miércoles, 9 de febrero de 2011

Historias de Nueva York

Directores: Martin Scorsese, Francis Ford Coppola y Woody Allen
Año: 1989 País: EE.UU. Género: Comedia Dramática Puntaje: 08/10
Interpretes: Nick Nolte, Rosanna Arquette, Steve Buscemi, Patrick O'Neal, Deborah Harry, Talia Shire, Heather McComb, Giancarlo Giannini, Carole Bouquet, Woody Allen, Mia Farrow, Julie Kavner y Mae Questel


Película dividida en tres partes que homenajea a la ciudad de Nueva York. Pero lo mejor es quién dirige cada parte, la primera el gran Martin Scorsese, la segunda Francis Ford Coppola (por no decir Sofia Coppola) y la tercera Woody Allen. Si ves este filme, si te saltas la parte de Coppola no pasa nada porque es una autentica verguenza que este director, capaz de hacer grandes cosas, nos haga una pésima cinta. En cuanto a los otros dos, Scorsese soberbio, la mejor de las tres consiguiendo un trabajo más que notable y Woody Allen, simplemente, gracioso cómo suele ser en él pero sin pasarse. Según parece, la gestación de esta película se debió a un proyecto de Woody Allen, que tenía material para hacer un mediometraje pero no le daba para alargarlo. Consultó con sus productores habituales por aquella época y estos se pusieron a buscar a otros directores a los que les pasara lo mismo y quisieran unirse a un proyecto de tres historias de unos 40 minutos cada una. Encontró nada menos que a Martin Scorsese y a Francis Ford Copola. El riesgo de participar en una película de episodios es que el resultado final se va a comparar con las acompañantes, hecho que no ocurriría en una obra independiente. Asumido este riesgo, tres de los mejores directores norteamericanos vivos esbozan sus particulares creaciones teniendo como fondo la más que reconocible y entrañable ciudad de los rascacielos.


Lecciones de Vida (Martin Scorsese).- Pocas veces en la historia del cine se ha retratado el mundo del artista como en este mediometraje de Martin Scorsese. La imperiosa necesidad de expresarse, la pasión arrebatada con que se puede coger un pincel y machacarlo contra el lienzo, la necesidad de escapar del mundo que le rodea refugiándose en una paleta de colores, el aislamiento que impone la creación artística. La vida de un pintor (magnífico Nick Nolte) está condicionada por su necesidad creativa. Por encima de su relación con los demás y consigo mismo, está ese deseo de expresarse que gobierna su vida, convirtiendo la de los demás en un infierno. Varios matrimonios fracasados y ahora una novia (Rosanna Arquette ), que además funge como su alumna, aprendiz y esclava a la que vampiriza y que está harta de él, son su bagaje sentimental. Ella sigue con él sólo porque no tiene a donde ir, y porque muy a su pesar ama su talento arrebatador. Pero no está dispuesta a caer de nuevo, y le tortura, y él pica porque es como un niño que necesita afecto, el cariño de una mujer y el del público que le den seguridad y confianza. No para de mentirla, dándola falsas esperanzas, intentando hacerla creer que su talento es mayor para que así siga a su lado, incapaz de sincerar su corazón, de ser generoso y ayudarla a abandonar algo que la supera.


Pero al final ella se da cuenta de que él no va a cambiar, de que sólo la quiere por egoísmo, y se marcha a buscar una nueva vida que tal vez la resulte más provechosa. Él no tardará en encontrar una sustituta, otra joven deslumbrada por el talento y la oportunidad de aprender del genio, otra futura desilusionada y un paso más hacia la soledad. La película está narrada desde la perspectiva de quien comprende y ama al artista, pero no puede obviar su mezquindad. Hay pasión en la puesta en escena, en ese montaje veloz al ritmo de las pinceladas frenéticas, de esas grúas que envuelven el estudio de trabajo, de esas miradas implorantes, tristes, angustiadas ante esos colores huidizos que jamás se parecen a los que crea la mente, ante la dureza que transmite la mirada de una mujer dolida. La antológica banda sonora, al ritmo orgánico de “Witer sade of pale” o “Conquistador” de Procol Harum, contundente de “Like a rolling stone” de Dylan, o emotivo e hipnótico del aria “Nesum dorma” de Puccini, ayuda a transmitir la intensidad del impulso creador, la fuerza que genera la incomprensión. Contribuye a ello la cálida fotografía del gran Néstor Almendros, que convierte a cada cuadro del pintor en un gozo para la vista, cada interior en nuestro hogar soñado, cada calle en el paraíso terrenal.


