sábado, 31 de diciembre de 2011

Robó, Huyó y lo Pescaron

Director: Woody Allen
Año: 1969 País: EE.UU. Género: Comedia Puntaje: 8.5/10
Interpretes: Woody Allen, Janet Margolin, Marcel Hillaire, Jacqueline Hyde, Jan Merlin y Lonny Chapman



A través de una serie de entrevistas con quienes le conocieron, la película nos introduce en la vida del incompetente asaltante Virgil Starkwell (Woody Allen), quien siempre estuvo abocado a la delincuencia, después de pasar una infancia a merced de los chicos más fuertes que él y tras descubrir que su carrera musical no tenía futuro, Virgil comenzó a robar, pero su escaso talento pronto le conduciría a la cárcel; El primer largometraje dirigido e interpretado por Woody Allen es probablemente una de las películas más caóticas del realizador neoyorquino, sin embargo resulta, además una de las más divertidas junto con “La Última Noche de Boris Gruschenko (1975). En “Robó, Huyó y lo Pescaron” se pueden rastrear en la superficie algunos de los elementos más característicos del posterior espacio creativo construido por su director, no obstante lo realmente atractivo del filme y lo que le hace tan divertido es su desquiciado sentido del humor absurdo, que no sólo tiene presencia de manera superlativa en la mayoría de "gags", sino también en el empleo de la maquinaria cinematográfica: se advierte, por tanto, ya desde este inicio (apuntado también el filme japonés que Allen dobló y volvió a montar: “¿Qué Pasa, Tiger Lily?”), que además tiene un interés por la experimentación del lenguaje fílmico, desde una perspectiva formal y narrativa. Con muy poco dinero, con unos medios francamente limitados, pero con un entusiasmo del que sabe que realiza su ópera prima, Allen se lanza en solitario a la gran pantalla con una cinta realizada entre amigos (es en esta película cuando Allen conoce al que será durante muchos años su operador de montaje, Ralph Rosenblum), así Allen levanta contra viento y marea su primer proyecto cinematográfico, para lo cual, a falta de la experiencia que otorga una carrera avanzada, echa mano de los clásicos para dar vida a la trama.



Esta búsqueda sistemática y heterogénea de nuevos caminos y formatos, la adopción de diferentes géneros y la continua tarea creativa caracteriza el impulso artístico de su autor, y, también, supone el mayor escollo, imponiendo una evidente irregularidad en su obra. Y esto es aplicable a cualquier etapa del realizador. Porque, al contrario de mayoritarias opiniones que ven en Allen a un maestro y/o afirman, con sorprendente negligencia, que cada nueva película suya es una nueva obra maestra, el cine de Woody Allen es tan rico como limitado, tan inteligente como desprovisto de verdadera genialidad (lo que no quiere decir que no sea en ocasiones magnífico). “Robó, Huyó y lo Pescaron” se sitúa dentro de la lógica evolución de su responsable, que después de participar (como actor y/o guionista) en comedias de otros directores como “¿Qué Tal Pussycat?” (1965), filme dirigido por Clive Donner bastante flojo, que cuenta no obstante con una curiosa caracterización de Allen y la siempre agradable presencia de Paula Prentiss y Romy Schneider, se decide a dar el paso a la dirección cinematográfica realizando un filme cómico estructurado principalmente en una sucesión de gags, apuntando parcial y moderadamente algunas de las constantes de su obra posterior, sin obviar un retablo, más acertado que menos, de citas y parodias a filmes y géneros clásicos. Empero, una lectura de la película más interesante, ya señalada en el párrafo introductorio, se encuentra en su carácter humorístico, desbordante de un notable sentido del absurdo textual y visual, sorprendentemente mucho más logrado que en sus tres filmes inmediatamente posteriores. Construidos de forma bastante parecida; ni siquiera en sus últimos largos estrenados, son deudores parcialmente de este modelo, Allen consigue resultados tan satisfactorios como en esta ocasión.


