miércoles, 25 de agosto de 2010

New York, New York

Director: Martin Scorsese
Año: 1977 País: EE.UU. Género: Drama/Musical Puntaje: 08/10
Interpretes: Robert De Niro, Liza Minnelli, Lionel Stander, Barry Primus, Georgie Auld, Mary Kay Place, George Memmoli y Dick Miller

Nostálgico filme del gran Martin Scorsese, la historia se sitúa en la ciudad del titulo de la cinta, New York, en donde Jimmy Doyle (Robert De Niro) un impetuoso y persuasivo saxofonista quiere pertenecer a una gran banda. Francine (Liza Minnelli) es una tímida cantante de bar que sueña con llegar a ser famosa. Cuando se conocen, surge una atracción inmediata, y cuando él toca y ella canta, consiguen hacer temblar hasta los rascacielos de la gran ciudad. Es el comienzo de una tormentosa relación que pondrá a prueba su capacidad para encontrar el equilibrio entre su pasión por el jazz y el amor que los une. Scorsese sabe lo que hace referente a hacer cine. Llevó los postulados del Neo-Hollywood bajo el brazo y se puso a rodar esta magnífica “New York, New York”, mientras almacenaba material para el montaje de ese gran testamento del rock como es “El Último Vals”. El filme salió redondo. Pero no entusiasmó al público en su época. Regresaba a los clásicos. La taquilla reclamaba modernidad. Ni la química Minnelli-De Niro estuvo a la altura de las circunstancias.

Obra magna de los setentas, producida por Irwin Winkler y dirigida por Martin Scorsese, en la que rinde homenaje a los musicales clásicos de los años 40 y 50 ("Cantando Bajo la Lluvia", "Melodías de Broadway ", "Cita en San Luís", etc.), al hilo de una historia que narra las peripecias de las bandas de música de la época, la difícil historia de amor entre los protagonistas y el triunfo de ambos tras la ruptura. También constituye un homenaje a su ciudad natal, que dibuja con cariño y pasión. Es, además, un homenaje a la música, a los músicos y a las bandas de música que, con fatigas, transportaron a lo largo y ancho de EE.UU. motivos de baile y alegría en los años que para ellas fueron los de mayor esplendor. Hay que ser sinceros: esta película puede ser difícil de seguir para algunos, y quizá pueda terminar impacientándolos o aburriéndolos, inclusivo a algunos que gustan de otros filmes de Scorsese, y es que es difícil imaginar la razones que lo llevaron a realizar una película que muy probablemente lo llevaría al barranco en la taquilla; a el director italoamericano le obsesionan las historias de personajes grises, siempre a caballo entre la mediocridad y la genialidad, sobrecogidos y apabullados por sus propias tinieblas internas; y esta vez se dirigió hacia el jazz y su entorno, donde aparecen dos personajes de una estirpe Scorsesiana inobjetable.

Destaca el marcado contraste que se da entre el realismo, la sobriedad y la sinceridad casi documental de la historia central y la espectacularidad del vestuario, la fastuosidad de los decorados (interiores y de exterior), la brillantez de la iluminación y la magnificencia de la coreografía, que trasmiten una sensación de pretendida ampulosidad y artificiosidad. La banda sonora contiene una veintena de composiciones clásicas de jazz, cuya audición constituye un magnífico recorrido por la historia del jazz y del "swing" (jazz para bailar) de la primera década de la Postguerra. Además incluye cuatro temas originales, de John Kander (música) y Fred Ebb (letra), entre los que destacan "Happy Ending" y "New York, New York". Ésta última alcanzó un gran éxito y se popularizó en dos versiones (Minelli y Sinatra). El filme es un apasionado y casi lunático homenaje a los musicales, con aquellas secuencias larguísimas, casi de ensueño, llenas de rara magia, de gran pasión, con lo que Scorsese coloca su sello de independencia creativa y libertad bastante grande, quizá demasiado; seguro por ello, a muchos les sorprenden sus últimas películas, no porque sean malas, sino, porque sienten que aquel sello inconfundible, se ha hecho más discreto, ha sedado a la bestia y ahora posee demasiados auspiciadores.

Egoísta y resentido Jimmy Doyle que juega, como buen psicópata, a seducir obsesivamente. Realismo que aplasta al romance. Es un enfermo mental (o "un cerdo", como Uds. prefieran) del cual uno espera, a cada momento, que ella, su mujer, se separe. Se podría llamar "Historia de un (supuesto) amor inexplicable". Sensación de disconformidad pero también buenas bandas de jazz. La cinta parece dos películas distintas: la primera, sobre una lamentable pareja (que parece preparar continuamente la tragedia, pues el resentimiento de ambos es mayúsculo), y otra, más corta, a continuación, un poderoso musical con el fenómeno Liza Minelli (destellantes vestidos “art Nouveau”, increíbles peinados y sombreros). Casi tres horas, para gozar sobre todo el fragmento final. Como otros musicales clásicos, agridulce, para, finalmente, deslumbrar (los humanos pueden deslumbrar sólo en el arte, por lo demás son una calamidad). Scorsese dirigió esta película de corte musical pero sin dar cabida al género que en ese momento empezaba a relucir en modas tipo “Fiebre del Sábado Noche” (1978) y que hasta entonces el cine se había basado en musicales de Broadway; a posteriori Randal Kleiser adaptaría “Grease” y Milos Forman haría otro tanto con “Hair” (1979).

La fotografía y la cámara aportan un elemento importantísimo de brillantez y belleza plástica. El juego de multiplicar algunas imágenes, para trasmitir sentimientos, con la ayuda de espejos se repite en varias ocasiones, pero con finalidades diferentes a las de "La Dama de Shangai" en la que se utiliza al servicio del suspense. En la escena del camerino de Francine, la cámara se sitúa en el lugar del espejo en el que ella pasa de mirarse a mirar con expectación. La cámara reproduce la imagen del ojo derecho de ella buscando la llegada de Jimmy hacia el fondo de la estancia. Las escenas del capítulo titulado "Happy Endings", suprimido de la versión inicial, constituye una delicia visual y musical, que finaliza de modo magistral al transformarse un gran brillante de fantasía en el foco de luz de la pila que Francine utiliza como acomodadora de la sala en la que se proyecta su interpretación. Algunas imágenes se utilizan para comunicar al espectador determinados hechos: la visión de la rueda de un autocar que gira velozmente y una breve visión de las líneas discontinuas de la calzada bastan para indicar que la banda realiza muchos viajes, a notable velocidad, para actuar en muchas localidades.

Martin Scorsese realiza su particular homenaje al jazz con el telón de fondo de la ciudad de Nueva York. Una ciudad repleta de rincones y calles con locales que hacen que sus habitantes vivan cada día una banda sonora llena de acordes, notas arriesgadas y partituras alocadas. Martin Scorsese sube a su viaje a dos grandísimos actores (entre ellos un portentoso De Niro), que realizan un trabajo bastante bueno llevándonos a los años 40 y posteriores de la esta ciudad que despertaba de la pesadilla de una guerra. Y ver esta película, es tomar una clase de actuación gratuita a cargo de la Minnelli. Es maravilloso su trabajo y como muestra los 16 "No" que realiza, a mi parecer la película esta infravalorada, muchos no reconocen la magía que lleva su metraje, el final es simplemente maravilloso, Además, podemos constatar que el director también se interesa por temas, tratamientos y estilos que otros desprecian. La película constituye en si un gozo para los sentidos, un estímulo para la mente, un bálsamo para el corazón y una fuente de emoción estética para el espíritu.

“Un homenaje al cine musical, con un aroma de genialidad”

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