domingo, 4 de septiembre de 2011

El Bueno, el Malo y el Feo

Director: Sergio Leone
Año: 1966 País: Italia Género: Western Puntaje: 10/10
Interpretes: Clint Eastwood, Lee Van Cleef, Eli Wallach, Aldo Giuffré, Mario Brega, Luigi Scarchilli y Rada Rassimov



En plena Guerra Civil norteamericana, un par de estafadores se dedican a timar a las autoridades. Tuco (Eli Wallach) es perseguido por numerosos crímenes, y es atrapado y entregado a la justicia por un caza recompensas conocido como el Rubio (Clint Eastwood), su cómplice de fechorías, quien lo libera de la horca a último momento para huir y repartirse el botín. Pero una serie de mutuas traiciones y desventuras los llevan a cruzarse en el camino con Bill Carson, un soldado confederado malherido. Antes de morir, les dice a ambos dónde se encuentra escondido un botín de 200.000 dólares en monedas de oro. El problema es que uno de ellos conoce el paradero (un cementerio) y el otro sabe en qué tumba se encuentra enterrado el oro. Mientras tanto, un corrupto sargento de la Unión conocido como “Ojos de Ángel” (Lee Van Cleef) se encuentra tras la pista de Carson. Y no pasara mucho tiempo antes de que sus caminos se crucen en el trayecto hacia el botín escondido. Existen en el género grandes artesanos como John Ford, que imaginaron al lejano Oeste como un escenario para desarrollar historias. Y por supuesto, los íconos como John Wayne. Pero el problema fundamental de gran parte de la cinematografía estadounidense clásica sobre el tema reside en una visión muy restringida de los personajes. Los buenos son buenos, los malos son malos. Los villanos son lugartenientes que echan a colonos indefensos, o los indios que actúan como una fuerza malévola y ciega. Los héroes son hombres comunes obligados a actuar por las circunstancias o, en otros casos, gente que desea abandonar un pasado violento y deben regresar cuando el mismo irrumpe en su presente. Recién en los 60 comenzará una suerte de revisionismo, donde los buenos no eran tan buenos, y los malos tenían su lado humano. Fundamentalmente, directores como Sam Peckimpah, especialmente con “La Pandilla Salvaje” (1969), sirven a este proceso. Pero los primeros pasos no vinieron de USA sino del otro lado del Atlántico, de una cinematografía tan vanguardista como la italiana, cuyo insigne representante fue Sergio Leone.


Quien escribe estas líneas no es una particular fanática del Western. Es posible que sea por una cuestión de saturación del género, a final de cuentas, la producción más barata y masiva que pudo encontrar Hollywood siempre fue el lejano Oeste. Desde los primeros filmes mudos, siempre existieron westerns y ha sido el género de acción por excelencia por muchísimos años. Desde superproducciones a seriales baratos, amén de incursionar en la radio y en la televisión, el western estuvo en todos lados. Como escenario es ideal: un mundo sin reglas, donde el asesinato es cuestión de todos los días y donde todos los involucrados están armados las 24 horas, portando sus revólveres a plena luz del día. Resulta fácil generar un ambiente inestable y explosivo en esas condiciones. El problema del western es qué hacer más allá de las secuencias de acción como balaceras y duelos. Eso es lo que distingue los westerns buenos de los malos. “El Bueno, el Malo y el Feo” es la tercera y última parte de “La Trilogía del Dólar”, tras “Por Un Puñado de Dólares” (1964) y “Por Unos Dólares Más” (1965), pero en valoración generalmente se la coloca la primera. En IMDb está considerada como la sexta mejor película de todos los tiempos, lo que sólo quiere decir que es un título tremendamente popular. Y eso a pesar de su extensa duración (excesiva a todas luces, pero es Leone) y de que el western parece ya algo del pasado, un tesoro enterrado que no interesa a las gentes modernas. Quizá un par de buenos remakes más hagan cambiar de idea a los vagos productores de Hollywood; como el propio Leone demostró, no se requiere una gran inversión para obtener un espectacular resultado. Y es que el dólar es el auténtico protagonista de esta historia, con ciertas reminiscencias al mundo materialista. Un tesoro oculto será el “leit motiv” de los tres protagonistas durante todo el metraje, de forma que podremos ver las virtudes y miserias de cada uno de ellos, con la virtud de que el excelente trama que crea Leone convierte dichas andanzas en un entretenimiento de primera magnitud.



