Año: 2010 País: Alemania Género: Thriller/Político Puntaje: 08/10
Interpretes: Ewan McGregor, Pierce Brosnan, Olivia Williams, Kim Cattrall, Tom Wilkinson, Timothy Hutton y James Belushi
Este es el último post sobre la filmografía de este genial director como es: Roman Polanski. Un escritor (Ewan McGregor) acepta a regañadientes terminar las memorias del antiguo Primer Ministro británico Adam Lang (Pierce Brosnan), después de que la persona que lo estaba haciendo, que llevaba muchos años como ayudante de Lang, muriera en un accidente. El escritor toma un vuelo para trabajar en el proyecto, en pleno invierno, en una casa junto al mar de una isla en la costa este de Estados Unidos. Sin embargo, al día siguiente de llegar, un antiguo ministro británico del gabinete de Lang acusa a éste de autorizar la captura ilegal de sospechosos de terrorismo y su posterior entrega a la CIA para que los torture, hechos que están considerados como crímenes de guerra. La controversia atrae a periodistas y manifestantes en masa a la mansión de la isla donde se aloja Lang con su mujer, Ruth (Olivia Williams), y su ayudante personal, Amelia Bly (Kim Cattrall). El veterano director polaco regresa allí donde es admirado con este apasionante thriller.
Polanski filma con una precisión absoluta. Sin ligerezas. Sin caer en ese estilo tan actual de exagerar el cine negro. Para él, esto es un juego. Un juego cruel, pero juego al fin y al cabo. De modo que está presente un erotismo y un humor negro que alinean un relato lleno de pequeños y placenteros detalles (el barrendero al que el viento le lleva lo barrido, el gorro del jardinero, la recepcionista disfrazada…) que hacen respirar de cotidianeidad una trama que, de otro modo, hubiera resultado más fría. Porque estamos ante una verdadera “pieza de cámara” (pues la mayor parte de su metraje transcurre en el interior de un búnker de lujo…). Polanski no tiene ya nada que demostrar a nadie, y se lo pasa como un chiquillo y esa sensación (vigorosa, juvenil) se transmite en cada secuencia. La elección de los espacios de esa mansión, tan abierta por cristales al exterior, pero tan encerrada por su ubicación aislada juega otra vez a favor de la angustia. Los personajes se encuentran en una isla y el precursor del protagonista perdió la vida precisamente en el único medio que existe para escapar de ella. Los movimientos están condicionados y cualquier paso custodiado. Con todo ello, se hace más arduo respirar que averiguar las claves que se ocultan en la gestión del gobernante retirado.
El experimentado Polanski toma, de un relato gastado e irrisorio, los mecanismos que mejor se prestan a producir el modelo de thriller que tan magistralmente ha llevado a cabo en previas oportunidades. El polaco cuece una atmósfera asfixiante y corrompe la urgencia de la investigación, gracias a un conjunto de secuencias conducidas con tranquilidad, pero que no extravían, ni por un instante, la siniestra presencia de una amenaza indeterminada, tan poco concreta que podría ser, por lo que al protagonista concierne, una simple paranoia sin fundamento. La escena del GPS despunta entre ellas como un ejemplo claro de construcción de la tensión y de mantenimiento del interés. Si al escritor se le ha podido llamar "fantasma" gracias a que, en inglés, la expresión para hablar de los autores ocultos tras una firma famosa contiene esa palabra; mucho más invisible es aún el antiguo Primer Ministro, personaje que, entre carrera y carrera, echa una mirada nostálgica a otras épocas de su vida. A su alrededor, dos mujeres convertidas en rivales por la situación, luchan por su espacio. Misteriosos todos ellos, plenos de verdades sin desvelar, cada uno de los personajes que aparece en “El Escritor” aumenta la curiosidad, pero más centrada en sus vidas y personalidades que en su desempeño dentro de la confabulación.
