lunes, 5 de diciembre de 2011

No Direction Home: Bob Dylan

Director: Martin Scorsese
Año: 2005 País: EE.UU. Género: Documental/Musical Puntaje: 09/10
Entrevistados: Bob Dylan, Liam Clancy, Allen Ginsberg, Joan Baez, John Cohen, Mickey Jones, Bruce Langhorne, Mitch Miller y Bob Neuwirth



Martin Scorsese nos ofrece la extraordinaria historia del viaje de Bob Dylan desde sus raíces en Minnesota hasta la época de sus comienzos en los cafés del Greenwich Village, pasando por su sonada ascensión al estrellato del pop en 1966. Joan Baez, Allen Ginsberg y otros comparten sus pensamientos y sentimientos sobre el joven cantante que cambiaría para siempre la música popular estadounidense, con secuencias jamás vistas, entrevistas exclusivas y actuaciones inéditas, he aquí el retrato definitivo que los fans del mundo entero han estado esperando durante décadas: la historia jamás contada de una leyenda americana viva. En la insaciable curiosidad cultural del cineasta Martin Scorsese, que no por casualidad es uno de los más grandes artistas del último tercio del siglo XX, el cine ocupa un lugar prominente, claro, pero no superior a su pasión por la música, no es por nada que su amigo músico Robbie Robertson declaró que cuando se reúne con él en su casa, siempre le pide que baje un poco el volumen o detenga la música durante unos pocos minutos, lo que es bastante revelador. Cuando a principios de la pasada década el mánager de Bob Dylan, Jeff Rosen, comenzó a recopilar todo tipo de material audiovisual inédito, vio la posibilidad de elaborar un documental importante sobre la figura de Dylan, lo primero que hizo fue en llamar a Martin Scorsese, que todavía estaba en labores de montaje de la magistral “Pandillas de Nueva York” (2002), después de terminada dicha cinta, enseguida aceptó gustoso el proyecto, ayudando en la inmensa recopilación, que se prolongó durante cuatro años más, mientras el eminente director iba ordenando las piezas del puzzle, para hacerlo realidad el 2005. La grandeza de este documental reside en haber concebido un montaje deslumbrante que cuenta con ejemplar nitidez la odisea del chico judío, además deslumbra por la riqueza del material inédito.



De vez en cuando el destino y el azar confluyen. Vamos, que algunos proyectos parecen predestinados a hacerse realidad. Que Scorsese, que tanto ama la música, haga el documental sobre un hombre que para muchos personifica la música folk norteamericana del siglo XX, representa en sí mismo un acontecimiento cultural. Pero además “No Direction Home: Bob Dylan” es un trabajo monumental de casi cuatro horas de duración que se erige en una imprescindible lección de cine documental, por la inagotable audacia formal en la heterodoxa construcción de su mirada a uno de sus grandes ídolos, por el sorprendente empleo de la documentación, no como género de conocimiento divulgativo, sino ante todo como el medio perfecto para mostrar la belleza en estado puro, prescindiendo de la tendenciosa arma de la ficción. Tanto es así, que quizá estemos hablando de la última gran obra maestra de Scorsese como director, ya que en los últimos años sus ficciones han perdido algo de la poderosa singularidad de otras décadas. Esta cinta es una fuente de incalculable valor que enlaza mucha y personal información sobre Bob Dylan con los inconfundibles toques de dirección con los que Scorsese no nos deja de sorprender jamás. La historia está dividida en dos partes para que su larga duración no sea un obstáculo para el espectador, y mucho menos un elemento de pesadez, en ningún momento se idolatra la figura de Dylan y eso es de agradecer; el documental muestra al artista de Minnesota tal como es, con sus defectos y sus virtudes. Cabe recordar que Scorsese no es un advenedizo en el terreno de las películas sobre música popular, durante sus primeros años en el cine, se dedicó al montaje de filmaciones de conciertos, como en “Woodstock” (1970) o “Elvis On Tour” (1972), años más tarde, dirigió “El Último Vals” (1978), filme que recoge el concierto despedida de “The Band” (la agrupación de Bob Dylan), también ha sido el encargado de producir una serie de documentales sobre el blues en la que participaron como realizadores de diferentes episodios, Clint Eastwood, Wim Wenders y Charles Burnett.


