domingo, 27 de febrero de 2011

Fellini Roma

Director: Federico Fellini
Año: 1972 País: Italia Género: Comedia Dramática Puntaje: 08/10
Interpretes: Federico Fellini, Alberto Sordi, Gore Vidal, Alvaro Vitali, Ana Magnani, Peter Gonzales Falcon, Elliot Murphy y Marcello Mastroianni


Roma milenaria, que ha sido testigo de eras y más eras, que ha visto pasar tantas generaciones de seres humanos y ha contemplado su grandeza y su ignominia, continúa en pie, resurgiendo constantemente de sus cenizas, alzándose sobre sí misma una tras otra. Con motivo de la construcción del metro en Roma, las máquinas descubren una vieja casa enterrada, en cuyas paredes permanecen unos frescos. Una de las pinturas representa a una vieja dama, perteneciente a la rancia aristocracia romana, que organizaba en su casa unos desfiles de moda muy originales, de esta manera el gran Fellini nos introduce a su película numero doce, la acción se divide en tres tiempos: recuerdos de infancia de Fellini (años 30), traslado y estancia en Roma (Segunda Guerra Mundial) y descripción de la ciudad actual (años 70). La cinta esta acompañada con la voz en off del propio director sirviéndonos de guía y haciendo más accesible y amable la película. Una especie de justificación ante el espectador avisando de la ausencia de una historia lineal que, por otra parte, le hubiese limitado en sus pretensiones. La última película que cierra la trilogía que homenajea a la capital Italiana. Este filme de 1972 llega tras “La Dolce Vita” (1962), introspección en la vida de posguerra a través de la alta sociedad y “Fellini Satiricón” (1969), el descenso al panteón la época imperial, donde reposan cadáveres que aún están calientes. Hay que ver “Fellini Roma” con la mente abierta, libre, dejándose llevar por el torrente de sensaciones, igual que se escucha una música libre o se disfruta de un cuadro no figurativo.

“Fellini Roma” no se sitúa en un momento concreto de la historia, sino que, completando las dos tablas anteriores de la pintura onírica (“La Dolce Vita” y “Fellini Satiricón”), juega a una suerte de cubismo sintético. Reuniendo así varias capas espaciales, temporales y de mentalidades en realidad, “Fellini Roma” podría considerarse como la más documental de las películas fellinianas. En sus ocho capítulos, el director da un salto hacia atrás en el tiempo: recrea su llegada a la “Ciudad Eterna” después de la guerra, los más bajos fondos y los negocios de la prostitución desde la visión romántica de un adolescente, el ambiente de los teatrillos de variedades de provincias bajo el gobierno fascista. Igualmente, como si de un conjunto de transparencias que se van superponiendo, mira hacia el presente. Los espectadores vemos al propio Fellini dirigiendo un enorme camión armado con varias cámaras y focos que documentan el tráfico infernal de las carreteras que rodean a la capital italiana bajo un terrible aguacero. Más tarde, el director y su equipo visitan varios parques de la ciudad, donde mantienen diversos encuentros con los jóvenes “hippies” que descansan allí, el escritor Gore Vidal explica ante que tipo de ciudad, y, por ende, ante qué tipo de película nos encontramos: “Roma es la ciudad de las ilusiones. Es la ciudad de la Iglesia, de la política y del cine. Aquí todos son vendedores de sueños. Ahora que se acerca el sueño final, tengo que vivir en esta ciudad que ha muerto tantas veces”.

Entre estas entrevistas, el propio director dice algunas palabras ante la cámara cuando un grupo de universitarios que aún conservan el ímpetu del por el cultivo de la vanguardia. En estas conversaciones filmadas, Fellini se cuestiona a sí mismo y construye sus intenciones en una línea de diálogo en la que discute con los estudiantes cuál debe de ser la imagen de Roma que su película debe reflejar en su afán por mostrar y no demostrar. El filme suma los géneros de comedia y drama. Desarrolla tres niveles narrativos: la ciudad como mito, forjada en la mente infantil de Fellini como mezcla de fábula y leyenda; la ciudad física, de los monumentos, las gentes y las fiestas; y la ciudad oculta, combinación de elementos grotescos, patéticos y opresivos. El cruce de tres tiempos y tres niveles narrativos da lugar a una malla compleja, densa y vibrante, sobre la que se asienta un universo barroco, colorista, exuberante y abigarrado, característico de la segunda etapa creativa del realizador. Hace uso de un lenguaje recargado y caleidoscópico, que mezcla documental y ficción, realidad y evocación, recuerdos y sueños, pasado y presente. La trama es ligera, la ilación entre escenas a penas existe y no hay una historia de desarrollo lineal. La obra se comporta como un mosaico de recuerdos, delirios y vivencias, en el que la fábula supera a la realidad y los sueños desbordan a la experiencia. El resultado es un filme sumamente personal, impregnado de la visión sensual y amarga del autor. A ésta se añaden numerosas acotaciones humorísticas y sarcásticas, que se completan con toques nostálgicos y críticos.

