sábado, 14 de abril de 2012

Shine a Light

Director: Martin Scorsese
Año: 2008 País: EE.UU. Género: Documental/Musical Puntaje: 7.5/10
Reparto: Mick Jagger, Keith Richards, Ron Wood, Charlie Watts, Christina Aguilera, Jack White, Buddy Guy y Martin Scorsese



Documental de Martin Scorsese sobre los míticos Rolling Stones. Que además es un acercamiento riguroso, deslumbrante, divertido y profundamente humano al pasado y al presente de los cuatro miembros de la banda. Respaldado por un excelente equipo técnico en el que destacan los directores de fotografía Robert Richarson (El Aviador), Mitch Amundsen (Misión Imposible 3), Andrew Lesnie (El Señor de los Anillos), Emmanuel Lubezki (Sleepy Hollow), John Toll (Corazón Valiente) y Albert Mayles, director de “Gimme Shelter”, documental sobre los trágicos eventos ocurridos en San Francisco en 1969 durante el concierto más multitudinario de los Rolling Stones. Para comenzar, no es un documental en el sentido tradicional, es más bien una “película de concierto” mucho más cercano a la maravillosa “El Último Vals” (1978) que a “No Direction Home: Bob Dylan” (2005). Es otro de los tantos registros de conciertos que han hecho los Stones, pero esta vez a cargo de un director de peso que además ama el rock and roll y admira a esta banda en particular. Pero no nos engañemos, "Shine a Light" es un espectáculo de los Rolling Stones para el que Scorsese simplemente hace un esmerado trabajo de cámaras. Otra razón para sorprenderse de su visita es que se trata de una película para fans, cualquiera sea su edad, pero con el amor suficiente por la música de los Stones como para que el placer de oírlos bien valga una entrada. Scorsese no pierde mucho tiempo en introducciones. El hecho es un concierto de la bandaocurrido en el 2006 con un set list distinto para fines de este documental. El rápido marco narrativo nos muestra a un Scorsese estresado porque la banda, a pocos días del evento, aún no le dice que canciones tocarán, por lo que no puede planificar la filmación. Telefonazos apurados entre Scorsese, con su peculiar voz, y un Jagger que sale con sorpresa que le dará dicha información una hora antes del concierto. El día señalado se aparece Bill Clinton y sus allegados para saludar y tomarse fotos con las celebridades y después alguien anuncia “por última vez en el Beacon Theatre, los Rolling Stones”. Scorsese tiene ya la lista que quería y pone en marcha sus cámaras tras la primera canción.


Martin Scorsese estuvo filmando a los Rolling Stones a lo largo de dos días en el Beacon Theater de Nueva York, en otoño de 2006, durante su gira "A Bigger Bang". Estas dos actuaciones, salpicadas con brevísimas entrevistas tomadas durante los inicios del grupo británico, constituyen “Shine a Light”. La mano de Scorsese se ve sobre todo en el principio y, a partir de ahí, nos quedamos con el disfrute de la música. Para mí es suficiente. Será sólo Rock and Roll, pero a mí me gusta. Sin embargo, quienes no sean muy aficionados a las canciones de sus Satánicas Majestades, quizá no encuentren ningún aliciente en este filme. El cine y Scorsese están presentes en “Shine a Light”: en la realización maravillosa de un inmenso espectáculo en el que se conjuga un gran número de músicos e intérpretes. La cámara nos ofrece enormes planos muy bien repartidos y montados, que nos permiten ver la actuación como si tuviésemos una butaca preferente. El sonido está impresionantemente reproducido e incluso parece que estuviese mezclado de forma que se escuchase más al músico que está en imagen en cada momento. porque es imposible no dejarse llevar por el auténtico aluvión de energía y vitalidad que desprende cada uno de los fotogramas de este musical. Incluso, uno llega a olvidar las pequeñas pinceladas del comienzo, apenas unas menciones a las obvias dificultades que supone levantar un proyecto de estas características, o a esos momentos tan surrealistas que supone la conjunción de intereses ajenos a la música, con los cuatro roqueros esperando, bien disciplinados, a que la madre de Hillary Clinton suba al escenario para saludarles. No, aquí se trata de una pura y simple actuación, tanto es así que comentar esta película entraría más en el campo de la música que en lo estrictamente cinematográfico.


