miércoles, 24 de noviembre de 2010

Nacido Para Matar

Director: Stanley Kubrick
Año: 1987 País: EE.UU./Inglaterra Género: Bélico/Drama Puntaje: 09/10
Interpretes: Matthew Modine, Vincent D'Onofrio, R. Lee Ermey, Adam Baldwin, Dorian Harewood, Arliss Howard, Kevyn Major Howard y Ed O'Ross

Una gran cinta del maestro Kubrick que centra la acción en tres caracteres desemejantes: un despótico y detestable instructor (R. Lee Erney, antiguo marine en la vida real), un recluta regordete e inadaptado apodado "Patoso" (Vincent D'Onofrio) y el personaje central de la película, bautizado en el pelotón como "Bufón" (Matthew Modine), definido como manifestante concurrente de la locura bélica. En la cinta veremos la tortuosa preparación y el ingreso a la guerra de este grupo de soldados. Nada menos que siete años después de la terrorífica y magnifica “El Resplandor”, Kubrick vuelve su mirada hacia el horror sin necesidad de apoyarse en coartadas fantásticas, sino mostrando las entrañas del mayor engendro que hemos creado: la guerra. Pretendido o no, cada película de Kubrick sienta cátedra, quedando como obras poderosas, únicas e indiscutibles, y de tal perfección que impide cualquier tratamiento posterior por otros autores. En este caso, Vietnam ya contaba con esa joya indiscutible: “Apocalipsis Ahora”, por lo que la apuesta que hace Kubrick es el mayor órdago de su carrera. Y era normal que llegara. Al autor siempre le interesaron las fracturas históricas: tanto antiguas (Espartaco), como actuales (La Guerra Fría), y siendo Vietnam la mayor fractura, era coherente que Kubrick diera su visión. Sólo que ésta choca con todas las películas realizadas sobre este conflicto. Vietnam es su disculpa para trazar un retrato sin ilusión del instinto de agresión que domina a nuestra especie y lo hará acompañando al recluta bromista en un viaje desde el orden de la instrucción al caos de la guerra.

Si la violencia es un tema constante en el cine de Kubrick, "Nacido Para Matar" aborda el tema de la violencia en su forma más acromegálica e institucionalizada: la guerra. Pero no es ésta otra película en la que se retrate el calor pegajoso de la selva vietnamita. Muy al contrario, y muy en la línea de su director, las imágenes son más bien asépticas, se aprecia un orden considerable tanto en la planificación visual, como sonora, como en el montaje, y si uno está atento, puede percibir claramente el sentido coreográfico de su autor (sobre todo en las secuencias de batalla), reflejando el caos en el que se convirtió la participación americana en Vietnam. Caos no sólo por la incompatible guerra, sino por la falta de claridad en el objetivo, aspecto presente en la película. Mientras la mitad de América creía que estaban en Vietnam ayudando a mantener las reglas del mundo libre en el Sureste asiático, la otra mitad (en ese rasgo aislacionista tan americano), no entendían que se les había perdido allí, ni mucho menos por qué tantos soldados americanos no voluntarios, estaban muriendo en un país del que casi no se sabía ni en qué parte del mapa estaba. La dualidad es por lo tanto un factor muy presente en la película. Dualidad sobre la propia guerra, porque allí donde hay un enfrentamiento, hay seres humanos creyendo que luchan por una causa justa, pero al mismo tiempo hay un absurdo inherente al propio conflicto. Y no son pocas las secuencias dedicadas a reflejar ese absurdo. La última parte del metraje en la que el grupo de soldados protagonistas se enfrenta a una francotirador oculta ante el que van cayendo uno a uno, con la mayor impotencia, es un buen ejemplo de ello.

El filme está dividido en dos partes: Empecemos por la segunda, en se desarrolla la presencia del recluta Bufón en Vietnam, y de cómo llegar a matar se puede transformar en un ejercicio de humanidad. También se emplea este segmento para reflejar distintas posturas de los soldados americanos allí destacados: el cínico, el psicópata, el que sólo quiere volver a casa, y el que cree en la causa que está defendiendo, todos ellos tratados, sin embargo, con la ternura del que asiste a una función escolar. Kubrick aniña en cierta manera a sus personajes y así los descarga de su responsabilidad moral. Porque el director quiere poner el énfasis en los altos mandos, que aparecen retratados como ignorantes máquinas de fabricar máquinas de matar. Son oficiales deshumanizados, muy del gusto de las modernas teorías que sostienen que los miembros del ejército nacen de coliflores y no de padres y madres como el resto de los miembros de la comunidad. Son personajes diferentes, diferenciados y a ellos se les responsabiliza de lo inhumano de una guerra. De ahí que la primera parte de la película (la más potente), aquella dedicada al período de instrucción del recluta Bufón en los marines, recuerde tanto a otras obras como "La Naranja Mecánica", por lo que de distorsión de la persona tienen. Este acto está rodado con una pulcritud absoluta sin renunciar a la estilización propia del autor, también en los diálogos, todos ellos memorables. Es tan incomprensible a ciertas horas del día la preparación de estos marines, que la película goza de un humor subterráneo muy rayano en el absurdo. Sin embargo, más allá del chascarrillo filosófico, al llegar al metraje desarrollado en Vietnam, se llega a entender por qué otro tipo de preparación sería inútil y por lo tanto ridícula.