Fellini, uno de los más excelsos, controvertidos y experimentales directores de cine del siglo XX, caza a la perfección esa resistencia heroica de la ciudad, su halo de eternidad conjugado con la cotidianeidad. Porque Fellini sabía trasladar al celuloide, con esa genialidad que sólo se concede a unos cuantos, el transcurso cíclico del tiempo, esbozando con líneas maestras épocas concretas y comportamientos y estilos de vida que identifican fuertemente al pueblo italiano y, por extensión, a lo que somos todos en esencia. Fellini siempre consigue que nos reconozcamos en algún gesto, en alguna costumbre, en algún modo de pensar, en alguna manera de concebir la vida. Fellini era un filántropo que amaba cada fotograma que filmaba, cada pedacito de palpitante vida que quedaba grabado en cada centímetro de película. En definitiva, él era capaz de capturar la vida entera en un instante. Deseando rendir su particular homenaje a su querida Roma, su Roma íntima a la vez que la Roma universal, Fellini filmó un testimonio a medio camino entre el documental y la autobiografía No hay más protagonista que la propia ciudad y todo lo que contiene. Todo se concentra en esa Roma que ríe y llora y que respira y que se mueve sin cesar. Que se lamenta por lo irrecuperable, por los vestigios pisoteados de épocas que nos precedieron, por la ingratitud del tiempo y de la negligencia. Que se estremece ante los múltiples dolores humanos, incapaz de permanecer indiferente. Que alborota con los juegos de los niños. Que se enciende de pasiones desatadas.

Que se avergüenza de lo inconfesable y vergonzante. Que se enorgullece de sí misma. Que late a ritmo de taquicardia. Que se deja llevar por la esperanza de saber que seguirá amaneciendo. Roma, la Ciudad Eterna, un explosivo regalo para el alma y los sentidos concentrado en dos horas rodadas por un maestro que sabía radiografiar la carnalidad de los espíritus. Fellini no deja al espectador del todo desamparado ante la subjetividad del fondo y la singularidad de las formas del filme. Los conocimientos relacionados con Roma adquiridos en la infancia en Rímini, los explica como fabulaciones históricas (César, Nerón). Los recuerdos de juventud hacen referencia al sexo, comida, aglomeraciones de personas y diversiones (teatro de variedades). Los intereses de la madurez se focalizan en el paso del tiempo (parábola de los túneles), los nuevos jóvenes (hippies), congestiones de tráfico rodado y el poder de la Iglesia Católica. Son escenas memorables el desfile de modelos religiosos, el caos de la entrada a Roma, el teatro de variedades y la visita a los burdeles. La música, de Nino Rota, aporta composiciones ambientales, también ñade varias canciones populares. La fotografía, de Giuseppe Rotunno, crea imágenes de gran barroquismo, se apoya en una escenografía y vestuario excelentes y se deleita mostrando la ciudad monumental (paseo nocturno de los motoristas). Milenaria, divertida, curiosa, moderna, satírica, inclasificable, así este filme del maestro Fellini.



"Fellini es Roma, Roma es Fellini"

miércoles, 23 de febrero de 2011

Réquiem por un Sueño

Director: Darren Aronofsky
Año: 2000 País: EE.UU. Género: Drama Puntaje: 10/10
Interpretes: Jared Leto, Jennifer Connelly, Ellen Burstyn, Marlon Wayans, Christopher McDonald, Louise Lasser, Marcia Jean Kurtz, Janet Sarno, Suzanne Shepherd y Dylan Baker

Contrastando con las playas solitarias y los desgastados apartamentos de ladrillo de Coney Island, “Réquiem por un Sueño” narra sendas historias paralelas que acaban vinculadas por la relación entre la solitaria viuda Sara Goldfarb (Ellen Burstyn) y su tierno pero desorientado hijo Harry (Jared Leto). La gruesa Sara, estimulada con la posibilidad de aparecer en un concurso televisivo, ha iniciado una peligrosa dieta de adelgazamiento para aparecer más bella en público. Mientras tanto, Harry y su reciente novia, Marion Silver (Jennifer Connelly), han empezado lentamente a sincerar su amor mutuamente, recurriendo uno al otro para redimir años de aislamiento y dolor. Después que Harry y su mejor amigo Tyrone (Marlon Wayans) se lancen con éxito como vendedores de droga, los tres jóvenes comienzan a creerse invencibles, sin saber que depara un cruel destino. Segundo gran trabajo del ingenioso Darren Aronofsky, la cinta esta cargada de una enorme potencia visual, y prodigiosa originalidad en el montaje. Resulta una descorazonadora historia de los estragos que puede llegar a hacer la adicción y la ambición en el alma y el cuerpo de las personas. Durante toda la película Aronofsky nos dirige sutilmente hacia un clímax final que desemboca en un torbellino de imágenes desgarradoras que nos muestran el punto más álgido de la degradación humana. La cinta es una parábola de la felicidad hallada en un momento glorioso y perdido en otro trágico.

Basada en la novela de Hubert Selby, la película expone una visión impresionantemente cruda y probablemente parcial del uso y abuso de las drogas. Para lograr tal cometido, el jonven y notable director norteamericano no escatima en el dolor y trauma con el que resultarán envueltos sus protagonistas. Aronofsky nos presenta la vida y la historia cuatro individuos, tres de ellos con características equivalentes y uno totalmente disímil. Cada uno tiene ambiciones y aspiraciones propias pero la manera a través de la cual quieren obtenerlas es heterodoxa, simplista y burda. Sin embargo, y a pesar de la banalidad que rodea su existencia, es relativamente fácil identificarse con ellos porque en el fondo son afables. Al final del largometraje las circunstancias los obligan a abandonar tal calificativo porque la negra espiral a la que son arrastrados hace cambiar profundamente su naturaleza poco malintencionada. La perspectiva con la que es armada la cinta da a entender que la construcción de los sueños personales sobre cimientos torcidos no es una idea adecuada y, concretamente, vincular el futuro al consumo y reventa de estupefacientes pareciera ser un suicidio. La idea principal podría resumirse en un mensaje sobre las consecuencias que irremediablemente atraen las acciones cometidas, sean éstas para bien o para mal. El fin no justifica los medios y eso resulta demasiado claro; a veces el camino corto es el más catastrófico.

