domingo, 28 de agosto de 2011

Golpes del Destino

Director: Clint Eastwood
Año: 2004 País: EE.UU. Género: Deporte/Drama Puntaje: 10/10
Interpretes: Clint Eastwood, Hilary Swank, Morgan Freeman, Anthony Mackie, Jay Baruchel, Mike Colter, Lucia Rijker, Brian O'Byrne, Margo Martindale y Riki Lindhome



Frankie Dunn (Clint Eastwood), después de haber entrenado y representado a los mejores boxeadores, regenta un gimnasio con la ayuda de Eddie (Morgan Freeman), un ex-boxeador que además es su único amigo. Frankie es un hombre solitario y adusto que se refugia desde hace años en la religión buscando una redención que no llega. Un día, entra en su gimnasio Maggie Fitzgerald (Hilary Swank), una voluntariosa chica que quiere boxear y que está dispuesta a luchar denodadamente para conseguirlo. Pero lo que más desea y necesita es que alguien crea en ella. Frankie la rechaza alegando que es demasiado mayor y que además, él no entrena a chicas. Pero Maggie no se rinde y entrena cada día en el gimnasio, con el único apoyo de Eddie. Finalmente, convencido de la inquebrantable determinación de Maggie, Frankie decide entrenarla. Hay obras cuya profundidad y calado emocional se extiende más allá de las coordenadas donde se generan y desarrollan, las cuales pueden estar fijando un espacio reducido, paralelo, carente de vericuetos, limitando las opciones para lo imprevisible. Las imágenes de “Golpes del Destino” se instalan en lo cotidiano, en un contexto, el boxeo, que actuando desde el principio como un mero y consciente pretexto. Este largometraje del gran Clint elide con pasión y autenticidad sus fronteras elaborando un denso melodrama en el cual se transmiten una variedad inaudita de sentimientos y reflexiones, siguiendo el itinerario de tres personajes que traspasan la pantalla para aparecerse ante el espectador como personas tangibles, reales, truncando posibles expectativas para abrazar la tragedia de lo inesperado, revelando así la "precariedad de la vida" (en palabras del propio Eastwood) y en última instancia el insondable misterio de la misma existencia.



Uno de los méritos de “Golpes del Destino” es su estructura basada en una suerte de crónica epistolar. Ello permite de manera coherente una narración en "off" narrativo que ilustra sin abusar los "off" visuales. Su discurso incluye una serie de aforismos que se integran de forma natural y coherente con el hilo de las imágenes. El primero de estos aforismos, "para ganar en el boxeo, hay que moverse hacia atrás", podría aplicarse a la trayectoria del propio Clint Eastwood. Cuando salí de ver por primera vez esta cinta no sabía qué pensar. Estaba de nuevo en la calle, sólo, de camino a mi casa, con el corazón compungido y a la vez emocionado por el tremendo acto de amor, o mejor, de complicidad, de amistad, de lealtad del que había sido testigo. Fue entonces cuando me puse a recordar el resto de la película y fue así como me di cuenta de algo tan sencillo como elementar para hacer una buena película, la asombrosa fluidez del relato. Sin altibajos, sin zigzagueos, sin trampas, Eastwood no ofreció con “Golpes de Destino” un relato desnudo, una de esas historias que como solía ocurrir en el cine clásico de Hollywood, el narrador era una figura al servicio de la historia y no al revés. Una historia como esta, de ilusiones y frustraciones, había sido filmada por Clint Eastwood alejado de los estereotipos de ese subgénero que podríamos denominar “cine de esfuerzos”, y sin ni siquiera tener que meter la cámara dentro de la mismísima pelea de un cuadrilátero como hiciera Martin Scorsese en “Toro Salvaje” (1980). Esto es importante, porque mientras el sufrimiento que experimentaba Jake La Motta (Robert De Niro) en el ring tenía mucho que ver con su sentimiento de pecado, culpa y expiación, los combates de “Golpes del Destino” no son más que agradecidas transiciones hacia otro momento dramáticamente más intenso que en este sentido desembocarán en la decisiva escena en la que Maggie es dramáticamente noqueada.



