miércoles, 29 de diciembre de 2010

El Gran Truco

Director: Christopher Nolan
Año: 2006 País: EE.UU. Género: Fantasía Puntaje: 08/10
Interpretes: Hugh Jackman, Christian Bale, Michael Caine, Scarlett Johansson, David Bowie, Piper Perabo, Andy Serkis, Rebecca Hall y Ricky Jay

En el agitado Londres de finales del siglo XIX, en una época en la que los magos son los ídolos más reconocidos, dos jóvenes ilusionistas se proponen labrar su propio camino a la fama. El ostentoso y sofisticado Robert Angier (Hugh Jackman) es un consumado artista, mientras que el rudo purista Alfred Borden (Christian Bale) es un genio creativo que carece de la desenvoltura necesaria para mostrar al público sus mágicas ideas. Al principio son dos compañeros y amigos que se admiran mutuamente. Sin embargo, cuando el mejor truco de ambos se echa a perder, se convierten en enemigos irreconciliables, e intentan por todos los medios superar al otro y acabar con él. Truco a truco, espectáculo a espectáculo, se va fraguando una feroz competición que ya no conocerá límites. En muchos aspectos, hablar de cine y hablar de magia es referirse a la misma cosa. De hecho, podría decirse que la eficaz construcción de cualquier filme de ficción depende en gran medida de su capacidad para mostrar una parte por el todo. Cuando una imagen o una situación determinadas tienen por sí mismas un impacto o una intriga tal que parecieran registros tomados de la propia realidad. Cuando un espectador vive la escena como se le presenta, logrando “olvidarse” de los infinitos mecanismos que esconde su producción. En definitiva, cuando un filme transforma en verosímil, en creíbles, los sucesos que relata, la magia ha tenido lugar, el truco ha sido realizado.

Christopher Nolan tiene claro que su objetivo es concebir una obra atractiva desde lo visual y no una sobrecargada de mensajes y enseñanzas. Como consecuencia de esta perspectiva, se obtiene un resultado sumamente provocador y activo. Las imágenes, los sucesos y los protagonistas están siempre ahí, cerca, vivos, desplazándose, provocándose, y la cámara de Nolan, inquieta y curiosa, no se detiene nunca, salpica intensidad. Avanza, husmea, explora. Interpela al espectador, no lo termina de dejar acomodarse, no le permite convertirse en un ser pasivo, no le deja ser un mero testigo de los acontecimientos. La atmósfera de la película hipnotiza. Las imágenes irradian intriga y por momentos cierto vértigo. Los personajes dejan relucir sus miserias más escondidas. Los trucos de magia fascinan. El director de "Memento" articula cada pieza de su largometraje de manera tal que el estímulo físico y visual que propone sea un argumento de seducción más para el cuerpo que para la mente. “El Gran Truco” es de esos filmes que postulan la idea de que primero hay que capturar a los sentidos porque para reflexionar siempre hay tiempo después del final. el guión contempla un clima que invita siempre a querer quedarse, a querer saber más. Ya sea por la curiosidad que genera el próximo golpe que un mago asestará a otro. O por la expectativa que despierta el descubrimiento de algún nuevo truco. O por los siempre envolventes engaños mágicos que los personajes principales realizan sobre el escenario. Como también por las motivaciones personales que los llevan a ser como son.

La historia es narrada por Harry Cutter (Michael Caine), que adopta de manera alternativa el punto de vista de los dos prestidigitadores merced a sus diarios, y que es el único conocedor de la verdad de unas vidas que esconden más de lo que muestran, que se mueven permanente e inevitablemente en el terreno del secreto y la actuación, hasta el punto de que ni los más próximos saben lo que se oculta tras una mirada profunda o una estrategia obsesiva. Un guión que en su aparatosidad y artificio encuentra su virtud para mantener la atención y el ritmo narrativo, pero también su rémora por necesitar de giros en ocasiones algo inverosímiles y forzados: rizos y más rizos (algunos de los boicots que mutuamente se propinan bajo disfraz podrían haberse omitido, y así la cinta habría reducido su metraje) que desembocan en un final rocambolesco que cierra la complicada estructura circular del filme. Otros aspectos que construyen el universo de la cinta también son importantes a la hora de diseñar un aparato de verdad que no presenta fisuras a lo largo de la historia. Esos puntos, fundamentales para la continuidad narrativa del filme, van desde la correcta ambientación, hasta la excelente composición de los personajes. Para este último asunto es notable el aporte de los tres actores protagonistas Hugh Jackman, Christian Bale y, sobre todo, Michael Caine, quienes calzan a la perfección con sus respectivos roles. La presencia de Scarlett Johanson se queda en algo testimonial y sin fuerza dramática, no llegando a meterse en una historia que no parece la suya y a la que únicamente aporta un efecto insustancial.