Por ello la película de Aronofsky es eventualmente atacada. Su visión moralista sobre el uso de los estupefacientes no es bien vista por todo el mundo, pareciera que los cineastas encargados tratan de asustar al espectador mostrándole el peor de los escenarios posibles. Al igual que en su ópera prima, “Pi” (1998), existen imágenes recurrentes a lo largo de toda la cinta; además, la música juega un rol importante al enfatizar las emociones de paranoia en el espectador y al condicionar las expectativas sobre lo que acontecerá en la trama. A veces juega con paisajes llenos de tranquilidad cuando el alrededor es una auténtica tempestad, también utiliza la fotografía para hacer participe al observador en los procesos psicológicos o fisiológicos que viven los intérpretes. El tema, como se ve, no es nada nuevo; el enfoque objetivo, en virtud del cual meramente se presentan los hechos, tampoco es inusual. Pero la brutal intensidad de la cinta y el modo en que visual y auditivamente retrata la compulsión generadora de adicciones es realmente innovadora. Darren Aronofsky, sorprendió al presentarnos la gran cantidad de herramientas técnicas para mostrarnos los vulnerables personajes en sus peores momentos, pero nunca deja que el medio o el estilo tengan precedencia sobre las emociones que genera la historia. Aronofsky sabe perfectamente que el éxito de la película reside en la resonancia que las experiencias de los protagonistas tengan con la audiencia, y para ello ha reclutado un excelente ensamble de actores y actrices.

Jared Leto como Harry muestra la inteligencia necesaria para meterse en problemas, pero no para salir de ellos. Su optimismo en la cara misma de la tragedia resulta conmovedor. Marlon Wayans como Tyrone, el amigo de Harry, es una revelación, dejando su carrera como actor cómico, resulta ser un actor muy competente en el género dramático. Pero la que definitivamente se lleva las palmas es Ellen Burstyn. El descenso de su personaje es horriblemente realista y todo momento convincente. Este es un trabajo extraordinario, y el que la Academia haya otorgado el Óscar a Julia Roberts por su burda actuación en "Erin Brockovick" (2000) en vez de a Burstyn (que también estaba nominada ese año) representa un insulto para la actriz, y una muestra más de los ridículos criterios que dan forma a esos prestigiados premios. La solidez literaria de la historia permite a Aronofsky sumergirse hasta las entrañas en la adicción, el verdadero hilo conductor de la película. "Réquiem por un Sueño" desgrana los motivos de este tortuoso asunto a través de una madre y un hijo, que ven cómo las plácidas playas y los solitarios paseos de Coney Island se convierten para ellos en un infierno. Probablemente el secreto de la película, además de su particular estilo narrativo, es esa manera de empatizar con el espectador. Cualquiera de nosotros en busca de nuestros sueños podemos equivocarnos y tomar el camino inadecuado, un camino que nos enganchara haciéndonos creer que alcanzaremos nuestro objetivo.

“Réquiem por un Sueño”. Revisándola (por quinta, y última vez, espero) he de admitir, sin ambages, la genialidad de este cineasta. No tengo más remedio. Genialidad porque, habiendo construido un ambiente de sordidez tan notable (responsabilidad del operador Matthew Libatique y del diseñador de producción James Chinlund), con una profundidad emocional y tenebrosa tan enorme, Aronofsky, con su genio, sea capaz de convertir el relato en una historia moralista, en un sucio cuento de hadas, en el que quizá es el relato más moralista en torno a las drogas jamás filmado. Genialidad también, cómo no, por dirigir de manera tan epidérmica a la bellísima y excelente actriz Jennifer Connelly. Actriz que ya había ofrecido desnudos, muy elegantes por cierto, en varias películas, y a la que él por fin desnuda en una fealdad indecible, y a la que somete al martirio de un espectáculo de sexo homosexual, una escena realmente fuerte y cruda que termina “vomitando” a la cámara (literalmente…). Sin duda, debemos agradecer a Aronofsky el haber puesto tanto empeño en ello. Pero hay una buena colección de imágenes “vomitivas” en esta película, que certifican la genialidad y la extrema sensibilidad de este artista, pues más que profundizar en el estado anímico de sus personajes, procura masacrarlos bien, sin escatimarnos la destrucción física de sus protagonistas, con todo lujo de detalles, para que lleguemos asqueados (pero contentos por su genialidad visual) a casa.

Darren Aronofsky deposita todo el peso de la narración en un vibrante montaje paralelo y en recursos fílmicos arriesgados (división de la pantalla, alteraciones del ritmo dentro de un mismo plano...) que funcionan a la perfección para ilustrar el descenso a los infiernos, sin posibilidad de escape, de un grupo de personajes sin voluntad y paradigmáticos de los tiempos que corren. El director culmina su obra con un golpe contundente, un gancho directo al mentón del espectador, que se convierte en diez minutos agobiantes, inteligentemente suavizados por la música de cuerda de Kronos Quartet, que ejerce de perfecto contrapunto para el trabajo tecnológico de Clint Mansell para el resto de la película. Sin concesiones, Aronofsky plantea el mensaje de “no hay salida” hasta sus últimas consecuencias y consigue una obra sórdida y de difícil, aunque muy recomendable, digestión. A la vista de estas credenciales se pueda esperar con avidez su próximo trabajo. Tanto por su aspecto estilístico y visual como por sus actuaciones, es imprescindible ver "Réquiem por un Sueño". Con su segunda obra, Aronofsky demuestra que el éxito de "Pi" no fue casualidad, sino el resultado de la visión de uno de los más prometedores talentos de la cinematografía contemporánea. Como dije, esta película es bastante dura, pero indispensable para el auténtico aficionado al cine de vanguardia, qué mas puedo decir de una película en la que se sobrepasa la frontera humana para convertirse en presos de uno mismo, con la demencia en sus cabezas intentando completar ese círculo vicioso que poco a poco acaba nuestras almas.



