domingo, 14 de agosto de 2011

Ghost in the Shell

Director: Mamoru Oshii
Año: 1995 País: Japón Género: Animación/Ciencia Ficción Puntaje: 08/10
Productora: Bandai Visual Company / Kodansha / Manga Video / Production I.G.



En el futuro no muy lejano los humanos han mejorado sus cuerpos con partes cibernéticas, en algunos casos hasta el 100%, quedando sólo su mente a resguardo. Estos seres humanos mejorados se conectan a redes de información para comunicarse y obtener datos. Pero un peligroso hacker conocido como el “Gran Maestro de las Marionetas” ha comenzado a atacar las mentes de varios humanos mientras se encontraban conectados a la red. La sección 9, una fuerza policial de avanzada, se encuentra tras los pasos del hacker. A cargo de la investigación se encuentra la mayor Kusanagi (cuyo cuerpo es totalmente cibernético) y el oficial Batou. Pero un incidente (un androide extraviado en una autopista) resulta ser una pista para el caso. El androide es llevado a la sección 9, pero este se reactiva y se identifica como el propio “Gran Maestro de las Marionetas”, diciendo que es un software que ha realizado operaciones encubiertas para la sección 6 de El Ministerio del Exterior. El androide pide asilo a la sección 6 pero un atentado aborta el avance de la reunión y el “Gran Maestro de las Marionetas escapa”. Los oficiales lo persiguen sin saber que el verdadero propósito del androide es en realidad encontrar a Kusanagi y fusionarse con su mente humana para lograr una nueva etapa de evolución y dotarse de un cuerpo funcional. Basada en el manga de Masamune Shirow, “Ghost in the Shell”, que traducida al español seria “El Fantasma de la Máquina”, resulta ser una curiosa mezcolanza de filosofía, referentes al cine occidental y ciencia ficción. Menos engorrosa que el manga que la precedió, incluso con una estética diferente, debido a que Masamune Shirow no llegó a participar en su versión cinematográfica, pero también a que las técnicas de animación permitían efectos y escenas impensables en el manga y también a la inversa.



“Ghost in the Shell” es uno de los más importantes películas anime de los últimos años. Es notable la influencia que tendría sobre el género, ya que otros animes seguirían sus lineamientos, e incluso “Matrix” (1999) tomaría decenas de ideas e imágenes prestadas del filme. Con el tiempo ha desarrollado un estatus de culto, en particular por su trama críptica y sus particulares reflexiones acerca del futuro de la tecnología y la fusión de lo cibernético con lo humano. Como es costumbre en el cine de Mamoru Oshii, el villano de la historia es un personaje desconocido del cual nos cuesta sacar una conclusión concreta, pero este es quizá el más carismático de su filmografía. Y sin duda destaca su protagonista, la desvergüenza de cómo se la dibuja y la prueba sólida del talento que tienen los japoneses para crear personajes femeninos. La banda sonora, sobre todo en la canción que introduce los créditos, nos sumerge en la perspectiva del dominio de los japoneses sobre la tecnología y sobre todo la robótica. Shirow y Oshii crean un complejo y claustrofóbico mosaico plagado de cyborgs, con altas dosis de tecnología, ciudades hiperpobladas e hiperdesarrolladas y el siempre presente dilema existencial de qué es exactamente lo que nos define como humanos y nos diferencia de las máquinas más complejas y avanzadas que jamás hayan surgido. Esta emblemática obra es junto a "Akira" (1988) las dos grandes obras maestras del cine de animación japonés de ciencia ficción, al menos en occidente, pues no estaría de más añadir que este filme paso sin pena ni gloria por Japón. La película se hace demasiado corta y de hecho su duración apenas es de poco más de hora y cuarto. Una lástima, porque material había de sobra para haberla estirado un poco más.



