domingo, 25 de diciembre de 2011

Jardines de Piedra

Director: Francis Ford Coppola
Año: 1987 País: EE.UU. Género: Drama Puntaje: 6.5/10
Interpretes: James Caan, Anjelica Huston, James Earl Jones, D.B. Sweeney, Dean Stockwell, Mary Stuart Masterson, Elias Koteas y Laurence Fishburne



"Los Jardines de Piedra" es el nombre del Cementerio Nacional más importante de Arlington, un camposanto con vastas y onduladas colinas sembradas de lápidas de mármol, en los últimos años la mayoría de los soldados allí enterrados proceden de la Guerra de Vietnam. El sargento Clell Hazard (James Caan) es un condecorado veterano que entrena a los mejores reclutas para convertirlos en soldados de la Guardia Nacional, un cuerpo cuyos hombres, marciales y orgullosos, tienen el honor de rendir homenaje a los soldados muertos en combate, sin embargo, Hazard se siente atrapado dentro de este mundo hecho de rituales relacionados con la guerra, pero que nada tienen que ver con los campos de batalla; Francis Ford Coppola vuelve a Vietnam, pero sin salir de Estados Unidos, sin poner luces psicodélicas alucinógenas. Pues su lugar de acción ahora es un cementerio militar estadounidense y su protagonista una unidad ceremonial allí destinada, allí donde diariamente han de rendirse honores por les numerosos cuerpos caídos. La guerra, en cualquier caso, está siempre presente. En las lápidas, en las conciencias de los soldados, en la moral angustiosa que carcome los aires de esos jardines de piedra. No hay disparos, bombas, ni enemigos visibles. Pero la muerte llega a suelo norteamericano, y convierte jardines en monumentos de piedra. Por eso lo notable de todo esto es que sin necesidad de balas, escenas de acción y de guerra, sin bombas estallando y sin soldados en combate, Francis Ford Coppola logra retratar las consecuencias de la guerra de Vietnam y el trauma que ésta significó para los norteamericanos. Es prácticamente imposible relacionar “Jardines de Piedra” con “Apocalipsis Ahora” (1979). Sí, son distintas en su forma, pero son las dos caras de la guerra de Vietnam que Coppola nos ha querido mostrar. Las dos hablan de los horrores de la guerra, una desde el centro del asunto y la otra desde los que se quedan en la casa.



Después de que Coppola terminase el rodaje y postproducción de “Peggy Sue, Su Pasado la Espera” (1986), no tardó apenas nada en aceptar otro proyecto, pues estaba desesperado por seguir trabajando y seguir ganando algo de dinero, ya que aquella película no había sido tampoco un grandioso éxito y su situación económica era desesperada. Así que aceptó dirigir la adaptación de la novela de Nicholas Proffitt. Por segunda vez un guión en el que él no ha participado, y que firma el mercenario Ronald Bass, un profesional que ganaría el Oscar un año después por su libreto de la regularcita “Rain Man” (1988), aunque en mi opinión aquí hace un trabajo bastante más interesante. El problema es que no es una historia, a mi entender, que parezca excitar la imaginación de Coppola, aunque él la firma con todo un alarde de profesionalidad. La historia de “Jardines de Piedra” es sobria y honesta, pero demasiado simple quizás, pero no por eso deja de ser conmovedora. Sin embargo, al no estar en el centro del conflicto y ser algo como la cara más tranquila (pero no menos dolorosa) de la guerra, a veces se la come la falta de urgencia. A ratos se hace lenta y un tanto parsimoniosa. Lo que sí la hace distinta es la variedad de miradas sobre la guerra que cada uno de los personajes representa. Unos la apoyan, otros la odian, otros no están muy seguros qué sienten. Pero al final, piense lo que piense cada uno de los personajes sobre la guerra, están todos metidos en ella y más allá de su opinión, los perjudicados son todos. La muerte los afecta de una manera u otra, y no les pregunta si les gusta o no la idea. La película comienza con los encargados de organizar los funerales de los soldados caídos. Con eso se está haciendo una crítica bastante directa a la guerra de Vietnam. En Estados Unidos también hay incontables muertos. Es la manera de mostrar que aunque los ataques sean al otro lado del mundo, las consecuencias dan la vuelta completa. “Jardines de Piedra” es la otra cara de la guerra. Una más íntima y centrada en el drama de los soldados y las familias alrededor de ellos.