“Cuando nuestros sueños se vuelven horribles pesadillas”

domingo, 20 de febrero de 2011

Medianoche en el Jardín del Bien y del Mal

Director: Clint Eastwood
Año: 1997 País: EE.UU. Género: Thriller/Drama Puntaje: 08/10
Interpretes: John Cusack, Kevin Spacey, Jude Law, Irma P. Hall, Lady Chablis, Alison Eastwood, Paul Hipp, Jack Thompson, Kim Hunter y Geoffrey Lewis

John Kelso (John Cusack) es un periodista y escritor que por encargo de una revista va a cubrir un reportaje sobre una fiesta navideña que organiza un millonario llamado Jim Williams (Kevin Spacey), en su lujosa casa llena de colecciones y antigüedades en la población sureña de Savannah. John conoce a mucha gente de la región, la mayoría muy excéntricos, y pronto entabla contacto con Jim, el cual le recibe amablemente y le muestra todas sus célebres adquisiciones. Lo que parece una velada tranquila da un giro inesperado con la aparición de Billy (Jude Law), un chico que trabajaba en la casa, que además es el amante de Jim, esa noche resulta asesinado. A partir de entonces, empieza un proceso judicial para deparar la inocencia o culpabilidad de Williams, en la cual Kelso aprovecha para investigar sobre lo sucedido y conocer el pueblo y los curiosos personajes del lugar, decidiendo escribir un libro sobre el caso. "Medianoche en el Jardín del Bien y del Mal" es una de las rarezas, sino la mayor, de toda la filmografía de su director. Adaptación de una novela de culto escrita por John Berendt, la ciudad sureña de rancio abolengo, sirve a Clint Eastwood para diseccionar una sociedad anclada en la tradición y en la herencia del pasado esclavista, se convierte en el pretexto para contarnos una historia de amor y pasión, crimen y venganza, Kelson se convierte en nuestro guía, en los ojos del espectador que, sorprendido, ve desfilar una serie de excéntricos personajes.

En “Medianoche en el Jardín del Bien y del Mal” el alumno de Sergio Leone y Donald Siegel no nos preavisa todavía de un posible retiro como actor. Quiere rodar en libertad y reúne a una plantilla de actores a sus órdenes con la fidelidad de que le van a ser útiles en sus interpretaciones. Les lleva al escenario mágico de un pueblo, donde sus cordiales gentes se pasean, como sus fantasmas, por los parques y callejones rebosados de flores, perros invisibles y cementerios que a uno le daría gusto pasear por su romanticismo encanto. Este es el filme más atípico y complejo que he visto del maestro Eastwood, tal vez porque está basado en un suculento “best seller”, donde la trama se compone de múltiples historias que se cruzan, pero la intriga gira en torno a un excéntrico millonario de ambigua sexualidad, con características de nuevo rico, es un anfitrión al estilo del Gran Gatsby, coleccionista de antigüedades y obras de arte. Un joven periodista venido del Norte llega contratado por él, para la frívola tarea (muy bien paga) de redactar apenas 500 palabras sobre una de sus fiestas. El recién llegado queda cautivado por el universo social que encuentra, al cual describe a un amigo como: "Esto es igual a 'Lo Que el Viento se Llevó', pero en versión surrealista". Y es esta versión surreal la que empieza a filtrarse en los diferentes tonos de la película, que tiene características del thriller, donde se incluye también un típico juicio con argumentos a favor y en contra, estrados y banderas norteamericanas.

Aunque por momentos el filme pasa a un abierto clima de comedia (como todas las escenas donde trabaja Lady Chablis, un divertido y sensual travesti negro). Como si esto no fuese ya demasiado, se introducen elementos esotéricos propios del filme de misterio, como ritos y creencias de la subcultura del vudú, a partir de una hechicera gorda y negra como son las nanas sureñas. Muchos hilos y subgéneros son los que van estirando y dilatando más allá de lo ideal en una trama tan ambiciosa, que se volvería inmanejable de no tener por detrás el sólido oficio de Eastwood. De todo ello y por sobre todo, prevalece una mirada irónica respecto de ese microcosmos social marcado por una doble moral: la ambigüedad no solamente envuelve a la sexualidad sino a la justicia. Muchos temas se tocan en esta película. El principal es un juicio por asesinato con tintes homosexuales que pueden provocar una sentencia más basada en prejuicios que en los hechos, pero al mismo tiempo, el miedo que puede tener el jurado a ser tildado de homofóbico puede alterar el veredicto en sentido contrario. ¿Cómo dar con la sentencia justa? El periodista trata de ayudar a Williams a demostrar su inocencia mostrando una gran lealtad y amistad, ya que la burguesía que forma el círculo social de Williams le ha dado la espalda. La búsqueda de pruebas que demuestren la inocencia del millonario le llevará a encontrar personajes curiosos.

John Cusack esta muy bien su papel del periodista John Kelson, creo que es un acierto de casting, pues su rostro de niño bueno con mirada pícara consigue fácilmente meterse al espectador en el bolsillo y que éste se identifique con su personaje. Kevin Spacey también esta notable como el rico Jim Williams, quien es el mecenas del pueblo, culto y refinado. Algo curioso en el filme es que no existe un protagonismo excluyente, sino varios secundarios con su minuto de gloria. Desde las breves apariciones de Jude Law. Como dije anteriormente el que se lleva las palmas es Lady Chablis en su divertidísimo papel. Empleando la cámara de forma magistral y con una estupenda puesta en escena, Clint Eastwood crea una película manejada con un ritmo trepidante que mantiene expectante en todo momento al espectador, principalmente gracias a un buen guión y a la aparición de extravagantes personajes que aportan un toque de confusión, dispersando la atención de la tensión de la investigación y el juicio. Creo que es una película-ómnibus, donde hay demasiado para contar y se pasa de un asesinato a un juicio; de un salón de baile a las tinieblas de un cementerio, del suspenso del thriller a los enredos graciosos de la comedia. Pero siempre con el respaldo del oficio para filmar, junto a una memorable banda sonora a ritmo de jazz y blues. Todo se funde en este largometraje: La peculiaridad de la ciudad, la sexualidad de la víctima y del acusado, la hipocresía de los amigos de Williams y sobre todo la ambigüedad del caso.