En la jerga de la profesión (no deja de ser curioso llamar así a lo que hacen los magos), existen dos tipos de magia: la “de cerca” y la “de gran aparato”. La primera comprendería los trucos de salón; es decir, los que se realizan a corta distancia y con objetos bastante comunes (cartas, pelotas, aros, palomas, etc.); y los espectaculares, tipo David Copperfield, con gran parafernalia, para teatros y televisión, en la que se puede llegar a hacer “desaparecer” un avión. En cierta forma, esta clasificación podría aplicarse también al cine: existirían los directores “de cerca” (los Woody Allen, Rohmer, Dogma 95…) y los “de gran aparato” (Spielberg, Cameron, Emmerich…). Pero en pocos casos como en “El Gran Truco” nos encontraríamos ante una película que asume de manera tan autoconsciente su propia condición de truco, en una extraña mixtura de los dos tipos. De ahí lo fascinante de una propuesta que lleva hasta el último extremo su propia condición, que se antoja como uno de los mecanismos que el ingeniero interpretado por Michal Caine fabrica en la pantalla: una suma de engranajes delicados que en el momento preciso consiguen el efecto buscado, a través de una puesta en escena que crea la predisposición del espectador y, cómo no, los numerosos señuelos que distraen su atención en el momento justo. “El Gran Truco” es una cinta que no vende sólo fuego de artificio sino que habla del hombre y de su poder autodestructivo, cuando es arrojado al abismo por la ambición, la venganza, el orgullo o la falta de transparencia y verdad en la convivencia.

La intercalación de episodios sentimentales o emocionales en la cinta, en realidad, carecen de verdadera importancia: porque, más allá de los momentos en los que alguno de los personajes declara querer a alguien, prácticamente no vemos una sola escena en la que esos sentimientos se plasmen de manera real y convincente. Y esto, que en manos de otros directores y guionistas (prodigioso tándem el de los hermanos Nolan) sería un fallo, en este caso se convierte en un instrumento necesario para levantar lo que, en última instancia, constituye la película: una de las más pesimistas y oscuras propuestas vistas últimamente en una pantalla, la constatación de que, tras los juegos de espejos y el escapismo (al que también el cine pertenece), no existe nada; o aún peor, que ningún arte es inocente, y que bajo el brillo de la ilusión, de cualquier ilusión, late lo más bajo de la condición humana. Sólo la Inglaterra victoriana podía albergar una historia como ésta, en la que se atisba la irrupción de una ciencia que aún es confundida con la magia pero que, a diferencia de ésta, tiene un componente inquietante: la ciencia no “parece” que haga algo; la ciencia “lo hace” de verdad. Para que un truco funcione no puede ser demasiado perfecto, dice en un momento un empresario: no puede haber la duda de que hay truco porque, si no, lo maravilloso se volvería amenazante: los magos fascinan; Tesla (David Bowie), por el contrario, da miedo, mucho miedo.

Otro punto positivo de "El Gran Truco" es el modo en como nos introduce detrás del escenario para conocer los secretos de los ilusionistas. No cabe duda que, a pesar de la tecnología moderna, no han cambiado mucho los métodos y herramientas de los magos contemporáneos, quizás mucho más espectaculares, pero igualmente sujetos a las tradicionales mecánicas de engaño y distracción. De hecho, como mencioné previamente, es hasta que la película nos presenta cosas realmente "milagrosas" cuando empieza a perder cohesión y credibilidad, amparándose en elementos tal vez sobrenaturales para respaldar su narrativa. Me disculparán por tanta ambigüedad, pero, como cualquier acto de magia, se disfrutará más "El Gran Truco" ignorando sus secretos. Sin embargo, lo que no es secreto es la pericia del director y su diestro manejo de un talentoso elenco que, combinado con una realista y visualmente espectacular visión de la magia en el siglo diecinueve, nos transporta a una época quizás más simple en su percepción del mundo, pero tan compleja como hoy en las emociones y conflictos que despiertan la ambición y la naturaleza humana. Puedo recomendar con confianza esta película pues, si bien no es totalmente satisfactoria, tiene muchos elementos a su favor que disfrutarán los aficionados a la magia, al misterio y al buen cine en general.

"Fascinante juego de rivalidades"

2 comentarios:

  1. Ehh creo que es muy buena está peli, pero como que no le entendí al truco de la máquina

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  2. Ehh creo que es muy buena está peli, pero como que no le entendí al truco de la máquina

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