Con el tiempo creo haber aprendido que salvo Alfred Hitchcock, Orson Welles y dos o tres directores más, las obras maestras suelen hablar en voz baja. He llegado a la conclusión de que una de las virtudes de una gran película es, o debería ser, su humildad. Llegar a una sala de cine ante la atenta mirada de un público que ha pagado por ver lo que has hecho con la seguridad suprema de que has parido algo importante me parece un acto de desmedido egocentrismo. Se da con demasiada frecuencia el caso de directores con un potencial verdaderamente asombroso que de vez en cuando se suelen perder en sus propias ansias de sellar la historia del cine con su nombre. Sin embargo, de esto poco o nada hay en el cine de Clint Eastwood. Y no es de extrañar. Ese caudal de emociones y conmociones, de tormentos y venturas, que recorren las distintas situaciones que transitan el relato (los cuales se diría surgen con pasmosa espontaneidad) fluye a través de una puesta en escena que despoja a la narración de todo valor superfluo u ornamental y que, quizás por ello, logra multiplicar la complejidad de todo lo que acontece ante los ojos del espectador. “Golpes del Destino”, con su aspecto sombrío y desesperanzado, constituye paradójicamente un verdadero deleite intelectual y espiritual en el actual panorama del cinematógrafo y le devuelve su condición de espejo de todos los aspectos que componen la existencia humana en nuestros días: las referencias a la poesía irlandesa, a las raíces, nunca caen en lo puramente nostálgico o anecdótico, sino que buscan poner de relieve lo que, espectralmente, aún pervive dentro de la sociedad norteamericana. Cuando la mayor parte de los filmes buscan emocionar al espectador mediante artificios, bien sean recreaciones digitales, o bien sea la búsqueda de la emoción a través de la identificación mimética con sentimientos que se exhiben sin ningún pudor o reparo.



Eastwood otorga una gran importancia a las luces y las sombras del relato, acudiendo a una iluminación de contrastes, al uso intensivo de contraluces y de sombras. La planificación de escenas, de tomas y de encuadres en este sentido encuentra una admirable correspondencia con el contexto de los personajes, de la historia. Pensemos en la primera aparición de Maggie en el pabellón donde tiene lugar un combate de uno de los pupilos de Frankie; la muchacha se va haciendo visible desde la penumbra que la envolvía en el vomitorio que da acceso a las gradas, entrando en ese momento en el relato, y dando el primer paso para salir de su oscuridad, de su mediocridad. Eastwood construye buena parte del filme siguiendo este modelo y encontrando siempre el equilibrio perfecto entre lo que se muestra en crudo y lo que realmente se está diciendo. Existen numerosos ejemplos a lo largo de la cinta, si bien tal vez dos de ellos resulten los más significativos y conseguidos: la composición del plano de Frankie rezando arrodillado en su dormitorio antes de acostarse, por su hija a la que nunca ve: una iluminación tenue, a media luz, intensifica la densidad de un momento de una notoria intimidad respetada por la ubicación alejada del plano medio; las luces y sombras que se filtran en ese impresionante plano que encuadra a Eddie y Frankie en el vestuario, instantes antes de que éste se dirija al hospital para cumplir el deseo de Maggie: el entrenador está sentado, perdido entre la sombra sin apenas luz que ilumine su rostro cabizbajo; el veterano boxeador se encuentra de pie acompañando a su amigo en una momento casi insostenible, reflejándose su sombra en las taquillas, incrementando el sentido y significado de su presencia…en el largometraje descubriremos que Frankie, Eddie y Maggie sólo son un grupo de personas que ha sido víctima de algo tan humano como son los sueños truncados. Sólo Maggie, por su juventud, tiene aún una segunda oportunidad para salir adelante y ser algo más que una sospechosa sombra grisácea como los son las vidas de Eddie y Frankie. Y en los sueños, todo lo valen.



