Año: 1982 País: EE.UU. Género: Comedia Negra Puntaje: 8.5/10
Interpretes: Jerry Lewis, Robert De Niro, Sandra Bernhard, Diahnne Abbott, Lou Brown, Ed Herlihy y Shelley Hack
Amarga comedia que narra la historia de Rupert Pupkin (Robert De Niro), un fracasado cómico obsesionado con convertirse en el mejor en su campo. Un día Pupkin conoce a su ídolo, el talentoso y respetado comediante Jerry Langford (Jerry Lewis), y le suplica la oportunidad de aparecer en su show, pero éste se la niega. Sin embargo no cesará en su empeño, acechando a Jerry hasta que consiga lo que quiere. Finalmente y con la ayuda de su amiga Masha (Sandra Bernhard) secuestrarán a Langford para poder conseguir su propósito. A pesar de que “Toro Salvaje” (1980) no se llevó el Oscar a la mejor película en 1981, Robert De Niro se alzó con su primer, y hasta ahora único, Oscar al mejor actor principal, y el gran trabajo de montaje de Thelma Schoonmaker se vio recompensado con el segundo Oscar para la película. Era un momento de gran prestigio y renombre internacional para Scorsese, pues se tenía la sensación de que había regresado con otra obra maestra en la que lo había dado todo, como así fue, pero que el público no comprendió mucho. Entraba de manera inmejorable en la nueva década, una década que iba a resultar problemática y ardua para sus compañeros de generación y para él mismo. Mucho se ha dicho del declive del cine en las últimas décadas. Personalmente, creo que los años setenta fueron una década magnífica, en contraste con los pobres años ochenta, que ahora algunos intentan reivindicar. Lo cierto es que los fracasos de Coppola o Cimino dejaron muy poco margen de maniobra para el cine de autor, y los estudios se reconvirtieron en cajas registradoras, muchas veces en manos de corporaciones extranjeras.
Los proyectos se infantilizaron y el cine artesanal se volvió más mecánico y pobre de ideas que nunca. Con esta coyuntura tuvieron que lidiar, con mayor o menor acierto, los “Wonder Boys de los 70s” (Generación conformada por cineastas de la talla de Coppola, Spielberg, Scorsese, De Palma, Cimino...). El ambiente distaba mucho de la época de la prodigiosa “Calles Peligrosas” (1973) o de la violenta pero majestuosa “Taxi Driver” (1976), en el sentido en que cualquier película que no llegase a alcanzar los cien millones de dólares en taquilla empezaba a ser considerada por las grandes productoras como un fracaso sin paliativos. Por todo ello, y aún contando nuevamente con una estrella internacional como Robert De Niro en el papel principal, llevar a cabo un proyecto tan decididamente anticomercial y temáticamente complejo como “El Rey de la Comedia’ tiene un enorme mérito, más aún cuando Scorsese no había conocido ningún grandioso éxito popular. Aun hoy día se trata de uno de sus trabajos menos conocidos y menos considerados por la cinefilia y la crítica, lo que siempre me ha parecido una terrible injusticia, porque creo sinceramente que “El Rey de la Comedia” es un logro magnífico, que probablemente se encuentre entre sus filmes más arriesgados e interesantes. Una negrísima comedia, cáustica, impredecible y sin contemplaciones. Un notable filme de obligado visionado para todos los amantes del cine más radical, y por descontado para los millones de scorsesianos que existimos en el mundo.
Lo cierto es que el guión de Paul D. Zimmerman había caído en manos de Scorsese bastantes años antes, y lo rechazó. Después, el ínclito Michael Cimino tuvo intención de dirigirlo, pero finalmente se desentendió también del proyecto. Completado “Toro Salvaje”, De Niro volvió a insistirle con el guión, y aunque Scorsese se estaba pensando dedicarse durante un tiempo a una serie de documentales sobre la vida de los santos, trasladándose para ello a Italia, se lo pensó mejor y aceptó el guión. De hecho, acababa de salir de una grave neumonía que le había postrado varias semanas en cama, pero apenas tuvo tiempo para restablecerse comenzó a trabajar, porque el rodaje comenzó cuatro semanas antes de lo previsto, ya que se anunciaba una huelga de realizadores en Hollywood y temían que eso lo paralizara todo. Después de varias opciones, llegaron a la conclusión de que el actor y showman ideal para interpretar a Jerry Langford era Jerry Lewis, quien había vuelto a la actuación después de doce años, además contaba con cincuenta y cinco años, además tenia que encarnar lo opuesto a lo que él mismo representaba. Esta cinta es un reverso oscuro y satírico. Y es posible, porque pocas veces nos han contado una historia de imbéciles, y de bochornosas frustraciones, tan moralmente resbaladizas y visualmente ingeniosas como esta. Un prodigioso Robert De Niro, en una de sus más brillantes y olvidadas interpretaciones, da vida a Rupert Pupkin, en su carácter obsesivo y en sus egoístas impulsos radica gran parte del ideario que ha convertido a los personajes scorsesianos en algo tan identificable. Pupkin es un ser patético cuya miserable vida le lleva a imaginar un mundo que no es real, y en virtud del cual hará lo impensable para que sus sueños se conviertan en realidad.
