Año: 1995 País: EE.UU. Género: Western Puntaje: 08/10
Interpretes: Johnny Depp, Gary Farmer, Lance Henriksen, Michael Wincott, Crispin Glover, Robert Mitchum, Steve Buscemi, Alfred Molina, Gabriel Byrne, John Hurt y Billy Bob Thornton
William Blake (Johnny Depp) es un sumiso contador oriundo de Cleveland que se dirige al pueblo de Machine en busca de trabajo, ese lugar está gobernado por el libertinaje de individuos ejecutivos de la fuerza bruta, tierra de nadie donde las balas mandan. Allí tras asesinar al hijo del hombre más poderoso de dicha zona (Robert Mitchum) en una reacción defensiva terminaría siendo perseguido por todo aquel que quisiera cobrar la recompensa por su cabeza. En su huída entablaría una extraña relación amistosa con un indígena llamado Nadie (Gary Farmer), personaje enigmático y espiritual, quien confunde al contador con un poeta ya fallecido, además de sanear el cuerpo y enrumbar el alma del mismo, para darle un nuevo sentido como poeta de la sangre, como asesino. El western se hace presente en el cine de Jarmusch en su sexta entrega, en la cual regresa al B/N para atañerle atmósfera moribunda, lúgubre y fatalista. “Dead Man” muestra malaventura inevitable exenta de vivacidad (cromática) por los elementos elegidos para la narración: hombres desaliñados y hoscos, ambientes áridos, entes misteriosos surreales. Es una película existencialista, prodiga de lirismo y parodia, que no juzga pero sí usufructúa los componentes del western convencional como la ambiguedad de las personalidades de buenos y malos, la confusión de sus objetivos, la errancia de sus cuerpos.
Quizá no haya película del oeste que muestre un entorno tan decadente como se ve en “Dead Man”. Se trata de un oeste más salvaje de lo que se suele afirmar. Es la última frontera entre la civilización y la llamada barbarie. La civilización la representan las culturas amerindias, las cuáles se limitan a una existencia armoniosa con la naturaleza. Lo barbárico está en el hombre blanco, que se dice portar la bandera de la civilización, pero verdaderamente son analfabetos que en vez de aprender a leer prefieren aprender a disparar. Desde su largo viaje en tren así lo va viendo William Blake. “Dead Man” arranca de forma poderosa. La llegada de William Blake (Johnny Deep) a Machine y el consiguiente recorrido por su embarrada calle principal es francamente un prodigio visual. Jarmusch consigue mediante su hábil manejo de cámara que el espectador sienta en sus propias carnes el canguelo experimentado por ese lechuguino de ciudad penetrando en un territorio desconocido, hostil, amenazante. Sensación que se acentúa, a mi juicio, gracias a su elaborada puesta en escena y a la extraordinaria habilidad de crear atmósferas, en cierta medida, kafkianas. Pero si en algo se caracteriza el cine de Jarmusch en general, y esta película en particular, es en el extravagante perfil de sus personajes.
“Dead Man” retrata la transformación del individuo obligado por la situación límite. Somos lo que nuestro entorno nos hace, lo que las circunstancias nos imponen a ejecutar; por eso, podemos pasar de ser un desempleado esperanzado a una leyenda temeraria si las eventualidades así nos lo exigen. Jarmusch con esta producción difiere de sus anteriores trabajos en gran medida; no en su estilo narrativo siempre lineal, sino en el tratamiento fotográfico con planos más abiertos dotados de mayor movilidad, en la utilización más constante de los efectos sonoros-musicales, y principalmente en la esquematización base de la propuesta, como la exploración del western clásico para contextualizar los acontecimientos. El autor sigue recurriendo a la sátira para la desfiguración de convenciones, la exageración de situaciones y la apelación de lo onírico no abstracto, pero en esta ocasión con clave casi irreconocible urde una entrega distinta pero igual de apreciable. En sus filmes anteriores (Bajo el Peso de la Ley y Noche en la Tierra) cuenta con relatos episódicos, repartos numerosos y manejo mesurado del color que ya parecían marcas indisolubles de su obra, lo que provoca una impresión confusa por la tergiversación de las características de su obra, “renovación” que suele disgustar.
