martes, 13 de marzo de 2012

Bananas

Director: Woody Allen
Año: 1971 País: EE.UU. Género: Comedia Puntaje: 08/10
Interpretes: Woody Allen, Louise Lasser, Carlos Montalbán, Natividad Abascal, Miguel Ángel Suárez, Jacobo Morales, David Ortiz, Danny DeVito y Sylvester Stallone



Fielding Mellish (Woody Allen) es un torpe y tímido vendedor de productos, que abandonado por su novia, la sensual y atractiva Nancy (Louise Lasser), decide irse de vacaciones en la pequeña República de San Marcos, pero lo único que consigue es verse envuelto en un sinfín de líos burocráticos en un país dominado por la guerrilla. Todo se complica aún más cuando, después de la conquista del poder por los guerrilleros, su líder se vuelve completamente loco. Tienen, pues, que tomar una decisión drástica: sustituir a su líder por Mellish con la esperanza de que él salve al país. Pero Mellish es secuestrado por el FBI y es juzgado y acusado de subversión; Cuando empezó en el cine, Allen no era más que un cómico que trasladaba una sucesión de “gags” y secuencias humorísticas a la pantalla chica. De este modo, mientras Coppola reinaba con la saga de los Corleone, Scorsese ya había dirigido “Calles Peligrosas” (1973) y “Alicia Ya No Vive Aquí” (1975), en Europa, Truffaut continuaba incansable del mismo modo que Fellini o Kurosawa, quienes nos dejaban puntualmente asombrados con sus películas, el que luego sería uno de los más grandes cineastas, se limitaba a hacer el payaso sin más intención que hacer reír. Años más tarde, con la llegada de “Dos Extraños Amantes” (1977) vendría esa explosión de talento en la que dejó de lado la comedia más burda para intentar crear un estilo propio de comedia sofisticada melodramática unida a sus particulares demonios neuróticos que se han convertido en su inconfundible sello particular. Su cinta “Bananas” yuxtapone un conjunto de viñetas de tono alocado y delirante. La textura dramática es endeble, pero el ritmo y la gracia de las situaciones es notable, la puesta en escena está poco elaborada, pero refleja ideas interesantes y un nivel esperanzador de intuición, además rinde homenaje a grandes de la comedia como: Chaplin, Keaton, los Hermanos Marx, Bob Hope y Peter Sellers.



“Bananas” fue su segunda película tras las cámaras tras “Robó, Huyó y lo Pescaron” (1969) si no contamos su episodio japonés doblado. La película fluye en el mismo canal que su película anterior, se trata de una comedia loca donde Allen intenta conseguir un estilo lo más parecido a las “screwballs comedies” con un argumento imposible y unos diálogos que son los que hacen avanzar la acción, rápidos, directos y cuanto más punzantes mejor. En esta ocasión, Allen lleva un poco más allá su particular visión de las relaciones humanas y éstas en el fondo se asemejan en mayor o menor medida a una dictadura. Esta sátira política le sirve a Allen para dar rienda suelta a la comedia loca donde el ritmo parece ser lo más importante y que predomina por encima de todo. Con un humor mucho más cercano al de los Hermanos Marx de “Sopa de Ganso” (1936) donde Allen se esfuerza mediante el poder de la palabra en descargar toda su ironía y sorna en la figura de la dictadura militar y en el dictador, en este caso basado sin ningún tapujo en la figura del líder cubano Fidel Castro. El filme desarrolla una comedia de humor repleta de chistes y ocurrencias hilarantes que se basa en la recreación de la gestualidad del cine mudo, la exageración, la desmesura, el absurdo, la excentricidad, la locura, la sorpresa y la sátira. Con ironía y mordacidad denuncia la burocracia, el despotismo, los manejos de la policía, la religión, los servicios secretos norteamericanos, etc. Su ironía toca muchos temas y no deja títere con cabeza, denuncia a los arribistas, los progresistas, los revolucionarios, los golpistas, los medios de comunicación, el sistema judicial americano, la violencia, la hipocresía y muchas cosas más. Dedica unos momentos de subida causticidad al FBI y de manera muy especial, a su primer director, J. Edgar Hoover. El resultado es una obra hecha para entretener y distraer, con unos pasajes mejores que otros.