Martin Scorsese es un director que, lejos de creerse una estrella, tiene bien claro cual es su profesión: saber narrar. Como gran narrador que es, busca la mejor manera de contar la historia de acuerdo al material que tiene enfrente sin imponerse él como personalidad. Ya en el comienzo vemos a un Scorsese (lo vemos literalmente en pantalla) un tanto nervioso al tratar de ordenar a la ingobernable banda inglesa para su película. En esta suerte de prólogo lo que queda bien claro es que Scorsese opta por poner sus cámaras y seguirles el ritmo a los Rolling Stones. Es un tópico acuñado señalar la energía que desprenden grupos de sesentones, pero es inevitable repetirlo, ya que sorprende sobremanera. Resulta increíble observar cómo Mick Jagger puede moverse sobre las tablas y cómo puede sonar tan bien una banda que lleva desde los años sesenta subiéndose a los escenarios. Que han sido y siguen siendo uno de los grupos más grandes que han existido sobre la faz de la Tierra me parece indiscutible, pues incluso quienes no disfruten de su música o quienes les hayan tomado antipatía por sus últimos percances (como el anular conciertos y giras), no pueden negar la influencia y repercusión que han tenido. La estructura del filme es tan similar a la de un concierto, que parece que estás allí. Tal es la sensación de “meterse” dentro, que dan ganas de cantar las canciones, de aplaudir o de pedir bises. A lo largo de la cinta hacen repaso de sus canciones más conocidas, algunas con versiones que las transforman casi del todo, como “Tumbling Dice”, y también tocan temas nuevos o ajenos. Pero se guardan la artillería pesada para el final, igual que en los conciertos lo más solicitado se deja para la parte de bises. Esto llega tras un pequeño descanso para Mick Jagger en el que canta Keith Richards, que parece que aún no se hubiese quitado el disfraz de “Piratas del Caribe III”. “Start Me Up”, canción con la que habría que comenzar y así han hecho durante una larga temporada; “Brown Sugar”, “(I Can’t Get No) Satisfaction” y mi preferida: “Paint It Black”, son interpretadas, entre muchas otras.



“Shine a Light” está repleto de espontáneos estelares. Tocan junto con Jack White (del grupo “The White Stripes”) la canción “Loving Cup”. Christina Aguilera canta junto a Jagger una versión irreconocible de “In between the sheets”. Pero la intervención más interesante es la de Buddy Guy, que se marca un duelo de solos contra Keith Richards en la canción “Champagne and Reefer”. Otra razón para decir que la película es sólo para fans de los Rolling es que los títulos de las canciones no aparecen escritos, quizá porque Scorsese tenía la intención de distanciarse de otros conciertos grabados. Creo que sería mejor que lo hubiesen indicado y también considero que la totalidad del filme se debería haber subtitulado, pues hay varias ocasiones en las que el significado de la letra hace referencia a lo que ocurre en ese momento y es necesario entenderlo. Por ejemplo, en el caso de “Champagne and Reefer” en la que el duelo también es dialéctico a través de lo que se cantan unos a otros, o de “Faraway Eyes”, un tema country en el que Ron Wood toca una guitarra de pedales de acero. No sólo perdemos los contenidos de las canciones: hay incluso cosas que Mick Jagger dice entre tema y tema o letras improvisadas, que no forman parte de los versos habituales, que no están traducidas. Sin embargo, sería injusto no decir que todas las decisiones tomadas para la grabación del concierto se revelan como extremadamente acertadas: desde la elección del escenario (en lugar del mastodóntico show de Río de Janeiro, al parecer la primera idea que se barajó), la disposición de las cámaras, la iluminación, la fotografía, o un montaje pendiente en todo momento de destacar la intensa comunicación entre los músicos (especialmente Mick Jagger) y el público, la película va deslizándose con la misma agilidad que caracteriza los conciertos de la banda de la lengua, siguiendo canción tras canción y preparando un climax final que funciona con la eficacia dramática de un argumento que estuviera previamente trazado.



