jueves, 5 de mayo de 2011

El Padrino, Parte II

Director: Francis Ford Coppola
Año: 1974 País: EE.UU. Género: Drama/Gangster Puntaje: 10/10
Interpretes: Al Pacino, Robert De Niro, Diane Keaton, Robert Duvall, James Caan, John Cazale, Lee Strasberg, Talia Shire, Mariana Hill, Danny Aiello, Harry Dean Stanton, Troy Donahue, Roger Corman y Morgana King



Magistral continuación de la saga de la familia Corleone con dos historias paralelas: la elección de Michael Corleone (Al Pacino) como jefe de los negocios familiares y los orígenes y ascensión del patriarca, el ya fallecido Don Vito. “El Padrino, Parte II” llegó a las pantallas en 1974, sólo dos años después de la primera entrega, un tiempo récord para lo que es hoy día y se convirtió, casi de inmediato, en una de las mejores secuelas de todos los tiempos (por no decir la mejor). Es una película emotiva, dura, oscura y apasionante centrada en el auténtico protagonista de la saga: Michael Corleone. He de reconocer, que, cómo crítico "amateur" de cine, el enfrentarme a una obra tan perfecta en todos los aspectos, como resulta “El Padrino, Parte II”, me llega incluso a avergonzar, pues la grandiosidad de la obra, puede acabar por empequeñecer cualquier comentario que realice, por muy exacto que sea. Las obras maestras son así, a la vez tan claras que pueden llegar a iluminar el interior de cada uno, y a la vez tan hipnóticas que acaban por asentarse en algún recóndito lugar de la mente, al que siempre, de una manera u otra, nuestra memoria regresa de vez en cuando, tanto para animarnos y alegrarnos, cómo para despertarnos y golpearnos con todas las fuerzas que la huella de la realidad cinematográfica nos ha dejado impresa en la mente. Cómo un dulce vals de tono melancólico o un disparo a quemarropa escupiendo sangre y fuego.



Coppola, que construyo su espectacular trilogía de manera muy similar, en cuanto a concepción cronológica se refiere, en especial, la primera y la tercera parte de la saga, abre “El Padrino, Parte II”, con la huida de Sicilia de Vito Andolini de Corleone, a quien el capo mafioso Don Ciccio, ha jurado matar, tras acabar con toda su familia (la dureza y sequedad del filme ya queda patente en el brutal asesinato de su madre, proyectada hacia atrás con mucha fuerza, fruto del impacto del balazo en su estómago), hacia una nueva tierra prometida, América, en un barco cargado de sicilianos emigrantes. Recluido por viruela en la Isla Ellis, el joven Vito, canta una canción a través de su ventana, donde se ve la estatua de la libertad. La canción que canta vito se funde en música eclesiástica, mientras asistimos a la primera comunión de su nieto, Anthony Corleone, el mismo chico que jugó con su abuelo en su huerto, justo antes de que este cayera muerto. Por supuesto, hay una gran fiesta en honor del joven Anthony. Y uno no evita acordarse de la boda de Connie (Talia Shire) y el difunto Carlo Rizzi años antes, donde Don Vito recibía uno a uno a todos sus amigos para concederles favores. Pero ahora su hijo Michael, el único capaz de hacerse con el cargo de la familia, una vez muerto el temperamental Sonny (James Caan), dado que Tom Hagen (Robert Duvall) es adoptado, además no es italiano y Fredo (John Cazale ) es demasiado imbécil (cómo llega a llamarlo Michael, cosa que su padre sólo insinuó), no parece seguir los pasos de su padre. La respetabilidad de la familia parece asentada, pero algo huele a podrido en la residencia Corleone.



