martes, 27 de abril de 2010

El Jinete Pálido

Director: Clint Eastwood
Año: 1985 País: EE.UU. Género: Western Puntaje: 10/10
Interpretes: Clint Eastwood, Sydney Penny, Michael Moriarty, Elisha Cook, Chris Penn, Carrie Snodgress y Richard Dysart

Cuando en 1985 se anunció que el siguiente proyecto de Clint Eastwood iba a ser un western, toda la industria cinematográfica quedó sorprendida: creían que el western había pasado a mejor vida. Sin embargo obtuvo gran éxito de recaudación y los críticos coincidieron en que era magnífico ver a Eastwood cabalgando de nuevo. De todas las películas de Eastwood como director. “El Jinete Pálido” es la mejor en cuanto a interpretaciones de todo el reparto se refiere y su propia interpretación del misterioso pistolero es inolvidable. Este filme cuenta la historia de un grupo de buscadores de oro y sus familias que se encuentran aterrorizados por una poderosa compañía minera que utiliza la violencia para echarles de sus tierras. Es cuando aparece en sus vidas un misterioso hombre sólo conocido como "el predicador" (Clint Eastwood). A pesar de vestir hábito es muy hábil en el manejo de armas y está dispuesto a defenderles. Eastwood es un monstruo, eso ya no lo duda nadie, pero goza de un status de director y actor intocable desde hace relativamente poco. Cuando hizo “El Jinete Pálido” no estaba tan bien considerado, pero esta película es buenísima, es como un “Los Imperdonables” en versión menos trabajada, un western igual de duro e igual de bueno. A mí de hecho, me gusta más. El argumento de “El jinete Pálido” puede recordar al del mítico western “Raíces Profundas” (1953) el que Alan Ladd daba vida a un antiguo pistolero que se veía obligado a coger de nuevo la de cos armas para defender a una familia de granjeros de la opresión de un importante ganadero.

Eastwood no sólo evoca al clásico de George Stevens mencionado, pero no va más allá del burdo plagio, si no le enriquece de una profundidad escasa en la promera, curiosamente la mejor película de un director no especializado en westerns, del que toma, y adapta a su gusto, elementos como la llegada de un desconocido a un pueblo para ayudar a los oprimidos; la demostración de poder del villano del filme; en el filme de Stevens, un Jack Palance en uno de sus papeles más memorables, y aquí un comisario y sus ayudantes que acribillan a balazos a un minero borracho. Tan curioso defensor de la ley y sus acompañantes visten con largas gabardinas que recuerdan a los pistoleros de Sergio Leone en la maravillosa "Érase una Vez en el Oeste" (1968), aspecto repetido por Sam Peckinpah y Walter Hill en alguno de sus filmes. De su propio cine evoca instantes de sus dos anteriores westerns. El inicio, con un excelente empleo de montaje paralelo, recuerda al de “El Fugitivo Josey Wales” (1976), y de “La Venganza del Muerto” (1973) toma la aureola mística y de fantastique con resultados muy superiores en este caso. Es precisamente este último elemento el más llamativo de una película que no se titula por casualidad seamos sinceros, lo que le pasa a muchos filmes, “El Jinete Pálido”. El título proviene de la Biblia, concretamente del libro del Apocalipsis, además el caballo de “el predicador” es un caballo pálido.

Dicha escena es el final de una larga escena de presentación del personaje encarnado por el propio director. Tras el ataque al pueblo minero, Megan, una adolescente entierra a su perro muerto en dicho ataque mientras recita una oración pidiendo ayuda. En un prodigio de montaje, obra del habitual colaborador de Eastwood desde mediados de los 70, Joel Cox, vemos a un misterioso jinete que se acerca desde el horizonte como respuesta a la oración. Más tarde uno de los mineros, Hull Barrett, es socorrido por el hombre del caballo que tras propinar una paliza a unos maleantes se marcha tan misteriosamente como ha aparecido. Eastwood jugará todo el rato con la ambigüedad sobre su personaje. Continuamente nos dará pistas de que “el predicador” sin duda, uno de los personajes más fascinantes de todo el universo del western, es en realidad un espectro que regresa de la muerte para vengarse. Exactamente igual que en la mencionada “La Venganza del Muerto” pero con la diferencia de que esta vez esa especie de ángel vengador está personificado en la figura de un cura, añadiendo al personaje todo tipo de connotaciones insospechadas. Juega un papel muy importante en todo el dibujo del personaje el típico alzacuello que todo cura suele llevar. En una primera parte simboliza el último halo de esperanza de un grupo de hombres cuyos sueños, lo último que les queda, están siendo pisoteados. Más tarde el predicador sustituye el alzacuello por los revólveres y pasa a convertirse en un vengador venido de otro mundo para pagar con la misma moneda.

Es ése instante un punto de inflexión importante en el filme. Todo cambia a partir de ese momento, no sólo el personaje que decide tomar la iniciativa. También cambia la película, hasta ese momento un relato de corte espiritual en el que incluso hay tiempo para hablar del amor adolescente y del maduro que pasa a ser un relato de acción. El alzacuello marca la diferencia, el punto que no debe cruzarse, y de hacerlo será con todas sus consecuencias. Una vez más un personaje encarnado por Eastwood está por encima del bien y del mal, y desgraciadamente en algunos casos para hacer justicia hay que sobrepasar ciertos límites impuestos por el propio hombre. El espectro cambia de imagen, deja de ser “el predicador” que ayuda a la gente, y se convierte en un implacable pistolero para impartir una justicia que no pertenece a este mundo. Un justiciero venido desde la mismísima muerte en el primer western bíblico/mitológico de toda la historia. El impresionante duelo final que enfrenta al Predicador con Stockburn y sus ayudantes es toda una lección del empleo del ritmo. Un tempo dilatado, que recuerda al mejor Leone, caracteriza una larga escena en la que Eastwood termina de dejar las cosas claras en cuanto a su personaje. Los ayudantes de Stockburn son eliminados uno a uno por “el predicador” que emerge de los rincones más insospechados e incluso los mata en lugares muy alejados el uno del otro, algo imposible para un hombre “normal”. Cuando Stockburn tiene en frente al predicador y le ve la cara, aquél sólo pronuncia un “¡Tú!” muy revelador antes de recibir seis disparos muy familiares para el espectador. La sutileza convertida en maestría.

