miércoles, 13 de octubre de 2010

Julieta de los Espíritus

Director: Federico Fellini
Año: 1965 País: Italia Género: Drama Puntaje: 08/10
Interpretes: Giulietta Masina, Sandra Milo, Valentina Cortese, Lou Gilbert, Mario Pisu, José Luis de Vilallonga, Caterina Boratto y Frederick Ledebur

Julieta (Giulietta Masina), una mujer de la alta burguesía, que no es feliz en su matrimonio debido a que sospecha que su marido tiene una aventura con otra. Ella contratará a un detective para confirmar sus sospechas e intentará evadir esa situación participando en las extrañas orgías que organiza su vecina (Sandra Milo) y asistiendo a espectáculos de exóticos gurús o simplemente cerrando los ojos para soñar despierta con vivencias antiguas, distorsionadas por su imaginación ya enfermiza. El presente largometraje siempre ha sido definido como uno de los más completos de su autor, y siempre es una constante fuente de consulta para aquellos que quieran hablar, conocer o adentrarse en el mundo de Fellini. Quizás no sea su mejor película (¿Cuál lo sería? Pocas veces encontraríamos un debate más difícil en torno a la obra de un cineasta debido a su aproximación pero a la vez distancia entre cada una de sus obras) pero sin duda alguna es una de sus más representativas, y con ello no me refiero a que sea la más recordada, publicitada o cacareada sino la que posiblemente encierre la visión y explosión posterior del particular mundo propio del cineasta italiano.

En “Julieta de los Espíritus” el argumento es simple y llano, casi banal sirve como eclosión y desencadenante de un viaje hacia una visión personal acerca del mundo y la significación de los espíritus. A través de la simple historia de Julieta quien encerrada en una vida vacía se escapa creándose un mundo propio a base de sueños protagonizados por espíritus en la que la propia mujer a medida que avanza la película se asemeja cada vez más a uno de ellos. Ahí radica el mejor apunte de la película, la asociación de Julieta como un espíritu atrapado en un mundo irreal, que al fin y al cabo es el mundo verdadero para sentirse cómoda en el mundo propio y fantástico que ella va creando. Para ello Fellini se apoya en la actuación de su musa Giulietta Masina quien dota al personaje principal de una ingenuidad francamente encomiable convirtiéndose a veces en un verdadero espíritu a medida que avanza la película. El cineasta descarga todo el peso dramático en su mujer en la vida real y Masina sabe coger la inspiración para mostrar una perfecta sincronización con el director llegando a ser una especie de guía para el público que fácilmente se puede perder ante tanto salto al mundo del sueño y la realidad.

Además de la actriz, Fellini no duda en explayarse a la hora de mostrar los dos diferentes mundos. Mientras que el mundo real es filmado de un modo formal, pero haciendo mella y potenciando lo aburrido y penoso que puede ser nuestro mundo para el espectador como pueden ser los personajes que aparecen por la película, del mismo modo que la música y el color demasiado excesivo dando la sensación que esa parte fue elaborada con un total despecho, algo totalmente falso ya que ese es precisamente el sentimiento que debemos recibir. Por otra parte, el mundo de los sueños está cuidado al detalle, dando el director rienda suelta a toda su creatividad plástica jugando de manera asombrosa con los decorados, los colores, o el vestuario siendo siempre rojo cada vez que Julieta está en el mundo que ella crea frente al blanco virginal e inocente del mundo auténtico a la que ella es ajena. Fellini va filmando cada sueño con una elegancia pictórica que se asemeja más cada uno de los encuadres, milimétricamente compuestos, los movimientos de cámara lentos, sinuosos, elegantes, dando ese aire de misterio que se va perdiendo paulatinamente a medida que se va produciendo esa asociación entre la audiencia y la protagonista.

Además de lo anteriormente citado, Fellini puebla su película de todos los demonios que ha venido explotando anteriormente con una fuerza hasta entonces impensable. Además de la ya comentada presencia de su mujer, repite con Nino Rota en la música, y es imposible no ver todos aquellos apuntes que siempre ha ido introduciendo en sus anteriores largometrajes. Aquí el mundo de los sueños es el protagonista de la historia y está poblado por personajes típicamente Fellinianos como por ejemplo el encarnado por el marqués DeVillalonga exponiendo como debe prepararse una sangría acentuando el surrealismo constante durante todo el metraje. Por otra parte, la sexualidad y erotismo es latente cuando no directo. Eso es lo que me hace afirmar que “Julieta de los Espíritus” se convierte en su película más significativa (aunque en mi caso prefiero “Amarcord”, sin duda alguna su obra maestra). Aunque para ser sinceros hay que reconocer que las mayores virtudes de Fellini son también su mayor enemigo. El hecho que sea único a la hora de mostrar y hacer partícipe al espectador de su peculiar visión respecto al mundo y de la exteriorización de su mundo propio lo convierte en uno de los creadores más interesantes del siglo pasado, pero la personalidad de ese mundo y la necesidad de una implicación emocional por parte del público también le hace perder puntos.

