miércoles, 21 de septiembre de 2011

Pandillas de Nueva York

Director: Martin Scorsese
Año: 2002 País: EE.UU. Género: Drama/Histórico Puntaje: 10/10
Interpretes: Leonardo DiCaprio, Daniel Day-Lewis, Cameron Diaz, Jim Broadbent, John C. Reilly, Henry Thomas, Brendan Gleeson, Liam Neeson, David Hemmings, Stephen Graham y Gary Lewis



Nueva York 1846, William Cutting o Billy "El Carnicero" (Daniel Day-Lewis), jefe de la banda “Native Americans”, formada por delincuentes y asesinos de ascendencia protestante europea que domina el distrito marginal de los “Cinco Puntos” durante tres décadas tiene una rivalidad con Amsterdam Vallon (Leonardo di Caprio), hijo del Reverendo irlandés Vallon, jefe a su vez de la banda católica de los “Dead Rabbits”, quien fue asesinado por Cutting durante una lucha por el dominio del distrito. Amsterdam, tras pasar su adolescencia en un reformatorio, vuelve a los “Cinco Puntos” dispuesto a vengar la muerte de su padre y enfrentarse a Cutting, pero los crueles y sangrientos enfrentamientos entre bandas no serán la única nota dominante en todo este panorama. Para muchas personas, la búsqueda de sus orígenes es una de las inquietudes más frecuentes y comunes a lo largo de su vida. Si se trata además, de alguien vinculado firmemente a una ciudad y a una cultura, esta búsqueda de raíces adopta de repente un sentido mucho más lógico. Martin Scorsese y Nueva York son dos conceptos difícilmente separables. La ciudad que lo vio nacer, y en la que ha desarrollado toda su vida y la mayor parte de su carrera profesional, es en muchas de sus obras el escenario de fondo que actúa como un personaje más dentro de sus obras, caracterizadas por la presencia de seres humanos decadentes y absorbidos por una reflexión existencial sobre sus vidas y su entorno. “Calles Peligrosas” (1973), “Taxi Driver” (1976), “New York, New York” (1977), “Buenos Muchachos” (1990), “La Edad de la Inocencia” (1993)…todas ellas comparten ese amor por la ciudad de los rascacielos, pero esta devoción no está exenta de tintes amargos, sino que, muy al contrario, su visión es siempre triste y desgarrada, marcada por un análisis del comportamiento social humano que nada tiene de esperanzador u optimista.



El interés por esta etapa de la historia de su ciudad, se acrecentó cuando Scorsese leyó el libro de Herbert Ashbury “Gangs of New York” (1928), crónica detallada de una época de gestación de la gran urbe marcada tanto por las violentas luchas entre bandas callejeras en los barrios marginales, como por la corrupción política y policial que hacía imposible la erradicación de la delincuencia. El proyecto de realizar “Pandillas de Nueva York” bailaba en la cabeza del cineasta desde hacía más de tres décadas, pero el enorme presupuesto que debía comportar el filme hacía imposible su financiación por ningún estudio. Fue la aceptación de Leonardo Di Caprio como protagonista, estrella indiscutible del “star-system” hollywoodiense actual, lo que supuso el empujón definitivo hacia la posibilidad de materialización del proyecto. El libro es una interesante relación de sucesos y personajes que poblaron este contexto histórico y social, y que el cine ha olvidado más en favor del romanticismo edulcorado de otras historias que hablaban de clases sociales más favorecidas. La película de Scorsese no es una adaptación, sino una historia original basada en situaciones y personajes que aparecen en el libro de Ashbury, pero totalmente amoldada y recreada para conseguir un argumento sólido y sin fisuras, es así que “Pandillas de Nueva York” se erige como una película verdaderamente única, apasionante, que se pasa en un verdadero suspiro, que horroriza y también eleva, una de las rarezas más grandes de la filmografía de este enorme director de cine, de la que apetecen ver las cinco horas que podría haber durado. Porque, ¿quién puede decirle a un artista lo que debe ser su trabajo? El espectador puede sentirse un vecino más de los “Cinco Puntos”, y percibe la mugre, el barro y la sangre, como si impregnaran su propio cuerpo. Y en la trastienda de la memoria de esta ciudad mítica, queda ese monstruo de voz rugiente, que golpea con un cuchillo su ojo de cristal, y que se proclama el rey de la ciudad, verdadero compendio y resumen de las atrocidades que han tenido lugar para que ahora esa ciudad sea la más importante y famosa del mundo.



