Año: 1998 País: Italia Género: Drama Puntaje: 08/10
Interpretes: Tim Roth, Pruitt Taylor Vince, Mélanie Thierry, Bill Nunn, Peter Vaughan, Niall O'Brien y Gabriele Lavia
La entrada del siglo XX genera grandes expectativas e ilusiones, y emigraciones masivas a Estados Unidos a bordo de los elegantes trasatlánticos. Danny, el maquinista de uno de esos barcos “El Virginia”, se encuentra a un niño abandonado sobre un piano y decide adoptarlo, bautizándolo como Mil Novecientos. El barco se convierte en su fortaleza y su hogar, y los pasajeros en sus ventanas al mundo. Tras la muerte de Danny, Mil Novecientos se ocupa de las bodegas hasta que casualmente, alguien de la tripulación descubre su innato talento con el piano. A través de la música, este inusual personaje muestra al mundo lo que siente dentro de su reducido mundo, que no se atreve a abandonar. Basada en la novela “Novecento” (No confundirse con la película de Bernardo Bertolucci). Esta cinta es una bella adaptación literaria, con decorados magníficos y estupendo reparto, fotografía y música a cargo del gran Ennio Morricone, que más se puede pedir.
Giuseppe Tornatore es consciente desde hace algunos años de la gran relevancia de “Cinema Paradiso”, la película que en 1988 le lanzó a la fama y al Oscar. Sabe que esta película agravó en Hollywood el "complejo europeo" y fue entendida como un antídoto al cine esquemático y deshumanizado de Estados Unidos. Habiendo visto de qué forma su pequeña película daba pie a los grandes monumentos cinematográficos más recientes, hijos perfectos del cruce Europa-Hollywood (“El Paciente Inglés”, “El cartero”, “La Vida es Bella”, etc.), se preparó para asumir dignamente su papel con una película en la que lo pequeño y lo magnífico se dieran la mano, en la que lo íntimo y lo espectacular se hicieran compatibles. De esta intención surgió “La Leyenda del Pianista en el Océano”, la relación entre un hombre pequeño (Tim Roth, símbolo del hombre kafkiano moderno) y la magnitud del océano, entre el valor cotidiano de una vida sin alcance y lo extraordinario del momento de cambio de siglo en el que se sitúa la película.
“La Leyenda del Pianista en el Océano” se beneficia del diseño de producción del cine norteamericano, sello principal del cine de los últimos años, de su puesta en escena y de su ritmo, pero, en oposición, el Tornatore europeo se detiene en lo particular y anecdótico, en el momento suspendido por la contemplación de los personajes. Y es en este sentido en el que la partitura de Morricone se adhiere a la película creando un tiempo alargado y plano, un tiempo interior, del que sólo se despierta cuando el piano pide protagonismo, siempre bajo la forma de ragtime. Tornatore representa una pequeña historia de relaciones entre personas solitarias, con el gran fondo de la Historia de principios del siglo XX. La imagen del arte, de la música, como aquello que sirve a la vida o que se sirve de ella, describe muy bien las contradicciones de la época; el individuo frente a la masa; el valor de la revolución industrial frente a la opresión de los obreros; la ópera y la música jazz; etc.
Tornatore ha definido su película como una "fábula universal construida en torno a una metáfora muy moderna sobre la condición humana". Y, fiel a este carácter de alegoría, plantea su musical apuesta con un romanticismo desbordante, matizado a veces con algún toque surrealista, al estilo de los empleados por Fellini. Entre estos parámetros estéticos se mueven en todo momento las excelentes interpretaciones, sobre todo de Tim Roth, la esmerada ambientación, la espléndida fotografía de Lajos Koltai, colaborador habitual del cineasta húngaro Istvan Szabó y la impresionante partitura de Ennio Morricone, una de sus mejores composiciones, injustamente excluida de los Oscars 1999 tras haber ganado el Globo de Oro a la mejor banda sonora dramática. Esa radical opción romántica de Tornatore quizá resulte empalagosa para ciertos paladares; pero propicia numerosas escenas de gran intensidad dramática e inusitado lirismo. Así, la escueta trama de amor, sencillamente magistral, resueltas siempre con elegancia formal, profundidad antropológica y un sentido casi operístico de la clásica tragedia en torno a la supuesta soledad del artista. Sin duda, resulta incómodo el fatalismo del desenlace, que podría entenderse como una cierta justificación estética del suicidio.