Las dos horas y media de duración hacen de “El Bueno, el Malo y el Feo” una auténtica gozada, de principio a fin, para todo aficionado o no aficionado al western. Eso sí, elige un asiento realmente cómodo y prepara un buen surtido de comida y bebida, porque si no puede pasarte como al Rubio en el desierto. La estructura del guión hace que la película puede verse como un “Greatest Hits” de las mejores situaciones que un western puede ofrecer. Casi parece que estemos ante una serie de breves episodios, que comienzan y terminan, aunque con una misión de fondo que los une y que será la que se resuelva al final del todo, cuando los destinos de los tres protagonistas se crucen y sólo uno pueda llevarse el botín. Como suele ocurrir en este género, la trama es sencilla, sólo es una excusa para desarrollar una serie de conflictos protagonizados por pistoleros en un paisaje desértico, reflejo de esas vidas que pueden acabar en cuestión de un segundo. Pero una pistola y un sombrero no hacen a un pistolero. No al menos a uno que contribuya a crear un buen western. La interpretación, la presencia y el carisma de los actores son tan importantes como la forma en que están escritos y la visión del director, que debe saber aprovechar todos los recursos que el género ofrece, creados, desarrollados y perfeccionados a lo largo de décadas de obras maestras del cine. Sergio Leone entendió las reglas y las hizo suyas, revitalizando el western a partir de un estilo propio, absolutamente reconocible. A su éxito contribuyó, y de qué manera, Ennio Morricone, es imposible separar las imágenes de su música, todo está integrado a la perfección gracias a la destreza de un director como Leone; la secuencia del duelo final debería ser estudiada en todas las escuelas de cine, un prodigio de montaje. No es lo único, desde luego, para muestra el comienzo de la película, donde Leone no tiene que recurrir a los diálogos durante muchos minutos; y queda perfecto.



El bueno, el feo y el malo son Clint Eastwood, Eli Wallach y Lee Van Cleef. Unos carismáticos personajes que se ajustan a los cánones pero que pueden moverse con total libertad, según lo requiera el momento; sólo el malo se mantiene más pegado a su condición, pero el bueno y el feo sólo buscan su propio beneficio, sólo quieren sobrevivir a costa de los demás (parece que no tengan otra salida). Así, aunque “El Bueno, el Malo y el Feo” es globalmente, una triste visión de la vida de unos hombres destinados a morir por un (gran) puñado de dólares o una guerra absurda (la de secesión, en este caso), salpicada por abundantes escenas de acción, Sergio Leone no deja de lado ni la comedia ni el drama de telenovela. La secuencia de Tuco y su hermano son, integradas en el puzzle, de las que engrandecen la película, aunque no deje de ser un parte que, separado del resto, podría pertenecer a cualquier melodrama de sobremesa. De los tres protagonistas, hay que destacar especialmente a “el feo”, interpretado por Wallach, que realiza un trabajo memorable. Él pone todo el humor de la película y aunque su personaje sea despreciable, uno no quiere nunca su desgracia, especialmente al final, en esa escena tan angustiosa que se hace eterna (y está perfecta así, porque es así como Leone nos mantiene con los ojos como platos, pendientes de la pantalla). Eastwood repite el personaje de las dos películas anteriores, un tranquilo, casi inexpresivo, cazarrecompensas de extraordinaria habilidad con el revólver; es el particular héroe de Leone, un héroe que, igual que todos los demás, sólo busca su propio beneficio, y si para ello tiene que dejar un río de sangre, pues así será. Van Cleef vuelve con Leone, pero esta vez para aprovechar su físico, idóneo para encarnar a un villano, el más “malo” de la historia, presentado maravillosamente en los primeros minutos del filme, asesinando a sangre fría y llevándose todo el dinero que le ponen por delante.