Este humor cimentado en el absurdo de situaciones llevadas hasta el delirio, unido a esa estructura caótica antes aludida y una cierta ligereza, revela un extraño referente en el espíritu de las comedias de Howard Hawks y, uno mas evidente (citado en numerosas ocasiones), en el anárquico mundo de los Hermanos Marx. Merece la pena recordar algunos de los (memorables) momentos que ponen en practica esta base teórica: I) El magnífico gag en el que Virgil Starkwell, roba el bolso a una anciana, del cual, cuando Virgil lo abre, salta una serpiente de juguete y encuentra únicamente una cadena de hierro. Escena rodada por Allen empleando la cámara en mano con cierto criterio y una conjunción de planos muy coherente (el primer plano en movimiento del bolso cuando Virgil corre para ocultarse con el botín), con un acompañamiento musical frenético que acentúa la farsa representada. II) La divertidísima escena, ésta exclusivamente edificada en los diálogos, del intento de robo de un banco por parte de Virgil, mediante una nota que entrega en una ventanilla y con la que el empleado se muestra contrariado porque ¡no entiende la letra! ("gun", revólver en castellano vs. "gub", similar fonéticamente a la palabra "gab", que significa palabrería en castellano) resulta un detalle realmente ingenioso) comenzando una serie de dimes y diretes entre los miembros del banco (incluido el vicepresidente, pues es necesaria su firma para retirar dinero) y el atracador. III) La descripción de la relación entre el joven Virgil y su abuelo, con imágenes en blanco y negro, que concluye de forma hilarante, totalmente absurda (en el buen sentido) e irreproducible en palabras, en el que Allen se sirve de imágenes de archivo. IV) Ese excelente gag eminentemente visual en el que se juega con la apariencia, en el cual lo que se ve (un preso azotado) es, en este caso, un divertido engaño (en realidad el guardia dirige los latigazos a la sombra del recluso reflejada en la pared).



V) La parodia protagonizada por los seis presos encadenados entre sí, un tanto alargada, pero tremendamente divertida sobre todo en su encuentro con el policía local, en casa de una anciana, que les obliga a tener que andar siempre muy juntos y que alcanza un delirante clímax cuando tras ir ¡todos! juntos al baño, la mujer le dice al policía que son los fugitivos, que están encadenados y por esos están tan pegados los unos a los otros; el agente responde aturdido que creía que estaban muy unidos (emocionalmente se entiende). VI) La entrevista de trabajo en la que hay un sorprendente cambio de papeles mediante un excelente y sutil giro en la conversación entre el entrevistado (Virgil) y el entrevistador. Siguiendo con Hawks, las líneas maestras que éste asentó con sus comedias, son seguidas óptimamente por Allen en su película y también en trabajos posteriores, consiguiendo que el absurdo representado logre el efecto deseado. Las caracterizaciones de los actores, siempre distanciados adecuadamente de aquél (la mencionada secuencia del intento de robo mediante la nota con errores ortográficos), cumplen la idea “hawksiana” de evitar a toda costa que los intérpretes quieran resultar graciosos. Por su parte la diferencia entre lo que dicen y hacen los personajes, deviene algo más rudimentaria que en el universo cómico del director de “Los Caballeros las Prefieren Rubias” (1953), sin embargo resulta bastante efectiva: por ejemplo en la escena que clausura la película o en todo lo concerniente a la chantajista. Aunque Allen, en contra de lo que preferiría Hawks, escribe frases graciosas, es notable su facilidad para construir diálogos ingeniosos y chistes, también potencia la vertiente contraria como demuestra nuevamente la escena del robo frustrado, sin duda una buena pieza de esta forma de entender lo cómico.



