domingo, 18 de septiembre de 2011

El Curioso Caso de Benjamin Button

Director: David Fincher
Año: 2008 País: EE.UU. Género: Drama/Fantasía Puntaje: 09/10
Interpretes: Brad Pitt, Cate Blanchett, Taraji P. Henson, Tilda Swinton, Jason Flemyng, Julia Ormond, Eric West, Elias Koteas y Elle Fanning



Agonizante en un hospital y con la única compañía de su hija, la anciana Daisy repasa el diario de Benjamin Button (Brad Pitt), un hombre que en contra de los dictámenes de la naturaleza, nació con el aspecto físico de un anciano y a lo largo de su vida fue rejuveneciendo progresivamente. Para Benjamin su rareza no fue obstáculo para correr grandes aventuras, visitar lugares de todo el mundo y conocer al amor de su vida. La cinta es una monumental adaptación libre de un breve relato de F. Scott Fitzgerald del que apenas se toma la premisa. Desde el principio, el contexto y los motivos de la historia original se revelan sustancialmente diferentes y caminantes en otras direcciones. Tal voluntad de desprendimiento es explicitada en un prólogo que primeramente amenaza con manida excusa argumental y que rápidamente es redimido con un cuento dentro de otro cuento, es sencillamente magistral, uno de los responsables de este hecho es el premiado guionista Eric Roth, que se embarco así en una complicada producción, dilatada en el tiempo, de gran inversión económica, que supone todo un desafío para la técnica de efectos especiales, saldado con un resultado memorable (perfectamente integrados sin abrumar por sí solos), casi imposible de valorar en la actualidad. Una propuesta visual desbordante que obtiene unos resultados poco menos que asombrosos, aunque si bien la historia, repleta de momentos álgidos que estremecen el sentimiento del espectador, se le puede apreciar (tan sólo en apariencia) más el sello del guionista que la personalidad y fuerza del marcado estilo de David Fincher. Lo cual no desmerece a un conjunto que forma una película curiosa, entretenida, recomendable y hasta cierto punto, extraordinaria.



Todo lo concerniente a Benjamin Button resulta una suerte de fábula extraordinaria, narrada con mayor inspiración en los capítulos concernientes a la historia de amor. Así, asistimos a distintos momentos de este hombre que crece en edad, pero que su físico se afana por invertir, con drásticas y fantásticas consecuencias, que abarcan varias décadas de la historia de Estados Unidos, con episodios bélicos y épicos incluidos (que remarcan su carácter de cuento), y en donde se pueden encontrar las mayores semejanzas con “Forrest Gump” (1994), con la que acertadamente se le ha comparado (cabe destacar que ambos filmes tienen en común el mismo guionista). Muchos momentos se pueden destacar de este periodo, que abarca la primera mitad del filme, pero especialmente cuidada y espléndidamente bien contada es la ambientada en un frío puerto ruso, donde Benjamin Button vivirá su primera experiencia con una mujer madura (Tilda Swinton). Obviando la anecdótica formalidad en la narración a base de distintos episodios (que dilata en exceso la historia) en los que vamos conociendo personajes secundarios y asistimos al rejuvenecimiento físico del protagonista, David Fincher encuentra su máxima inspiración en la compleja y apasionante historia de amor de Benjamin Button con Daisy, la joven bailarina de espíritu libre que conociera de niña, y que magistralmente plasma la bellísima Cate Blanchett. Bajo capas de maquillaje y retoques digitales (mucho más sutiles que los de su amado, en algunos casos), logra encandilar y conmover, a medida que su relación se va convirtiendo en una realidad, un encuentro esperado en una etapa esencial de la vida de ambos y que se nos muestra con una enorme delicadeza y sensibilidad. Blanchett resulta fascinante, con una interpretación espléndida e hipnótica, y se erige como la actriz ideal para semejante y vital personaje.