La nueva película de Roman Polanski no es una de sus películas más personales, pero el director sabe llevarla a su terreno y sacar mucho provecho de una historia con toques hitchcockianos gracias a su enorme oficio. A pesar de que la película te sitúa ante unos hechos dramáticos, y con puntos de conexión evidentes con la actualidad política de la pasada década, Polanski usa con brillantez la comicidad que despunta de su inteligente guión, forjando así grandes instantes cómicos, que ayudan a depurar las pequeñas incoherencias y baches inverosímiles por los que pasa su guión. Un guión que se le hubiera podido sacar mucho más brillo e intensidad, si se hubieran destinado más páginas a recrearse en los momentos de mayor tensión, adrenalina e intriga, tal y como su director nos brindó a lo largo de la ejemplar “Lunas de Hiel”. Es en los instantes finales, cuando el protagonista se ve en apuros, cuando la cinta cobra mayor fuerza y no se detiene hasta su repentino final. La grata impresión que se lleva uno durante su visionado responde también al excelente trabajo de fotografía, a la genial ejecución visual de Polanski, y a la incesante y agobiante música de Alexander Desplat, que sumerge a la perfección al espectador en la agravada maraña por el que pasa su intranquilo escritor. Este filme es un apasionante thriller político, que empieza seduciendo al espectador con su descripción de personajes, con la extraña atmósfera que se respira en esa isla y que envuelve a sus protagonistas, y que termina adentrándose en un túnel de tensión, angustia, y drama, todo ello, añadido con unas admirables gotas de humor.
Los caracteres encontrados y la exploración de la propia personalidad son, igualmente, bazas constantes en Polanski que, en el caso particular de “El Escritor”, aportan madurez y valía al encargo. Los diálogos, henchidos de sarcasmo y de sagaces consideraciones, perfilan a unos personajes de vuelta de todo y con poco que perder. McGregor se introduce en la carcasa de un hombre superado por las coyunturas, que se ve forzado a desempeñar un rol de investigador que no le corresponde y para el que no está capacitado, el director aprovecha la noción de extraer a un ciudadano de a pie de su hábitat natural para dotar a la historia de un realismo y unas apreciaciones de los que las narraciones detectivescas al uso carecen. Con todos sus éxitos, es un autor que no firmará el libro que está escribiendo porque ni siquiera tiene nombre, un pelele ante quien los malos de la película ni tan solo demuestran el respeto de considerar su presencia un riesgo que pudiese desentrañar su secreto. Sus opciones se representan en una elocuente metáfora encarnada por un jardinero que en vano trata de arrebatarle al viento las hojas secas de los árboles. Si al escritor se le ha podido llamar “fantasma” gracias a que, en inglés, la expresión para hablar de los autores ocultos tras una firma famosa contiene esa palabra; mucho más invisible es aún el antiguo Primer Ministro, personaje que, entre carrera y carrera, echa una mirada nostálgica a otras épocas de su vida.
Cada uno de los personajes que aparece en “El Escritor” aumenta la curiosidad, pero más centrada en sus vidas y personalidades que en su desempeño dentro de la confabulación. Supongo que, dentro del género novelesco de espías o de thriller político, se podría abrir un gran apartado relacionado con las teorías de la conspiración. Algunas las consideraría ocurrentes, como las que dieron pie a las dos versiones de “The Manchurian Candidate” y a otras les otorgaría una credibilidad que captaría nuestra atención ante el desenredado de sus detalles. El complot ideado por Harris no contiene ni la originalidad de unas ni la legitimidad de otras y carece de la fuerza para enganchar, pero más aún para sorprender. Tratar de justificar las decisiones de este ex-Primer Ministro, trasunto de Tony Blair, con un elemento subversivo como el que incluye Harris, puede ser más risible que sugestivo. La base literaria de “El Escritor” sirve a Polanski para hacer lo que le motiva, que no coincide con las intenciones del novelista. Si se busca en la película un transcurso de thriller político conspirativo, la experiencia será insatisfactoria y se verá interrumpida, antes casi de haber despegado, con un brusco final. Si se trata de ver, sin embargo, el espíritu del director, reflejado en la opresión y el encierro, o un retrato de interesantes personajes; todo, incluso esa conclusión precipitada, cobrará sentido para componer una propuesta que, si bien no está entre las mejores de Polanski, no carece de ninguna de las constantes que hacen su cine tan fascinante.
"Un thriller político extraordinariamente preciso y bien realizado”
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