Pero si hay que decir que “Ghost in the Shell” es una película particularmente compleja. Sigue sin lugar a dudas los lineamientos del “Cyberpunk”, en donde la carne se fusiona con la tecnología y hay toda una generación de seres humanos mejorados artificialmente. Prácticamente no hay personaje en el filme que no posea algún tipo de implante. El problema no es precisamente la exposición de esto, sino que el enfoque del director Mamoru Oshii es particularmente frustrante sobre las historias adicionales que dan carnadura al relato: hay toda una ensalada de tramas políticas, personajes que van y vienen, y toneladas de conceptos tecnológicos que por momentos aturden. Los minutos iníciales son una catarata de información que inunda al espectador, de la cual sólo extrae que las fuerzas policiales están tras la caza de un hacker que piratea los cerebros mejorados electrónicamente que poseen los humanos. En el medio hay pausas, secuencias de acción muy estilizadas, momentos reflexivos e imágenes de gran belleza. Pero esos intervalos bien podrían haberse acotado para darle más tiempo a las escenas de exposición e intentar que el guión baje algo de nivel a una altura más cercana al espectador promedio. Masamune Shirow es sin duda un apasionado de la filosofía, los diseños mecánicos basados en elementos de la naturaleza, las sofisticadas armas de fuego y ante todo es un gran creador de atmósferas futurísticas, donde la tecnología es el eje central a partir del cual gira el mundo de los humanos. Toda la carga filosófica de su obra quedó inteligentemente condensada en una entretenida película de anime, sin muchas pretensiones técnicas pero que acertó de pleno en su conversión del manga al anime.



Lo que resulta más original de “Ghost in the Shell” es la idea de un software que ha cobrado vida propia. En este caso es el proyecto 2501 (el nombre original de “El Gran Maestro de las Marionetas”), que ha realizado tareas de espionaje para la sección 6, comportándose como un virus, aprendiendo sobre la marcha, autoactualizarse, se pone en rebeldía ante el sistema y ha decidido seguir su propio curso de acción. El software se ha reconocido como una nueva forma de vida y está intentando escapar de sus controladores para obtener su independencia y su derecho a la existencia. Mientras que el filme tiene muy buenas escenas de acción, como la persecución del terrorista en la feria pública o el tiroteo final en el hangar, la intención del director sin dudas es centrarse en el aspecto reflexivo del tema. Largas escenas tienen lugar sólo como para ilustrar lo complejo del mundo futuro que concibe la historia, que por momentos sus climas recuerdan a “Blade Runner” (1982), así como los puntos de vista de los personajes sobre el proceso de integración entre hombre y máquina. El clímax en realidad es el encuentro del androide, ósea el “Gran Maestro de Marionetas” con los directivos de la sección 6, donde éstos le piden que demuestre que es una forma de vida y el programa les devuelve la pregunta exigiendo que ellos hagan lo mismo. Los humanos, termina diciendo, sólo son computadoras con ADN en lugar de bytes. Sin embargo, ambas películas difieren. Volviendo al tema de la influencia de “Blade Runner” a la cinta, el filme de los 80 considera los sentimientos parte esencial de la humanidad. En cambio “Ghost In the Shell” obvia en su historia todo sentimiento de odio o amor y define la humanidad como la capacidad de desarrollar y mantener una conciencia propia. También la estética difiere, siendo la del filme de Oshii mucho más tecnificada y cercana a nuestro tiempo.



“Blade Runner” planteó "¿que es la vida?" de un modo plásticamente genial, pero no respondió a la pregunta. Se limitó a tratar el tema de si un “replicante” es básicamente un ser humano con fecha de caducidad, por el hecho de ser inteligente y poseer emociones (o sea, circuitos de instrucciones instintivas sobre los que se desarrolla la inteligencia) y a pesar de estar construido por otros seres humanos. “Ghost in the Shell” no usa la analogía de la máquina, sino que desdibuja los límites entre vida planificada y vida fruto del azar (la llamada "natural"). La vida es interacción con el medio y acción dirigida a la auto-perpetuación, con un éxito al menos transitorio. Un remolino es una forma que existe en el medio, pero no posee una estructura que aproveche energía para mantener esa forma, estamos hablando de un virus (incluidos ciertos anomalías en el ordenador). Además la película entre mucho; ofrece reflexiones sobre lo desprotegidos, indefensos y fácilmente manipulables que parecemos frente a los progresos tecnológicos; que a su vez se retroalimenta con avidez de información; que así mismo clama por ser libre amenazando con empujarnos a una vorágine de alienación cyber-tecnológica. Entonces ante este panorama ¿Que nos queda? ¿Los recuerdos? ¿Que evitará el colapso? ¿Nuestro espíritu?; y si fuese posible que dicho espíritu habite o se genere en entes cibernéticos, ¿debemos considerarlos vivos? Cuestiones de este talante afloran por doquier en la obra, no así su respuesta. Quedándonos sólo el contemplar el virtuosismo plástico y por medio de la inteligente metáfora de la paradójica figura del Cyborg abordar la cuestión de que realmente nos caracteriza como humanos.



