miércoles, 16 de noviembre de 2011

¡Agáchate Tonto!

Director: Sergio Leone
Año: 1971 País: Italia/EE.UU. Género: Western Puntaje: 08/10
Interpretes: Rod Steiger, James Coburn, Romolo Valli, Maria Monti, Rik Battaglia, Franco Graziosi, Antoine Saint-John y David Warbeck



Juan Miranda (Rod Steiger), un vulgar ladrón mexicano, y John Mallory (James Coburn), irlandés veterano del IRA y experto en explosivos, se conocen en México, y planean trabajar juntos robando bancos, o al menos eso es lo que cree Miranda. Un día dinamitan lo que Miranda creía que era un banco local, y que resulta ser una prisión para revolucionarios, Mallory ya lo sabía, pues es uno de los activistas en pro de la Revolución Mexicana. La explosión libera a un sinnúmero de rebeldes que estaban presos y ambos se convierten en héroes de dicha revolución, poco tiempo después, las tropas del gobierno, comandadas por el Coronel Gutiérrez (Antoine Saint-John), comienzan a seguirles los pasos. Sergio Leone llegó desde Italia para cambiar el western y de paso los códigos clásicos del cine hollywoodiense en general con la desmitificación por la bandera. Es el fin de los cowboys de rectitud moral, modales impecables y apariencia inmaculada para dejar paso a antihéroes sucios, malhablados y descreídos que dan bandazos dentro de un mundo confuso y violento, con recursos formales y anticipados, que muchas veces bordean el exceso y que dejaran notable huella en la cinematografía posterior. Y todo ello acompañado en la parte musical por el complemento perfecto de ese cine innovador: las partituras de Ennio Morricone, que también puede que muchas veces reñidas con el buen gusto, pero nadie puede negar que son novedosas e inimitables. Sergio Leone fue todo un visionario del séptimo arte. Amado y odiado a partes iguales, su estilo de hacer cine no dejó a nadie indiferente. Para los clasicistas se trataba de un bastardo de las catacumbas de la Serie B, mientras que para la nueva generación era un genio de los pies a la cabeza que había llegado más alto que John Ford. Podemos compararlo como el Quentin Tarantino del cine sesentero, para entender su importancia y su imagen en la historia del cine moderno.



Cada vez que se da una lista de las obras maestras de Sergio Leone, se suele dejar fuera a “¡Agáchate Tonto!”, y aún no encuentro el por qué. Se reconocen siempre los méritos de “La Trilogía del Dólar", cuando “¡Agáchate Tonto!” es también parte de una segunda trilogía que esta conformada por “Érase Una Vez en el Oeste” (1968) y “Érase Una Vez en América” (1984), digo esto más que nada porque es una película ambigua, extraña y ni siquiera se puede calificar como una película de género, porque tiene lugar durante la Revolución Mexicana. También probablemente su infravaloración se deba a la existencia de varias versiones de la película, con diferentes títulos, y cada una con omisiones que impiden entender la historia. Sin duda el gran tema del filme es la revolución y esto se puede ver en la mejor escena de la película, tanto técnicamente como en el modo fiero en que Leone retrata a las altas esferas del poder. El director nos muestra a la clase alta como una caterva de sepulcros blanqueados, que esconden el miedo al populacho, la hipocresía religiosa y moral. La dama de alta sociedad critica aquello que en el fondo parece desear, y su marido pierde su altanería a la vista del primer cañón. Justo antes de que Leone nos presente al irlandés John, el director nos ha colocado directamente ante la lucha de clases, el germen de la revolución. El rebaño está dirigido por unas esferas corruptas y anquilosadas y adaptadas a un sistema injusto y atroz. En el fondo los ricos saben esta gran verdad. Por eso temen al pueblo, a la revolución, a Emiliano Zapata y a Pancho Villa. Por eso se aferran al poder, y responden al levantamiento con brutalidad. En definitiva, el ocaso de la dictadura mexicana que muestra Leone tiene reminiscencias del ocaso de Benito Mussolini. Del mismo modo, la relación entre Juan y el dinamitero John es totalmente quijotesca. Tras un pequeño intercambio de balas y dinamita, los dos parten hacia Mesa Verde, el sueño dorado de Juan, Mesa Verde es el lugar donde hay un banco repleto de oro, un banco donde el padre de Juan fue apresado en un intento frustrado de atraco. Por eso Juan ve en John el vehículo perfecto para lograr su objetivo.



