viernes, 17 de julio de 2009

Perdidos en Tokyo

Directora: Sofia Coppola
Año: 2003 País: EE.UU Género: Comedia/Drama Puntaje: 09/10
Interpretes: Bill Murray, Scarlett Johansson, Giovanni Ribisi y Anna Faris

Una de las mejores películas de los años 2000 y la consagración de la hija de Francis Ford Coppola como directora, la historia se basa Bob Harris (Bill Murray) un conocido actor norteamericano de capa caída que acepta participar en un anuncio de whisky japonés para ello va Tokio. En su visita a Japón, experimenta un considerable choque cultural. Precisamente en el bar del hotel conoce a Charlotte (Scarlett Johansson), una mujer de veintitantos años que está casada con un joven fotógrafo. Éste se encuentra en Tokio cumpliendo un encargo profesional y, mientras trabaja, su mujer distrae el tiempo como puede. Además del común aturdimiento ante las imágenes y los sonidos de la inmensa ciudad, Bob y Charlotte comparten el descontento con sus vidas.

“Perdidos en Tokio” significa la confirmación que Sofia Coppola posee una sensibilidad no propia de este mundo, una historia de alegres perdedores que buscan algo que les de sentido a su vida. Es la historia de Bob Harris, un antihéroe de los antiguos, para quien dejar es el sinónimo mayor del amor. Una historia contradictoriamente de encuentros más que de pérdidas. Y todo esto ocurre en un lugar multicultural como es Tokyo, que es testigo dos almas parecidas que se encuentra por casualidades de la vida.

El primer plano del film es impactante: la cámara fija en un joven culo femenino, estático, después gira hacia la izquierda recorriendo la espalda de la protagonista. Ese es el primero de muchos planos que revelan la delicadeza de Coppola a la hora de la composición, también son muy buenos los registros de los breves encuentros entre Bob y Charlotte, Coppola ejerce la magia de la imagen. Lo logra también al fotografiar el extrañamiento de la atmósfera de Tokyo, con sus luces, muchedumbres y bares bizarros, en los espacios indescifrables donde reside lo que se pierde en la traducción.

Entre otras, “Perdidos en Tokyo” narra una historia de amor. No hay mapas para orientarse en esa relación sin nombre que nace de miradas, de encuentros en el bar, y se desarrolla entre silencios, escapadas cómplices, recorridas por esos espacios ajenos, hasta llegar a un entendimiento, a una intimidad que atraviesa los treinta años que los separan y es superior a la de tantas parejas convencionales que vemos en el cine. Basta ver la hermosa escena en que Bob canta “More than this” en un karaoke dedicada a Charlotte, para entender que se vive un momento de alta expresividad y comunicación. O el elocuente, maravilloso plano que toma a ambos en la cama, donde un mínimo roce de una mano está cargado con un amoroso erotismo pocas veces visto.

Sobre la última conversación que tienen al oído, sobre la sonrisa de Charlotte perdiéndose entre tanta gente. El triunfo de la derrota se me ocurre. Y es que aparentemente todo estaría construido para acabar como siempre acaban las películas. Tenía miedo que Sofía Coppola arruine en dos minutos todo. Pero no. “Perdidos en Tokyo” no termina como comedia romántica y menos se convierte en esas películas que anulan al espectador, que lo invitan a no pensar, que convierten al cine en un plano espectáculo de minutos. La película termina con la satisfacción de la consecuencia, con la renovación de alguna esperanza, casi igual a la alegría nostálgica del ocaso del verano.

Esta película hace todo casi perfecto. Crea atmósferas, pone la música exacta, elige a los actores indicados. Quizá el único pero que se le pueda poner a la película es aquella imagen ridícula que se tiene de los japoneses. El prejuicio: bajo, ridículo, copión es expuesto en algunas partes de la película. No creo que haya mala intención en la película, pero igual es muy buena. Aquí el trailer.

“Comedia vivificadora, de gran vuelo lírico y poderoso calado irónico"

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