De las palabras y conjuros de la hechicera negra deviene el extraño título: en la mitad de la noche y cuando algo no está claro, los muertos requieren de media hora para una mirada desde el bien y otra media para el mal. Además, en este filme coral tampoco se excluye el hilo de una pequeña historia sentimental con idas y vueltas que involucran al guapo periodista y a la bonita hija del director (Alison Eastwood). Es memorable la secuencia del baile en sociedad donde contrasta el sensualísimo travesti con el formalismo y las convenciones, triunfando el tono de comedia y la risa en clave de crítica social. También son deliciosas algunas líneas de diálogo, como el de la pequeña escena en la florería ¿o invernadero? entre el joven periodista y la florista, donde se compara al amor con las características de las flores. Ni qué hablar de algunas frases puestas en boca de la hechicera, sobre acercarse a los muertos para conocer la totalidad de las verdades humanas. Es una auténtica lástima que esta película pasara tan desapercibida cuando se estrenó. Estamos ante una gran y notable película, pues no en vano, es del gran Clint Eastwood, es un director de cine que con los años ha demostrado su enorme talento en la dirección y es alguien en que uno puede tener la confianza suficiente en que verá un producto de gran calidad. En esta cinta se nota que la dirección de Eastwood, es más pausada, contenida, de lo habitual, y se recrea en el entorno urbano, plagado de edificios que son eco de la historia, de los orígenes de Savannah, y en los actores, siempre uno de los puntos fuertes de Eastwood.

En esta cinta Clint Eastwood cambió de registro. Dejo de lado su papel de tipo duro y se empeño en hacer cine reflexivo, curioso, colorista. Esto se puede ver en este filme muy interesante, de un detallismo fuera de lo normal, con unos secundarios que imbuyen al espectador. Me parece que nos encontramos ante una enorme película de Clint Eastwood. Sólo a este respetado director se le podía ocurrir hacer una película como ésta, con unos personajes tan geniales, en un ambiente sureño grandioso que, por razones obvias, hacen ir con la boca abierta a un neoyorquino. Lo que quiere explicarnos Eastwood, entre otras cosas, es que los Estados Unidos son muchos países en uno. Que aquello tampoco es monolítico, como tampoco lo es la sexualidad de la gente. Que lo único que hay monolítico es la hipocresía. "Medianoche en el Jardín del Bien y del Mal" es la película más incomprendida de Clint Eastwood. El público no entendió la propuesta, esperando seguramente otra ración de acción y de aventuras. Sin duda, se trata de un capricho del director, un hermoso y transgresor ejemplo de su libertad creativa y de sus ocultos deseos de mostrarse ante la crítica como autor, más allá de la artesanía magistral de sus obras de género. En resumen, es una película de juicios con un toque de comedia romántica muy bueno, de comedia a secas, de comedia sobrenatural, algo de thriller, el baile de puesta de largo de las jóvenes de color es tremendo. Película altamente recomendable que exige del espectador, probablemente mucho más que otras, meterse bien a fondo en la trama de la película. A disfrutarla.



“Un gran festín de géneros cinematográficos”

miércoles, 16 de febrero de 2011

Cautivos del Amor

Director: Bernardo Bertolucci
Año: 1998 País: Italia Género: Drama/Romántico Puntaje: 08/10
Interpretes: Thandie Newton, David Thewlis, Claudio Santamaría, John C. Ojwang, Massimo De Rossi, Cyril Nri, Paul Osul y Veronica Lazar

Cuando el dictador de su país encarcela a su marido, una joven africana llamada Shandurai (Thandie Newton) se ve obligada a exiliarse por motivos políticos y llega a Italia, donde comenzará a vivir en una vieja casa romana con un pianista británico llamado Mr. Kinsky (David Thewlis). A cambio de que ella haga la limpieza de la casa, el músico le dará una habitación, además ella empezara estudiar medicina. El amor surgirá entre estas dos almas solitarias, pero también saldrán a la luz sus diferencias políticas y culturales. “Cautivos del Amor” arranca en un país indeterminado del África, al compás de una canción que parece antigua, entonada por un nativo indeterminado al que le faltan unos cuantos dientes. La iluminación y los encuadres son llamativamente prolijos. Y cuando no lo son, se alimentan de una muy calculada desprolijidad. Lo mismo sucede con el montaje, salpicado de cámaras lentas, pequeños saltos en el tamaño de los planos y tomas cortadas en movimiento, que son las formas características de ciertos videoclips del rubro "rock étnico" que dieron la vuelta al mundo varias veces. Esta especie de desfase planea como un espectro sobre el filme de Bernardo Bertolucci. Se puede decir que sea una pequeña gran película atravesada por una hermosa cadencia lírica. Conmovedora, elegante, inolvidable y hermosísima historia de amor y amistad; Bertolucci reinventa el talento que perdió en Hollywood.