Como dije anteriormente la cinta ridiculiza fundamentalmente a la dictadura y todo lo que eso conlleva unido a la gente que vive de ella extrapolándola a un fenómeno mediático como el magnífico inicio donde el presidente de San Marcos es asesinado delante de toda la multitud que lo espera y los periodistas se acercan a entrevistarlo en el suelo malherido ante la aclamación popular. Allen da la vuelta a la tortilla y cínicamente hace que el público se lo pase bien y se ría con una dictadura, ridiculizándola hasta el paroxismo. En ese sentido sus intenciones se cumplen, aunque por otra parte hay que reconocer que en esos momentos, su creador no es más que un cómico que empieza en esto del cine con lo que su guión del mismo modo que en su ópera prima, es más una sucesión de situaciones cómicas a veces demasiado separadas que no alcanzan un buen clímax dramático debido a que tampoco le importa demasiado ya que se preocupa más en mantener un ritmo como he señalado anteriormente, que se acerque a las “screwballs comedies” y que sin embargo no alcanza. Algunos dicen que efectivamente Allen caricaturizaba su propia persona, creando uno de los monstruos fílmicos más interesantes del séptimo arte, en “Bananas” nos encontramos ya con el monstruo creador e inconteniblemente genio prolífico que se convertiría Allen. Los diálogos creados por el mismo son cortantes, secos, definitivamente sardónicos, mordaces e incisivamente irónicos, además esta cinta rompió esquemas en su tiempo, donde la estética era otra, la de policías corruptos, atracos, mafias y violencia claroscura y gradualmente acercándose al posterior ritmo narrativo del videoclip. Como será habitual en los trabajos posteriores, demuestra su cinefilia mediante referencias dedicadas a grandes películas como “El Acorazado Potemkin” (1925), “Tiempos Modernos” (1936) o “Fresas Salvajes” (1957).


Esta delirante comedia de Woody Allen sirve como punto de partida a toda una larga carrera de guiones cómicos y llenos de ironía contra la sociedad. Aquí, Allen sirve como primer plato la retransmisión en directo del asesinato del presidente de un Estado centroamericano llamado San Marcos y la instauración de una dictadura militar así como un posterior golpe rebelde que tampoco acabará con objetivos claros. Frases como "el tradicional asalto a la embajada de Estados Unidos, un acontecimiento casi tan antiguo como la ciudad misma" sirven para dar comienzo a esta sátira paramilitar en la que podremos observar las más absurdas y surrealistas situaciones de la filmografía del director del que nos ocupamos en este ciclo. Es igual de cierto que la dirección se muestra muy plana y vacía, casi televisiva sin ningún elemento destacable a este nivel que la ensalce entre las demás películas realizadas en esta primera época de Allen. En este sentido, se cubre utilizando los típicos recursos de la época como los enormes zooms y teleobjetivos donde los elementos cinematográficos están supeditados a otras causas no encontrando ningún símbolo del que luego dirigiera piezas realmente claves dentro de la cinematografía actual. Aunque aquí si vuelve a sacar su carácter de casanova a flote pero, como dice acertadísimamente en su crítica el gran John Cassavetes, el Allen de sus inicios es un Allen diferente, distinto, un Allen que busca el experimento y manipula formas narrativas dispares así como intenta abordar temas de lo más variopintos y jugar con todas las facetas que sea posible de su cinta. Así lo demostraba ya en “Robó, Huyó y lo Pescaron”, donde la narración se veía sujeta a ese curioso experimento de jugar con el falso documental y la ficción, y así lo volvía a demostrar aquí, donde sujeto a una narración con saltos y más bien poco lineal, nos cuenta la historia de Fielding Mellish, un tipo que dará mil y una vueltas debido a su despreocupada personalidad.



