sábado, 12 de septiembre de 2009

Tres Colores: Blanco

Director: Krzysztof Kieslowski
Año: 1994 País: Polonia Género: Drama Puntaje: 08/10
Interpretes: Zbigniew Zamachowski, Julie Delpy, Janusz Gajos, Jerzy Sthur y Grzegor Warchol

Segunda parte de la trilogía de los colores de Krzysztof Kieslowski, en ella cuenta la historia de Karol (Zbigniew Zamachowski) un joven que ama profundamente a su amada, la bella francesa Dominique (Julie Delpy), pero el problema de impotencia sexual que sufre provoca el divorcio. Una serie de penurias se sucederán en la vida de Karol, que se verá obligado a volver a su Polonia natal y a intentar ganarse la vida como pueda.

Kieslowsky decide en esta segunda entrega, hacer lo contrario a lo que creo para la primera, es decir, primar el desarrollo narrativo y la trama argumental por encima de la técnica cinematográfica o representación de los actores y aún así nos regala varias escenas prodigiosas y un reparto que cumple de sobra y del que sobresale una actuación secundaria, la de Julie Delpy. El argumento esta vez sí avanza sin problemas aunque se recree visualmente. Nos ofrece como un hombre puede pasar de una situación de felicidad a una de pobreza absoluta para volver a la opulencia material y terminar en un estado de confusión. Todo ello en un instante y en el que juegan, a partes iguales, factores decisivos y contrapuestos, como la suerte y la voluntad personal.

Coquetea con el misterio y la culpabilidad al no afirmar porque Karol, que está con una mujer que le ama y es preciosa, no puede acostarse con ella por motivos desconocidos. Esto lleva a una victoria en Francia, sobre un extranjero que no domina el idioma, que le expulsa a la pobreza y consecuentemente fuera del país. Pero el director se toma la revancha, demostrando que no por ser un país rico y de forma supuesta, intelectualmente superior, te libra de los recovecos judiciales y de los prejuicios de un país diferente. Esto crea una unidad de pensamiento que no diferencia a unos países de otros en sus aspectos más íntimos.

Podría resumirse el filme en dos escenas prodigios tanto argumental como visualmente. Por empezar por una, la escena de sexo con el posterior desenlace, es suma de todos los presupuestos del filme y muestra de porque unas actuaciones están por encima de otras, que se encontraran desaparecidas durante gran parte de la película. Aquí Julie Delpy, muestra un cambio radical de actitud, un sentimiento de amor que pasa por la confusión y termina siendo de compresión en una escena que invita a la sonrisa con lágrimas.

Y estas lágrimas nos llevan al final, en la mejor escena del largo. Un primer plano de un rostro que expresa una sonrisa y unas lágrimas que cada vez van haciéndose mayores; contrapuestas con un montaje exquisito, de un rostro general que comprende hasta cierto punto la situación y descubre los verdaderos sentimientos que le han llevado hasta allí. Un final abierto y reflexivo que da el broche de oro a un filme que por momentos no parece tan genial como su predecesora, pero que sigue manteniendo en alto la trilogía de Kieslowski. No olvidar que el final de Azul es bastante más estúpido que este, aunque corresponde a la perfección con la tónica y el mensaje de la película.

No existe en ambos filmes, por terminar con una curiosidad, una relación argumental evidente, es decir, puedes ver una sin haber visto la otra (cosa que no recomiendo pero que puede hacerse), aunque si es cierto que las películas se unen en la escena de los juzgados, donde se reúnen los protagonistas de uno y otro filme y en la escena de la anciana y la botella, que puede situarnos cronológicamente en desarrollo de las tres historias. Cabe por descontado volver a decir, que el blanco en esta ocasión es el que impregna toda la película, aunque no resulta tan significativo como en Azul ni tan grotesco como en Rojo.

“Una película de amor y venganza”

1 comentario:

  1. esta película es genial, pero el "Rojo" es la mejor de la trilogía.

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