Quizás sea uno de los pocos western auténticamente humano y realista. A Jarmusch le gustan los experimentos filosóficos en torno al alma humana y sus misterios. Paradójicamente, la película se inspira en lo que debió haber sido esa época de miseria y barbarie que fue el Oeste americano, pero también es surrealista e irreal en muchos sentidos. Es muy raro que el cine presente al desnudo de situaciones que tienen que ver con las “desviaciones” humanas; por el contrario, el cine las idealiza, las suprime y las esconde. Es de lógica que en un mundo donde solo cohabitan y conviven solo hombres no surja entre ellos la necesidad del sexo; y de manera más concreta, del sexo homosexual. Jarmusch así lo deja ver en una escena de la película, cuando el protagonista es víctima de una banda de asaltantes de camino donde uno de sus miembros está vestido de mujer. Esto choca con la imagen del vaquero rudo y paradigmático que estamos acostumbrados a ver. Por lo demás la película se va haciendo cada vez más experimental pero esto no hace que la película decaiga, más bien lo hace más interesante al transcurrir del tiempo. Nunca he pensado de “Dead Man” fuera una película extravagante ni alternativa dentro del western. La mayor parte de lo que nos cuenta ya parece ser un compendio de películas de los setenta como “El Hombre de una Tierra Salvaje” por citar alguna.
En algunas partes de “Dead Man” pierde fuelle y se tambalea a medida que la persecución de nuestro “wanted” particular avanza. En este tramo el ritmo narrativo apenas mantiene estables las constantes vitales y el tedio empieza a adueñarse paulatinamente de cualquier espectador que no acredite ser un devoto seguidor de Jarmusch y su incomprendida poética. De hecho, yo sólo rescataría en esta fase central la guitarra de Neil Young, los agudos comentarios de Nadie, el indio, y ciertos flashes de humor absurdo (“¿tiene tabaco?”), pero poco más. Así pues, lo dicho: este tramo se hace tan largo, pero afortunadamente, todo llega a su final. Y el final de “Dead Man” es bellísimo, metáfora pura. Quizás porque, aunque el destino de nuestro “Dead Man” estaba más que cantado, la forma escogida por Jarmusch para plasmarlo es de un lirismo sobrecogedor. Jarmusch regresó al B/N para entregar su producción más oscura en lo argumental. Es la única con desenlace trágico de toda su lista de realizaciones, tragedia que motiva a la reflexión sobre en qué nos convertimos cuando la situación nos exhorta a la compulsión hasta cierto grado desmedida. Tenebrosidad y realismo sobre el punto de vista del indie acerca de los improvisadores y desarraigados… los muertos en vida. Una mezcla entre un western espiritual y una road movie tántrica... un fascinante viaje a través de los sentidos y hacia los abismos de una conciencia aletargada y condenada al dulce encanto y a la noche eterna.
Para mí “Dead Man” es una de las mejores películas de Jim Jarmusch. Contó con un reparto de lujo y nueve millones de dólares de presupuesto. La taquilla solo recupero una novena parte del presupuesto, pero así pasa con un trabajo que es tan anti-comercial como la misma personalidad de su realizador. La película se adentra en un raro letargo, ayudado por la música de Neal Young (Banda sonora realmente sobreacogedora) con un blanco y negro propio de una cinta de hace más de medio siglo. “Dead Man” reivindica la imagen del indio y tira por tierra la del hombre blanco. Siendo este un ser sin conciencia ni visión de futuro. La conquista del oeste no fue de la manera grandiosa, de las que se nos quiso vender en otros tiempos a punta de Tecnicolor y Cinemascope. Pero lo mejor de la película no es la construcción de un oeste diatópico, sino en el desarrollo de diálogos e imágenes místicas. Jim Jarmusch, es uno de los mejores directores de nuestro reciente tiempo, esta película hace sentir la música, sobran los diálogos, cada imagen, cada punteo de esa inolvidable melodía hace que me estremezca, es una grandísima obra de culto que cambiará la forma de ver el cine de todo aquel que la vea.
“Un western diferente, poderosamente hipnotizante"
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