miércoles, 8 de diciembre de 2010

Despertando a la Vida (Waking Life)

Director: Richard Linklater
Año: 2001 País: EE.UU. Género: Animación/Drama Puntaje: 09/10
Interpretes: Ethan Hawke, Julie Delpy, Wiley Wiggins, Trevor Jack Brooks, Timothy Speed Levitch, Glover Gill, Laura Hicks, David Sosa y Alex Jones

La cinta muestra las variadas conversaciones que tiene un anónimo protagonista con distintas personas que parecen entrar y salir de su vida sin motivo aparente. Pero paulatinamente se atisba un propósito detrás de los crípticos y profundos intercambios. La primera gran frase de “Despertando a la Vida” es "Dream is Destiny" (el sueño es el destino) y marca la gran idea sobre la que gira la película: entrometerse con el mundo de los sueños, tan inquietante y honesto como oscuro y apasionante, abrirse a él pese a no poder controlarlo, permitirse disfrutar al máximo del instante eterno que dura. Desde Descartes a Jorge Luis Borges, el hombre siempre se ha planteado la posibilidad de que la vida sea un largo sueño producido por la infinita capacidad creativa que posee el cerebro humano. También en el cine es frecuente la incursión por el mundo de los sueños y las exploraciones a extrañas dimensiones en las que puede sumergirse un individuo. En la cinta el director realiza un experimental y fascinante largometraje animado que desarrolla íntegramente una historia que sólo acontece en la soñadora cabeza de su personaje principal, además es un alegato a la libertad, a atrevernos a hacer y ser lo que queremos sin pensar en que todo tiene que ser de esta manera y no de otra. Un empujón que nos invita a vivir soñando, como en un sueño lúcido en el que podemos decidir qué decimos y qué hacemos en cada momento, como realmente es la vida.

En la actualidad muy rara vez nos llega una cinta cuyo contenido haga pensar, y no porque su trama sea complicada, sino por la calidad de las ideas que expone. "Despertando a la Vida" lo logra deshaciéndose del peso y exigencias de la narrativa tradicional, y con un mero esbozo de historia lleva al espectador a recorrer un desfile de propuestas, teorías y meras arengas sobre la vida, la percepción, el orden social y la naturaleza de los sueños. Tal vez suena confuso, pero esta cinta no fue hecha para sintetizarse limpiamente en un párrafo, ni para llevar a la novia, ni para pasar el rato. Fue hecha para retar al espectador y para lograr que se cuestione a sí mismo sobre los temas que se tratan en ella. La técnica de animación utilizada en esta cinta es peculiar. Puede decirse que Linklater hizo dos películas en una, ya que primero filmó las escenas con actores de carne y hueso, usando una cámara digital, y luego, junto al director de arte Bob Sabiston, decidió utilizar un software ideado por éste para colorear cada uno de los fotogramas. Se seleccionaron a 31 artistas para realizar esa tarea, y cada uno de ellos contó con total libertad para imprimir a cada pintura su estilo particular. El resultado es una imperdible y cautivante estética visual. Intuyendo que es posible la metamorfosis de la razón en ilógica; sabiendo que es probable la transformación de la vida sensible en una continúa plasmación onírica; asimilando todo eso, cualquier persona se puede enfrentar a la cinta con grandes expectativas de enamorarse del universo de Richard Linklater. Cualquiera de nosotros está capacitado para enredarse, sin escapatoria posible, en esta propuesta conceptual y artística, tan innovadora como estimulante, tan experimental en su morfología, como sorprendente en su genealogía. Los sueños están pintados en una historia excelente, donde la virtud no está tanto en la verosimilitud dramática, sino, más bien, en la fuerte introspección de todos los personajes.

Se vuelve evidente que tal estilo visual no está sólo de adorno, sino que complementa los hechos y revelaciones que se hacen. Cuando terminas de ver la película no puedes detener la reflexión a la que te arrastra, consideras las cavilaciones de Nietzsche, Kant y Hume, como algo básico, como algo a lo que te puedes enfrentar sin mayores dificultades, porque, cuando termina la proyección tienes ganas de pensar y de debatir, de observar investigando. Esto es una proeza del tamaño de la luna de Richard Linklater, este hombre consigue siempre, en sus películas honestas, que el espectador viva las historias que cuenta. Cuando vi “Antes del Amanecer” (1995) ambicioné enamorarme de una chica en pocas horas, a primera vista, en un tren perdido. Cuando vi “Despertando a la Vida”, cada persona no sólo se convirtió en un mundo, algo que ya sabía, sino que se convirtió en una posibilidad utilitarista de aprender algo, de darte otro punto de vista. La película está formada por muchas facetas, y a la vez es tremendamente simple. La mayor parte de la historia la forman diversos monólogos aparentemente inconexos que parecen dar un repaso a los grandes temas de la filosofía: libre albedrío, la evolución del ser humano, la consciencia colectiva, el existencialismo, el mundo de los sueños, la muerte, La Vida Con Mayúsculas. La mayoría resultan tremendamente atractivos y enriquecedores Otras piezas de la película son microhistorias concluyentes, genialmente interpretadas, que capturan un momento dramático que tiene peso por sí mismo. Y por último, otro bloque de la película intenta autojustificarse, analizando los límites autoimpuestos de la narración clásica: "tiene que haber un argumento", "tiene que seguir una estructura narrativa de planteamiento, nudo y desenlace".

