miércoles, 23 de marzo de 2011

Poder Absoluto

Director: Clint Eastwood
Año: 1997 País: EE.UU. Género: Thriller Puntaje: 7.5/10
Interpretes: Clint Eastwood, Gene Hackman, Ed Harris, Laura Linney, Judy Davis, Scott Glenn, Dennis Haysbert, E.G. Marshall, Alison Eastwood y Melora Hardin

“Poder Absoluto” es uno de los mejores thrillers dirigido por Clint Eastwood. Nada convencional, aun partiendo de un argumento bastante inverosímil, Luther Whitney (Eastwood), un especialista en grandes robos, planea desvalijar la mansión de un magnate. Sin embargo, una vez dentro, es testigo involuntario de un asesinato a una mujer que involucra al Presidente de los EE.UUU., a su jefe de gabinete y a dos agentes del Servicio Secreto. Pero, ¿a quién puede recurrir un criminal para acusar de asesinato a alguien relacionado con la Casa Blanca?. El decimonoveno largometraje dirigido por Eastwood está resuelto de forma admirable, mostrándose como un ejercicio tremendamente personal, aplicando esa práctica tan venerada en los tiempos del Hollywood clásico, consistente en apropiarse del relato y convertirlo en una excusa, un medio mejor dicho, para tratar los temas que más le interesan, ya sean temáticos o formales. Se suele aceptar que el cine de Clint Eastwood (el dirigido por él se entiende) se divide en dos partes: por un lado se tienen los productos comerciales, resueltos, en general, de forma profesional, y en el polo opuesto los filmes etiquetables como "de autor", donde el cineasta muestra su verdadera personalidad tras la cámara. A los primeros pertenecerían todos los thrillers del realizador, también sus dos primeros westerns y otras películas no adscritas a ningún género en concreto. “Poder Absoluto” es otra prueba de que esa división es bastante desacertada y tras su estreno en ese 1997 se pudo comprobar lo mal entendida que estaba la carrera de Eastwood, del que se esperaba otro filme como los anteriores, es decir, una película de "autor", dando por hecho que este nuevo thriller no lo era, en todo caso debía considerarse un filme menor bien resuelto, un impase en la trayectoria de su realizador en espera de otro de sus filmes personales.

Eastwood construye un filme centrado en la descripción y desarrollo de unos personajes que consigue hacerlos reales y humanos (ayudado por el veterano y buen guionista William Goldman) y elevando el interés inicial de la propuesta mucho más allá de lo predecible. A pesar de cierto esquematismo en el trazo del presidente Richmond (interpretado con su habitual solvencia por un Gene Hackman que sabe formar al personaje con una adecuada dosis de maldad y cinismo) que desde el primer momento se revela como un auténtico “hijo de puta” (y perdónenme la expresión, pero no hay otra), lo cierto es que las relaciones entre cada uno de los personajes resultan creíbles y ricas en detalles. El círculo del presidente se presenta gris y tremendamente tenso, con los agentes del servicio secreto que dispararon contra la victima, que actúan al principio con plena convicción de hacerlo por su país, pero que poco a poco desvelan sus incertidumbres, sobre todo Bill (Scott Glenn) que muestra en un momento su repugnancia hacia el que es su presidente y que termina suicidándose y pidiendo perdón. Por su parte la jefe del gabinete, Gloria Russell (excelente Judy Davis), se muestra finalmente como alguien que actúa más por el aprecio y respecto, casi amor, que profesa hacia el presidente, que por un deber con su país, revelándose un personaje tremendamente trágico e indefenso que da lugar a un momento bastante divertido, pero en el fondo terriblemente cruel con ella; ese en el cual se presenta en una fiesta con el collar de la víctima, pues Luther le ha engañado haciéndole creer que es un regalo del presidente.

Especialmente interesante se presenta la relación entre Luther, su hija Kate (Laura Linney) y Seth Frank (un extraordinario Ed Harris que proporciona ecuánimemente al personaje de inteligencia y humanidad), teniente de la policía de Washington encargado del caso. La distancia que separa al viejo Withney de su hija, por su pasado entre rejas y la muerte de la madre de ella, da un giro tras los acontecimientos vividos por el ladrón. Los recelos iníciales de Kate no son más que una postura lógica, defensiva ante alguien al que quiere, pero que le ha hecho sufrir. Poco a poco ambos se irán acercando, a lo que contribuye la aparición de Seth Frank, momento que se aprecia ya en esa espléndida escena en la que Kate descubre las fotografías que Luther tiene de ella en su casa y en detalles como la nevera de Kate que Luther llena de comida o en diálogos tan sencillos y que suenan totalmente sinceros como la replica de Luther cuando su hija le pregunta porque fue a la cita si temía que podía tratarse de una trampa: «mi hija me quería verme». Paralelamente la relación entre Kate y Seth Frank, y entre éste y Luther, enriquece aún más la historia. El teniente admira desde el primer momento a Luther y en sus conversaciones se advierte que ambos congenian a pesar de corresponder a dos generaciones distintas, de igual modo, se percibe un evidente interés del policía por Kate, ya desde su primer encuentro, aunque excesivamente subrayado, posteriormente, en ese diálogo entre los dos cuando Frank repite varias veces que vive sólo, aunque no deja de ser bastante realista y decididamente divertido.