El tratamiento en el filme de Eastwood de los espacios se aleja por completo del de películas como “Elephant” (2003), donde la planificación está siempre supeditada a la descripción de las localizaciones. Los espacios en “Golpes del Destino” no copan el lugar central del relato, sino que aparecen dentro de una estructura plenamente narrativa, en el sentido más tradicional del término, amplificando la descripción de los personajes, que cobran gracias a ellos una condición trascendente. Cada una de las estancias se convierte, pues, en un lugar que trasmite una cierta idea moral. Se ha escrito ya mucho sobre el gimnasio que aparece en el filme como un auténtico panteón en el que aún perviven restos humanos. Cada máquina, cada centímetro del lugar, revela las huellas del pasado en un presente marcado por la decrepitud. Pero no es el único espacio importante del filme. La casa en la que vive la familia biológica de Maggie nos revela la presencia de una cierta concepción vulgar e incluso soez de la existencia. Un entorno que aplasta cualquier atisbo de ilusión creativa. En esta línea, la nueva vivienda que Maggie regala a sus parientes es la materialización del intento de ella por reducir a cenizas aquel ambiente hipersaturado y partir de cero en un lugar nuevo. Por otro lado, el apartamento en el que vive Maggie mientras dura su entrenamiento, igualmente desvencijado, no trasmite vibraciones negativas, sino la fibrosa voluntad de una persona capaz de renunciar a todo lujo o comodidad en función de un objetivo vital. Un interior con los mínimos elementos para sobrevivir y llevar una existencia dedicada al boxeo, que es la excusa para mostrarnos la lucha vital de unos personajes para hacerse un lugar en el mundo. Quizás un pequeño lugar; pero, en definitiva, su lugar. En este sentido cabe valorar que mientras “Río Místico” (2003) describía la caída de unos personajes, su pérdida de dignidad, “Golpes del Destino”, por su parte, define a unos personajes que tienen una deuda consigo mismos y consiguen pagarla con su propia dignidad.



Eastwood consigue en el tramo final de la película: sacudir nuestras conciencias de tal forma que uno se ve lanzado por el precipicio moral que plantea la película. En un acto de honestidad insobornable, Eastwood orquesta todos los elementos antes mencionados para desembocar en una serie de escenas que justifican por sí solas cualquier trayectoria fílmica y me atrevería a decir que humana. Porque hace falta haber vivido muchas cosas y haber alcanzado un grado de madurez personal que no está al alcance ni mucho menos de todo el mundo, para poder afrontar tanto los temas de los que habla Eastwood como la forma en lo que lo hace, con una puesta en escena despojada de todo artificio, que rehúye cualquier tipo de componenda emocional y no cede ni un solo milímetro de terreno al sentimentalismo o a las justificaciones superfluas y lo que es aún más importante, que nos obliga a mirar de frente, con un nudo en la garganta pero sin poder apartar la vista de la pantalla, un acto que nace tanto del amor como del dolor, de la humanidad más solidaria como de la desesperación más allá de toda medida imaginable, que desemboca en un final incierto, abierto, pero magnífico. Más, podemos preguntarnos, ¿es una historia de amor o de cariño? ¿Hay algo más que una atracción meramente "espiritual" entre ambos? La respuesta, como no puede ser de otro modo tratándose de un filme tan complejo, resulta ambigua, y el asunto nunca termina de aclararse totalmente, si bien esta cuestión parece tener una importancia relativa. Lo que sí está claro es que ambos se necesitan y encuentran el uno en el otro la solución a sus acuciantes carencias afectivas. Alguien a quien querer, en la acepción más amplia de la palabra. Querer y ser querido: no es tan fácil de conseguir en el mundo de hoy, parece recordarnos Eastwood. Habrá que volver sobre “Golpes del Destino” detenidamente una y otra vez, pues se trata de un filme absolutamente magistral, repleto de capas superpuestas, de misterios intrincados, de sueños incompletos, de vidas auténticas, una obra que además supone un extraordinario reflejo, a través de su fascinante puesta en escena, del cine norteamericano del pasado, del presente y tal vez del futuro.



"Extraordinaria y sombría"

1 comentario:

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