domingo, 27 de diciembre de 2009

Kiki: Entregas a Domicilio

Director: Hayao Miyazaki
Año: 1989 País: Japón Género: Animación Puntaje: 08/10
Productora: Studio Ghibli

Sigo repasando la filmografía del maestro Hayao Miyazaki, esta vez me toca hablar de una de sus obras menos conocidas por el público se trata de “Kiki: Entregas a Domicilio”, como su titulo lo menciona, el personaje principal es Kiki, una joven bruja de 13 años, que se encuentra en un periodo de entrenamiento, ella se divierte volando en su escoba junto a Jiji, un sabio gato negro. Según la tradición, todas las brujas de esa edad deben abandonar su hogar durante un año para saber valerse por sí mismas. Así, Nicky descubrirá lo que significa la responsabilidad, la independencia y la amistad. En su camino Nicky y Jiji harán un nuevo amigo, Tombo, con el que vivirán extraordinarias aventuras. Fundamentalmente está dirigida a los niños, pero tiene una animación tan buena y una narración que la hacen muy entretenida incluso para los adultos.

Cuando hablamos del cine de animación japonés, y en concreto del de Miyazaki, es de justicia anunciar que se trata de un genio creador cinematográfico que utiliza el acetato en vez de los personajes de carne y hueso para revelar su mundo interior. En “Kiki: Entregas a Domicilio”, Miyazaki optó por un relato más occidental (como ya hiciera con Heidi o Marco) que el de otras de sus obras, como “La Princesa Mononoke” o “El Viaje de Chihiro”, en los que el aura mágico-panteísta coge muy despistado al espectador medio europeo. Hayao Miyazaki y los estudios Ghibli se apartan con esta película de sus personajes y mundos de ensueño y se inventan un cuento moderno que trata de romper con la estereotipada figura de las brujas. Buenos sentimientos, claridad argumental, una chispa de imaginación y un simpático gatito negro son los ingredientes de la cinta.

La moraleja que lleva implícita esta decisión nos trae a colación el recuerdo, siempre presente, de la adolescencia y sus servidumbres biológicas de la mano de una niña que pronto dejará de serlo por culpa del avance de la edad. En esta tesitura, la pequeña bruja inicia un viaje de transición a las entrañas de si misma antes de que los cambios físicos a los que la empuja su metabolismo terminen por edificar el cuerpo de la mujer que acabará siendo. Pero el film de Hayao Miyazaki va más allá de reflejar los problemas prototípicos de la pubescencia (atracción hacia el sexo contrario incluido), centrándose en otros aspectos, no menos trascendentes, que ya no tendrán tanto que ver con el cambio de edad como por el de estatus. El filme reúne buena parte de los tópicos de la filmografía de Miyazaki: aparatos voladores, protagonistas secundarios de gran carisma, un clímax emotivo, y una ambientación europeísta de principios del Siglo XX, como envoltorio cromático de un relato de iniciación.

Miyazaki articula su relato entorno a la psicología del contraste. Va a comparar el modo de vida rural con el urbano, el mundo afectivo y el profesional, el mundo de los adultos y el de los más pequeños (todas ellas constantes en la filmografía del cineasta), e incluso se va a permitir el lujo de juzgar el comportamiento de una nieta que no merece serlo con aquella que sin serlo llora cuando la tratan como tal… en una de las cumbres emocionales de la cinta. De nuevo, va a ser una niña, en este caso una pequeña aprendiz de bruja, la que está dotada de un sentido especialísimo que la permite percibir el mundo de una manera diferente, haciéndola capaz de interrelacionarse con el universo paranormal, por ejemplo, entablando conversaciones dialécticas con su gato “Jiji”. De hecho, cuando dejan de entenderse entre sí, podemos imaginar que ambos están a punto de ser investidos con el don de la madurez, haya o no gatas níveas o chicos con jersey de rayas rojas de por medio.

En cuanto al dibujo mantiene la línea de las primeras películas de Ghibli, pero con esbozos de lo que llegará a ser. Los elementos más importantes son el uso magistral del color, la precisión en los trazos y el gusto por el detalle, en este caso situados en una ciudad con una ambientación europea de principios del siglo XX ya típica en Miyazaki: sus calles, sus múltiples detalles de edificios, mercados, puerto, plazas, costa, puentes, bosques, carreteras, tiendas, costumbres, un zepelin, etc., etc. todo dibujado con un realismo de exactitud maravillosa, lo cual merece la máxima consideración. De nuevo la naturaleza ayudara a la protagonista a si misma, y a encontrar una inspiración en su vida, y el mundo de la aviación, esa escoba, o ese Zeppelin, clave en el desenlace final del film, vuelven a aparecer como elementos obsesivos de Hayao que se pueden ver en toda su filmografía. Y de nuevo una banda sonora llena de sensibilidad y que es un elemento imprescindible en la película.

Siendo una película de transición, como ya dijimos, “Kiki: Entregas a Domicilio”, sigue siendo una obra sobresaliente, que permite a Miyazaki acercarse a un territorio colorista para contar a los niños (y desde el punto de vista de una niña) cómo es aquello que se van a encontrar cuando crezcan. No hay lugar aquí, entonces, para la lucha de civilizaciones ni para rivalidades inmersas en perpetuas querellas ni para malvados deseosos de conquistar el mundo, pero sí lo hay para una niña, educada, valerosa y sensible, que trata de hacerse un hueco en el implacable mundo de los mayores sin que ello le obligue a renunciar a la magia que una vez la caracterizó. Y nosotros, espectadores barbados y adultos, volvemos a quedar vencidos ante la efectividad de esta historia de extracción humilde y destinatario infantil que obtiene de su resultado, sin embargo, un alcance universal y emocionante.

“Una película que nos muestra la importancia del aprendizaje”

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