jueves, 21 de abril de 2011

Antes de la Revolución

Director: Bernardo Bertolucci
Año: 1964 País: Italia Género: Drama/Política Puntaje: 08/10
Interpretes: Francesco Barilli, Adriana Asti, Allen Midgette, Cristina Pariset, Morando Morandini, Domenico Alpi y Giuseppe Maghenzani



Tras su controvertido debut con la película “La Cosecha Estéril” (1962) con guión del gran Pier Paolo Pasolini, Bernardo Bertolucci realizó con “Antes de la Revolución” su primera película de autor, relatando una historia de inspiración fuertemente autobiográfica en la que se combinan la pasión y la ideología. El protagonista, Fabrizio (Francesco Barilli), tiene veinte años y es hijo de una acaudalada familia de Parma, pero rechaza el ambiente burgués del que procede, pues se compromete políticamente a la izquierda y se afilia al Partido Comunista Italiano. En su nuevo concepto de vida no hay lugar ni siquiera para Clelia (Cristina Pariset), una novia casi impuesta por la familia, a la que Fabrizio abandona para seguir sus ideales. Pero eI suicidio de su amigo Agostino (Allen Midgette) agudiza aún más la desorientación ideológica y existencial de Fabrizio, sólo Gina (Adriana Asti), su joven tía que ha llegado de Milán para curar su depresión nerviosa, comprende la crisis del joven. Entre los dos, a pesar de su profunda diversidad por temperamento y concepción de la vida, nace una historia de amor que se interrumpe bruscamente cuando Gina decide volver a Milán.



Bertolucci realizó con “Antes de la Revolución” una película culta, rica en evocaciones y sugestiones literarias, de la “Cartuja de Parma” de Stendhal, de la que el director imita los personajes de Fabrizio, Gina y Clelia, a las poesías de Pasolini que el protagonista declama al principio de la película; de Wilde a Proust, hasta Pavese, evocado en el personaje de Cesare (Morando Morandini). Además, es una película profundamente musical, tanto por las imágenes que realzan los paisajes de Parma y alrededores, como por el uso de la música de Ennio Morricone, las canciones de Gino Paoli y de “Macbeth” de Verdi antes del final. Si bien en el plano estilístico la obra se alimenta tanto del cine poético de Pasolini como del realismo francés, hay también numerosas referencias y citas con las que el director perfila su propio horizonte cinematográfico, que incluye a autores como Rossellini, Renoir y Hawks. Fabrizio y Gina no parecen comprender que esa revolución pasional que buscan ha de ser personal, que ese muro es interior y que difícilmente se derribará viéndolo como algo externo, por ello se lanzan a una desesperada búsqueda de actividad y conmoción, de objetivos y empresas ajenas a ellos mismos, para mantenerse siempre en movimiento, distrayendo la conciencia de estar estancados.



Fabrizio, Gina, Clelia, operan a la usanza de un triángulo amoroso que representa la búsqueda metafórica del ideal político, la confrontación de dos conceptos de la moralidad resueltos a no entenderse. Los propósitos burgueses en oposición a las motivaciones comunistas determinan la actitud de Fabrizio, en la que resignación y conformismo moldean la lectura última de la historia, aplicable, en buena medida, a los tiempos que corren. Parma es un personaje que nos ha heredado a los humanistas, su silueta representativa será Clelia, inexistente, inseparable de la ciudad y que percibiremos de lejos en las espectaculares manifestaciones típicas de la ciudad, en la iglesia y el teatro, en la misa y en la Ópera. Será toda Parma donde esté la “Torre de Farnesio” para Fabrizio, y Clelia también es la hija del carcelero. En este pueblo-prisión la familia-calabozo, el viejo departamento burgués, lleno de pasillos, atiborrado con sus horribles muebles tapizados que forman una herida heredada y ocupada por parientes que viven como simples muebles y que toman cotidianamente la siesta como a una muerte.



Se comprende que a los ojos del joven Fabrizio cambiar Parma cambiando al mundo resulte igualmente tentador que cazar la ballena blanca a través de las cinco partes del mundo. Pero ¿la revolución es una ballena blanca? Ahí está todo el problema. ¡Dios sabrá si Fabrizio se muestre con buena voluntad! Pero es prisionero de su medio, jamás será el hombre nuevo, su futuro de burgués radica en su pasado, él es víctima (a fin de cuentas consecuente) de cierta vida cómoda esta dulzura comparable a la del Viejo Régimen antes de 1789 y de lo que habla Talleirand (citado por Bertolucci como prueba para su filme): “quien no ha conocido la vida de antes de la revolución no ha conocido la dulzura de vivir”. Esto depende, porque, evidentemente Fabrizio es de los que la disfrutan, ese repugnante, este dulzor paralizante. Adormecido por el sentimiento de su fracaso, aunque se ha sensibilizado para su historia de amor imposible con la tía Gina, está emponzoñado por la nostalgia del presente. De ahí su vértigo, su miedo y sobre todo esa impotencia que conduce a su amigo Agostino a la muerte, y él, Fabrizio, al matrimonio como a un suicidio. El triunfo final del orden burgués italiano queda simbolizado por la sonoridad de una Ópera de Verdi, el “bel canto” se convierte en el signo de una cultura de clase, el “nec plus ultra” de una diversión de clase, medida mayor del arte y la mundanidad.



En toda la cinta vemos a los protagonistas desesperados por su revolución, la que intentan forzar y ensayar de mil maneras, pero que nunca llega, y así llega la seguridad de que hemos tocado techo, “siempre es antes de la revolución cuando se es como yo” y claro llegan hasta la desesperación. La denuncia política no vale más que por su absoluta objetividad, y es lo documental, de una honestidad inobjetable. O bien por la absoluta sinceridad. La verdad, la áspera verdad, la obtendremos atravesando más allá de las deformaciones impuestas por el lirismo. Uno de los aciertos del filme son sus deformaciones líricas nos ayudan a comprenderla. Los admirables planos cerrados a rostros exaltan la dolorosa lucidez del análisis psicológico; las palpitaciones de la cámara, sus deslices, su agitación a veces frenética “cantan” el desarrollo y la impaciencia con el encantamiento, antes que la marche en pose, la regularidad de ciertos travellings que no indican el retorno de la calma o de la resignación. La belleza estética de numerosas tomas, su refinamiento a menudo precioso (deslumbramientos, soles muy blancos en primaveras precoces, golpes de luz de la adolescencia) “cantan” la gracia “fin de la civilización” en una sociedad moribunda e indestructible, y esta famosa dulzura de antes de la revolución.



"Una desesperada búsqueda del sentido vital"

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