Año: 1965 País: Italia Género: Western Puntaje: 9.5/10
Interpretes: Clint Eastwood, Lee Van Cleef, Gian María Volonté, Luigi Pistilli, Mara Krup, Roberto Camardiel y Klaus Kinski
En los tiempos en que valía más un muerto que un vivo, dos cazadores de recompensas: "El Manco" (Clint Eastwood) y el Coronel Mortimer (Lee Van Cleef), rivales entre sí al principio, acaban por unirse para conseguir una misma presa, "El Indio" (Gian Maria Volonté), un peligroso y sanguinario bandido por el que se ofrece la más alta recompensa conocida. Cada uno tiene motivos diferentes para dar caza al bandido: Para "El Manco", es su obsesión por conseguir el dinero que ofrecen; y para el Coronel Mortimer, para vengar la violación de su hermana a manos de este, que la llevó al suicidio. También sus estilos son distintos, aunque infalibles: uno rápido, y el otro frío y técnico. Este “Spaguetti Western” es uno de los mayores éxitos del cine en la década de los 60. Eastwood estaba de nuevo inmerso en el rodaje de la exitosa serie norteamericana “Rawhide”, cuando recibió una llamada de Italia para rodar otra película en Almería al estilo de “Por Un Puñado de Dólares” (1964). Debido al éxito de la misma, para ello Sergio Leone contó con una mayor presupuesto para su nuevo trabajo, y por supuesto el sueldo de Eastwood sería mayor (concretamente 50.000 dólares). Esta nueva obra maestra se titulo “Por Unos Dólares Más”, y en ella está todo esta hecho a lo grande. Más medios, una historia con más matices, más personajes, más actores. Y los resultados fueron superiores (por poco) a la anterior película, de la cual no es una secuela, pero conforma junto con “El Bueno, El Malo y El Feo”, la llamada “Trilogía del Dólar”.
Esta vez Leone no recurrió a ningún filme del pasado como lo hizo para realizar la primera parte de la “Trilogía del Dólar” sino que inventó un argumento junto a Fulvio Morsella que después transformaría en el guión de la película con la ayuda de Luciano Vincenzoni. Leone demostraba así que no necesitaba plagiar a nadie para crear una buena historia. Además con el mismo sombrero, el mismo poncho (comprado al llegar a España), y hasta si no es exagerar, el mismo cigarro (porque el actor nunca llega a fumar, porque odia hacerlo), Eastwood da vida de nuevo a un cazarrecompensas que se gana la vida como tal, cobrando por entregar a la justicia, vivos o muertos, a los delincuentes más buscados. Pero aquí, Eastwood ya no es el protagonista absoluto. La película narra paralelamente (para terminar coincidiendo en la segunda mitad del filme) la historia de otro cazarrecompensas, al que da vida Lee Van Cleef, un actor hasta entonces solo era conocido por ser secundario en “El Hombre que Mató a Liberty Balance” (1962) y muchas series de televisión, entre otros trabajos. A raíz de su participación en esta película, Van Cleef obtuvo fama mundial, que le llevó a interpretar sobre todo un buen puñado de spaghetti westerns, subgénero que estaba en lo más alto. Y es que, al contrario de lo que sucedía en los Estados Unidos, el western estaba muy de moda en Europa, gracias sobre todo a las películas de Leone, que tras los problemas surgidos con los productores italianos de su primer western, llegaron a pasar por los tribunales, así será Alberto Grimaldi, abogado de Leone durante el pleito, el encargado de producir la película.
El mayor presupuesto del que disponía permitió a Leone centrarse más en los pequeños detalles, pues se trataba de un tipo muy meticuloso. La fascinación y rigurosidad histórica por las armas que tenía Leone en esta película es mucho más evidente. Sobre todo se manifiesta en la secuencia en que Mortimer se enfrenta a su primera presa, un tal Guy Galloway, y desabrocha la tela de su silla de montar para mostrar una colección de armas de la época que constituyen sus utensilios de trabajo. “Por Unos Dólares Más” supuso un éxito de taquilla aún mayor que su predecesor e instauró a Leone entre los directores más valorados por las preferencias populares aunque fue atacado brutalmente por gran parte de la crítica, la misma crítica que hoy lo elogia y considera un maestro del séptimo arte. Leone ha sido uno de los directores europeos más injustamente maltratados. Principalmente, sus westerns fueron criticados por carecer de carga política y excederse en su tratamiento de la violencia. Cuando finalmente el tiempo dio la razón al cine puro, como el de Leone, fue en el momento en que se descubrió el bluff que supuso gran parte del cine de autor de los sesenta al pasar unos años y volver a visionar aquellas películas que resultaron en su día tan magníficas a los sesudos críticos. Lo que sí es cierto es que la manera de hacer western del italiano transformó el tratamiento de dicho género incluso en los EE.UU. que habían sido los inventores y pioneros de este tipo de filmes. El llamado “western sucio”, cuyo principal representante fue Sam Peckinpah, comenzaba a asomar tímidamente el estilo italiano en filmes como “Duelo en la Alta Sierra” (1962) y “Mayor Dundee” (1965), este último lamentablemente amputado por parte de la productora, volvía su mirada hacia Almería donde un romano estaba revolucionando el género.