Hasta ahora, los adelantos tecnológicos que permiten la elaboración de filmes puramente animados se habían utilizado para concebir productos que apuntaban esencialmente al mercado infantil, pero que se caracterizaban por deslizar, detrás de una historia atrapante y cautivante para los más chicos, el tratamiento de temas de mayor profundidad, dirigidos para los más grandes. “Hormiguitaz” (1998) o “Toy Story” (1995) son algunos de los muchos ejemplos que pueden mencionarse. Distinto es el caso en “Despertando a la Vida”. En esta cinta, la apuesta de Linklater no responde a los patrones recurrentes de la industria cinematográfica: su película animada está dirigida a los adultos. Sin monstruos, insectos ni juguetes de por medio. Esta cinta filosófica ofrece un apasionante recorrido por las preguntas primordiales que suele plantearse el hombre con respecto a su existencia. Linklater no se preocupa por dar a conocer detalles acerca del joven protagonista principal, a quien el actor Wiley Wiggins le pone la voz, de quien no se sabe ni su nombre. Sin embargo, el director estadounidense realiza una perfecta composición introspectiva del personaje: no sabremos cómo se llama, pero conocemos y muchas veces nos identificamos con sus más profundos interrogantes, su ansiedad de autoconocimiento, su pasión por la vida, su curiosidad, su capacidad para escuchar al otro. O a sí mismo. Porque todo lo que vemos es la secuencia una tras otra de un sueño que parece no tener fin.

Puede achacársele al filme un quizás exagerado tinte pedagógico, demasiado tendiente a responder las preguntas que plantea el muchacho a cada uno de los fascinantes personajes con los que se cruza (aunque no siempre se sueña a sí mismo: es imperdible una conversación que mantienen sobre la cama los dibujos de Ethan Hawke y Julie Delpy, realizados por ellos mismos en un guiño del realizador para aquellos que vieron a ambos actores enamorados en “Antes del Amanecer”). Pero esa verticalidad es absolutamente perdonable, porque puede ser utilizada por algunos espectadores para una primera aproximación (o reencuentro) con algunos de los pensamientos esenciales de hombres de la talla de Jean Paul Sarte, Sigmund Freud o Michel Foucault, entre otros. Si bien existe un hilado temático general, cada diálogo de la trama se presenta como independiente del otro. Eso le quita algo de ritmo narrativo a la historia, pero posibilita que cada secuencia tenga una riqueza y un peso específico propio. Y no impide que cada una de ellas esté dotada de una atmósfera espesa y cautivante. Pese a esto, es necesario aclarar que el lenguaje verbal utilizado es bastante complejo, por lo que es aconsejable no detenerse palabra por palabra sino tratar de captar la esencia de lo que se ve. Igualmente, la sensación final es que se trata de una de esas películas que pueden disfrutarse tanto o incluso más la segunda vez que se la mira (cosa que todavía no pudo hacer este cronista, valga la aclaración).

Entrar al mundo de los sueños y explorar en ella, esta es la propuesta/desafío que plantea el filme, seguramente otro de la lista de Linklater que pasará a integrar la privilegiada esfera que ocupan los llamados "de culto". Porque quizás no haya tanta diferencia entre aquello que soñamos y eso otro que denominamos realidad. Quizás sólo se trate de hacerse cargo de lo que cada uno es y quiere ser, dejando en libertad de expresión a las enormes cantidades de creatividad e imaginación que se alojan temblorosas en cada una de las soñadoras cabezas humanas que habitan el planeta. Obra maestra del cine (y de la literatura, añadiría incluso), que nos da las claves para comenzar a mirar a nuestro alrededor con otros ojos, apreciando cada cosa que es posible día tras día, cada pequeño milagro, para que tomemos partido y comencemos a vivir despiertos, no dejándonos llevar, no siendo simples cuerpos vivos pasivos. Decidiendo nuestros caminos a cada segundo. Aunque no se esté necesariamente de acuerdo con algunas de las opiniones que se expresan en la cinta, es innegable que quien lo sepa apreciar encontrará en "Despertando a la Vida" una experiencia única en el cine, mitad narrativa, mitad académica, y no faltará quien vea su filosofía personal y sus percepciones sobre el mundo cambiadas para siempre. ¿De qué otra película se podría decir lo mismo? Vehementemente recomendada.

“Soñar, de la mano de los dibujos filosóficos”

1 comentario:

  1. sin duda una de las mejores películas que e visto

    este tipo de pelicula asi parecidas que me recomienden

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