domingo, 12 de septiembre de 2010

Ocho y Medio

Director: Federico Fellini
Año: 1963 País: Italia Género: Drama Puntaje: 10/10
Interpretes: Marcello Mastroianni, Claudia Cardinale, Anouk Aimée, Sandra Milo, Rossella Falk, Barbara Steele, Mario Pisu, Guido Alberti, Madeleine LeBeau, Caterina Boratto, Annibale Ninchi y Giuditta Rissone

Guido Anselmi (un maravilloso Marcello Mastroanni) es un director de cine, tratando de planear su próxima película después de un éxito rotundo. Mientras piensa, comienza a recordar sucesos importantes en su vida, y todas las mujeres a las que ha amado y dejado. Aunque su título original iba a ser "La Bella Confusión" Fellini lo dejó simplemente en "Ocho y Medio" simplemente porque esta película según el propio cineasta por que era su película número 8 y medio en su filmografía, contando con que su anterior obra, "Bocaccio 70" era solo una colaboración. “Ocho y Medio” es probablemente la película más famosa del fallecido director italiano Federico Fellini, que dedicó su prolífica carrera de más de cincuenta años a encontrar el equilibrio entre el neorrealismo italiano, la corriente estética que dominó el panorama cinematográfico del país transalpino tras la II Guerra Mundial, y la búsqueda de un estilo más personal que le permitiera definirse como individuo. En “Ocho y medio”, Fellini se rodea de nuevo con su equipo de confianza con Marcello Mastroianni a la cabeza. El intérprete italiano protagonizó algunas de las más memorables cintas neorrealistas de la posguerra, convirtiéndose en uno de los estandartes de su época.

Este es su filme más personal y uno de los que tiene mayor carga autobiográfica. Es la historia de un filme que se construye y se desconstruye; un filme que se rehace de manera continua ante la mirada del espectador desconcertado. Se va siguiendo el trazo de los deseos, los sueños, las obsesiones y los recuerdos que alberga la mente del cineasta, en este caso Fellini encarnado por Marcello Mastroanni, su alter ego. Es el cineasta que se rehúsa a dejar escapar ninguno de los elementos que sea capaz de dar coherencia a su obra. Es el realizador que está conciente al cien por ciento de sus manías y de sus limitaciones. Y el cómo, cada obra para alcanzar a ser grande necesita estar presidida por un esfuerzo personal de autocrítica. Además Fellini con gran maestría, incorpora al universo creativo del cineasta, a una figura que suele ser su antagonista, el crítico, quien lo acosará de modo continuo e incansable. “Ocho y Medio” es una cinta laberíntica, que no es fácil de comprender, pero que al mismo tiempo, posee un magnetismo que la torna fascinante: se nos habla de la imposibilidad de crear el filme perfecto, aunque el creador pretenda ser el centro de su obra, o en su defecto la obra de arte que se ocupa de auto criticarse y se erige como especie de producto de la magia o la alquimia.

La confesión de impotencia se deja sentir a lo largo del metraje de este filme, a pesar del desbordamiento del cineasta en sus diversas personalidades, a modo de que fuera una especie de inescrutable caja de Pandora. “Ocho y Medio” es asimismo un canto a la libertad, Fellini, sin cortapisas se deja llevar por el fluir de su imaginación inagotable, y permite que afloren algunos recuerdos de su infancia y adolescencia, así como sus obsesiones más recurrentes, no le importa para el, sacrificar la estructura, el ritmo, la progresión dramática o incluso la psicología que conforman a sus diversos personajes. Fellini se abre de capa y espada, se desnuda ante el espectador, es su subconsciente el que se encuentra plasmado en la cascada de imágenes que va presentando, basta con recordar la secuencia inicial, el embotellamiento de tránsito, al que sigue el enclaustramiento, la asfixia, el abandono del cuerpo material. Con “Ocho y Medio”, Federico Fellini legó al cine, una obra maestra, una película acerca de la osadía de filmar, al tiempo que el profundo placer que ello implica. Asimismo es la historia de una obsesión por las imágenes que se entretejen, y que a partir de ello, pueden crear más de un nuevo mundo.