La Vida sin Zoe (Francis Ford Coppola).- Con un guión del propio pobre y limitado del propio Francis y de su hija Sofía, este episodio navega en la más fútil intrascendencia. Donde el requisito más valioso es ver cómo una niña intenta unir las vidas de sus padres que por diversas razones se hallan distanciados. Pero sin demasiada consistencia, rápidamente la historia aburre porque en primer lugar resulta incomprensible por momentos, y además no llega a transmitir casi nada desde los conceptos mismos. Todo queda muy plano, los personajes son chatos, y el respectivo desarrollo de los mismos no motiva ni entusiasman para nada al espectador que mira totalmente ajeno a las circunstancias que se relatan. Si puedes saltea este episodio de cuarenta minutos, ya que resulta llamativamente insoportable. Tedioso que provoca apatía. Es el segmento más tedioso, infantil, aburrido. Música insoportable y papeles malos de los actores. Intenta ser graciosa sin conseguirlo, se nota la mano de Sofia más que la de Francis Ford Coppola. Un berro aburrimiento en la que ni Giancarlo Giannini ni Talia Shire están bien. Baja y mucho el nivel del conjunto. Para lo que la vieron: ¿Alguien lo ha entendido? Es decir... ¿Por qué se incluyó ese mediometraje? ¿A cuentas de qué? ¿Qué sentido tiene? ¿Qué aporta? ¿Qué quiere decir? ¿Qué, qué, qué...? ¿Sería el mismo Francis capaz de explicarlo?. Es ridículo. Nefasto.


Destrozando a Edipo (Woody Allen).- Un mago hace desaparecer a la dominante madre de un abogado (Woody Allen), pero la mujer reaparece en el cielo de Manhattan para seguir entrometiéndose públicamente en la vida de su hijo. Gamberrada del director, con momentos realmente muy graciosos. En general, es divertida, y no aburre en los más o menos 35 minutos que dura. Woody Allen vuelve a demostrar que es un genio escribiendo chistes y que luego a la hora de plasmarlos en pantalla lo hace igual de bien que cuando los escribe. La música es el jazz que tanto le gusta a Allen, y los actores todos hacen muy bien su papel, tanto Allen cómo Mia Farrow y especialmente Mae Queslec, actriz que hace de madre de Woody. Como curiosidad decir que sale Kirsten Dunst como una de las hijas de Mia Farrow. Woody Allen nos descubre en “Destrozando a Edipo” una de sus obras más personales, en donde la ambivalencia psicológica supera cualquier forma de escapismo terráqueo. Vemos como el absurdo intelectual, sazonado con grandes dosis de empatía, produce un filme divertido, pero agobiante por el nítido recuerdo que nos provoca. Ante el fuerte proceso de reminiscencia sólo deseamos gritar, ya que acabamos con la típica pesadez genital por el recuerdo de haber soportado a un pariente que no sabe ni medir los tiempos, ni las palabras. Allen retrata en su segmento a una madre absorbente, sobreprotectora, despótica y que no ha podido asimilar nunca que su hijo se haya hecho mayor.


“Historias de Nueva York” es un extraño experimento cuyo fin no queda demasiado claro. La idea de que una película esté compuesta por otras, cortometrajes o pequeñas películas en si mismas, puede parecer hoy algo manida, pero en el momento de la realización de esta cinta era sin duda algo novedoso, más teniendo en cuenta que tres de los más grandes directores de Hollywood se reunieron para eso. Pero al margen de ese punto en común (magistrales realizadores capaces de perpetrar innumerables obras maestras), poco hay entre estas tres historias de Nueva York que las cohesionen, lo que se convierte un gran fallo de la película, ya que al contrario de otras cintas, como por ejemplo (la también fallida), “Nueva York, Te Amo” (2009), no hay ninguna temática, tratamiento u objeto de observación entre las tres historias que haga compacto el producto. Las ideas centrales de las tres historias no tienen nada que ver unas con otras, no son el amor, o Nueva York, o el amor en Nueva York, o cualidades humanas de los habitantes de la ciudad o ningún concepto más elevado. Pero a pesar de la inconexión de los segmentos creo que el más logrado es el del maestro Scorsese, lejos del cine frío, distante, de personajes extremos alejados de nuestra experiencia cotidiana que tanto gusta a Scorsese, su segmento nos trasmite la verdad de la creación, haciéndonos partícipes de dolor que produce parir la belleza. Nunca ha estado Scorsese tan cerca de sus personajes como aquí.



“Dos proezas y una decepción”

1 comentario:

  1. Lol yo vi muy joven esta película y el segmento que me marcó fue el de en medio precisamente incluso hoy para mi en esa película lo que existe es la historia de FFC. supongo que hay distintos niveles de comprensión para todo. Yo disfruto enormemente con películas japonesas, francesas e inglesas que te dejan ver "a glimpse" de una vida no necesariamente toda la historia completa (supongo que para ti serian "nefastas") para mi son relajantes y como dicen por allí al buen entendedor pocas palabras.

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