“¡Agáchate Tonto!” se inicia muy al estilo Leone, con un primer plano de una meada sobre una colonia de hormigas. ¿Una metáfora de la opresión de los poderosos, o simplemente la forma ideal de presentar al sucio e inmoral Juan Miranda? La lucha de clases pronto quedará todavía más patente cuando Miranda se suba como pasajero a una diligencia de lujo. Descalzo, sucio y maloliente, Miranda contrasta claramente con el resto de pasajeros, un puñado representativo de las altas esferas: empresarios, políticos, la Iglesia. Los pasajeros debaten sobre la condición de los pobres y los desheredados. De planos medios pasamos a primeros planos de los rostros. La gente bien debate, opina, despreciando a las clases bajas. Un silencioso Juan se convierte en convidado de piedra a un diálogo de ricachones. Juan se convierte pronto en el bufón, en la prueba científica de los argumentos. No sabemos todavía si es un simple o se esconde tras la piel de cordero. Los planos cada vez son más cortos. La cámara se centra en las miradas, las bocas. Unas bocas que vomitan palabras vacías, reflexiones heredadas como si fueran latifundios, mientras engullen comida sin parar. Un empresario norteamericano clama contra los negros. Otro ricachón se burla de Juan. Su mujer se escandaliza pensando en cómo las familias pobres fornican en las noches con otros familiares y ovejas, en unas oscuras orgías incestuosas. El cura trata de mostrarse comprensivo, más por su condición que por su verdadera naturaleza. Tras sus palabras se esconde la vieja hipocresía eclesiástica. Si los personajes de Leone eran ambiguos, aquí tenemos a dos tipos quienes resulta algo difícil calificar de héroes. Miranda es un cobarde que sólo piensa en su propio provecho, que ignora que en su país está en medio de una revolución, mientras que Mallory es un fugitivo que ha acabado en una revolución distinta a la suya. Ninguno de los dos me resultó particularmente simpático, pero a medida que la película nos deja conocer a los personajes más, conseguí entenderles, sin que realmente se rediman.



Leone propuso tener a Jason Robards y Eli Wallach como protagonistas, pero la United Artists quería nombres grandes. Se habló también de incluir a Malcom McDowell y Clint Eastwood en el proyecto. El director se reunió también con Sam Peckinpah para qué dirigiera el filme, pero el norteamericano se echó atrás, finalmente el propio Leone se sentó tras las cámaras, lo cual no era de extrañar, pues al fin y al cabo había estado implicado en el desarrollo del guión y del proyecto desde el principio. Para interpretar al ladrón mexicano Juan Miranda (papel que Leone había querido para Wallach) el estudio propuso a Rod Steiger, a quien Leone le dio el visto bueno. Difícilmente podía pasar por mexicano, pero desde luego era un buen actor. Para interpretar al ex-miembro del IRA John Mallory, Leone contactó una vez más a James Coburn, con quien había querido trabajar desde los días de “Por Un Puñado de Dólares” (1964). Coburn tuvo sus dudas, pero tras pedir consejo a Henry Fonda, acabó aceptando. Pero hay que acotar que la película nos cuenta la historia paralela a lo que describe Miranda: los intelectuales (como Mallory o el doctor Viega) aunque ciertamente la organizan y facilitan, la revolución en realidad no es una lucha de ideales, sino una serie de luchas individuales, con motivaciones personales. Miranda es un héroe por accidente, sus "hazañas" son actos egoístas que da la casualidad que benefician a la revolución de Emiliano Zapata. La revolución también es una serie de desigualdades: en los enfrentamientos no vemos ninguna batalla, sino un bando masacrando al otro, que apenas tiene oportunidad para la defensa. La andadura de nuestros personajes tiene lugar en medio de la convulsión de la revolución, una revolución que importa poco a Miranda, y que conmueve (aunque no lo parezca) a un John que ya vivió la suya en Irlanda. Pero al igual que el escudero Sancho, Juan se verá influenciado y subyugado por el ideario de John y por las circunstancias. Y donde digo circunstancias quiero decir represión brutal del Estado. Una represión que viene, de nuevo, de lo contemporáneo, de la propia vida de Leone; no es difícil, al ver ciertas escenas, cambiar México por el gueto de Varsovia en el 44. La tropa de élite prusiana en el filme no es casual.