En la búsqueda de la confirmación de una verdad alternativa por parte de Pupkin, Scorsese indaga además en algunos de los fantasmas de la América actual y en muchos de los defectos de la cultura de masas, sobre todo la televisiva. Y lo hace con singular lucidez. En la actualidad tenemos ejemplos de sobra: personajes grotescos que se hacen famosos de la noche a la mañana y cuya mayor virtud consiste en ser despreciables, vulgares, sin el menor talento artístico y ávidos de esa tenebrosa felicidad que debe otorgar la idolatría basada en la ignorancia, en el aburrimiento, en la estulticia. En el momento de su estreno, no fueron pocas las voces críticas, sobre todo en Norteamérica, que expresaron su desagrado o su incomprensión del espejo que proponía “El Rey de la Comedia”. Ahora dudo mucho que esos críticos no sean capaces de constatar la feroz y despiadada metáfora de un mundo en el que triunfan los idiotas, en el que las tragedias íntimas son tomadas a broma, en el que hacer público las miserias cotidianas es motivo de celebración. Scorsese no muestra compasión, ni por unos showman capaces de vender su alma al diablo, ni por un público ávido de sensaciones fuertes, ni por una sociedad que primero te alaba para luego masacrarte. “El Rey de la Comedia” es una cinta cómica y a la vez muy inquietante. Ver a De Niro improvisando una entrevista imaginaria con Liza Minelli divierte pero estremece. También la escena en que delira imaginando su boda en directo por TV mientras el cura le pide perdón en nombre de todo el mundo por no haber reconocido su talento. Sí, definitivamente éste está incluso más perturbado que el Travis Bickle de “Taxi Driver”.
Suele considerarse la puesta en escena de este trabajo como una de las más ortodoxas y convencionales de su director, en aras de una mayor penetración psicológica de los diversos idiotas rematados que construyen la historia. Pero no puedo estar de acuerdo con esta idea. Aunque en apariencia la planificación, el marcaje de los actores y el uso de la cámara pueden ser calificados de clásicos, se esconde en cada plano, en cada gesto de los personajes, en cada línea de diálogo, muchas y muy potentes cargas de profundidad que erosionan el tejido supuestamente clásico de la narración. No lo vemos, pero sentimos que esta historia no podía haberse contado antes así. Hasta un convencional plano contraplano está dotado de algún detalle extraño, tenso o decididamente gamberro. Es impresionante la cantidad de ideas ingeniosas que podemos rastrear con un poco de atención. Es cierto que la cámara es más invisible que en otros títulos de su autor, pero secuencias como las de las fantasías de un irónico Pupkin están resueltas con una ambigüedad en el montaje y en la mera representación visual, que no dejan lugar a dudas de la sutileza y la brillantez de la propuesta. Merece la pena ver como Rupert Pumpkin, con sus desmesurados métodos consigue alcanzar la fama en el mundo de la comedia. Pero, ¿el fin justifica los medios? Hace 25 años el tipo que mató a John Lennon pensó que sí merecía la pena matar a su ídolo para conseguir la notoriedad que buscaba. Rupert Pumpkin consiguió la fama como cómico, el asesino de Lennon tuvo hasta película “Chapter 27” (2007). Está claro, si crees que el fin justifica los medios eres un desequilibrado más, o en la mayoría de los casos simplemente un hipócrita.
El guión transgresor logra que juzguemos equivocadamente al personaje, que finalmente nos pongamos de lado de los mecanismos de defensa de una productora a la que le llueven propuestas de aspirantes a cómicos y le veamos como un loco que está a punto de hacer el ridículo, acabar en la cárcel o algo peor. En las secuencias finales se desvela el talento de Rupert Pupkin, con lo cual nuestro asombro es mayúsculo. De este modo se logra que formemos parte del sistema que es criticado y tomemos conciencia de como nosotros, los espectadores, también ponemos barreras. El fin justifica los medios, aunque el medio sea cometer delitos (secuestro, chantaje, amenazas, coacciones). Todo vale para alcanzar el minuto de gloria. Mensaje muy de actualidad ya que todos los días vemos a la gente hacer barbaridades para ir de programa en programa y tener su minuto de gloria. La fama es efímera, muy pasajera. La gente se mueve por modas que pueden durar días, semanas o meses. Lewis es el "no va más" de la comedia hasta que la gente empieza a adorar a un lunático, que por supuesto, se convierte en el Rey de la comedia cuando sale de la cárcel. Otra crítica es a la sociedad americana en su conjunto, que en vez de horrorizarse con un loco que comete varios delitos para salir por la tele, lo veneran y aclaman como si fuera un héroe. Una verdadera rareza en la filmografía scorsesiana, que quizá merecería una correcta y apropiada revisión por parte de los cinéfilos. Estoy seguro de que la merece. No suele recordarse a este papel como uno de los mejores de De Niro, pero sin duda lo es. Junto a Jerry Lewis, que está sensacional y muy sobrio, crea un dúo que seduce y atrapa al espectador, a poco que este comprenda que no se encuentra en los terrenos de una comedia al uso. Negrísima y muy psicológica.
“Comedia negrísima con el sello de Scorsese”
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