domingo, 19 de diciembre de 2010

Flores Rotas

Director: Jim Jarmusch
Año: 2005 País: EE.UU. Género: Comedia Dramática Puntaje: 08/10
Interpretes: Bill Murray, Jeffrey Wright, Frances Conroy, Julie Delpy, Jessica Lange, Sharon Stone, Tilda Swinton, Chloë Sevigny y Alexis Dziena

“Flores Rotas” es la primera película que vi de este autor independiente. Siempre tuve la impresión que para esa ocasión que la visualice no pude sacarle el mayor provecho ni entender la intencionalidad total del universo que suele plantear. Empecé por el final, inicié el libro por el epílogo, lo cual no es lo recomendable. Don Johnston (inexpresivamente expresivo y memorable Bill Murray) es un galán del ayer, melancólico y apático, que vive su opulenta fortuna trascurriendo los días en la mera inactividad productiva. Sherry (Julie Delpy), su compromiso de turno, lo abandona por indecisión al no saber qué quiere con su vida, ya que con Don no auguraba un feliz futuro. Una vez solo y abandonado, Don recibe una anónima carta rosa, en la cual le informan la existencia de un hijo suyo de 19 años que aparentemente ha ido a su búsqueda. Esto no inmuta sobremanera al protagonista, quien pretende omitir el contenido del anuncio y seguir con su desganada rutina sin exabruptos. Winston (Jeffrey Wright), su único amigo, convence al ex-donjuán para que preste mayor atención a esa posibilidad y así cambie su vida, elaborando un sesudo y, hasta, disparatado plan para que el posible padre visite a las posibles madres del posible hijo en cuestión, y así conseguir pistas como fotografías, máquinas de escribir rosa o declaraciones que indiquen quién es la remitente de la anónima carta. El primer destino del tour es un pequeño y apartado vecindario en el cual se encuentra la casa de Laura (Sharon Stone), quien es una viuda madre que junto a su libertina hija viven de forma independiente y al parecer feliz.

Don no recibe respuestas en esta visita, lo cual le parece lo más normal, ya que cada cierto rato recapacita sobre la descabellada estrategia de viaje que está ejecutando. En una comunidad residencial acomodada vive la otrora hippie y ahora conservadora Dora (Frances Conroy) con su marido Ron. La cena entre la pareja y Don es la escena más lograda de la película, una sepulcral e incómoda reunión de ambiente cargado por la rememoración forzada de un pasado no muy grato para ambos. Una experiencia dadora de nada en cuanto a la pesquisa del viajero existencial. En el tercer destino busca a Carmen (Jessica Lange), quien es una comunicadora de animales. Ella entiende el lenguaje animal y lo traduce a sus clientes quienes asisten a su consultorio con sus mascotas para que estas manifiesten sus inquietudes. Don nunca estuvo más distante de su objetivo como en ese caso, pues Carmen es lesbiana y solamente tiene una hija de 16. No encuentra nada revelador, sólo un tímido rechazo por parte de la doctora que prefiere proseguir con sus atenciones que con la plática. El ánimo de Don no ha variado en todo el viaje, cabe la duda si ha guardado esperanzas para ese periplo infructuoso desde un principio. Penny (Tilda Swinton) es la última de la lista, ella junto a dos rebeldes motociclistas viven al medio de un bosque, pantano o algo similar. Don encuentra allí una máquina de escribir rosa, más un férreo rechazo por parte de Penny, quien lo echa del lugar alterada tras la pregunta acerca de la existencia de un hijo suyo. Él sería coaccionado a acabar con la visita, asimismo con el cuestionario, al ser golpeado por uno de los rufianes.

Michelle Pepe es la única amante de esa temporada en la vida de Don que ya no está con vida. Su visita al cementerio es un capítulo generalizador en la historia, pues como todo muerto ella es incapaz de comunicar “algo”; ese “algo” que Don buscó en todo su viaje y que no encontró. Es así, entonces que la escena del cementerio es similar a las anteriores, ya que la nulidad en resultados es equiparable a las demás. El viaje no resuelve nada, asimismo no se descubre nada en él, pero Don no tiene la misma animosidad de su partida. Sale despreocupado y casi impulsado por el estado zombie en busca de vida que lo caracteriza; en cambio, regresa sugestionado por la posibilidad de que cada joven con las características descritas en la carta sea su posible hijo. Está optimista por el encuentro con ese ente complemento para su vida. El viaje lo realizó con la intención de encontrar eso que le hace falta, esta vez representado con la posibilidad de ser padre. Johnston en su rostro no lo expresa así, lo cual da la impresión de desesperanza a la vuelta de su tour, pero sus actos demuestran una contrariedad apenas distinguible, lo que provoca una encantadora ambigüedad en el personaje. El contraste entre los dos amigos, Don y Winston, propone la analogía pretender del ser. Don es tan abúlico con su pesquisa como Winston vivaz en su plenitud; se plantea polos opuestos para dar notoriedad a lo propuesto. La alegre música etiope es la ambientadora de las acciones en los momentos de tránsito del protagonista, se apela a esto como indicador de invariabilidad en la emoción de Don mientras se traslada de un lugar a otro.

