Año: 1995 País: EE.UU. Género: Drama/Romántico Puntaje: 09/10
Interpretes: Clint Eastwood, Meryl Streep, Annie Corley, Jim Haynie y Victor Slezak
Gran melodrama de Eastwood, silenciosa pero llena de pasión, la historia se enfoca en una simple ama de casa llamada Francesca (Meryl Streep) que abandonó sus sueños por cuidar de su marido y criar a sus hijos en una pequeña granja del perdido condado de Madison. La llegada de un fotógrafo del National Geographic (Clint Eastwood), en un fin de semana que su familia está fuera, le abrirá los ojos y el corazón a un mundo enterrado en años de rutina, y le hará aflorar sentimientos escondidos que entrarán en conflicto con la persona que ha sido hasta ese momento.
De la mano del genio Clint Eastwood podemos constatar una vez más, que no es necesario un cuerpo atlético, una sonrisa de fresa y una hilarante juventud que haga que la pasión desborde la pantalla. Solo hace falta fijarse en la magistral interpretación de sus protagonistas para ver cómo el aplomo, la lealtad, la responsabilidad, el futuro incierto y la lucha en la que te pone la vida cuando quizá algo tarde se cumple tu sueño; no son incompatibles con la carne de gallina que te sube por la espalda cuando la mano de quien amas roza levemente tu mejilla; ni tampoco con los nervios que te llevan a comprarte un vestido para la primera cena juntos , ni con la sonrisa que cual quinceañera se te escapa al mirarle de soslayo.
Esta película alcanza pronto cotas de sutileza difícilmente igualables. El enamoramiento de estos dos seres más allá de los ardores hormonales de la adolescencia se nos da calladamente, paso a paso, como algo natural y a la vez tan difícil en una mujer cuya vida sigue una senda marcada desde hace años, una senda que no podrá, finalmente, dejar de andar con el marido al que quiere, aunque no tenga el más mínimo atisbo de pasión; a los hijos que adora, aunque sólo sea para ellos la madre que un día abandonarán para emanciparse; tiene una vida gris, pero se le plantea la posibilidad de un breve tiempo de fulgor, de brillo deslumbrante. Es maravillosa de principio a fin, es estremecedora. El amor traspasa la pantalla lentamente, en silencio, sin palabras,de manera sutil como una fina lluvia que te va mojando poco a poco y sin darte cuenta acabas calado hasta los huesos. Llegas al final metido en la piel de Francesca o de Robert llorando a mares y con un nudo en la garganta.
Una de las habilidades del argumento es el diálogo. No resulta empalagoso, creo que en ningún momento se dice “Te quiero” o “Te amo”, es un amor que se demuestra abierto y a veces compresivo. Eastwood y Streep son en el fondo dos personas solitarias, él es un fotógrafo que viaja por todo el mundo sin echar raíces en ningún sitio y ella es una decepcionada y algo amargada ama de casa que soñó que su vida podría haber sido mejor, pero que vive en una rutina en la cual se siente desolada y triste. Su encuentro es casual, poco a poco van formalizando su relación en cuatro días intensos, el erotismo de ella va fluyendo y él se va percatando, no quiere hacerle daño, pero el amor es algo demasiado profundo para no exteriorizarlo y los dos sólo desean que esos cuatro días duren para siempre. La singularidad de esta película es que una vez, que la ves, te quedad sin palabras para describirla. Es tal el halo de buena historia, grandísimos actores y sencillez, que alabarlo resulta difícil porque todo esto te embarga. Claro que, para un espectador que no esté habituado a estas películas, puede resultarle algo repelente, pero seguro que dentro de su corazón renacen viejas emociones que permanecían guardadas.
Sensible y honesta historia de amor en un filme impecable en su primera parte: el desarrollo del incipiente vínculo espiritual que brotará entre los dos protagonistas es de antología. Luego transcurren pasajes más tópicos, aunque comprensibles, y la narración pierde algo de fuelle, pero las consecuencias últimas de todo lo narrado tienen una apoteósica resolución en el último tramo, derroche de humanidad y sentimientos y la imagen que mejor expresa el núcleo del conflicto y del amor: ése Clint Eastwood bajo la lluvia, desgarbado, vulnerable y firme, el cual ofrece su última mirada y su última sonrisa de comprensión y esperanza, y la cruz colgando del retrovisor que señala la última oportunidad de Francesca, cuyas lágrimas parecen querer competir con la lluvia. Eso es sensibilidad y lirismo sin vanas pretensiones que ahoguen el transcurso honesto de la historia.
Aquí también hay papás, mamás, hijos, hermanos y valores patrios. Al final, la familia se ve reforzada y cohesionada, pero bajo un baño de espiritualidad, de dura encrucijada entre alternativas, de goce por la vida, por los seres cercanos y por los que en la lejanía nos dan la verdadera vida. Eso, en éste caso, no es conservador ni panfletario ni simplista, es de una humanidad real y de una bellísima artesanía cinematográfica.
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