soledad". Poco importa. Esta película que se merece un diez. Sin duda. Una referencia a la que acudir una y otra vez. Una película que siempre dejará corto cualquier análisis. Una película que hay que ver.

"Una de las voces narrativas más cautivadoras que se hayan oido. Extraña, tierna, mágica, escatológica y durísima historia de un niño"

martes, 16 de marzo de 2010

La Venganza del Muerto

Director: Clint Eastwood
Año: 1973 País: EE.UU. Género: Western Puntaje: 08/10
Interpretes: Clint Eastwood, Verna Bloom, Marianna Hill, Mitchell Ryan, Stefan Gierasch, Geoffrey Lewis y Billy Curtis

En un tiempo en el oeste un Forastero (Clint Eastwood) pasa a caballo ante la tumba de un antiguo Sheriff, Jim Duncan, en la ciudad fronteriza de Lago, en el Sudoeste de Estados Unidos. Los propietarios de la compañía minera de Lago, Dave Drake (Mitchell Ryan) y Morgan Allen (Jack Ging) obtienen el apoyo de los vecinos de la pequeña ciudad para contratar al Forastero para proteger a la comunidad contra tres pistoleros, cuya llegada se hace inminente al haber sido liberados tras cumplir condena por acusaciones falsas de la compañía minera Drake-Allen. El Forastero acepta el contrato a condición de llevarlo a cabo a su manera y, entre otras cosas, pide que pinten el pueblo entero de color rojo y que le cambien el nombre y pasa a llamarse "Infierno". “La Venganza del Muerto” supone el primer western que Clint Eastwood dirigió en su carrera. Resulta sorprendente, que estando su nombre relacionado al género por motivos más que obvios, el actor sólo dirigiese cuatro westerns a los largo de su obra. Ya sé que Eastwood es incombustible y no para de trabajar (para alegría de muchos de nosotros), pero tal y cómo ha enfocado su trayectoria, dudo mucho que le dé por volver a filmar otro western. Se puede soñar con ello, pero reconozcamos que con “Los Imperdonables” culminó todo lo que podía ofrecerle al género.

Tras dirigir su primer largometraje, “Escalofrío en la Noche”, Clint Eastwood volvía a enfundarse un revólver para rodar la historia de un pistolero con sed de venganza. La influencia de Leone todavía era muy patente, y el personaje de Eastwood apenas guardaba diferencias con “El hombre sin Nombre” que había popularizado en la llamada Trilogía del Dólar. El poncho había quedado atrás, pero el enigma y la sonrisa sardónica seguían allí. Con todo, el desconocido de Eastwood ya muestra signos de lo que serán los posteriores pistoleros del actor y director. Si con Leone el pistolero era un héroe tan sucio como sus enemigos y que trabaja en su propio beneficio, en “La Venganza del Muerto” el extraño que llega a la ciudad oculta sus motivos, aunque éstos resultarán ser de lo más personales. El viejo desconocido de Leone aparece sobretodo en la primera media hora del filme; ahí le tenemos observando ataúdes y enfrentándose a tres guardianes, o “seduciendo” a dos damas del pueblo: la mujerzuela que trata de ser señora y la mujer de conciencia atrapada en un lugar miserable. Conforme avanza la cinta el pistolero de corte pícaro va dejando paso al hombre oscuro, al ángel vengador. Se lo propusiera o no, Eastwood estaba llevando un paso más allá al Armónica de “Érase una vez en América”.

Pero no sólo podemos ver en el filme el pasado del californiano. En un apunte de lo que podríamos ver años más tarde en la magnifica “Los Imperdonables”, el director enfrenta a su pistolero con el pasado en mitad de las llamas bajo un cielo nocturno. “La Venganza del Muerto” no trata sólo de bandidos y venganzas. Tan interesante como el duelo final o más si cabe es el duelo que mantiene el forastero con toda la pequeña ciudad. Habiendo dejado indefensa a la ciudad ante Stacey y sus hombres, el pistolero se sabe poderoso. Y es entonces cuando Eastwood nos lleva de la mano a un paseo por un pueblo que se dice temeroso de Dios, pero que tras sus ventanas y sus puertas sólo guardan codicia e hipocresía. En sus cajones, en sus billeteras, en sus negocios, esconden la culpa, la carga de un muerto. Un sonido viene a ellos en sus sueños…Del horizonte distorsionado por el calor aparece a caballo el forastero, cabalgando en pos del desquite final. Un inquietante sonido acompaña esa fantasmagórica visión hasta que el jinete se hace visible. Es entonces cuando la banda sonora comienza a dejar caer sus notas mientras el pistolero cabalga hacia el pueblo de Lago. Ante la atónita mirada de sus paisanos el forastero cabalga imperturbable por la calle principal. Su aparente sangre fría sólo se rompe (así como la música) cuando escucha el restallido de un látigo. Un sonido que en la ciudad guarda un amargo recuerdo.