Por su parte, Brad Pitt hace un meritorio esfuerzo por componer el complejo papel de Button, teniendo en cuenta que mucha parte del metraje tiene que sufrir la dificultad añadida de portar un espeso maquillaje (y en otras escenas es una recreación digital). Es notable el hecho de que tiene que afrontar su personaje a lo largo de toda una vida, con distintos puntos de madurez e inocencia, mientras su apariencia es la contraria, pero su composición interpretativa del personaje resulta algo fría. En cualquier caso su mérito tiene, puesto que al menos logra estar más comedido y esforzado que de costumbre. También tiene en su contra el hecho de tener como compañeras de reparto a unas actrices brillantes y sobresalientes, que hacen papeles memorables como Taraji P. Henson como su madre de adopción, Tilda Swinton como un amor fugaz y la mencionada Cate Blanchett que irradia magia en cada una de sus apariciones. Mucho se habló en su momento del descontento de Fincher con el montaje final de su obra, llegando a enfadarse con la productora renegando incluso de su cinta. Los productores querían que el filme rondase las dos horas y Fincher, tres. Al final, la película dura aproximadamente unos 165 minutos, por lo que podemos deducir que la balanza se ha inclinado más hacia el lado de Fincher, y aún así se pueden apreciar ciertas lagunas en la historia (en concreto en el que respecta a la relación de Benjamin con su padre o la parte en la que viaja por el mundo). Éstas no afectan demasiado a la narración, pero se notan. Por lo que a mi se respecta, hacía mucho tiempo que una cinta contemporánea no me proporcionaba un revolcón metafísico y emotivo de tanta envergadura, un revolcón minuciosamente descrito, impecablemente rodado y deliciosamente degustado. Tal vez pensarán que exagero pero “El Curioso Caso de Benjamin Button” es una de esas cintas que te abduce desde el principio y que no te liberan hasta el último fotograma.



En esta cinta David Fincher abandona los lugares más oscuros del ser humano para contarnos una de esas historias que la gente suele catalogar como “muy bonita”, expresión que le viene como anillo al dedo a “El Curioso Caso de Benjamin Button”. Además, hay que señalar el hecho de que la cinta es ante todo un trabajo de dirección, en el que Fincher imprime su fuerte personalidad al texto de Roth, haciéndolo suyo, erigiéndose como el verdadero maestro de ceremonias (habría que decir mago) de la función. La cinta es un cuento que habla sobre la vida y lo efímero de la misma. Sus personajes, todos ellos, siempre girando alrededor del personaje central, cuya existencia está marcada por un capricho del tiempo, esa invención del hombre, cruel como la propia vida, que nos cuenta una y otra vez lo que nos falta para dejar de existir y dar paso a la eternidad, formando parte de ella (impagable ese reloj cuyas agujas giran al revés ofreciendo la posibilidad de una segunda oportunidad a todo ser humano). Da igual que Benjamin Button rejuvenezca en lugar de envejecer, su paso por este mundo será como el de cualquier mortal, simplemente cambia el viaje y la forma de realizarlo. Y es precisamente esa forma la que llena de vida su peculiar historia. Empezar a vivir en un lugar al que la gente va a morir subraya y hermana el principio y el fin, la vida y la muerte, lo eterno y lo fugaz. Que la película esté enmarcada en todo momento por un desastre natural (el Katrina) no es más que una sencilla metáfora de la lucha diaria que supone vivir, y que una vez empezado el ciclo, todo empieza a morir, sin segundas oportunidades, con el futuro o el pasado, para llenarlo con una existencia lo más pletórica posible.