La película trata el tema de la violencia como verdadera y genuina condición de la naturaleza humana ante la desesperación. En situaciones límite, cualquier persona es capaz de luchar hasta la muerte por conseguir sobrevivir en un medio que le es hostil. Scorsese defiende que esta situación es y ha sido siempre en el fondo la misma. Las diferencias de clases, los privilegios de unos y desdichas de otros han existido siempre, y lo cierto es que todas las ciudades han surgido del dolor y el sufrimiento de muchas personas, de la lucha de unos contra otros para ganarse una vida mejor. “Pandillas de Nueva York” es la culminación de todas las reflexiones de Scorsese sobre la vida en Nueva York, aunque de hecho es aplicable a cualquier otra ciudad del mundo. El final del filme, con los planos de un “sky-line” modificado para aparecer como en una postal ante el puente de Brooklyn (símbolo del primer enlace de la ciudad con sus suburbios), es un compendio de todas las épocas que sucederán a la de Cutting y Vallon, y cuya culminación será, ironías del destino, el triste plano de las Torres Gemelas imponiendo su forma en el perfil de los rascacielos, plano que el director finalmente decidió no suprimir del metraje, puesto que, aunque de manera involuntaria, constituye una prueba más del mensaje de la película, un símbolo de la gente que lucha, sufre, ama y muere en la ciudad y por ella. En esta cinta Scorsese toma una historia cargada de complejidad histórica, teñida de política, corrupción, ética, romance, valores morales, honor, hombría; y resuelve el asunto de la manera más complicada: la hace cuerpo. Como pocos directores podrían hacerlo. Porque frente a las dificultades que plantea la trama, él se dedica a bombardear al espectador con imágenes que siempre, por una razón u otra, son crudas y contundentes. Las hay de todo tipo: batallas colosales, sangrientas, y también más sutiles, más pequeñas, tan bien filmadas, y al mismo tiempo contadas con tan intenso ritmo narrativo, que es imposible no dejarse llevar por ellas y sumergirse en el complejo caos que transmiten.



Martin Scorsese vuelve a demostrar en “Pandillas de Nueva York” su gran talento como director, una condición que finalmente puede verse (ha de verse, a mi entender) reconocida por la Academia de Hollywood, que le ha negado el Óscar en tres ocasiones anteriores. Scorsese sabe encontrar la forma justa en cada una de las escenas del filme. Así, las escenas en los “Cinco Puntos” están realizadas con un estilo seco y con un montaje y una realización que imprimen un ritmo vertiginoso y reflejan la violencia del entorno con una planificación muy cerrada y agobiante, que aún violenta más una realidad ya de por sí muy cruda. No obstante, la cámara no toma mucho partido en la acción, y es que esto, como sabe el director, aquí no es necesario, pues la realidad se expresa por sí sola, y las imágenes no necesitan del poder expresivo de la cámara para reflejar un mundo ya de por sí terriblemente violento. Por otro lado, el estilo de “La Edad de la Inocencia”, con largos planos en movimiento y colores cálidos y suaves que hipnotizan al espectador por su belleza, se vuelve a ver en las escenas que muestran la vida de las altas clases sociales, y esto refleja sin duda una languidez que nada tiene que ver con la brutal existencia de sus vecinos. Por último, la escena de la revuelta final contra las fuerzas del orden está rodada con un estilo casi documental, en clara voluntad de indicarle al espectador que eso es aún más serio, pues así es cómo en realidad sucedió y esto es algo que nadie debería olvidar. La película es una cínica y brutal reflexión sobre los pilares de la democracia pretérita y actual, donde el gobierno compra y vende votos, los líderes disgregan grupos étnicos y manifiestan abiertamente su sed de poder pagando cualquier precio y derramando sangre si hace falta. “Pandillas de Nueva York” es, por tanto, un insidioso recorrido por la ilusoria libertad que nació en una época de falsedad política y clasismo adulterado por una soberanía depravada que justifica que la verdadera democracia del país no procede de la conservación popular del sistema, sino de envilecidos hombres ávidos de potestad o simplemente de sectores que batallan por un segmento de poder en perjuicio del bien común.