No deja de ser sintomático de estos tiempos, que en los que Estados Unidos, o lo mejor de él, trata de regresar a sus orígenes, o de averiguar en qué punto perdió el rumbo, que en los últimos años tanto Scorsese como Todd Haynes, hayan invertido tanto esfuerzo y dinero en sendos proyectos sobre el músico nacido en Duluth, quien de alguna forma se ha convertido en un cronista de la pérdida de inocencia de ese país, y en todo un símbolo de sus valores más progresistas. Pero mientras el magistral “I’m Not There” (2007) trabajo de Haynes, alentaba los ecos más románticos del artista, la propuesta de Martin Scorsese, quien “se limitó” a ordenar el material previo, se acerca más a una intención lírica: la de situar al mito en sus primeros años, situar con exactitud los primeros peldaños en su escalada hacia la inmortalidad estética, y detenerse ahí, para que el espectador, ahora ya correctamente situado, pueda indagar en su trayectoria posterior. En otras palabras, Scorsese coge de la mano al espectador y le muestra de manera deslumbrante un conjunto de entrevistas e imágenes nunca vistas, y en su compañía comprendemos un poco mejor la esencia de la belleza musical y su creación. Mientras el cantautor no ignora que, con el cine, el tiempo ya ha dejado de ser lo que era; que el cine es lo más parecido a un dispositivo de la inmortalidad, capaz de revivir el momento pasado aunque sea de un modo ilusorio, pues lo único que recupera de él es un tenue reflejo sin consecuencias; la impronta precaria de uno de los lados de esa realidad, uno de los muchos posibles. El reto de “No Direction Home: Bob Dylan” es precisamente, instalarse en esa dimensión evocadora del cine y de la palabra, confiar en su poder para reconstruir una época, desde la que los pasos recorridos esclarezcan el presente del mito.



Que Scorsese no creara personalmente las imágenes que componen este trabajo, al final es poco o nada relevante, porque “No Direction Home: Bob Dylan” es un título profundamente scorsesiano, en el que la personalidad artística del cineasta, se muestra con una nitidez apasionante. La película comienza muy significativamente en 1966, fecha en la que se tomó la foto que aparecen en la portada del filme. Ese año Bob Dylan llevó a cabo una gira mundial que le llevó por casi toda Europa, en la que al mismo tiempo que constataba un éxito popular arrollador, era acusado por algunos de traidor a su estilo y sus raíces, ya que había incluido música electrónica en sus últimos trabajos. Acontecimiento anímico y social profundamente scorsesiano, por tanto, en el que el artista es amado y odiado a partes iguales y por ello se muestra más humano y quizá frágil, acentuado por el accidente que sufrió en 1967 y que tanto tiempo le mantuvo alejado ocho años de los escenarios. La escisión personal y estética de Dylan es el corazón de la película. Más allá de lo poco objetivo que pueda ser, el documental es fenomenal, pues no solo se queda con una presentación de Bob Dylan, sino que va mucho más allá, mirando los inicios del “Folk Américano” y de cierto modo muestra algunas cosas blues, muestra al Dylan que sin duda fue el músico más influyente de su generación, tanto que influencio a los mismos “The Beatles”, fenomenal como cuenta la historia de “Like a Rolling Stone”, considerada la mejor canción de todos los tiempos, la narrativa en este documental es maravillosa, ni hablemos del guión, que no era fácil de hacer, por tanto material que había que recolectar pero sobretodo darle coherencia, cosa que se logro satisfactoriamente.