La película es también una ácida crítica a la guerra. Tanto unionistas como confederados son presentados como vulgares maltratadores, y cabe destacar el papel de “Ojos de Ángel”, como soldado unionista, cuyo bando son presentados siempre en la historia como los buenos, pero aquí son personajes viles. Una escena particularmente bestial es cuando Tuco y Rubio van por el desierto y ven muchos cadáveres, y dice Rubio: " Cuanto muerto por nada ", dejando claro que para él lo único que importa es el dinero. Otro factor importante en la cinta es el estilo de la narración. Leone transforma al Western en un comic filmado. Hay numerosos primeros planos, los personajes se encuentran en pose casi todo el tiempo, o Leone toma planos generales realmente largos y estilizados, la escena inicial con Van Cleef en silencio, parado en la puerta, es tan gráfica como el Henry Fonda alto y flaco vestido de negro de “Érase Una Vez en el Oeste” (1968). Muchas escenas recuerdan a las viñetas de una historieta, e incluso hay cierta alteración del espacio y tiempo, y se puede percibir en ciertas secuencias del filme: como cuando Tuco y el Rubio vuelan el puente, se agachan para protegerse de la explosión, y en dos minutos las fuerzas militares se aniquilan mutuamente; o cuando Tuco huye de los cañonazos de el Rubio y aparece súbitamente en la escena del cementerio (un lugar que debería haber resultado visible desde lejos, pero que el protagonista descubre imprevistamente "porque cayó en ese fotograma" ). Lo mismo sucede cuando los personajes principales llegan al río, sin darse cuenta del enorme despliegue militar que la Unión ha montado. Pero hay que decir que tanto el Rubio con su punzante mirada y su indiscutible puntería con las armas, como el genial Tuco con su chabacanería y su pobre y triste existencialidad, como el cruel y despiadado “Ojos de Ángel” como el puro reflejo del mal, son ya iconos míticos del western en su más pura esencia. Una esencia que queda perfectamente reflejada en los clásicos inmortales del género que ya nunca se perderán gracias a su indiscutible poder marcado a fuego fotograma a fotograma en la historia del cine.



El director italiano logra en su obra cimas sensoriales y líricas únicas por medio de recursos de base sencilla y desarrollo barroco como: La sublimación de los arquetipos, con simplemente ver el título de esta película creo que resulta evidente, reducción a iconos puros de los que luego se extrae toda su carga mítica; La reducción del género a sus claves primordiales y la explosión brutal de éstas, basta ver los duelos en la cinta o la forma de tratar el tema de la venganza; El uso barroco de la imagen, sus primeros planos van directos al estómago; El uso del fuera de campo como as en la manga, la llegada al frente, la escena de la pala, la horca...son momentos que engrandecen la potencia de la imagen, multiplican la tensa avidez del espectador por mirar y además poseen cierta carga de humor absurdo autorreferencial, donde el propio recurso cinematográfico se plantea con cierta ironía hacia sí mismo; El montaje como medio también expresivo de poder arrollador, una escena como la del duelo final dice más del cine que la filmografía entera de muchos directores; El dominio mediante la dilatación del tiempo, las mejores obras del italiano son bailes parsimoniosos pero absorbentes, donde el tiempo se congela y se impregna de emoción, la progresión formal y dramática del filme es ejemplar, vean cómo la guerra hace acto de presencia poco a poco, cómo la música cobra protagonismo poco a poco, cómo el ritmo crece poco a poco hasta que llegamos a un clímax animal y desatado de puro cine. Rodada en Almería y Burgos, con un presupuesto de poco más de un millón de dólares, “El Bueno, el Malo y el Feo” se ha convertido en uno de los títulos más emblemáticos de la Historia del Cine. Se trata de la película más popular de Sergio Leone, y sin duda es una de las obras maestras del western. Superior, por ambición, a las dos anteriores de "La Trilogía del Dólar; afortunadamente no hay que quedarse con ninguna, sino disfrutar con todas. Con el problema del caballo de Eastwood en la primera, con la música del reloj en la segunda y con “il triello” en la tercera, por mencionar sólo algunos de los momentos más memorables de las tres obras de Leone; que continurían con “Érase Una Vez en el Oeste”.



“El mejor western de todos los tiempos”

3 comentarios:

  1. "La Trilogía del dólar", la creación de un estilo inconfundible; el mérito que tiene hacer un cine personal reconocible, todo para Leone (bueno algo también por parte de Eastwood).
    Saludos!

    ResponderEliminar
  2. Juan Sebastián Uchima Q5 de octubre de 2011, 20:20

    Si tuviera que escoger una sola película para llevar a una isla desierta, definitivamente sería "El bueno, el malo y el feo". Ya perdí la cuenta de las veces que la he visto y no me cansaré de verla. Es una de las cumbres del séptimo arte. Los últimos 20 minutos de esta película son lo mejor que he visto en mi vida; claro que no sería lo mismo sin la música majestuosa de Ennio Morricone. Es imposible olvidar "El éxtasis del oro" y "El trielo", que acompaña al enfrentamiento en el cementerio entre los tres protagonistas.
    Sergio Leone y Ennio Morricone: un par de genios.

    ResponderEliminar
  3. Excelente descripción de tan maravillosa producción cinematográfica, la he visto desde que tenía diez años, ya tengo 53, claro nunca morirá tan excelente filme

    ResponderEliminar