Sería injusto no hablar del trabajo de Bruce Surtess que en “El Jinete Pálido” pone fin a su colaboración con Clint Eastwood, un espléndido broche que abrió maneras continuadas por Jack N. Green y Tom Stern, herederos directos de Surtess a la hora de plasmar las inquietudes de un director cuyas películas están ambientas por algunas de las sombras más inquietantes que haya dado el cine. Escenas iluminadas con luz natural, como la de la conversación entre “el predicador” y Coy LaHood (un muy convincente Richard Dysart) o aquella que tiene lugar alrededor de una hoguera, son contrapuestas a los paisajes abiertos, montañosos y en los que la nieve incluso se alza como un elemento con mayor valor que el meramente atmosférico. Hay que reconocer que muchos de estos aspectos no están muy marcados en el protagonista (un Clint Eastwood solvente como siempre), aunque sí en los secundarios. Esto viene del hecho ya comentado de la extraña procedencia del pistolero. A pesar del planteamiento básicamente realista de la puesta en escena, el guión también proporciona pequeñas pinceladas sobre el posible origen sobrenatural de “el predicador”: La compostura incrédula de uno de los villanos cuando afirma que esa persona está muerta. El papel que cumple en el atormentado recuerdo de las dos mujeres que protagonizan el filme (otorgándolas, quizá, la posibilidad de despedirse de aquél que las abandonara) El gigantón de poco cerebro que se pone de su parte. Y así una y mil muestras que prueban sobradamente que “el predicador” no es más que un salvador procedente del mismísimo infierno; muestras que, sin embargo, bien podrían encuadrarse siempre bajo el prisma de los que no quieran creer en los aburridos márgenes de la absoluta normalidad. “El Jinete Pálido” se adentra en la clásica historia del desapegado pistolero con buen corazón defensor de los débiles, inermes éstos ante la crudeza del lejano oeste. La liviana apuesta por unos elementos fantásticos que dotan a la película de cierta singularidad, no interfiere en los valores propios del cine de Eastwood, con un humanismo exquisito en cada una de las secuencias.

Al margen de sus excelencias como western de toda la vida, con un clasicismo extraordinario a la hora de rodar, el rollo destaca por el uso justificado y desgarrado de la violencia desde un punto de vista casi supernatural, así como por el carisma de unos personajes totalmente retratados, que recuperan su honor gracias al jinete venido del más allá. Lo que hoy en día pudiera anunciarse como un remake no es sino la revisión de un clásico de la mano de un genio, quien aporta un punto de vista fresco y nuevo a la historia que ya conocíamos, convirtiéndola en algo totalmente distinto y sorprendente, la película se mueve en todo su metraje en el filo de lo convencional, de repetir clichés mil veces usados, pero los sortea con maestría. Además, el protagonismo de actores poco conocidos en general (salvo Eastwood y un par de ellos más) le da cierta veracidad que para mi gusto a veces le restan al cine las grandes estrellas. Los estupendos decorados, una hermosa fotografía en color siempre un poco escasa de luz para dar más verosimilitud a los valles nublados de montaña y los interiores iluminados con velas y fogatas, junto a unos exteriores de extraordinaria belleza contribuyen a que la cinta sea un hermoso espectáculo visual. “El Jinete Pálido” es el segundo western que Eastwood convierte en una obra maestra, y forma con “El Fugitivo Josey Wales” y “Los Imperdonables” un tríptico fascinante en el que se ve la evolución del cineasta y que curiosamente adquiere sentido cambiando de orden las películas. Es lo que le ocurre a las obras intemporales.

"Un título del western precioso, poético y certero"

3 comentarios:

  1. Fabuloso western con ribetes fantásticos. La película tiene apuntes tan interesantes como la relación entre el triángulo formado por el predicador-madre-hija y el posible origen sobrenatural del misterioso personaje de Eastwood. Anotar presencias secundarias tan singulares como la de Carrie Snodgress ("Las cosas que nunca mueren", "Ed Gein"), Richard Kiel (uno de los villanos emblemáticos de la serie Bond) y Billy Drago ("Los intocables de Elliot Ness").

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  2. Un western imprescindible e inolvidable, nunca me canso de verlo y es de mis preferidos junto a " El fuera de la ley"(tb de Eastwood ) y " Las aventuras de Jeremiah Johnson . El tiroteo final del Jinete palido es memorable.Obra maestra sin duda.Magnífico post. Saludos.

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  3. Lo mejor del film es la atmósfera que lo cubre de principio a fin. El personaje de Eastwood es el centro de un todo que el mismo va arrastrando. Sombra, misterio, oscuridad. Hasta los planos exteriores resultan fantasmagóricos.

    Sin embargo, a mi el tiroteo final se me hizo algo fantástico, aunque me gustó mucho. Y la escena con el palo de madera, es algo sobrante y rompe la burbuja. Por lo demás, es una pasada, solo superada por Sin Perdon (siempre hablando de su filmografía), posiblemente mi western favorito.

    Buena crítica Henry. Se nota que cuando una película gusta, la inspiración es mayor, o esa es la impresión que me da.

    Andrés Estalvi

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