El inconveniente del libreto tiene que ver con que el propósito del proyecto del “Gran Maestro de las Marionetas”, no resulta demasiado claro. Debe evolucionar y por ello quiere fusionarse con una mente humana, además de adquirir un cuerpo. Pero no queda demasiado claro el por qué. Vale decir, el proyecto 2501 sobre el final del filme prácticamente va demostrando que es una especie de Dios, todas las máquinas y todos los implantes que tienen los humanos están bajo su control, con lo cual quedarse restringido a un cuerpo y poseer sentimientos humanos pareciera ser una rebaja de nivel. Hubiera sido preferible que, en vez de propósitos tan bondadosos, el proyecto 2501 se hubiera desatado en toda su furia y terminara controlando a toda la humanidad. El poder lo poseía, la ambición no, pero quizás hubiera sido mejor ya que sería una especie de castigo divino para los humanos que han cruzado las barreras de la creación, perfeccionándose con implantes y superando los límites de lo humano. Aquí el Dios informático decide transformarse en un mortal fusionado con lo cibernético, pero no resulta demasiado claro cuál es su futuro, esto es solo mi opinión personal, pero aun así me parece genial el desenvolvimiento que tiene la cinta. Así como todo el largometraje trata de la idea central del "espíritu" y de la diferencia que este supone entre máquinas y humanos, y de como la línea se ha difuminado lo máximo posible, el final supone la ruptura total de esa línea. El “Gran Maestro de Marionetas” es un ente artificial pero con algo que si no es un espíritu, es absolutamente indistinguible de este. Tanto es así que acaba fusionando su propia individualidad con la de la Major Kusanagi, en un plano de igualdad entre algo similar a un virus informático y un alma humana. Imperdible para todos los aficionados a la Ciencia Ficción.



“Gran cinta que nos revela que de alguna manera los humanos también somos máquinas”

2 comentarios:

  1. asu que tal historia. pensando en tu última frase, es muy real actualmente.

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  2. Excelente análisis de la cinta, ya que precisamente para eso es lo que da esta obra basada basada en la primicia de Shirow Masamune.

    Lo único en lo que difiero contigo es en decir que es un "propósito bondadoso" el de unirse, fusionarse o procrear con Motoko. De hecho el propósito es todo menos bondadoso, es un propósito muy humano y altamente contradictorio, ya que la única forma que tenemos de autopreservarnos más allá de la muerte, es "la procreación". Y son precisamente estas 2 cosas de las que carece "el marionetista" para considerarse un ser completo, razón por la que busca procrear una nueva vida con Motoko, no por contacto físico, sino en el mar de la información como el mismo lo dice.

    "El marionetista" está consiente de que más allá de poder copiarse indefinidamente el está condenado a la catástrofe (perecer), ya que como el explica, una mera copia no ofrece diversidad ni individualidad. Y la única forma de evitar la catástrofe es variar constantemente aún si esto significa renunciar a su propia existencia, la cual sólo quedara como un legado en los genes de aquello a lo que procrearon.

    A mi parecer este final es justo el que debía ser, sin duda un final muy humano. Y digo esto porque todos nosotros estamos conscientes de que no somos imperecederos, sino que tenemos un inicio y un fin, y la única forma en que podemos trascender de cierta manera es teniendo descendencia que poseerá parte de nuestra información.

    Bueno ese es mi punto de vista sobre el final de la obra. Sin duda esta diversidad de opiniones es lo que hace de esta una obra hermosa.

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