Como ocurre con todas sus películas hasta “Dos Extraños Amantes” (1977), el humor aún se sustenta más en las situaciones absurdas en las que se mete el patoso y enternecedor personaje de Allen (el desfile, la partida de billar, los atracos, la máquina plegadora) y que remite al “slapstick” y a los clásicos de Chaplin, Keaton o Lloyd, que en el humor verbal o en las alusiones cultas, la clase de intelectualismos que, con razón o no, tanto molestan a sus detractores. Aquí no hay amores contrariados ni dilemas morales, sólo ganas de hacer reír. Es precisamente esa falta de pretensiones lo que sigue haciéndola, pasados tanto años, tan simpática y entrañable, lo que consigue, por muchas veces que la haya visto, arrancarme muchas risas y más de una carcajada. Y tal como está el mundo, amigos, eso es sencillamente impagable. Y a todas esas escenas a cual más descacharrante se unen detalles, insertos, pequeñas salidas de tono decididamente magníficas: las gafas de Virgil desde pequeño objetivo de sus agresores llega hasta pisarlas el juez que le envía a la cárcel; el ridículo disfraz, en este caso buscando claramente un efecto humorístico, que llevan los padres de Virgil mientras son entrevistados; el intento de atropellar a la chantajista en el salón de su casa y el diálogo posterior; la indescriptible y antológica caracterización de Allen como un rabino; el aseo y preparación de Virgil para su cita con Louise (preciosa Janet Margolin) en el que termina saliendo del apartamento sin pantalones (posiblemente el mejor gag del filme)... Así mismo el director, muestra su notable mordacidad en el retrato de los responsables de la ley (el repelente agente del FBI que alardea de conocer a Hoover y el sádico jefe de la prisión de trabajos forzosos), de la educación paterna (el padre no hace más que insistir en que Virgil es un ateo), del matrimonio (la discusión realista y divertida entre Louise y Virgil por la utilización de la ducha o el primer desayuno de la pareja), de la psiquiatría, de fobias y miedos del propio realizador (los agentes de seguros, el reencuentro con antiguos compañeros de juventud).



En “Robó, Huyó y lo Pescaron” Allen experimenta como el novato que es hasta la extenuación con las posibilidades de la técnica y la narrativa cinematográfica, estructura el filme como un falso documental; emplea a un narrador en off que detalla algunas de las vivencias del protagonista en continuo contraste con la imagen (lo que dice el narrador es una interpretación neutra del continuo delirio cómico representado); alterna fragmentos en primer persona de la vida de Virgil con entrevistas; introduce en off los propios pensamientos de Virgil cuando así lo cree necesario supliendo al narrador; juega abruptamente con el montaje y la banda sonora (por separado o en conjunto), componiendo escenas enfáticas, carentes de cualquier sutilidad; emplea la cámara al hombro con frenesí e insistencia; recurre al plano contraplano para las conversaciones; prueba el sentido de un picado y un contrapicado; utiliza el primero plano para detallar un aspecto importante de la escena; se pliega al uso del zoom; acomete un travelling para seguir a Virgil dentro de la cárcel; repite en dos ocasiones un descriptivo movimiento de cámara para encuadrar a los dos protagonistas y mostrar el acercamiento que surge entre ambos...Lo que más me gusta de Allen es su inconmensurable vena para el humor; nació para hacernos reír, en conclusión es una película muy buena que merece el justo apodo de gran obra y de clásico, esto segundo para hacerle justicia intemporal. Llena de momentos que el espectador no olvidará fácilmente porque nos atrapa desde el principio, con un claro aire de sencillez en su dirección y su clásico pero no sobreactuado histrionismo. Si te gusta Woody Allen es una de las mejores, si no te gusta, qué le vamos a hacer; nadie es perfecto. A pesar de todo esto y gracias a ello “Robó, Huyó y lo Pescaron” es el comienzo de una obra desigual y atractiva, es uno de los experimentos cinematográficos más divertidos, subversivos e inteligentes de su realizador y una de las películas más hilarantes del cine moderno.



“excéntrica y divertida”

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