domingo, 24 de abril de 2011

Crimen Verdadero

Director: Clint Eastwood
Año: 1999 País: EE.UU. Género: Drama/Thriller Puntaje: 7.5/10
Interpretes:
Clint Eastwood, Isaiah Washington, James Woods, Denis Leary, Lisa Gay Hamilton, Diane Venora, Bernard Hill, Michael McKean, Michael Jeter y Mary McCormack



Steve Everett (Clint Eastwood) es un periodista de investigación que tiene serios problemas: es un alcohólico que lleva sólo dos meses sin beber, pero es, sobre todo, un mujeriego impenitente. Este tipo de vida no sólo lo ha desprestigiado profesionalmente, sino que también ha arruinado su matrimonio. Encuentra una inesperada oportunidad de rehabilitación cuando le encargan una entrevista con un condenado a muerte en la víspera de su ejecución. A pesar de ello, decide investigar por su cuenta y ciertos indicios le hacen sospechar que el hombre que va a ser ejecutado es inocente. Sin embargo, dispone de muy poco tiempo para conseguir la información necesaria que haga posible el indulto e impida la ejecución de la sentencia. Clint Eastwood, que para mí siempre había sido ese tipo violento, rudo y desagradable asociado al personaje del mugroso Harry, me fue revelado omo un gran director en una película a menudo infravalorada y olvidada como es “Cazador Blanco, Corazón Negro” (1990). Después impulsado por un extraño magnetismo asistí a repasar su filmografía y me encontré con “Los Imperdonables” (1992), un filme que hoy por hoy es considerado todo un clásico, y fue a raíz de esa obra, que me convertí en un incondicional suyo, teniendo incluso al principio que defender esta obra maestra entre mis amigos, aún en la cabeza con el estereotipo que yo meses antes compartía.



El cine de Eastwood desde entonces y al igual que el de Scorsese y Tarantino, se ha convertido para mí en un paisaje conocido y querido, y en verdad la coherencia fílmica y formal de la obra de este hombre, me ha hecho pasar momentos no siempre tan magistrales como el de aquel western, pero sí muy apreciables. Para mí, ver cine de Eastwood es como llegar a casa y descansar de un día de trabajo. Sabes lo que vas a ver y lo que te vas a encontrar y simplemente y sin más complicaciones, te dejas llevar por los lugares comunes de su cine. Y es que Eastwood, se ha construido un personaje a la medida de sí mismo y en sus diez últimos filmes, simplemente lo perpetúa haciendo variaciones del mismo, todas en cambio diferentes y matizadas, pero con un origen único. El viejo lobo estepario que representa que representa en esta ocasión a ese soltero que llega sólo al apartamento por la noche después de una dura jornada de trabajo, y lo primero que hace es poner un disco de jazz, luego se aproxima al carrito de las bebidas, se sirve un whiskey, se descalza, se sienta relajadamente y se pone a pensar en el artículo del día, en el caso de asesinato o en algún antiguo amor. Ese lobo solitario, conserva aún un alto poder de seducción, y una intuición que sobrepasa su profesionalidad. Su misoginia y machismo es sólo fachada y más sarcasmo autodefensivo que otra cosa, y sobre todo es un soldado del bien, cansado, gastado y desencantado de todas las causas, pero que siempre está dispuesto a presentar una última batalla.



En “Crimen Verdadero” que es la cinta que nos ocupa, y que se encuadra perfectamente en esta cadena en serie de su cine dirigido e interpretado o sólo interpretado de los últimos años, sería un filme mucho más complejo que el resto (aunque no exento de algunos de estos rasgos), nos encontramos con un periodista y un caso de pena de muerte. Eastwood es un hombre que políticamente nunca ha acabado de ubicarse, hasta el extremo que uno no sabe si es liberal, conservador demócrata o demócrata conservador, lo que está claro, es que en su defensa gay del personaje de Savannah en “Medianoche en el Jardín del Bien y del Mal” (1997) y en este alegato contra la pena de muerte que es “Crimen Verdadero”, demuestra un cierto compromiso social, amable eso sí, y sólo moderadamente crítico. En esta película de Eastwood se nos presenta a un protagonista libertario y sexagenario, de amplia moral (tiene amoríos con la mujer de su jefe), por supuesto estepario, y reacio a seguir las normas. Steve Everett es un hombre que basa su olfato periodístico en su intuición, en su experiencia, y se sirve de estas armas, para autorevindicarse en un mundo de jóvenes tiburones que buscan su extinción de forma obsesiva por celos y porque saben que están ante un hombre superior. La prueba que el necesita para demostrar que todavía está por delante de ellos, es la resolución de un caso de pena de muerte, de un hombre afroamericano, acusado injustamente de un asesinato poco claro, en el que una estantería de patatas fritas y el prejuicio racial tienen las claves del enigma.