Lo que "Shine a Light" nos ofrece, básicamente, es el un registro videográfico (hecho, eso sí, con un mimo absolutamente exquisito) de una actuación relativamente reciente de este legendario conjunto músico-vocal (que dirían en mi pueblo), todo un ejemplo de supervivencia más allá de mitos, leyendas, caídas y recaídas, totalmente incombustibles (diríase que no hay castigo del que, más allá de las evidentes secuelas en unos físicos muy machacados, no hayan sido capaces de salir) e inasequibles a ese desaliento que parece haber invadido la industria de la música popular del siglo XXI. Al fin y al cabo, esa especie de pre-making off con que se abre el filme, a modo de introducción técnico-explicatoria de lo que veremos después y las imágenes de archivo (que parecen articular una especie de irónico y un tanto portentoso alegato justificatorio de tan increíble longevidad) que van trufando la actuación, a modos de interludios de "descanso", no dejan de ser aditamentos sin excesivo peso en el resultado y configuración finales del producto. Si son seguidores del pop y el rock, en general, creo que disfrutarán con una película como ésta: cuenta con un buen puñado de temas que, además de excelentes, forman parte ya, por derecho propio, de la leyenda del género. Si, además, son seguidores de los Stones, están tardando en salir en tropel camino del cine más cercano donde se esté proyectando: el nivel de disfrute puede llegar a cotas muy altas. Y, por lo demás, yo no apostaría nada a que éste sea el último: quién sabe si algún jovenzuelo de diecisiete o dieciocho años que aún no hizo sus primeros pinitos con una cámara de cine, está llamado a ser quien dirija la nueva entrega de estos dinosaurios que, parece ser, tiempo ha que hicieron un pacto con esa majestad a la que, alguien dice, rinden culto.



Para una época donde la mayoría de bandas no alcanza o no merece la suficiente atención como para que el público quiera verlos cuando estén viejos y feos, “Shine a Light” es una rareza que malévolamente podría ser rebajada a verse como la exhibición de cuatro ancianos rockeros luchando contra el tiempo, de una banda que fue famosa pero no tanto como “The Beatles”. Los que busquen “corroborar” y “sentir” que la muerte merodea también a los dioses del rock se llevarán una gran decepción. En este documental tenemos una fina selección de material de archivo con entrevistas que muchos hubieran deseado en mayores dosis. La pregunta que parece intentar responder Scorsese con estas secuencias son: ¿Con qué descaro los Stones, siendo unos ancianos, se suben a un escenario y siguen haciendo los mejores conciertos de rock de los que se tiene noticia? ¿Hasta cuándo? Las preguntas no son nada nuevas. Primero vemos a Jagger adolescente, en principios de los 60, respondiendo que bien podrían seguir un año más. Después, recién comenzados los 80 quizá, Jagger aparece afirmando que fácilmente se imagina moviendo el trasero a los 60 años. Más fragmentos de diversas épocas donde los Stones afrontan una prensa ignorante y sensacionalista, cuyo interés en ellos se centra en el próximo escándalo que iniciarán. Da la sensación de que Scorsese prefiere dejar que sea el grupo con sus actuaciones quien diga lo que tiene que decir, que se muestre a través de su música y no a través de interrogantes vacíos o que cuestionan su estilo de vida. Precisamente a la pregunta: ¿Te ves haciendo lo mismo a los 60 años?”, es el propio filme quien da respuesta. “Shine a Light” es una película muy bien realizada y de enorme espectacularidad, pero que no creo que se pueda disfrutar si no se tiene afición por los Rolling Stones, incluso aunque te arrastre la admiración hacia Martin Scorsese. La respuesta salta a la vista, los Stones son animales del rock and roll, no pueden hacer otra cosa que tocar y no tienen que pedir permiso para seguir haciéndolo. Vencieron a todos, incluso a ellos mismos.



"Scorsese rueda nuevamente la banda sonora de nuestras vidas"