miércoles, 22 de junio de 2011

Deuda de Sangre

Director: Clint Eastwood
Año: 2002 País: EE.UU. Género: Thriller/Policial Puntaje: 07/10
Interpretes: Clint Eastwood, Jeff Daniels, Anjelica Huston, Wanda De Jesus, Tina Lifford y Paul Rodriguez



Terry McCaleb (Clint Eastwood) es un veterano investigador del FBI, implacable en su búsqueda de justicia y que no tiene rival en su éxito para seguir la pista a los asesinos y atraparlos. Pero cuando empieza acercar a su último adversario, un psicópata apodado “el asesino del código”, McCaleb cae fulminado por un infarto y se ve forzado a una jubilación anticipada. Dos años más tarde, una hermosa desconocida (Wanda de Jesús) revela un secreto que obliga a McCaleb a reconsiderar su recuperación: su vida fue salvada por la muerte de otra persona, la víctima de un asesinato que sigue sin ser resuelto. En contra de los consejos de su cardióloga (Anjelica Huston) y con la ayuda de un vecino entusiasta (Jeff Daniels), McCaleb se juega literalmente la vida para seguir la pista de un asesino que le ha obligado a tomar este caso a nivel personal. Con una filmografía más prestigiosa que longeva, Clint Eastwood es de esos cineastas que ya está por encima del bien y del mal. Disponiendo de la financiación de su propia productora (Malpaso), parcial en el peor de los casos, Eastwood hace ya casi lo que le viene en gana, y lo que le ha apetecido ahora es un policiaco modesto, de género, pero desarrollado como pocos realizadores actuales pueden permitirse el lujo de hacer. Y es que Eastwood junto con Woody Allen son los dos únicos cineastas en activo con una amplia filmografía a sus espaldas y que estando ya en una madurez más que cercana a la vejez siguen ofreciendo un caudal de títulos inédito en cantidad y en calidad en todo el panorama cinematográfico actual.


Con "Deuda de Sangre" Eastwood regresa a uno de sus géneros favoritos, el cine de policías, y uno de los pocos en los que aún parece estar interesado explorar. De hecho la filmografía de este maestro, nunca suficientemente valorada por la crítica, está marcada por su adhesión a tres géneros principalmente (el policiaco, el western y el drama romántico) y a un capricho (el cine musical orientado hacia el jazz), este filme supone una nueva acometida a un esquema más comercial y de fórmula probada, que Eastwood ha abordado en multitud de ocasiones en sus años de carrera. De hecho, como suele suceder en sus películas policiacas, el papel que interpreta el propio Eastwood no es más que una continuación y una evolución (en edad, carácter y época histórica en la que vive) de un personaje arquetipo que le sienta bien, pero en el que, pese a lo que piensan muchos de sus detractores, no se acomoda este actor-director, sino que partiendo de unas premisas aceptadas y clásicas del género, lo hace evolucionar hacia una vejez sentida y extremamente física (los constantes chequeos médicos o el ataque al corazón que sufre el personaje en plena persecución son buenos ejemplos), que va acompañada también de una calma en su actitud antisistema, que lo aleja del modelo de sus anteriores cintas, manteniéndolo, eso sí, al margen de la ley como un viejo rebelde. Aunque “Deuda de Sangre” pueda ser considerada como una película "de psicópata", nada tiene que ver con productos rutinarios (y sobrevalorados) como “El Silencio de los Inocentes” (1991) o “Zodiac” (2007), y en su retrato del asesino en serie no se aprecia nunca esa especie de fascinación que sienten algunos (entre los que no me cuento) por la figura del “psycho-killer”, propia, fundamentalmente, de la sociedad estadounidense.



Dentro del clasicismo y de las rutinas que emanan tanto del guión como de algunas de las composiciones o relaciones de los personajes, Eastwood logra armar un trabajo preciso, entretenido y muy bien filmado (la puesta en escena de la cinta desde sus títulos de crédito demuestra una vez más por qué este cineasta es ya un clásico viviente), con los suficientes toques novedosos y de evolución en un género que ya le es propio, como para volver a ofrecernos lo mismo pero distinto y hacernos disfrutar a todos los fans de las películas bien contadas, que bajo una primera capa de entretenida intrascendencia, guardan matices y detalles de un calculado discurso. Este opus de Clint Eastwood está más cerca de la saga “Harry, El Sucio” (1971) que de esas otras películas, esencialmente personales, que este nativo de California supo redondear. El argumento y casi en la misma medida el guión de “Deuda de Sangre” no despega de ese montón de filmes que colman los estantes bajo el rubro "Acción" (o "Thriller") en los videoclubes. La realización ya despega un poco. Eastwood siempre tuvo "garra" para la narración visual (puesta en escena, ritmo), y eso no sólo beneficia en general al filme, sino que atenúa la irritación que están llamados a suscitar sus costados más rutinarios. La película también nos depara al propio Clint, una vez más, como protagonista. Y eso no es poco. Además el asesino se nos muestra como un tipo vulgar, un tipo lamentable y desprovisto de cualquier encanto, y sus motivaciones son acogidas por Eastwood con total escepticismo, si bien nunca cayendo en la caricatura. Por otro lado, el director se muestra absolutamente honesto en el desarrollo de la trama, preserva la verosimilitud y renuncia a las sorpresas facilitando que, como espectadores, descubramos la identidad del criminal antes que el propio protagonista.