El cine de Fellini al fin y al cabo es un escupitajo de sus miedos, fantasías y demonios, y uno puede entrar en él o no. Es lo que ocurre con todas sus películas, si te dejas llevar por su visión y entras al juego, Federico Fellini es tu director sin duda puesto que verás cosas nunca vistas hasta ahora. Sus películas van más allá de lo meramente cinematográfico. A Fellini hay que acercarse con la predisposición adecuada para ser capaz de dejarse arrastrar por su extravagante caleidoscopio de sensaciones, de flashes, de exuberancia, de alborotos, de recuerdos, de fobias, de deseos primitivos que pugnan por aflorar, y todo ello en su peculiar estilo onírico y surrealista, en constante cambio, como esos cristales de colores que vemos a través de un tubo de cartón con un espejo, y que adquieren formas geométricas siempre distintas. Fellini prioriza los estímulos sensoriales, los delirantes y recargados fondos, la observación, la mareante sucesión de toda clase de excéntricos personajes, los diálogos en los que se mezcla lo esotérico, lo poético, lo metafísico, lo ultraterrenal, lo enigmático y lo erótico en clara lucha contra el decoro y la sensatez externa que encubre la inseguridad interna. A lado de Julieta nos sentimos pequeños junto con ella. Sentimos sus heridas. Su confusión. Sus pasos vacilantes y tambaleantes mientras trata de mantener una heroica sonrisa que no hace más que poner en evidencia su tierna fragilidad. Nuestros ojos se humedecen con los suyos.

Es una mujer que convive con sus propios fantasmas, que la persiguen desde su niñez, y que ve cómo todo en lo que fundamenta sus cimientos se viene abajo. Su matrimonio es una farsa, la infidelidad de su marido pesa sobre ella como una losa funeraria; se siente muy sola en su bonita y decente casa mientras el hombre al que ama se aleja; nota sobre sí la mirada severa de su hermosa madre, hacia la que no experimenta ese calor ni esa confianza que debería haber entre madre e hija; eclipsada siempre por la belleza de su madre y de sus hermanas, aunque ella es demasiado sencilla para darle demasiada importancia; rodeada de tentaciones, de vecinos alegres y promiscuos, de mujeres explosivas que derraman una sensualidad despampanante, de amigos con ideas peculiares. Buscando respuestas, dejándose llevar hacia videntes que la inquietan más aún confirmándole sus insatisfacciones personales, solicitando ayuda profesional para espiar las andanzas de su marido. Y por suerte y por desgracia “Julieta de los Espíritus” representa todo lo que representa Fellini, por eso no es bueno iniciarse en él con esta película, y para los que ya lo estén y entiendan ese juego, ésta es su película, para los que no les guste, no lo entiendan o sencillamente no les interese, lo mejor es que dediquen las dos horas y once minutos de su tiempo que dura la película en hacer otra cosa.

"Una película fantástica y psicoanalítica"

3 comentarios:

  1. Felicidades por la entrada!

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  2. Al principio crei que las imagenes que veia Giulietta eran espiritus, pero luego comprendí que eran alucinaciones, la mayoria relacionada con algun tipo de culpabilidad sexual y religiosa.

    Al ver la pelicula me dio la impresion de que toda ella era una especie de justifacion desde el punto de vista desembozadamente machista de porque muere la pasion en la pareja. El matrimonio se desploma y toda la culpa es de ella por haberse dejado estar y dejar de ser atractiva para su esposo. Se lo dicen los fantasmas y se lo dice la guru con quien se entrevista. Su esposo la abandona, pero ella solo cree que sufre, porque inconcientemente es lo que siempre ha querido.

    En definitiva, sí se parece a la película que a un autocomplaciente mujeriego le gustaria filmar.

    Muy buena, una de las mejores de Fellini.

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