Lo mejor del filme, sin dudas, es Shandurai, la mujer negra protagonista de la cinta, interpretada magistralmente por Thandie Newton, ella le pone a la historia, exotismo, belleza, es la flor que hay que ir oliendo despacio y deshojando al paso hasta que sólo quiera ser regada por el agua de quien la adora. La relación entre Shandurai y el pianista es bastante lógica, al principio cuando él le regala un anillo de compromiso proponiéndole que sea su esposa, además de un "yo te amo... estoy enamorado de ti", la muchacha africana lo rechaza con el argumento cierto de que está casada y su marido está preso en una cárcel de África. Pero luego conforme va transcurriendo la historia, la convivencia bajo el mismo techo, la música, el nivel cultural, económico y el status-seguridad del artista, van seduciendo a la mujer, además se trata de un hombre que posee mucha delicadeza, sensibilidad y solidaridad: la ayuda a escondidas en sus problemas familiares. Con esto podemos decir que Bertolucci es capaz de contarnos la historia con muy pocas palabras y ser absolutamente comprensible y profundo en el mensaje. Logró una asociación beneficiosa y placentera entre la imagen y el texto. Y la dimensión que transita es la de una suave atmósfera poética. A no inquietarse si en el transcurso de la narración falta algún dato específico y formal. A pesar de que no son extremadamente significativos luego se esclarecen sutilmente.

El papel de David Thewlis también es impresionante, no es solo que esta dispuesto a todo para casarse con ella, sino que haga todo lo que haga y se deshaga de todo su mundo sin pretender nada a cambio, con tal de no enamorarse, la entrega de Shandurai lo sucede. Y lo sucede inesperadamente, ala vez ella también se enamorara no por lo que el profesor es capaz de hacer por ella sino por su simple capacidad de entrega. La capacidad de entrega es además un atributo que ya está presente en Shandurai y su marido, pero el pianista la ejerce de un modo tan absoluto como imposible. Se trata de una pasión que se desprende incluso de su aspiración a poseer a quien se ama. Es el puro desprendimiento. Algo que en la película es llevado lenta, sutil pero firmemente a un grado tal de hipérbole que resulta ideal... Sobre un fondo de cosas que existen materialmente, de objetos, de polvo, comidas, problemas políticos, enfermedades, sonidos, colores, dolores, deseos, se crea algo densamente poético. Lo que nos propone es una participación un poco más activa como espectadores. Dos continentes entrarán en contacto y lo harán visceralmente. Aquí es el corazón el que manda. Son universos musicales y la emotividad que llevan impresa los que se entremezclan (Mozart, Bach y Grieg) dialogan con Papa Wemba y Salif Keita. Tan acostumbrados estamos a identificar a otras culturas como peligrosas que Bernardo Bertolucci decide recordarle al mundo occidental que desde otros territorios ancestrales también llega la belleza.

Aunque la cinta tiene algunas fallas, estas están amparadas por la poesía, o si se quiere el lirismo, con que la iluminación, los encuadres y el montaje puntúan a la narración. Y la poesía no tiene la obligación de rendirle cuentas al realismo. Este es un filme que podría no haber funcionado, como la radiografía del crecimiento de un amor. Pero Bertolucci no supo o no quiso conformarse con eso. Y a los mentados toques sociopolíticos, siempre descolocados, hay que sumarles la afectada dignidad que derramó sobre Shandurai, que a veces subraya el tono y otras se despacha directamente a los gritos, como cuando le espeta al pobre Mr. Kinsky: "¿Qué sabes tú del África?" está dentro de las coordenadas amorosas y atractivas que este director acostumbra a dar a sus obras cinematográficas. A mi me ha encantado, no la primera vez que la visioné, sino la segunda y la tercera aún más. La escena donde Shandurai se masturba electriza las hormonas de cualquier ser humano que la observe, es magnífica al centrarse en su rostro, sus labios y sus dedos. Sin apenas palabras, en noventa minutos y con un estilo fresco que ya quisiera cualquier joven director, Bertolucci crea una pequeña gran película, con una cámara con mas profundidad que muchas sinfonías, un diálogo entre personas, culturas, sentimientos, situaciones. Creo que es otra película centrada sobre esa cosa llamada amor, pero contada de tal manera que la hace única. Extraordinaria la utilización de la música, como elemento interpretativo en el filme.

“Cautivos del Amor” es una obra maravillosa y acogedora. Una historia de amor en la que sus protagonistas se ven enfrentados a diferentes circunstancias conflictivas íntimas y exteriores, relacionadas con la moral y lo socio político, cuestiones que los presionan mucho en la definición de sus destinos y que el director incorpora como un testimonio veraz y objetivo de nuestra contemporaneidad. En la cinta dos culturas se relacionarán; una mujer trae una resonancia musical y un infinito universo de luz que refleja su piel y que le pertenecen desde siempre; un hombre, en un momento muy expansivo de su vida, le propone una nueva armonía, tan sugestiva que a ella no le será indiferente. Y cómo no hacerlo si además de talento este amante fuera del tiempo expresa en sus acciones concretas nobleza y ausencia de especulación. Para esta clase de hombres y mujeres no existe la idea del costo de una relación. Si nosotros como observadores externos vemos que renuncian o se desprenden de algo, para ellos ese es un momento de felicidad, la oportunidad de hacer una ofrenda a su amor. Bertolucci construye el sutilísimo “puzzle" de un enamoramiento, recoge con precisión y maestría el crecer de los sentimientos del hombre, mediante el proceso químico de sus miradas y sus acercamientos torpes y quebrados como de caballo de ajedrez. Para los amantes del cine de Bertolucci, imperdible.