Y es que en “El Padrino, Parte II” estamos asistiendo al nacimiento y al funeral de la familia. No habrá nunca paz para la familia Corleone. En la fiesta del bautizo, Michael más que recibir a amigos para escucharles sus consultas, recibe a enemigos y cuando recibe a amigos, estos le llegan sin ningún respeto, cómo su propia hermana presentándose con un desconocido diciendo que se va a casar con él. Ya no hay respeto ni amor. A este Michael Corleone ya no le queda nada de la inocencia presentada en los primeros compases de “El Padrino” (1972), cuando jugaba a ser un joven soldado universitario enamorado de su novia Kay (Diane Keaton). Ahora Michael es un témpano de hielo, su ira y su orgullo, son más poderosos en él, que cualquier otro sentimiento. Por eso cuando intentan atentar contra su vida, a instancias del despistado Fredo, ya no hay más salida que entrar en una espiral de violencia que llevará a la tumba a todo el que se interponga u ose enfrentarse con él. Vito (Robert De Niro), mientras tanto, cuarenta años antes, es un joven trabajador e inteligente, que entabla amistad con los que serían sus futuros enemigos Clemenza y Tessio. El paso que lo convertirá en “Don”, consistirá en asesinar al representante de la Cosa Nostra en La Pequeña Italia, Don Fanucci. El asesinato es rodado de un modo totalmente hichcockiano (similar al asesinato de Sollozo y el Capitán McCluskey en “El Padrino”), representa el bautismo de fuego de un Vito, que más que un gangster o un mafioso, se presenta cómo un nuevo Robin Hood. Eso sí, un Robin Hood que remata a su enemigo con un tercero disparo en la boca, tiñendo de sangre la pared, para luego, tras deshacerse del arma, recorrer las calles teñidas de fiesta y fuegos artificiales (bellísima la imagen de Vito envuelto en la pirotecnia festiva, moviéndose con la felinidad de un Robert De Niro inmenso en la pantalla) para regresar con los suyos y abrazar a su recién nacido hijo Michael.



Michael Corlenoe asiste a La Habana, con un doble propósito, desenmascarar al traidor en su familia y acabar con Roth (enemigo que atento contra su vida). Es época de revolución y Fidel Castro amenaza con echar a Batista del poder y hacer de Cuba un país libre. Los revolucionarios se agitan y la noche de fin de año, consiguen derrocar al dictador. La misma noche en que Michael, desencajado y derrumbado por dentro, descubre que su hermano Fredo, el hijo de su madre y el hijo de su padre, ha sido el que le ha traicionado, en una secuencia durísima, en la que Fredo se delata a viva voz y Michael, encuadrado en una esquina de la pantalla, se lleva las manos a la cara y se encoge en señal clara de dolor. Lo demás, ya es historia cinematográfica. Un abrazo, un beso de rabia, un "¡Sé que fuiste tú Fredo! ¡Me destrozaste el corazón! ¡¡Me destrozaste el corazón!!" y unos Al Pacino y John Cazale tan magníficos que acaban por helarte la sangre en la butaca del cine. Por si fuera poco, a su regreso a Nevada, descubre que Kay ha sufrido un aborto, y que van a declarar contra él frente a un tribunal que quiere encarcelarle. Y Coppola sigue inventando todo el arte que le sale de las manos, Michael, que empieza a verse vfuriooso, ve cómo Kay quiere abandonarle y además descubre que el aborto fue provocado. ¡Si su padre lo viera! nunca un italiano cometería tal agravio. Michael desata su ira, y por primera vez, golpea a su esposa, en un bofetón que le duele hasta al espectador. La familia se desvanece. La misma que Vito venga en Sicilia al asesinar al ya anciano Don Ciccio (y a un par de matones del mismo, en dos secuencias que fueron eliminadas en el montaje final), se va ahora extinguiendo poco a poco, bajo el apadrinamiento de Michael.