El filme inicia la segunda etapa de la filmografía de Fellini, caracterizada por su complejidad y barroquismo. Guido mezcla en su mente imágenes del pasado, del presente y de un futuro brumoso. Le rodean el guionista, el productor, el equipo de producción, las mujeres a las que ha amado, amigos, conocidos, huéspedes del hotel donde esta alojado, usuarios del balneario, etc. Se sumerge en sus recuerdos, sueños y alucinaciones, y pasa revista a sus inseguridades, emociones, deseos y ambiciones. Mezcla realidad y fantasía, delirios y recuerdos, experiencias y sueños. El protagonista, paralizado por la angustia que siente antes de iniciar la nueva obra, reflexiona sobre lo que es el cine; el proceso de creación artística; el papel de la imaginación y la fantasía en la vida del creador; la angustia como motivo de análisis artístico; el sentido de la vida y la muerte; el hecho religioso, etc. Para acceder al mundo mágico dispone de la palabra clave: "asa nisi masa", que contiene "anima" (alma). Guido es la trasposición. De acuerdo con sus constantes personales, el realizador establece una tipología de las mujeres que pueblan el relato. Carla (Milo) es la amante maternal, Luisa (Aimée) la esposa independiente y frustrada, Claudia (Cardinale) la mujer ideal, Saraghina (Gale) la mujer grotesca. Un número elevado de religiosos y religiosas, con hábitos de los primeros años de los sesenta, ocupan las escenas. Incluye referencias cultas (Proust, Joyce, Pirandello) y cinéfilas (Bergman). Salpica la cinta de toques de humor.

Resulta evidente la evolución de Federico Fellini desde un cine de connotaciones sociales, heredero del más crudo neorrealismo, hacia propuestas más intimistas. Sin abandonar su crítica social, ya en su anterior “La Dolce Vita”, se podía intuir al propio director incluido en la vida licenciosa de sus protagonistas. Pero el cine de Fellini se acabará debatiendo entre el crudo realismo, y un lirismo interior que con un lenguaje opuesto al anterior, se acercará al cine de autor, personal y complejo, tan en boga en la década de los sesenta, quizás como natural contrapunto al prosaico realismo crítico de posguerra. Como primer ensayo en este sentido Fellini rueda “Ocho y Medio”, una reflexión sobre la creación artística, vista desde la propia mirada del director. Así pues, mientras en otras obras podemos buscar en sus personajes referentes universales, bien históricos, sociales, sentimentales, “Ocho y Medio” es cine (cine dentro del cine), y solo desde el punto de vista particular del autor. Ya en las primeras escenas, en boca del personaje del productor, nos da la clave de lo que será el resto del filme: una película sin guión, sin continuidad, sin personajes, ambigua y sobretodo personal.

La música, de Nino Rota, aporta una excelente partitura de 12 cortes, que combina temas festivos y líricos. El corte más conocido es "La Passarella di Addio", cuyo fondo viene dado por la marcha circense. La fotografía, de Gianni di Venanzo, en B/N, resalta las imágenes con emotivos claroscuros y una magistral combinación, crea imágenes que remiten al mundo de lo fantástico. Lo que más sorprende de Fellini y su cine es que puede tratar las cosas más trascendentes con un aire bello, poético y divertido al mismo tiempo. Eso es impresionante. Los sueños, los deseos, el atrancamiento creativo se nos muestra a través de imágenes oníricas del mejor Fellini, con ese aire tan mediterráneo, tan grotesco y a la vez entrañable de los personajes. La interpretación de Mastroiani es quizá la mejor de toda su carrera. Y como digo, lo más impresionante es que pese a su aparente levedad, pese a parecer un conjunto de situaciones surrealistas esta película habla de la presión del matrimonio, del sexo y la infidelidad, del genio creativo y sus estancamientos y del mismo cine. Una obra maestra. Un consejo: que nadie la tome como cine de autor o película de museo: esta película es tan bella, tan divertida, tan original y tan poética que la puede ver cualquiera.

“La máxima expresión del cine dentro del cine”

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