Situada a medio camino entre sus trabajos menos conseguidos (que no malos) de la pasada década, como eran "Jinetes del Espacio" (2000) o "Crimen Verdadero" (1999), ésta superior en conjunto a este filme, sin lograr alcanzar la brillantez en este género de que dio muestras en "Poder Absoluto" (1997), por culpa sobre todo de la poco convincente historia de amor y de la elección del actor encargado de dar vida al villano de la función, "Deuda de Sangre" es tanto una nueva cita a agradecer por los seguidores de este director (una amplia minoría), como un buen trabajo, entretenido y quizás algo anclado en los tópicos, para el resto de la audiencia. Creo que la falla básica de esta película radica en el guión, escrito por el usualmente exitoso Brian Helgeland, quien fue guionista de la magistral “Los Ángeles al Desnudo” (1997). “Deuda de Sangre” está basada en una novela, y desde luego sufre de todo lo que sufren similares adaptaciones; los personajes que en la página cobran vida a lo largo de muchos capítulos, aquí deben realizar su parte en minutos; de igual forma hay ciertos saltos de lógica en la trama, que llegan aparentemente de la nada. No los quiero revelar, porque la cinta contiene buenas sorpresas, pero son tan apresuradas y carentes de fundamento que en ocasiones resultan ridículas. A pesar de eso tengo opiniones encontradas sobre esta cinta; por un lado la trama es interesante, impredecible (al menos hasta el último tercio, cuando es excesivamente fácil adivinar el desenlace) y siempre es un placer ver a Eastwood actuando. Su trabajo es honesto y entretenido.



Otros defectos, aunque menores, son menos fácilmente compensables, como la falta de entidad de los personajes, particularmente la de Paul Rodríguez como un impertinente policía que a la vez funciona de "comic relief", pero su participación en "Deuda de Sangre" es francamente irritante. Incluso una actriz tan buena como Anjelica Huston queda mal con un papel plano y demasiado corto, Jeff Daniels como Buddy, el vecino de Eastwood, es meramente funcional, y su personaje se siente forzado, aparentemente existiendo sólo para que el ex policía le explique el desarrollo de la investigación, para que el público también esté enterado. “Deuda de Sangre”, en efecto, no llama mucho la atención, pero es que Eastwood no busca lucirse en ningún momento, sino servir a la historia con honradez y calma, sin renunciar a una visión propia y moderna, algo que hace que su película sea mucho más lograda, menos llamativa, pero más incisiva, a la cual, quizás, cabría intentar valorar de modo análogo que a las películas americanas de Fritz Lang: filmes que parecen uno más del montón, pero que, en cuanto nos fijamos bien, revelan su grandeza al instante. En fin, supongo que no faltarán voces que acusen a Eastwood de repetirse o de querer seguir haciéndose el duro (nada más lejos de la realidad), y que no conciban que esta película pueda suponer, en cuanto a progresión e incluso regeneración del género policíaco, una experiencia emparentada con las emprendidas recientemente por cineastas como M. Night Shyamalan (respecto al fantastique), Terrence Malick (respecto al cine bélico) o James Gray (respecto al cine de gangsters/mafiosos). Es una pena que, salvo excepciones dispuestas a aplicar el bisturí y no dejarse llevar por las impresiones superficiales.



Todos sabemos que “Deuda de Sangre”, como cinta no marcará un hito ni en cuanto a taquilla ni en prestigio en la carrera de Eastwood, es una película cuyo argumento y sobre todo textura no pueden ser más convencional, pero cuyo fondo denota esa acumulación inteligente de experiencia que llamamos sabiduría y que hace que su portador no necesite ya esa forma de llamar la atención que llamamos ingenio. Más allá de todo esto (incluida la identidad del asesino, que se adivina antes de lo deseable), “Deuda de Sangre” es la enésima película de un cineasta importante y multifacético. No tanto por las diversas ramas que fatigó y en las que se especializó (dirección, producción e interpretación, principalmente) como por su doble condición de autor de obras maestras del cine contemporáneo, allí estará, por siempre y para siempre “Los Imperdonables” (1992), y como animador de muchas de las más célebres “macho movies “, ¡que así las llaman cuanto menos en un sitio yanqui! En este sentido, dos descubrimientos desprendió “Deuda de Sangre” para mí: que el autor de 72 años sigue en estupenda, admirable forma física y en aparente pleno dominio de sus facultades intelectuales; esto nos indicaba que era posible que vuelva a deleitarnos con una nueva obra maestra donde actuara y dirigiera a la vez y así lo hizo, seis años después estrenaría la imponente “Gran Torino” (2008). Y es que el ex “macho man” no se resigna a dejar de serlo: se muestra por delante y por detrás, en cueros, conquistando y disparando como siempre. El primer descubrimiento ha sido de lo más reconfortante. El segundo tiene que ver con eso que llaman "autocomplacencia", y podríamos dejársela pasar. ¿O no?



“Interesante obra menor de Eastwood”

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