Asimismo, la música en cuestión, como lenguaje de las emociones, difiere de la emotividad del protagonista, lo que le atañe un humor voluntario a los acontecimientos por el contraste entre lo real (el estado de ánimo del personaje de Murray) y lo pretendido (la estéril intención de alegrar su travesía mediante la música). “Flores Rotas” es irónica, y sustancialmente graciosa, por lo que representa Don como personaje: un cuasi alma en pena buscando una última oportunidad de volverse tangible. Bill Murray con esta interpretación llega al tope de sus posibilidades por la perfección encajada entre lo real y lo ficticio. Murray es visto sin esfuerzo como Don Johnston, un tipo desobligado y melancólico, que hace esfuerzos propuestos por terceros para ubicar el sabor en su insulsez. Esta película es la entrega más accesible de este autor por varios motivos: su reparto lo componen famosas estrellas de Hollywood, fue publicitada falsamente como la comedia del año, además fue ganador del Gran Premio del Jurado en Cannes, evento cada vez más mediático, etc. Jarmusch se vuelve masivo, “accesible” y convencional, hay elementos que parecen indicar designio para esa condición actual. Particularmente, no tengo prejuicios ni malestares en relación a eso, pues su cine sigue siendo el portavoz de la contemplación y el palmario de quien no todos consideran, ya sean estos pobres o ricos, blancos o negros y/o asesinos o sumisos. Ellos son la materia prima del “Indie”, los que todos miran de reojo.

Sin duda alguna, uno de los mayores aciertos de Jarmusch, fue la inclusión en su proyecto de Bill Murray puesto que, en esta ocasión, el personaje que interpreta le viene como anillo al dedo, como dije anteriormente da vida a una persona desmotivada y sin interés por sacarle mayor partido a su vida, al que el actor logra darle unos tintes cómicos de lo más adecuados cuando la situación lo requiere. De este modo, el renombrado director de culto americano, nos introduce en la historia de un hombre en el preciso momento en que su vida da un giro de 180 grados. La trama, sin embargo, no es el principal aliciente de este filme, sino simplemente un vehículo para otorgar un pequeño retrato sobre ciertos engranajes de la sociedad, además de desembocar en la inesperada busca del propio protagonista por encontrarse de nuevo a si mismo, cosa reflejada en su modo de actuar y en sus conversaciones, repletas de diálogos interesantes que no hacen más que aportar nuevos matices sobre el protagonista, cosa que vemos resaltada de modo notable mediante planos, secuencias y flashbacks de lo más notables. Podríamos decir pues, que la verdadera esencia del filme reside en su dirección, ya que el realizador, además de mostrarnos esos personajes inusuales y esas situaciones imaginativas o simpáticas tan presentes en su obra, sabe como imprimir en esta peculiar historia todos los elementos necesarios para que el espectador disfrute de una buena cinta donde el principal aliciente es el reencuentro con la motivación por seguir adelante e intentar aprender de los errores pasados, pero siempre mirando hacía el presente. Tras ver "Flores Rotas" uno se queda como descolocado, no terminas de creerte que has presenciado una de las películas más lucidas que se han creado últimamente.

El director plantea la búsqueda del hombre que se encuentra a las puertas del ocaso, que a pesar que haya alcanzado el éxito profesional y económico, no ha sido capaz de retener a nadie a su lado y que se siente acechado por una vejez solitaria. Jarmusch compone una obra llena de armonía, que no parsimonia; de tranquilidad, que no aburrimiento; sincera, que no pretenciosa; emotiva, que no edulcorada; dramática que no lacrimógena, y sobre todo, sarcástica. Además Jarmusch maneja los tiempos fílmicos y narrativos como nadie. "Flores Rotas" es un constante sobresaliente en el duro trabajo de conquistar al espectador, de presentarles a unos personajes atrayentes con los que identificarse, o que al menos causen emociones. Personajes que ya no son simples páginas de guión, sino que por obra y gracia de un poderoso guión y el convincente trabajo de sus actores se convierten en personas, personas que desde ese mismo instante pasan a formar parte de nuestra vida. Me es difícil determinar si he podido exprimirla en su plenitud, siento una similar sensación que años atrás, a diferencia de haber encontrado mayores virtudes que en aquella oportunidad. Y es el cine de Jarmusch es el mostrador de su mirada del mundo, libre y desapasionada, como la de todo artista que se precie de serlo debe plasmar en sus producciones. Tal vez dentro de dos años o dos días ubique nuevos elementos que me fueron negados en esos entonces, porque el cine del estadounidense se presta para nuevos descubrimientos tras cada visionado. Jarmusch se abre como una flor rota para ser descubierto, su obra nos lo permite.

“Agridulce, Jarmusch para todos los públicos”

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