“Una pequeña gran película de Bertolucci”

domingo, 13 de febrero de 2011

Escuela de Rock

Director: Richard Linklater
Año: 2003 País: EE.UU. Género: Comedia/Musical Puntaje: 08/10
Interpretes: Jack Black, Joan Cusack, Mike White, Sarah Silverman, Joey Gaydos, Miranda Cosgrove, Maryam Hassan, Kevin Alexander Clark, Rebecca Brown, Robert Tsai y Caitlin Hale

Dewey Finn (Jack Black), es un apasionado músico de rock que es despedido de su banda, y para conseguir dinero se hace pasar por su compañero de cuarto, aceptando un trabajo como profesor temporal en una prestigiosa escuela primaria. Desde luego Finn no está capacitado para dar clases, y sus alumnos empiezan a sospechar el fraude, pero en un arranque de inspiración, él decide crear un grupo de rock con los niños, para participar en un concurso de bandas en el que podría ganar un jugoso premio. Los niños resultan ser buenos músicos, e inspirados por Finn descubren la rebelión y la exultación de la libertad que forman el auténtico espíritu del rock. Sé que hay mucha gente que crítica a Black diciendo que sólo puede interpretar un papel: el de él mismo. Y tal vez tienen razón, se sabe que sobreactúa mucho en los filmes donde participa, pero creo que con eso basta para convertirlo en uno de los mayores talentos cómicos de la actualidad. Igual que Jim Carrey, la comedia que Jack Black interpreta no se basa tanto en los chistes que proporcione el guión, sino en el modo como los ejecuta, integrándolos a su excéntrica personalidad y presencia física. Ahora, con todas esas advertencias fuera del camino, puedo decir que "Escuela de Rock" es la mejor película en la que Black ha participado, y que, además, fue una de las comedias más divertidas que se ha podido ver en el año 2003.

En manos de un equipo creativo menos hábil, esta simple historia podría haber sido una intolerable y empalagosa película que explotara la fiebre musical de moda. Pero en manos de un director y escritor reconocidos por su trabajo en el cine independiente, ha resultado ser una cinta muy graciosa y entretenida, que a la vez rinde tributo al legado musical de décadas pasadas y que inspira a las nuevas generaciones a rechazar lo que las empresas multinacionales les quieren vender como música. El director Richard Linklater recibió algunas críticas cuando decidió hacer "Escuela de Rock". Sus obras previas (como "Slacker", "Despertando a la Vida” y la extraordinaria "Antes del Amanecer") lo habían elevado a la categoría de genio independiente, y el aceptar hacer una comedia familiar para uno de los grandes estudios (Paramount) significó para muchos que Linklater estaba traicionando sus raíces. Lo mismo se podría decir del excelente guionista Mike White, que con "Chuck and Buck", "Orange County" y "The Good Girl" demostró tener una sensibilidad inteligente pero accesible, creando personajes a la vez únicos y familiares, con los que la audiencia se puede identificar. Sin embargo, estas acusaciones de encasillamiento no tienen fundamento. "Escuela de Rock" es ciertamente una amable comedia familiar, pero se distingue por una sutil veta subversiva que caerá muy bien a niños y adultos cansados del condescendiente producto fílmico que por lo general se produce para este mercado.

En realidad, se puede decir que "Escuela de Rock" es una película algo gamberra que desarrolla su argumento con una comicidad más propia de "Los Simpson" que de la saga de "Mi Pobre Angelito". Sus creadores van directos al grano y no pierden el tiempo en inútiles presentaciones, por lo que transcurridos diez minutos de su metraje ya nos encontramos al protagonista en plena faena y dispuesto a llevar a cabo sus planes: adoctrinar a una serie de niños de una escuela para gente de clase alta en aquello que es su verdadera pasión, esto es, el rock. Por supuesto, este filme precisa de cierta complicidad con el espectador, y desde luego lo disfrutarán mucho más aquellos que tengan cierta pasión por este tipo de música. Sin embargo, el resto de los mortales, entre los que me incluyo, encontrarán en "Escuela de Rock" un sano divertimento que, además, incorpora una solapada crítica a ciertos modelos de educación excesivamente formalistas y que tienden a humillar al alumno y a despreciarlo si éste no consigue buenas notas, en vez de intentar apoyarlo para que consiga sacar adelante aquella asignatura en la que no destaca. En este sentido está bastante bien reflejado cómo Dewey Finn se va ganando la confianza de la clase, conociendo para ello la personalidad y las aptitudes de cada uno de sus integrantes y generando así en su carácter una seguridad que muchos antes no tenían (es el caso de una niña que en principio se muestra tímida de participar en el "proyecto" de su alocado profesor).

Más aún, el tono travieso y desafiante de la cinta la hace todavía más fresca e innovadora, aún cuando la trama bordee frecuentemente en convencionalismos ideológicos de identidad, autoestima y amistad. Pero no hay que negar que Jack Black es el motor que hace girar y dar vueltas a la cinta al ritmo del rock. Un rock presente por medio de canciones de míticos grupos consolidados (se puede escuchar a The Clash, Metallica, Kiss, Cream, AC/DC, Led Zeppelin, The Who, The Doors, etc.) y de otras compuestas por el mismo Black e interpretadas por su peculiar banda. Black da vida a un adulto venido a menos que de repente se encuentra en la obligación de lidiar con una clase de alumnos a los que inspirará su amor por alguna cosa. Esta premisa se ha utilizado en incontables ocasiones a lo largo de la historia del cine. Normalmente son productos destinados directamente a televisión, dramones de lágrima fácil y redenciones finales. "Escuela de Rock" está cortada por este mismo patrón, pero su puntito gamberro y la sinceridad de su relato hacen que sobresalga por encima de todas ellas. "Escuela de Rock" es una buena comedia, y eso ya es decir mucho, que en ningún momento cae en el sentimentalismo barato tan propio de este tipo de producciones. A través de un metraje muy bien montado, de menos a más (¡y qué más!), la cinta no sólo se limita a divertir al espectador, sino que le hace testigo y, más importante, cómplice de su juego. Y la ferviente pasión que siente y transmite el personaje por el rock es tan sólo una muestra de una entrega y sacrificio encomiables, ejemplo auténtico de amor por la música.