"¿Por qué no bajas a ver el mundo con tus propios ojos? insta a Mil Novecientos su amigo Max. El mundo está ahí; todo te espera al final de esos escalones". El propio Mil Novecientos intuye poéticamente que, desde tierra, quizá se oiga la voz del océano que grita "¡Tú!", como "un gran grito que te dice que la vida es inmensa, y cuando lo oyes sabes lo que debes hacer. Podría estar aquí eternamente, en el barco, pero el océano nunca me diría nada". Sin embargo, en su enfermizo ensimismamiento, no acaba de comprender plenamente esos puntos externos de fuga. Para él, "la gente de tierra pierde el tiempo preguntándose el porqué. Cuando es invierno, esperando que llegue el verano. Nunca te cansas de viajar en busca de un lugar donde esperar. A mí no me parece una buena apuesta". Por eso, ese magistral instante eterno, en que Mil Novecientos se debate en la escalerilla que une su barco con el resto del mundo, adquiere una dramática hondura antropológica, pues refleja el dilema universal entre inmanencia y trascendencia que atenaza a todo hombre.
Finalmente, al protagonista le falta valor, y prefiere quedarse en el controlado y pequeño universo de su piano: "La teclas empiezan y acaban, 88, no son infinitas. Pero tú eres infinito, y en esas teclas la música que haces puede ser infinita". Es la vieja tentación del arte como insuficiente sucedáneo de la vida: "El teclado de esa ciudad es infinito, no es para mí. Viendo toda aquella gran ciudad no se veía el final. El problema no fue lo que vi, sino lo que no vi; no vi donde terminaba, no vi el final del mundo". Es el ancestral miedo a salir de uno mismo para darse valientemente a los demás: "En ese barco, había deseos, pero no más de los que cabían entre proa y popa, no más de los que cabían en un piano que no era infinito. La Tierra es un barco demasiado grande, una mujer demasiado hermosa, una música que no sé tocar". Es, en fin, el paradójico, cobarde y pobre escapismo hacia el interior de uno mismo, al que se entrega todo aquel que no se atreve a embarcar de verdad en la aventura de la vida. En definitiva, por fuera y por dentro la película se mantiene siempre a gran altura, y confirma también respecto a la propia carrera fílmica de Tornatore la verdad de esas palabras con las que el narrador da comienzo a su relato: "No estás acabado mientras tengas una buena historia y alguien a quien contársela".
"Una melancólica y nostálgica cinta"
Preciosa película, en Uruguay se la conoció como Novecento. Excelente crítica!
ResponderEliminarGracias Sé de Cine, sí duda es una cinta muy bella aunque un poco infravalorada y olvidada y para eso estan los blogs para poner en palestra estos tipos de filmes.
ResponderEliminarFénomenal Mabel, te felicito eres una gran crítica y a pesar de tu edad sabes mucho de cine, muy buen blog sigan adelante. Te dejo mi correo, quisiera conversar contigo seria un gran lujo.
ResponderEliminarcarlos45@hotmail.com
Esta película me encanto...!!!un Tim Roth, bastante bueno en ese tiempo...!!!bueno hasta ahora...!!!Buena Crítica...!!!
ResponderEliminarHola a todos... notable película... Tornatore da una meridiana lección de cómo se tiene que sentir el amor bajo un cúmulo de miradas. La historia es dulce y comprometida. Muy bueno el comentario. Muchos saludos.
ResponderEliminarGracias Carlos, Vane y Pepe, igual que ustedes pienso que esta cinta es muy notable y que Tim Roth esta en uno de sus mejores papeles.
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