Los personajes de “Pandillas de Nueva York”, fueron en su mayoría inspirados en personas retratadas en el libro de Ashbury, como la cruel Hell-Cat Maggie, McGloin o Los Chicos del Amanecer. Pero el que se lleva las palma es Billy “El Carnicero”, no sólo por la perfecta interpretación de Daniel Day-Lewis, quien arrasa con todo el elenco y se erige en centro indiscutible del filme, sino por la misma caracterización del personaje, patriota xenófobo y racista, aún olvidando sus propios orígenes, pero tras el cual se vislumbra una humanidad y una justificación moral que contrasta violentamente con su lado más perverso y cruel. “El carnicero” es un ser humano, ante todo, no es un monstruo, y esta dualidad, lejos de mostrarse postiza e irreal, consigue que entendamos la verdadera motivación de tan salvaje actitud ante el mundo. “El miedo me hace sobrevivir” le dice Billy “El Carnicero” a Amsterdam, y el miedo es sin duda el origen humano de la violencia como defensa, este personaje muere, al igual que en el libro, defendiendo su honor, "como un auténtico americano", patriotismo ligado al amor a una tierra que nada le ha dado y por la que en el fondo, nadie merece perder su vida. El resto de personajes estan igualmente muy bien trabajados, destacando el político William Boss Tweed, interpretado por un excelente Jim Broadbent o el magnífico Brendan Gleeson, como Walter Monk McGinn. No obstante, quizás sean opciones desacertadas la elección de Cameron Diaz y de Leonardo DiCaprio en los papeles protagonistas. DiCaprio, pese realizar un buen trabajo interpretativo, no consigue convencer en su papel de joven duramente maltratado por la vida, quizás pagando un precio injusto por un físico aniñado que no se corresponde con la fuerza de su personaje. En cuanto a Cameron Díaz, el personaje de Jennie Everdane no acaba de entrar en la película, demasiado postizo y perfecto para unas condiciones de vida tan adversas, y no funciona en ningún momento, agravado por la floja interpretación de Díaz para esta ocasión. En cualquier caso, y dadas sus excelencias, esta producción titánica no sólo ratifica las capacidades ilimitadas del Scorsese director, sino que además recupera, con impresionantes resultados, esa esencia esplendorosa de un cine que es capaz de conjugar espectáculo con calidad, autoría con comercialidad, pues “Pandillas de Nueva York” nos remite a la grandeza de las superproducciones pretéritas y se puede percibir la nostalgia de un cine majestuoso pero artesano.



Rodeado de unos profesionales excelentes, de los que destacan su montadora habitual Thelma Shoonmaker, quien vuelve a realizar un trabajo de impecable perfección artística y técnica; la música de Howard Shore, uno de los mejores compositores actuales con dos de las bandas sonoras originales más importantes de los últimos años, la presente y de la majestuosa trilogía de “El Señor de los Anillos” (2001-2003); la colaboración musical de Bono (líder de U2) y de Peter Gabriel, componiendo en el primer caso la conmovedora canción original para los créditos, que no aparecen hasta el final de la cinta; la impresionante puesta en escena del diseñador de producción Dante Ferretti, antiguo colaborador de monstruos como Federico Fellini, Pier Paolo Pasolini, Marco Ferreri y otros grandes, y para la que se construyeron enormes decorados en los estudios de Cinecittá en Roma entre los que destacaban las calles de la Nueva York de la época; y por último, la fotografía del también habitual Michael Ballhaus, que nos otorga una nueva muestra de su gran talento como profesional de la iluminación y el encuadre. Gran película de Martin Scorsese, que no arroja un consenso entre los cinéfilos, pero que creo que contiene numerosas y muy meritorias virtudes, que hacen olvidar sus pocos defectos. Fue un éxito de taquilla que tranquilizó el futuro profesional del director, y tuvo diez nominaciones a los Oscar del 2003, de las que no materializó ni una sola, cabe destacar que la ganadora de ese año fue la sobrevalorada "Chicago" (2002). Para terminar mi secuencia favorita es esa en la que William Cutting descubre a Amsterdam en la cama con su antigua amante, Jenny, que continúa dormida durante la conversación. Amsterdam cree que le ha fallado a su nuevo mentor (al que planea asesinar, claro), pero en lugar de eso obtiene un discurso antológico por parte de “El Carnicero”, abrazado a una bandera de Estados Unidos como si fuera una manta protectora de todo mal. Merece, y mucho, la pena, acercarse a las turbadoras imágenes de esta notable película, una de mis favoritas sin duda.



"Grandiosa en todos los sentidos"

3 comentarios:

  1. Pues siento disentir, pero me parece una película fallida por varias cosas, por esa especie de mezcla entre Oliver Twist y Mad Max, que termina por hacer poco creíble la historia, por la metida con calzador de Cameron Diaz y por el fallo de casting de Leonardo di Caprio. No, no me gustó nada.
    Saludos!

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  2. Comentarios como el anterior se obtienen de personas, que se han desviado, y se empeñan en fijarse en lo accesorio y no en lo principal de la situación, ya que , aún cuando le es importante un componente como el de la interpretación y más que nada el de la figurilla a escena, lo que en realidad rescata y da Vida a una pelicula es el mensaje a tratar y el sentimiento que deja en el receptor. O a caso dicha Obra no generó en tu persona niguna clase de sentimiento, ya sea negativo o positivo?

    Simplemente Majestuosa, pese a quien le pese ;)

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  3. Les recomiendo a todos que cierren su mente a los prejuicios y abran su corazón a las Vidas Alternas que nos han forjado como seres Humanos.

    Saludos y Buanas Vibras :

    Rochersita

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