Como decía anteriormente, se podría considerar, de hecho que cada vez que se habla de la película, que es una especie de versión en negativo de “Apocalipsis Ahora”, debido a que se sitúa durante la Guerra de Vietnam, y que en lugar de tener como entorno la jungla y de mostrar combates de aquel horror, nos sitúa en la retaguardia, en uno de los múltiples cuarteles de entrenamiento norteamericanos, auténticas factorías de producción, en las que no sólo se enseñaba a matar, sino que se preparaba a los jovenes para sacrificarse por su país. Pero lo cierto es que la aproximación a “Apocalipsis Ahora” es sólo temática, y esto casi de forma anecdótica, pues no hay nada en ella, ni moral y anímicamente, que recuerde a aquella obra maestra de Coppola, quien filma la historia del sargento Clell Hazard, un muy interesante James Caan, sorprendentemente envejecido sólo 15 años después de “El Padrino” (1972), con total dignidad, pero con una falta de chispa, y de imaginación alarmantes. Hazard comienza una afectiva relación con el hijo de un veterano muy amigo suyo, y Coppola quiere emplear esto para hablarnos sobre la emoción del ritual militar. Pero no hay emoción, sólo una vasta melancolía, es así que se convierte en una emotiva y austera reflexión sobre la guerra vista desde un punto de vista muy diferente a “Apocalipsis Ahora”, opuesto en su textura pero afín en su base. Tal vez por eso no tiene el reconocimiento que merece, que visualmente sea una de las películas más convencionales del director. Eso no resta profundidad ni virtuosismo a un filme, pues en mi opinión sigue siendo uno de los trabajos más personales y afilados de Coppola. Es significativo que la guerra de Vietnam esta siempre narrada a través de imágenes en la televisión, que unas veces aparecen en primer plano pero que otras muchas aparecen de fondo, solo perceptibles para el espectador atento, y que siempre buscan plasmar esa sensación de irracionalidad que ya aparecía en “Apocalipsis Ahora”, pero que sobre todo crea un distanciamiento visual de los protagonistas para con el conflicto armado, haciendo mas comprensible el drama interno del protagonista y de toda una sociedad.



Muchos tildan a “Apocalipsis Ahora” de anti-bélica y no puedo hacer más que echarme las manos a la cabeza. Francis Ford Coppola no pretendía ser pacifista, sino criticar la forma de hacer la guerra de Estados Unidos. Lo mismo hace en esta película, que se convierte en un alegato hacia el honor y la vida de los soldados que deciden vivir y morir por su profesión, a sabiendas de lo peligrosa que es y con un profundo amor hacia la misma. El soldado Jackie Willow (D.B. Sweeney) es el ejemplo claro de las intenciones del director, que quizá afronta el proyecto con algo de desgana pero mucho menos que en su posterior “Tucker, Un Hombre y su Sueño” (1988). Me explico. La película arranca bien y hasta su último tercio se vuelve muy interesante, entretenida y de grandes valores cinematográficos. Pero en su última parte es atropellada, confusa y falta de carisma, vacía en muchos aspectos y esto juega en su contra. Ni por asomo “Jardines de Piedra” es una mala película, pero debe incluirse, por mucho que se venere al director, dentro de su producción más gris y anodina, junto a otras como “Jack” (1996) o algunas de sus primeras películas antes de “El Padrino”. Parece que el director dirige con solidez a los actores, y narra con oficio y precisión, pero sin alma, sin profundizar en lo que está contando, como pensando en otra cosa. Tanto es así que resulta muy poco interesante que decir sobre ella. Durante el rodaje de esta película, el hijo predilecto de Francis, Gian-Carlo Coppola, moría trágicamente de un accidente de moto acuática a los veintitrés años. Es bien sabido que el director está más que dispuesto a incluir su vida real en sus películas, el ataúd de las escenas finales de la película (no contamos nada, que no se alarme el lector) es el de su propio hijo. Pero no basta para exorcizar sus demonios. El dolor por la muerte del hijo amado ya no lo abandonará por varios años. Pero para acabar con esta inevitable comparación de ambas películas mencionadas, solo me queda decir que el olor a napalm por la mañana es más fuerte que el olor a pasto de cementerio, ustedes me entenderán.



Al fin y al cabo “Jardines de Piedra” es un filme sobre la guerra vista desde el otro lado, desde el país que manda a sus hijos y amigos a luchar en una guerra en la que ni siquiera creen, desde un punto de vista mucho mas cercano a las experiencias personales de Coppola. Pero ante todo es todo un manual práctico de lo que significa el punto de vista en el cine, recuperando al Coppola estudioso y trasgresor del lenguaje cinematográfico. El director insiste en repetir ideas, frases y escenas para que cobren nuevos significados en cada una de ellas, como el funeral con el que empieza el filme y que se repetirá posteriormente o la frase “¡Por nosotros y los nuestros! Ya quedan pocos”, que cambian el significado en base a la dirección de Coppola y a la puesta en escena, creando un efecto distinto en el espectador. El director consigue de esta manera tejer un elaboradísimo tapiz de emociones sutiles que no se aprecian con facilidad en un primer visionado. De hecho también cuida mucho un guión que tiene claro lo que quiere contar y muestra pocos personajes pero bien construidos, realizando un trabajo ejemplar. Los personajes aportan siempre algo, o a la parte del conflicto de Vietnam o al tema de la familia. El personaje principal, James Caan, es un ejemplo perfecto de personaje coppoliano. Dividido en su interior entre su familia (el ejercito) y sus ideas sobre el Vietnam, que en el fondo, mas que políticas son emotivas. Pero los temas de la familia y la guerra no son los únicos temas recurrentes que aparecen, pues el personaje vuelve a ser un hombre solo luchando contra un gigante, como es la jerarquía militar, como Michael Corleone o el Coronel Kurtz. En el fondo una prolongación del mismo Coppola, siempre luchando solo contra la industria del cine. La película pasa sin pena ni gloria por taquilla, Coppola tendría que seguir luchando, aceptando trabajos de encargo, ya que no podía dejar de trabajar, pues los bancos lo amenazan con dejarlo en la ruina, pues sus deudas eran multimillonarias, no tuvo mas remedio que resucitar la franquicia que lo llevo a la cúspide del cine mundial, pero de ello hablaremos más adelante.



“La guerra vista desde otra óptica”

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