La película, hay que admitirlo es irregular y en cierta manera fallida por su epílogo añadido, pero contiene algunas imágenes del mejor Eastwood de estos últimos años, y momentos de cine excelentes: El no siempre suficientemente valorado James Woods (otro de la vieja escuela) interpreta aquí también a otro lobo, y los diálogos que cruza con Eastwood en delirantes réplicas y contrarréplicas cargadas de cariño y sarcasmo parecen sacadas de los mejores guiones de Wilder o de los filmes de Hawks. Son realmente estos dos personajes dos periodistas “hawksianos” en un mundo de azúcar y mantequilla “yuppie” que tiende a devorarlos, y del que se ríen en sus narices. Por otro lado, tenemos la parte de la investigación que es la más tópica y previsible (salvo ese accidente inicial y el registro de Eastwood de la casa de la chica, claro lamento de esa juventud sesgada) y tenemos también la vida de este condenado a muerte, y sus últimos momentos con su familia. Eastwood rueda estos momentos del condenado, con frialdad y dureza sin caer en el sentimentalismo, y logrando transmitir la crítica, en la humanidad desprendida y en pequeños detalles como el del dibujo de la hija del condenado o en ese abrazo de esposos. Eastwood es de los pocos que ha abordado el tema de la pena de muerte por medio del thriller y aun así ni lo ha trivializado ni se ha valido de él para un panfleto político. De hecho, lo más interesante de este buen trhiller es el acercamiento a un tema tan espinoso como la pena de muerte a través de pocas pero expresivas escenas.



Sin embargo, la película tiene un plano que perdura en la memoria del espectador por encima de todos. Un plano, que en el caso de un cineasta europeo más comprometido, hubiera sido el último del filme, y que aquí da pauta a un epílogo innecesario. El plano en cuestión es el del puño de la mujer del condenado golpeando el cristal con desesperación escalofriante, tratando de detener una muerte inevitable, que en principio parece ya irreversible y que pone los cinco dedos en la llaga del a justicia americana y del actual y descerebrado sujeto que ahora mismo rige los destinos de medio mundo (y que por aquel entonces sólo lo hacía en Texas). Pero bien por imperativos de estudio, o por propio convencimiento, a partir de ese brutal y duro plano, se produce un fundido y nos aparece una estampa navideña, en el que el protagonista una vez redimido y demostrada su superioridad frente a sus jóvenes jefes, se cruza con el condenado en la lejanía y se devuelven una mirada de agradecimiento mutua, puesto que ambos se han ayudado (a escapar de la muerte uno, y a demostrar que todavía sirve para el periodismo, el otro). Epílogo, que resta fuerza al discurso y al filme de una forma grave y notoria, pero que tampoco hace perder los valores que están en la base de todos estos filmes de Eastwood que últimamente nos han llegado, entrañables y apreciables, con un aroma clásico inconfundible y que le confirman como uno de los grandes o al menos más importantes cineastas de nuestro tiempo.



“Crimen Verdadero” esta rodeada por un clima poderosamente intensa, excitante, además la encantadora y conmovedora música de Lennie Niehaus, que acompaña sutilmente toda la acción desencadena al final un score melancólico propio de cine negro con fondo de ciudad vestida de navidad. Sin lugar a duda Eastwood demuestra con cada película que es uno de los grandes y, bueno, reconozco que a mí me tiene "hipnotizado". Porque Clint tiene olfato, y eso es innegable, además Eastwood es un director/actor digno de elogio que trata todo tipo de temas y no deja a nadie indiferente. Sin ser uno de los mejores trabajos de este gran director y actor, "Crimen Verdadero" es una película intrigante y al mismo tiempo un fuerte alegato contra la pena de muerte. Quizá Eastwood quiso en esta ocasión mostrar al mundo que, tras el tipo duro que siempre ha encarnado en el cine, se oculta una persona con profundas reflexiones. Lo bueno del personaje de Steve Everett es que, desde el primer momento, Eastwood deja claro que no es el santo arquetípico que puede salvar al condenado. Sus aventuras extramatrimoniales, su pasado alcohólico y otros defectos contribuyen a deshumanizar al héroe, si bien también esto resta algo de efectividad a la trama, le da una perspectiva diferente. La historia no engaña: el sistema está corrompido por políticos, periodistas, televidentes, abogados ávidos de sangre y del morbo de la muerte. Y Clint golpea duro, ¡y vaya que sí golpea!



"Eastwood tiene olfato"

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