miércoles, 2 de marzo de 2011

El Padrino

Director: Francis Ford Coppola
Año: 1972 País: EE.UU. Género: Drama/Gangster Puntaje: 10/10
Interpretes: Marlon Brando, Al Pacino, James Caan, Robert Duvall, Diane Keaton, John Cazale, Talia Shire, Richard Castellano, Sterling Hayden, Gianni Russo, Rudy Bond, John Marley y Richard Conte

Obra maestra de Francis Ford Coppola, basada en la novela del mismo nombre. Años 40, Don Vito Corleone (Marlon Brando) es el jefe de una de las cinco familias de la mafia de Nueva York. Cuando este se niega a intervenir en el negocio de las drogas, el jefe de otra banda, intenta asesinarlo, empieza entonces una violenta y cruenta guerra entre las familias mafiosas. A parte de esta guerra la cinta nos narra la vida de los Corleone, centrándonos en los hijos de Don Vito, Sonny (James Caan) el hijo mayor, impulsivo y violento, Fredo (John Cazale) sumiso y dependiente, Connie (Talia Shire) la única mujer y Michael (Al Pacino) el menor de los hermano, quien ha regresado a su país tras combatir en la segunda guerra mundial, quedará a cargo inevitablemnte del imperio delictivo que su padre erigió con sagacidad, dinero, colaboración de políticos, y sobre todo, derramando ríos de sangre. El efecto que causa en mi "El Padrino" es increíble, es la potente sensación de estar degustando auténtico cine desde el primer hasta el último instante, nada opaca a esta cinta, todo tiene su significado, ni un sólo actor desentona, ni un sólo encuadre es desacertado, en definitiva, asistimos a un arranque que te deja suspendido en su historia. Con un zoom muy complejo para la época obtiene Coppola un larguísimo plano de más de tres minutos al que sólo corta no cuando Don Vito, dice su primera frase, de allí pasamos por fin al primer plano de Marlon Brando, vestido con un impecable esmoquin, que habla con su famosa voz quebrada. Así comienza esta legendaria película.

Van a tener razón todos aquellos que dicen que se puede decidir en los diez primeros minutos si una película es buena o no; "El Padrino" es el mejor exponente de esta teoría. En su secuencia inicial, de no más de cinco minutos, quedan sentadas las bases de lo que será el resto de la película. Pero no sólo eso: también queda perfectamente retratado el personaje que da nombre a la película, y de regalo, nos explican todas las reglas de la mafia. Quedan asentados en esos primeros momentos la idea de que la mafia es una familia con sus propias reglas que conviene no quebrar, que todo aquello que se aparta de la mafia no está seguro, que la mafia no es una empresa con facturas, sino que funciona con sus propios mecanismos basados en la amistad y en el contrabalance de favores prestados, el ritual, los método, por si fuera poco también sólo en esa escena los responsables fueron capaces de crear un mito: la imagen de Vito Corleone vestido de negro, con su voz rasgada acariciando un gato y preguntando "¿Qué he hecho yo para qué me insultes de esta manera?". Curiosamente, Marlon Brando fue capaz de robar, en el corazón del público, todo el protagonismo de la película, porque si nos ponemos puristas el protagonista, el auténtico protagonista de la historia es Michael Corleone, magníficamente interpretado por Al Pacino. Habrá a quien la construcción del personaje hecha por Brando le resulte empalagosa y excesiva, con esa voz cansina, esos gestos excesivamente manieristas, y ese gran final de fiesta que son los algodones bucales ¿Hacía falta? Nunca lo sabremos. Pero lo cierto es que todos esos elementos consiguieron crear un mito cinematográfico.

Ahora bien, ¿por qué "El Padrino" gusta a tanta gente? La respuesta obvia es que porque es una magnífica película, pero puestos a sudar la camiseta y justificar el sueldo astronómico que se nos paga a los críticos, diré que una de las claves de esta película es justamente la marca de toda obra de arte: que tiene tantos niveles de significado que todo el mundo puede disfrutar del filme. Es fácil quedarse con la aventura de bandas enfrentadas que se disparan, pero "El Padrino" también representa un hábil ensayo sobre luchas de poder y los juegos de estrategas. Traslada esa misma temática al núcleo de la misma familia, pues también dentro de los Corleone hay esos movimientos aunque de manera mucho más solapada. Analiza las responsabilidades de los lazos de consanguinidad, o los lazos voluntariamente impuestos, se respeta mucho el significado del clan y el honor. Presenta también un mundo inserto en otro mundo, la Italia Siciliana incorporada al muy diferente sistema americano y como logra reproducirse en él. El machismo, la importancia de la familia... Muestra el cambio de una época, el choque de dos culturas, tanto en el tema de las drogas, como en el relevo generacional. Y se configura además como un bonito retrato costumbrista del "italoamericanismo". Sin embargo, en el fondo de todo ese sustrato brilla con luz propia un esquema clásico de aceptación del propio destino. Michael, el único que no tiene nombre italiano ha nacido para no pertenecer al mundo del hampa, sin embargo, las circunstancias, envueltas a manera trágica en un sinfín de muertes, le van arrastrando hasta convertirse en un “Don Corleone”.