“La Venganza del Muerto” Trata un duelo con pistolas y retrata una sociedad corrupta que se mueve sólo por sus intereses económicos, y cuya prosperidad está manchada de sangre (¿se refiere Eastwood a alguna sociedad en particular? Que cada cual saque sus conclusiones). El forastero no olvida esto último, y se encargará de ello a su debido tiempo. Si la relación del pistolero con los habitantes de Lago es de puro desprecio, dos personajes resultan cruciales y provocan algunas desconcertantes actitudes del Hombre sin Nombre. Son las dos figuras que tal vez podrían tener justificación para salvarse de la quema, pero a quién en determinados momentos el forastero no dudará en hacérselo pasar mal. El primero es Mordecai, un enano que vislumbra bien pronto la importancia de ese extranjero, poniéndose a su servicio. Tras su interesada actitud hay sin embargo cierto aprecio por el rápido tirador silencioso, lo que éste recompensará nombrando a su pequeño amigo alcalde y sheriff de la ciudad. Cuando Mordecai le pregunte quién dará la orden de fuego ante la llegada de los villanos, el extranjero responde: “Tú lo harás”. ¿Una sutil broma del pistolero? El segundo personaje es Sarah, la mujer del hotelero, la única persona en el pueblo que trató de ayudar al viejo sheriff. Pero se acabó doblegando a la voluntad de su marido, con lo que el nuevo amo de la ciudad no le perdonará el pasar por su cama.

La venganza, la justicia y sobre todo, la cobardía de los hombres, son los temas centrales de ésta a ratos fascinante película, y que se repetirán en los tres westerns restantes de Eastwood, uniéndolos temáticamente hasta el punto de que pueden considerarse películas complementarias entre sí. Pero “La Venganza del Muerto” es la más desequilibrada de todas. La influencia de Leone es considerable, y afecta al filme, sobre todo con la utilización del zoom, que llega a ser verdaderamente inequilibrante. Por otro lado los habitantes del pueblo están cortados todos por el mismo patrón, son todos unos cobardes, el único matiz que veremos en ellos, además de una misoginia por parte del autor totalmente innecesario. La humillación de una mujer cuando es violada empareja los actos del extranjero con sus deseos de venganza hacia el pueblo; pero no tiene la misma intensidad cuando se trata de un personaje masculino, o necesita justificarlo (los tres hombres que Eastwood elimina en una barbería y que han ido a echarle del pueblo). También se hace todo un poco repetitivo mientras se espera por el clímax, éste sí muy conseguido, con todo un pueblo pintado de rojo, y ardiendo para exculpar sus pecados. Pero a pesar de esas fallas, este filme es un gran western.

Eastwood no pretende plagiar nada. En el western, el género cinematográfico por excelencia, estaba ya todo inventado. Siempre habría un hotel con salón en la planta baja, peleas de bar, pistoleros, furcias, palabrotas, cobardes, indios, venganzas, traiciones, una cárcel, un sheriff, etc... El genial director simplemente cogía lo que le interesaba y lo rodaba a su manera. Tres años más tarde rodaría el mejor western de la Historia del Cine. Nueve años más tarde, más maduro en ejecución e interpretación, nos regalaría "El Jinete Palido" para llegar a su obra crepuscular "Los Imperdonables". Estos cuatro films rodados en veinte años son una especie de Guerra de las Galaxias del Oeste con Eastwood como referencia única. Nadie ha sabido llevar mejor el viejo género a las pantallas de un cine en los últimos treinta años.“La Venganza del Muerto” fue un éxito de taquilla (Eastwood era uno de los diez actores más taquilleros por aquel entonces), aunque fue recibida con palos por la mayor parte de la crítica. Incluso John Wayne le envió una carta a Eastwood manifestando su desaprobación con la película, y diciéndole que se estaba cargando la tradición del Viejo Oeste Americano, lo cual truncó el deseo de Eastwood de rodar un western con Wayne (algo que hubiera sido literalmente la apoteósico). Tres años después Clint Eastwood dirigiría su segundo western titulado “El Fuera de la Ley”, de la cual hablaremos en el próximo post del especial que estamos haciendo a este gran director. En resumidas cuentas “La Venganza del Muerto” es un filme imprescindible para entender la evolución de Clint Eastwood tanto como cineasta como autor de westerns.

“Un gran western realizado por un gran director”