En el recinto de instrucción, podemos contemplar a Vincent D'Onofrio, quien engordó 32 kilos para este trabajo, y en cuya cara podremos ver expresiones que ya vimos en el Malcolm McDowell de "La Naranja Mecánica" y en el Jack Nicholson de "El Resplandor". Pero estéticamente la segunda parte nos deja imágenes para el recuerdo como la de “Madre Animal” avanzando hacia el edificio y disparando enloquecidamente al edificio donde se encuentra una francotiradora vietnamita, rodada de manera vertiginosa por una stedycam que dio verdaderos quebraderos de cabeza debido a lo pedregoso del terreno y a la velocidad de Adam Baldwin. La muerte de “Cowboy” o la cara de la francotiradora rezando y pidiendo la muerte que finalmente le concede Bufón también merecen un lugar en el museo del cine bélico. En "Nacido Para Matar" encontramos algunos de los mejores momentos del cine de Kubrick, y eso que la película en realidad no es precisamente donde más encontramos el sello Kubrick por varios motivos. La película ante todo se sustenta en el guión, y más concretamente en unos diálogos geniales que son la mayor parte son realizados por Gustav Hasford en su extraordinaria novela "The Short Timers" que también colaboró activamente en el guión. La visión pesimista de Kubrick sobre los aspectos bélicos continúa en este filme, donde nos familiariza con una jerga militar y en donde el aspecto psicológico sobre la preparación y objetivos de los soldados en combate son ridiculizados y puestos en evidencia, así como las razones esgrimidas por los gobiernos para entrar en una guerra.

Para Kubrick lo de menos son las causas, se centra en las personas y presta especial atención al caos que reina en cualquier conflicto bélico, no hay control, ni condiciones de convivencia, la población civil sufre las peores consecuencias, no hay aliados ni amigos, los soldados sólo obedecen a sus impulsos más primarios, que en la mayoría de las ocasiones se traducen en violencia de todo tipo. Los individuos ya instruidos y aptos para la guerra in situ, a la cual llegan como a un juego el cual poco a poco se va volviendo sangriento y comienza a pasar factura: heridas físicas o mentales para los sobrevivientes y el no poderlo contar para los que obtienen la muerte. Todo esto aliñado con las paradojas que se aúnan en un mismo representante: por ejemplo un "nacido para matar" que a la vez conlleva el ideal y el símbolo del pacifismo; o la delicadeza, belleza y ternura de un rostro femenino que resulta sólo el exterior de una feroz e inmisericorde torturadora de lo humano, adoctrinada desde su bando exactamente igual que los otros combatientes en el suyo, para la deshumanización y la guerra al servicio de la política. Esta es una película de claro trasfondo Kafkiano. Para el que no haya leído a kafka decir que este escritor intentó a lo largo de su obra descubrir el sentido último de la vida y de la existencia humana, y esto hizo que su vida se llenase de angustia, pues le parecía que la sociedad con sus estructuras de poder, sus leyes, sus incoherencias, etc. sometían a los individuos a una especie de prisión o de teatro absurdo, en el cual no comprendían bien ni el papel que representaban, ni si ese papel tenía realmente alguna trascendencia. (El resto de la crítica puede contar partes de la película). Cuando uno observa la cinta, y el deambular en cierto modo absurdo de los soldados americanos, por un país remoto del que en realidad no saben gran cosa, uno comprende que Kubrick está muy cerca de Kafka.

Ese peregrinar de los combatientes, sin excesivo rumbo ni sentido, transmite poco heroísmo y sensatez, y más bien nos sumerge en una angustia existencial cercana a Camus o a Antonioni, o a Kafka; sólo que aquí la gente lleva metralletas en vez de ir vestidos con traje y corbata oscuros, o con zapatos de tacón, como lo harían los prototipos de personajes existencialistas. El Vietnam de Kubrick, es un Vietnam irreal, con más recovecos que el hotel Overlook de “El Resplandor”. Los “educados para matar” siguen su camino en ese lugar infestado de francotiradores, pero encuentran alguna expresión en el personaje del Bufón que luce en su uniforme un símbolo pacifista al lado de la inscripción “born to kill”. Él resume las contradicciones que recorren la visión de Kubrick, al que le repugna y fascina la guerra, ese contratiempo natural en el desarrollo del temperamento humano, amasijo de agresividad y tensiones. Repite allí el gesto primordial del simio de 2001 cuando convierte el hueso en arma. El hombre, ese asesino natural, que marcha triunfal al son del himno del club de sobrinos de Mickey Mouse. En resumidas cuentas, impactante como pocas, “Nacido Para Matar” es uno de los mejores trabajos del reputado Kubrick. El director realiza aquí un macabro retrato no sólo de la guerra, sino que arremete directamente y sin sutilezas contra el envilecimiento de las personas y sobre los actos deshumanizadores que llevan a cabo Una dura crítica que el director no se molesta en ocultar, todo lo contrario, lo amplifica y la de un énfasis que roza lo excesivo.

"Una esplendorosa crítica a la guerra"

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