La decisión del nuevo Don contra Fredo es imparable. Al Neri tiene la orden de Michael de asesinar a Fredo, una vez su madre muera. Así, tras cerrarle la puerta a Kay cuando sólo desea abrazar a su hijo Anthony, en lo que sería un símil de un disparo a sangre fría, y engañar a Fredo con un falso abrazo en el funeral de la matriarca, da paso a una de las secuencias más memorables que servidor ha visto nunca, en una penumbra desesperada, Neri asesina a Fredo mientras este reza una Ave María, tal cómo hacía de pequeño, junto a sus hermanos, mientras pesca en mitad de un lago solemnemente triste. Michael, solo en la lejanía, baja la mirada, envuelto en la oscuridad. Las tinieblas y el horror... Se funde a negro. Recuperamos una postal familiar, todos los hermanos, Sonny, Tom, Connie, Fredo y Michael, junto a Carlo Rizzi y Tessio, esperan la llegada de Don Vito el día de su cumpleaños. Carlo tontea con Connie. Fredo y Sonny simulan una pelea. Michael dice que se alistado en el ejército, Sonny y Tom se lo recriminan. Llega el Don. Todos corren a saludarle... menos Michael, que se vuelve a quedar solo. Es el Rey Lear, Macbeth, Ricardo III y Hamlet, sentado a una mesa repleta de fantasmas, teñida de sangre y balas y dolor. Tanto dolor. Tanto...todo en “El Padrino, Parte II” rezuma belleza y dolor. Su maestría llega a superar la primera película, y es que si ese filme, se asemejaba a un filme más gangsteril, la segunda parte, es pura tragedia griega. Si en “El Padrino” Coppola reinventó un género sin casi necesidad de acudir a clásicos cómo Hawks, Curtiz, Walsh o Huston, en “El Padrino, Parte II” se nota un poco la huella viscontiana de “Rocco y sus Hermanos” (1960), además esta cinta dejaría su huella en todo el futuro del género, bien lo filmaran De Palma, Ferrara, Scorsese, Tarantino, Hanson o Mendes.



Francis Ford Coppola, de la mano del maestro Gordon Willis, cuya cámara retrataría no sólo la trilogía de los Corleone, si no que también sería la responsable directa de alguno de los mejores filmes de Woody decidió no variar el estilo neoclásico de filmación ya mostrado en el primer Padrino, y mantener la cámara lo más pausada posible, pese a la gran violencia interior que se halla en las imágenes. Los mínimos travellings de encuadre, para subrayar las decisiones de los personajes, el uso fantasmagórico de la luz, tanto por la falta de ella (en la casa de Michael en Nevada) como por los juegos que le ofrece en esa tonalidad crepuscular que recorre toda la parte protagonizada por el joven Vito, así cómo la pausada matanza final, donde mueren mucha menos gente que los otros padrinos, únicamente tres personas (Roth, Pentangelli y Fredo), pero de indudable mayor relevancia dramática, hacen, en el fondo, de los dos primeras partes de la trilogía. Con “El Padrino, Parte II”, se llega a tal grado de suma operística, que prácticamente lo aíslan de cualquier otro filme realizado antes y después que el de Coppola. Ni siquiera esa preciosa imperfección que es “El Padrino, Parte III”, que según Coppola debía haberse llamado “La Muerte de Michael Corleone” logra acercarse al sentimiento de su precuela, también cabe destacar la presencia de la majestuosa banda sonora de Nino Rota que esta al mismo nivel de su presedesora. Tradición, familia, asesinatos, poder... la historia de los Corleone, a la postre nos está ofreciendo un retrato de la nueva Norteamérica, la crecida a raíz de la inmigración italiana, irlandesa y judía, y los caminos que esta persigue para poder asentarse en el nuevo país, aunque sea a base de corrupción, extorsión y crímenes. En “El Padrino, Parte II”, Michael resume su particular filosofía de los negocios cuando dice que "si algo nos ha demostrado la historia, es que se puede matar a cualquier persona", sin embargo la historia acaba demostrándole a Michael que hay algo peor que morir asesinado es sobrevivir con el remordimiento.



"Todo un clásico con mayúsculas, realmente magistral"

1 comentario:

  1. Como "crítico amateur" tenés una mirada que más de un profesional te envidiaría.

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