Todo el trabajo de abstracción formal no se traduce aquí en la menor confusión o estilización sin sustancia que tantas veces ocurre en estos casos. Muy al contrario, Scorsese muestra los hechos con mayor sencillez y honradez que nunca, y se regodea en los aspectos más hedonistas y resbaladizos de su héroe, retratado como un coloso siempre en continua evolución, sin creerse jamás ni los halagos ni los ataques excesivos, comprometido solamente con su forma de percibir el mundo y de interactuar con él. Dylan, como Henry Hill de "Buenos Muchachos" (1990) o Newland Archer de "La Edad de la Inocencia" (1993), es un solitario, un marginado en la élite, cuyo singular punto de vista no puede ser compartido por nadie, y que por eso fascina a Scorsese, seducido siempre por los más difíciles de comprender en la sociedad, a los que ha dedicado, prácticamente, sus mayores esfuerzos creativos, quizá porque él también se siente único y porque sabe muy bien lo fácil que es distorsionar la figura de un artista mundialmente famoso. Mas como suele ocurrirle a los genios y personas fuera de lo común, Dylan aborrecía bastante la veneración que le dispensaban, no quiso ser un profeta ni dormirse en los laureles; Martin Scorsese aporta las declaraciones de muchos que fueron amigos y compañeros de Bob Dylan, como Joan Baez, que deja claro lo difícil que era convivir con él, dado sus altibajos de euforia-depresión, que le reprocha como después de cantar tantas canciones protestas durante los años de Martin Luther King y la defensa de los derechos civiles, etc. Luego no quisiera comprometerse en las manifestaciones en contra de la “Guerra de Vietnam” ni encuadrarse políticamente en la llamada "izquierda"; o sea queda resaltado que Dylan no quiso ser encuadrado y menos políticamente; se mantuvo como hombre libre celoso de su independencia existencial, se atrevió a evolucionar hacia otro tipo de música más "underground" pese al descontento del público, defraudando a propósito a muchos de sus adoradores.



Scorsese busca siempre el modo más franco de contar lo que quiere. Cuando se trata de dar voz a los entrevistados, el realizador no invisibiliza los cortes en la toma con fundidos encadenados o con planos recurso para que parezca que su testimonio se ha desarrollado en continuidad. Durante el metraje de la película, Scorsese vuelve una y otra vez sobre los conciertos en Inglaterra ya que se trata de un episodio dramático para la carrera de Dylan; la escisión entre la vocación íntima del folk y los sonidos del rock que ya había provocado los abucheos de sus seguidores en el Festival de Música folk de Newport, con amenazas de cortar los cables de las guitarras eléctricas incluidas. Es también un modo de volver sobre una preocupación temática que recorre gran parte de la filmografía de Scorsese: el conflicto entre el respeto a los códigos establecidos y la llegada de los nuevos tiempos. Y cómo el individuo supera ese enfrentamiento y termina abriéndose paso en la adversidad de una sociedad hostil. Al magnetismo de Dylan, le acompañan importantes nombres como Allen Ginsberg, John Jacob Niles, Odetta, Woody Guthrie, Webb Pierce o Hank Williams, entre otros muchos, todos ellos con su momento esencial para comprender mejor una época y un sentimiento musical, casi una forma de vivir. El cineasta italoamericano les concede su tiempo, a la vez que elabora una reflexión sobre el propio paso del tiempo, como materia primordial de su documental y del cine. Su investigación de una época tan concreta y reducida de la vida de Dylan, asaltado por documentos más recientes, es un intento por capturar un instante imperecedero, una juventud perdida para siempre. El cine otra vez como un recuerdo atesorado, pero exento de adornos nostálgicos o idealizados, preñado de verdad y de pasión. El mejor documental filmado jamás por Scorsese, lo que es mucho decir, si pensamos en joyas como “El Último Vals”, que tantos documentalistas han copiado hasta la saciedad, y no solamente en trabajos sobre conciertos musicales. Scorsese centraría sus siguientes esfuerzos en un extraño y brillante remake con el que, por fin, hizo realidad su sueño de alzarse con el Oscar a mejor director, un premio que se le debía hacía mucho tiempo.



“Dylan es dios y Scorsese su profeta”

1 comentario:

  1. Gran documental, sin duda. Scorsese pone al artista a los pies de los caballos: "Este es Dylan. Ámenlo o detéstenlo". Yo lo adoro igual que tú, qué le voy a hacer. Y lo adoro por lo que lo que fue y es, no por lo que parece, porque a la mayoría de los que aparecen en el documental no les habrán faltado ganas de partirle la cara en más de una ocasión...gran blog siempre lo leo.

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