Probablemente esta película, que podría haber acabado en un fracaso absoluto en manos de otro director, se salva porque detrás de la cámara se encuentra un genio como Sergio Leone que consigue, en medio del batiburrillo en el que a menudo amenaza con convertirse "¡Agáchate Tonto!" da bastantes muestras de su talento y de su don único para hacer cine. De este modo, el director consigue al menos ofrecer al espectador cuatro o cinco momentos a la altura del resto de su filmografía. Sólo por esos momentos merece la pena ver la película. Los flashbacks en los que John, se dedica a rememorar su pasado en Irlanda me recuerdan, en su aire nostálgico y melancólico, a la posterior "Érase Una Vez en América". La cinta posee la clásica estética feista del realizador romano, donde el humor siempre está presente, donde la fuerza de las imágenes deja escenas muy buenas, con un fluido ritmo que hace que no llegues a aburrirte en su extenso metraje, donde la misoginia es notoria, ejemplo la sucia violación, consentida del principio, y donde la música es un guionista capaz de rellenar silencios de modo portentoso, el genial Ennio Morricone deja un trabajo colosal, es de las que se te quedará para siempre, es un majestuoso catalizador de emociones, capaz de dibujar el clima tragicómico del relato, hermosísima, Leone tenía en Morricone el mejor de sus colaboradores. Lo más fascinante de "¡Agáchate Tonto!" es su interpretación de lo que es una revolución, así lo denota un dialogo de la cinta: “La revolución, la revolución. Yo sé muy bien cómo empieza. Llega un tío que sabe leer libros, y va donde están los que no saben leer libros, que son los pobres, y les dice ¡Ha llegado el momento de cambiar todo, aquí va haber un cambio! Y los pobres van y hacen el cambio. Luego, los más vivos, los que leen libros se sientan alrededor de una mesa, y hablan y comen, hablan, hablan y comen, y mientras ¿qué fue de los pobres diablos? Todos muertos”.



De todos los filmes que rodara Leone desde su primer western “¡Agáchate Tonto!” es seguramente el más olvidado de todos. Cuando hablamos de Sergio Leone siempre acudimos a sus primeros trabajos, a “Érase Una Vez en América” o nos acercamos hasta “Érase Una Vez en el Oeste”. Quizás sea porque la película no era tan grandilocuente como sus filmes anteriores, o porque no era el western que el público pueda esperar, o tal vez porque falló en los Estados Unidos. Pero "¡Agáchate Tonto!" tiene, al fin y al cabo, el pulso de Leone: sus escenas de fuerte contenido visual y su humor escatológico, sus personajes de doble lectura y doble moral, flashbacks recurrentes (inspirados en esta ocasión en la obra de John Ford), la violencia y el sexo sucio y rápido, su pesimismo misántropo y los originales planos con curiosos movimientos de los actores y divertidas sorpresas (véase, la escena del vagón de tren). Todo lo que hizo grande a Leone y nos entusiasma a sus fans está ahí, pero quizás de modo más disperso, o tal vez de modo más indirecto. "¡Agáchate Tonto!" no es una obra menor, pero sí una obra diferente, cuya historia de hombres poco heroicos (no sólo en el sentido normal del término, sino también en el sentido del antihéroe del cine leoniano) tal vez no sea un directo en la cara como sus tres primeros westerns, o un potente y bello crochet en la mandíbula, o un ciclópeo mafioso. De hecho, al final la historia acaba siendo una especie de fábula sobre la cara y la cruz de la revolución y de los ideales. Además, un montaje no muy afortunado fomenta esta sensación de encontrarnos ante una historia desbalanceada. En este último western, Leone da rienda suelta a todos los vicios y virtudes que le caracterizan, empezando con un inicio un tanto dubitativo y pasado de tuerca que se sostiene por el gran duelo interpretativo de los protagonistas: un torrencial Rod Steiger y el siempre efectivo James Coburn, pero la función mejora y se compensa progresivamente a lo largo del metraje, más centrada en el conflicto bélico en el que los protagonistas se ven inmersos convirtiéndola en una gran cinta; con todo lo que eso supone hay que verla. Si eres fan de Sergio Leone y no la has visto, ¿a qué esperas?



“Opulento y ambicioso western del maestro”

2 comentarios:

  1. Es una pelicula que merece ser reestrenada para quienes gustamos de los clasicos y que en aquellos tiempos eramos niños.

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