Todos estas personas Luther, Kate y Seth Frank, El Presidente, Gloria Russell y los dos agentes, además del marido de la víctima, el multimillonario Walter Sullivan (E.G. Marshall), representan diferentes formas de soledad y en el caso de Luther y Sullivan se aprecia ese medio a quedarse solo y a morir sin nadie cerca, muy bien expresado mediante la conversación que mantiene Sullivan con Seth Frank o a través de la escena en la que Luther regresa a casa y cena sin compañía. La soledad de Luther es asumida desde siempre, que no para siempre, pues su trabajo está al margen de la ley, es sombrío y en muchas ocasiones le ha hecho huir (como en ésta, aunque en última instancia cambia de opinión). Por su parte Seth Frank y Kate son dos adultos que llevan viviendo solos bastante tiempo, algo que no se dice expresamente, pero que es fácilmente deducible, muy probablemente debido a que ninguno ha encontrado aún con quien compartir su vida, resultando el interés mutuo (no sólo es Frank quien se siente atraído por Kate), que surge entre ambos, una pincelada que humaniza más a los personajes, pues esa soledad en la que viven no es premeditada y la posibilidad de conocer a alguien está siempre presente. Esta relación mostrada de forma tangencial, casi siempre de forma sutil, evita el cliché habitual de muchas películas, aunque ya de por sí el tratamiento elegido para el filme huye del lugar común y de los formulismos. En cuanto al presidente Richmond, el retrato es muy gris, presentándolo como un ser mezquino, que vive en una terrible soledad, pues todos cuanto le rodean están ahí por su trabajo o por sus obligaciones (incluida su mujer, a la que se refiere más como otro miembro de su gobierno que como su pareja), siendo incapaz de darse cuenta del aprecio que otros (Sullivan, Gloria Russell) siente por él.

En “Poder Absoluto” el thriller deja paso al drama y éste al humor negro, conviviendo en una misma secuencia e incluso en un mismo plano sin molestarse, enriqueciendo personajes y situaciones. “Poder Absoluto” es un thriller poblado de personajes bien definidos y mejor desarrollados, que contiene no pocas secuencias de suspense (auténtico, pues como los personajes interesan ésas cobran un significado real) dignas de ser recordadas, que muestran al mejor Eastwood de los últimos años. Más allá de la celebrada (y magnífica) secuencia con montaje en paralelo, de la emboscada a tres bandas urdida contra Luther, el filme goza de excelentes momentos: la tensa secuencia del robo que concluye con el asesinato, con una acertada progresión narrativa y un conseguido cambio de papeles donde el protagonista (y el espectador con él) atraviesa diferentes estados (ladrón, testigo, presa); el intento de asesinato de Kate cuando su coche con ella dentro es empujado por un terraplén; la espléndida resolución del filme, también algo inverosímil sinceramente, mostrada en tres partes: en una primera escena Luther desvela a Sullivan quién es en verdad el asesino de su esposa; en la siguiente el millonario va a la Casa Blanca para hablar con el presidente, con una de las armas del crimen escondida tras una mano; esa escena se interrumpe cuando Sullivan entra en el despacho del presidente y se encadena con las noticias que Luther ve por televisión: ahí se da la noticia del suicidio del presidente Richmond, donde Sullivan explica su consternación por la perdida del que consideraba como un hijo; la misma falsedad y cinismo ya empleada por el presidente cuando dio una conferencia de prensa por la muerte de la mujer de Sullivan, "escenificación" que Luther vio también por televisión, cuando se disponía a tomar un avión que le llevaría muy lejos de allí, y tras lo cual decide no huir, ya que en el fondo no quiere estar siempre solo.

Lo que se puede asegurar es que “Poder Absoluto” es un buen filme de suspense, con un gran arranque (toda la secuencia dentro de la habitación de la mansión está bellamente filmada, incluida la pelea con reminiscencias al “Crimen Perfecto” de Hitchcock) cuyo pulso se mantiene a lo largo de prácticamente todo el filme. Eastwood se permite algún pequeño toque de humor para rebajar la tensión tras el asesinato (esas ascensiones y cabeceos de Luther mientras los agentes discuten sobre si llamar o no a la policía), además en ella hay una cierta crítica al mundo político norteamericano, demostrando que poco pueden enseñarle en esto de hacer cine de forma competente. El final quizás quede algo precipitado, con un desenlace que parece llegar demasiado fácilmente, pero de todas formas no desmerece a un conjunto que, como suele habitual en el director, es un una nueva muestra de cómo hacer cine entretenido para las masas sin caer en la vergüenza ajena cinematográfica. Además, algunas escenas de la película no devuelven al Eastwood duro y frío de los viejos tiempos, sobretodo en cierta escena que tiene lugar en el hospital donde el actor nos regala un atómica frase estilo Callahan. En “Poder Absoluto” Eastwood se rodeó, como siempre, de competentes actores, entre los que destaca Gene Hackman, que nos ha regalado alguno de los mejores villanos de los últimos tiempos; Ed Harris y al gran secundario E.G. Marshall interpretando al millonario Walter Sullivan, en el que sería su último papel en la gran pantalla. “Poder Absoluto” es un entretenido filme que le permite a uno poder afirmar que disfruta del cine palomitero sin que le de vergüenza hacerlo.



"Trepidante, con múltiples referencias a Don Siegel"

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