Gracias a una portentosa labor de montaje, que le presenta como un narrador de primera, el director nos presenta a los personajes principales, y sus intenciones. El Manco y Mortimer son los primeros en aparecer en escena, cada uno por su lado, mostrándonos sus distintos métodos para atrapar a delincuentes. Más tarde, un sólo vistazo a un cartel, con las miradas alternadas de ambos, nos muestra por dónde irá la película. Es cuando hace acto de presencia el villano de la función, “El Indio”, interpretado por un excelente Gian Maria Volonté, como ya había hecho en “Por Un Puñado de Dólares”. La historia que protagonizan está llena de detalles que la arropan. Al Manco le mueve única y exclusivamente el dinero que puede ganar, y para ello será todo lo amoral y violento que haga falta. Pero esto no va reñido con el respeto que pueda sentir hacia su compañero de fatigas (¿es “Por Unos Dólares Más” un presagio de las “buddy movies” que tanto proliferaron en la década de los 80?). Al Coronel Mortimer le mueve la venganza (el Indio es culpable de la muerte de su hermana, y no de su hija como quisieron hacernos entender en el lamentable doblaje), y el Indio es un villano peculiar. Su total falta de escrúpulos, su exagerada violencia, y el estar continuamente drogado, chocan con sus remordimientos por esa muerte en cuestión (la mujer, mientras es violada, coge una pistola y en lugar de matar a su asaltante, se suicida). El drama está servido, y la culminación del mismo será en un clímax de los que no se olvidan. Sin duda, uno de los mejores duelos jamás vistos en una pantalla, con dos maestros de ceremonia: un Eastwood quedando en un segundo plano, y la melancólica música de un reloj, que evoca tiempos mejores llenos de pureza e inocencia.
Una vez más, la Banda Sonora de el gran Ennio Morricone, ayuda a la historia, marcando la progresión dramática, vistiendo la personalidad de cada personaje, y creando una banda sonora de las más recordadas por todos (¿quién no ha intentado silbarla más de una vez?). La dirección artística tiende hacia un barroquismo, seco y áspero, en armonía con la historia, plagada de personajes aún más secos, bañados de una violencia casi insoportable ( como dije anteriormente Leone fue muy criticado por ello en su día). El humor en esta película es a cuentagotas, y muy bien insertado. Baste mencionar dos secuencias al respecto: la llegada al pueblo en el que sus habitantes no quieren visitantes, o el mismo final en el que al Manco no le salen las cuentas de lo recaudado por los delincuentes que han atrapado). Clint Eastwood empezaba a fomentar su fama de tipo duro con el personaje del Manco, el cual guarda ciertos paralelismos con su anterior trabajo a las órdenes de Leone, y también con el siguiente. En las tres, no usa ningún nombre propio (aunque en “Por Un Puñado de Dólares” algunos le llamen “Joe”). Sería una de las señas de identidad en sus futuros trabajos como actor: personajes misteriosos, marcados por un pasado apenas conocido, pero que se intuye. Inmerso casi siempre más allá de cualquier ideología, por encima del bien y del mal. Y es que ya por aquel entonces, Eastwood era un sobreviviente en un mundo lleno de corrupción y maldad. La ley, tan sucia como la delincuencia, no llega para hacer justicia.
Es en “Por Unos Dólares Más” donde definitivamente Leone definirá su estilo, aunque indudablemente evolucionará hasta alcanzar su paroxismo en “Érase Una Vez en el Oeste” (1968), y nos mostrará su personal glosario de obsesiones características. Entre ellas: el respeto por la amistad viril; el fetichismo en el vestuario, armas y objetos; el rechazo por el orden establecido; la atracción por la figura del “hombre sin nombre”; la escasez de personajes femeninos; el uso de la mugre como elemento estético; los “leit motivs” musicales; la crítica al catolicismo; la venganza; la desolación de los personajes; la fascinación por los tiempos pasados frente a la inadaptación al futuro... Estos temas se abordarán más ampliamente en otros apartados de este trabajo de investigación. “Por Unos Dólares Más” es una de las obras cumbres del Cine, sin necesidad de recurrir a etiquetas con las que incluirla en tal o cual género. Emocionante, una lección de entretenimiento, y mucho más. Pronto hablaremos del final de esta apasionante trilogía, con el que es, probablemente, el título más admirado de los tres, y también del cine de Leone, un maestro al que hay que reivindicar siempre. Su concepción del cine rompió esquemas, y creó escuela. El propio Eastwood, a ratos se inspira en su mirada cínica e incisiva, directa como pocas, y no hay entrevista en la que se le pregunte por él y no se deshaga en elogios. Nuestro actor favorito le ayudó a construir su mundo con una composición inolvidable.
“La nada convertida en western”
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