Además “Bananas” se puede interpretar como una crítica a los regímenes dictatoriales, a su forma de vida y a su manera de imponer al pueblo cosas realmente inservibles. De paso, aprovecha para dar su visión personal sobre esos pseudo-héroes formados en milicias y guerrillas paramilitares que se encargan de derrocar gobiernos para imponerse ellos en el poder y dejar el país en una situación indefinida. Sorprendentemente, el parecido entre el dictador de San Marcos con los generales Videla o Batista es evidente. Además, el guerrillero recuerda a dos protagonistas de la historia paramilitar: Ernesto Guevara y Fidel Castro. Sin duda, “Bananas” esconde mucha crítica política detrás de toda la sucesión de momentos absurdos e irracionales que copan los 80 minutos del metraje. La retina del espectador se queda con momentos como la adquisición por parte de nuestro protagonista de diversas revistas, entre ellas alguna porno, en una de las escenas más divertidas de la película. Momentos geniales que nos avisan en esta, su tercera película, de lo que va a suceder en las siguientes comedias de Allen. El espectador irá a ver cintas con guiones magistrales con grandes dosis de crítica social, acidez y sarcasmo. Algunos críticos lamentan el cambio de registro producido por su director con el paso de los años, y si bien es cierto que sus mejores comedias datan de los primeros años, yo particularmente me quedo con todas y cada una de sus etapas: con esas primeras en las que de una forma desternillante satirizaba todo lo que le venía en gana, con las posteriores en las que no alejándose de un ligero toque de comedia indagaba sobre la complejidad de las relaciones humanas, hasta una tercera, en la que ya sin disimulo ni subterfugios mostraba las aristas más oscuras de la sórdida naturaleza del alma humana. Ojo a la cinta porque también fue el debut oficial en el cine de Sylvester Stallone como el desalmado del metro (en realidad Stallone ya había debutado el año anterior en una película para adultos).



Como ya viene siendo habitual en los filmes de Woody Allen, aunque aquí en menor grado, su humor se reduce a una comicidad muy peculiar y a unos diálogos que, si bien aquí aun no habían alcanzado todo su auge creativo, servían muy bien al realizador para ir desgranando la historia de "Bananas" que, además de trasladarnos a la vida de Mellish, satirizó sobre las "Repúblicas bananeras", añadiendo elementos paródicos en muchos puntos del filme y dejándose llevar en todo momento por su imaginación, desembocando así en un final de lo más sorpresivo e hilarante, que haría de este filme de Allen, una auténtica delicia para todos aquellos fans del director y, en especial, para esos curiosos que se acerquen a la filmografía de uno de esos grandes cineastas que se han ido formando año tras año. A pesar de ello y sabiendo que clase de película es y la seriedad que engloba dentro de su cinematografía, siendo su tercera película, ya empezamos a observar apuntes que luego despuntarán y se convertirán en las marcas de la casa del cineasta de Brooklyn como por ejemplo en la caracterización de personajes, Mellish es un neurótico fracasado con las mujeres, y Nancy es una mujer hecha y derecha, intelectual, luchadora, estimulante y mentalmente superior al hombre con lo que ya empiezan a surgir los conflictos típicos de anulación y comunicación-anticomunicación entre parejas que explotará en su vertiente más seria, pero que en este caso es un puro trasunto cómico. Además de verla como una comedia sin pretensiones conociendo la posterior obra de Woody Allen, el visionado de “Bananas” es muy curioso y recomendable hoy en día en estos tiempos que corren ya que no deja de ser paradójico que una comedia de hace casi treinta años sea tan actual y su mensaje siga tan vigente como entonces, incluso hoy un poco más.



“Ochenta minutos de locura”

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