La historia de amor entre Benjamin y Daisy, tan imposible como lo son las grandes historias de amor, refuerza aún más esa imposibilidad de cambiar nuestro destino. Las idas y venidas de estos personajes, cruzándose una y otra vez, mientras él se hace joven y ella vieja, son golpes brutales de verdad a una relación imposible en las que la fuerza del amor queda por debajo de las de la naturaleza, algo tan cierto y tan terrible que la película nos muestra con delicadeza, sin caer ni un sólo instante en la ñoñería. Es más, si algo me falta en “El Curioso Caso de Benjamin Button” es un poco más de emotividad en algunos instantes clave de su argumento. Aunque la coherencia dicte que la cinta no posee más virtudes que otra fábula romántica hecha para arrasar en las salidas de pareja y los premios de apartados técnicos, la honestidad de Fincher en su papel de artesano conduce a un enamoramiento rendido y casi hipnótico. El relato de un relojero ciego que fabrica para la estación de tren unas manecillas que funcionan a la inversa no es más que una anécdota prescindible, un ejercicio de despiste con el que arranca esa hipnosis necesitada de sus casi tres horas de metraje para surtir efecto, como las películas de intermedio que en la época dorada se hacían para hechizar, y que, efectivamente, hechizaban. Fincher persigue lo imposible en un siglo escéptico donde el público ya no aplaude: recuperar los cánones imaginativos para rendir tributo al cine recargado, exagerado, medido al milímetro para que los defectos se hagan más evidentes, y la película, más humana. A lo largo del metraje uno se pregunta ¿Puede una película abarcar la esencia de la vida? ¿Puede una película emocionar de una manera tan honda, que sientas que difícilmente vayas a poder ver algo parecido en bastante tiempo? Son pocas las que lo consiguen, pero esas pocas siempre las recordamos, como pasa con la séptima cinta de David Fincher.



Y aunque "El Curioso Caso de Benjamin Button" parezca suceder en un tiempo y un mundo irreales, el director de la cinta se encarga de visualizar muy inteligentemente destellos de una realidad plausible y demoledora. Siempre a través de un aparato de radio o de una televisión, vemos noticias sobre diferentes hechos históricos que nos pegan al suelo en medio del cuento: Los Beatles, La Segunda Guerra Mundial (que el personaje central sólo vive en un episodio casi onírico), etc. Elementos con los que Fincher nos devuelve a la realidad. La película logra conmover, hace reflexionar y emociona a lo largo de la historia, que es acompañada de una notable partitura musical de Alexandre Desplat, además la cinta está repleta de pequeñas pinceladas de verdadera magia cinematográfica (como la narración secuencial del accidente de Daisy), aderezadas con toques de comedia y tragedia, ternura y drama, en un envoltorio visualmente prodigioso. La dificultad de llevar a cabo este gigantesco proyecto es elevada y David Fincher ha logrado manejar con rigor la realización, que tiende en ciertos instantes al preciosismo visual, alejándose de su habitual inmersión en lo tenebroso y oscuro, pero que logra orquestar con intensidad una entretenida y extraordinaria fábula sobre la vida, en líneas generales “El Curioso Caso de Benjamin Button” es una delicia firmada por un Fincher en plenitud de sus facultades. Un canto a la vida, como se ha dicho por ahí, y a la aceptación de la muerte, narrado a través de la excepcional historia de un hombre que sin pedirlo ni quererlo vivió la suya al revés. Y eso es lo importante, cada existencia es especial con su particular reloj vital. Unos avanzan más deprisa, otros más despacio, y nada se puede hacer por impedir el fatídico desenlace, sólo vivir. Dado el panorama actual, resistirse a ver una joya como ésta debería considerarse un delito en toda regla, recomendable.



"Una conmovedora reflexión sobre lo implacable del paso del tiempo”

2 comentarios:

  1. Veo que no me gustó tanto como a ti. Me pareció una oportunidad perdida, bueno me explico mejor en el blog.
    Saludos!

    ResponderEliminar
  2. Bonita historia de vida, muy linda. Brad pitt estuvo genial y está Jared Harris, el de Mad Men, es un señor que actúa muy bien cualquier papel que le den.

    ResponderEliminar