Todos podemos ver la transformación de ese personaje, que a nivel vital es infinitamente mucho más interesante que el de Vito Corleone, y en cierta manera todos sufrimos con su viaje al infierno, aunque morbosamente disfrutemos viendo como se convierte poco a poco en un mafioso. Porque, sinceramente, esto hay que reconocérselo a los americanos: son únicos sofisticando cualquier tipo de mundo. Pueden coger un tema muy nauseabundo y lo presentan con tal estilización filosófica y estética que convierten el objeto de su retrato en algo atractivo y deseable. La elegancia y la sinuosidad con que se mueve todo, hacen que cuando llega el auténtico clímax uno esté expectante, palpitante ante esa calma tensa, fría, abrupta, turbia y gradual que se da cita en esos momentos donde todo llega a extremos inhóspitos, donde la venganza permanece como un instinto secundario con tal de proteger y cobijar todo aquello que es propio, que nos acompaña y nos arropa. Y es que, tras un arranque esplendoroso, su desarrollo aun se retuerce más y te envuelve en un relato en el cual los acontecimientos empujan imprevisiblemente a sus protagonistas y les desbordan, les oprimen, les ponen en la punta del iceberg, en una cuerda tensa y fina que, en cualquier momento, podría romperse, temblorosa, y dejarles inmersos en la más absoluta angustia. Los intérpretes en "El Padrino" son anulados, no existen, el personaje se desvanece y deja paso a la persona, a personas que te dejan en el borde del abismo, que marcan tu afán por seguir sus pasos, comprender su inquebrantable honestidad hacía todos aquellos seres a los que aman y aprecian, en definitiva, hacía su propia familia, al lado de la cual han medrado, han aprendido y llegado a ser lo que son, y han pulido sus virtudes y desarrollado sus defectos, virtudes y defectos que se destapan una y otra vez, que aparecen sin reparos y que te dejan extasiado y en un estado de cautela sepulcral.

Sonny, altivo, engreído, presumido, broncas y aspirante al "trono" es otro personaje para recordar, interpretado con sobriedad por James Caan. Por último tenemos a Robert Duvall, que ejerce el papel del abogado Tom Hagen, uno de mis favoritos, por estar siempre del lado de la familia. La trama es global, completa, total, porque hay distintas historias dentro de la misma, distintos espacios, y lo mejor de todo, distintos protagonistas. La extensa duración de la película es exactamente la adecuada, y la historia que se nos narra, distinta a la que nos solían ofrecer las películas del momento, ha dado lugar a multitud de películas subordinadas, discípulas, homenajeadoras e incluso imitadoras, pero nunca han conseguido, ni conseguirán alcanzarla. El filme suma drama, thriller, crimen y melodrama familiar. La narración se presenta ordenada cronológicamente, aborda con elegancia temas violentos, sórdidos y sombríos, se sirve de la técnica de las acciones simultáneas (escena del bautizo). El ritmo narrativo es pausado, con aceleraciones y desaceleraciones acordes con la intensidad de la acción, y notables subrayados que proyectan solemnidad sobre el ejercicio del poder en el mundo del crimen organizado. Ofrece una soberbia escenificación, lo mismo se puede hablar de sus rituales, manifestaciones, reglas y normas de transmisión hereditaria y personificación (Don Vito y Michael). Antes de que la familia Corleone entrara en escena se habían hecho pelis de mafiosos, pero después nada fue igual. Desde entonces tenemos la certeza de conocer los entresijos de la “Cosa Nostra”, más aún, de identificarnos con ese clan de malnacidos sin escrúpulos cuyo código ético se basa en la ambición, la felonía y la venganza. A partir de Don Corleone, aprendimos a distinguir entre lo que es personal y lo que forma parte de los negocios: no existe ninguna diferencia.

Como dije, cada actor parece estar escogido meticulosamente para representar a su personaje, lo que nos lleva al gran elenco de actores que bordan sus actuaciones. ¿Quién más sino Marlon Brando podría ser Vito Corleone?, o Al Pacino ser Michael, James Caan ser Sonny, Robert duvall ser Tom Hagen... Todos hacen que reluzca la pasión que debió tener Coppola al hacer esta película. Porque cuando se hace una película con pasión, puedes notarlo en cada escena. Si me preguntan que es lo mejor de esta cinta, me quedo sin lugar a dudas con la interpretación de Al Pacino, que está inconmensurable bien, como solía ser típico en él. Aunque todo el reparto es brillante. La dirección es brillante, aunque repleta del tempo pausado de Coppola dosifica los momentos de tensión de una manera magistral, como la secuencia del hospital o del restaurante. Inútil sería hablar ahora de los signos tales como las naranjas y otras lindezas, todos bien conocidos, pero es necesario apuntar que todas esas cosas son las que hacen de "El Padrino" una película inolvidable. Cabe destacar también la maravillosa música de Nino Rota, que nos hace respirar desde el principio ese ambiente italiano que se desprende de la novela de Mario Puzo. Francis Ford Coppola fue capaz de dirigir con maestría una película clásica en plena década de los 70. Pero una película clásica sin la ridícula estereotipación que esto significa. De esta manera Coppola contribuye con su mejor película a la revolución cinematográfica que comenzó Arthur Penn con su "Bonnie and Clyde" (1967) y que continuarían unos jóvenes llamados Scorsese, Lucas, Spielberg o De Palma entre otros, todos ellos con obras maestras. ¿Alguna a la altura de"El Padrino”? La respuesta es clara: Imposible.


"Coppola inventa una nueva mirada para el cine”

1 comentario:

  1. Excelente comentario.
    De lo mejor que he leído sobre este monumento cinematográfico.

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