Recordarán este papel que Jack tenía en "Alta Fidelidad" (2000), por su amor a la música y por su personalidad un tanto agitada. Y es que este personaje está construido especialmente para este actor. Vago rockero algo desequilibrado que va pegando gritos y saltos por ahí. Y a todo esto, pues si han seguido su carrera, habrán notado cómo le gusta a Black hacer guiños con los ojos, ese gran clásico. Pero aparte del actor principal, factor a tener muy en cuenta en el conjunto de este filme, la película también se defiende por sí misma. Los niños en general están fenomenales, y la película nos premia con algunos números musicales realmente notables. Los personajes están muy bien construidos, y en caso de odiar con todas nuestras fuerzas a Jack Black, siempre podremos disfrutar con la más que efectiva Joan Cusack, que hace de la directora estricta, esta comedia sin Jack Black no hubiese tenido la gracia que tiene ni a mil años luz de distancia , no me la imagino con ningún otro cómico del macrocosmo Hollywoodense ya que es una historia previsible y se hubiera quedado en simplemente una película más para pasar el rato y punto, pero con Jack Black trasciende ignorando lo típica que pueda ser porque el le da una chispa inigualable. Una comedia que no se debería infravalorar por ser una historia predecible, sino saber detectar en ella una gran interpretación, un gran tributo musical y por supuesto el objetivo que tiene que es hacer reír que lo cumple a las mil maravillas, que más se puede pedir.

"Escuela de rock" es, por tanto, una comedia que sorprende por exhibir un humor que no se basa en la risotada fácil, sino en la sonrisa sutil, algo de agradecer teniendo en cuenta las múltiples cintas que se estrenan hoy en día y que toman al público por tonto con sus vacuidades .Pero que no suene a lección de filosofía "Escuela de Rock" es una carta de amor al rock y al espíritu que aún persiste en quienes se rehúsan a vender sus convicciones y opiniones. Y por si fuera poco, sirve como una fantástica plataforma para dar rienda suelta a Jack Black, consagrándolo como importante figura de la comedia contemporánea. Esta es una de esas películas que será disfrutada tanto por padres e hijos, con el beneficio potencial de servir como punto común para la unión de ambas generaciones. La película es entretenida, aunque tampoco sea ninguna maravilla cumple su función y se ve con una sonrisa de principio a fin. El argumento es bastante predecible y manoseado a estas alturas, pero se agradece que se alejen de sensiblerías varias porque oportunidades tenían. Y sorprendentemente, a pesar de que hay muchos niños en la película, no despiertan furias asesinas como sería lógico pensar, sino que te caen hasta bien. Una estupenda banda sonora y el genial Jack Black hacen que esta película merezca la pena.



“Una comedia sincera y divertida”

miércoles, 9 de febrero de 2011

Historias de Nueva York

Directores: Martin Scorsese, Francis Ford Coppola y Woody Allen
Año: 1989 País: EE.UU. Género: Comedia Dramática Puntaje: 08/10
Interpretes: Nick Nolte, Rosanna Arquette, Steve Buscemi, Patrick O'Neal, Deborah Harry, Talia Shire, Heather McComb, Giancarlo Giannini, Carole Bouquet, Woody Allen, Mia Farrow, Julie Kavner y Mae Questel


Película dividida en tres partes que homenajea a la ciudad de Nueva York. Pero lo mejor es quién dirige cada parte, la primera el gran Martin Scorsese, la segunda Francis Ford Coppola (por no decir Sofia Coppola) y la tercera Woody Allen. Si ves este filme, si te saltas la parte de Coppola no pasa nada porque es una autentica verguenza que este director, capaz de hacer grandes cosas, nos haga una pésima cinta. En cuanto a los otros dos, Scorsese soberbio, la mejor de las tres consiguiendo un trabajo más que notable y Woody Allen, simplemente, gracioso cómo suele ser en él pero sin pasarse. Según parece, la gestación de esta película se debió a un proyecto de Woody Allen, que tenía material para hacer un mediometraje pero no le daba para alargarlo. Consultó con sus productores habituales por aquella época y estos se pusieron a buscar a otros directores a los que les pasara lo mismo y quisieran unirse a un proyecto de tres historias de unos 40 minutos cada una. Encontró nada menos que a Martin Scorsese y a Francis Ford Copola. El riesgo de participar en una película de episodios es que el resultado final se va a comparar con las acompañantes, hecho que no ocurriría en una obra independiente. Asumido este riesgo, tres de los mejores directores norteamericanos vivos esbozan sus particulares creaciones teniendo como fondo la más que reconocible y entrañable ciudad de los rascacielos.


Lecciones de Vida (Martin Scorsese).- Pocas veces en la historia del cine se ha retratado el mundo del artista como en este mediometraje de Martin Scorsese. La imperiosa necesidad de expresarse, la pasión arrebatada con que se puede coger un pincel y machacarlo contra el lienzo, la necesidad de escapar del mundo que le rodea refugiándose en una paleta de colores, el aislamiento que impone la creación artística. La vida de un pintor (magnífico Nick Nolte) está condicionada por su necesidad creativa. Por encima de su relación con los demás y consigo mismo, está ese deseo de expresarse que gobierna su vida, convirtiendo la de los demás en un infierno. Varios matrimonios fracasados y ahora una novia (Rosanna Arquette ), que además funge como su alumna, aprendiz y esclava a la que vampiriza y que está harta de él, son su bagaje sentimental. Ella sigue con él sólo porque no tiene a donde ir, y porque muy a su pesar ama su talento arrebatador. Pero no está dispuesta a caer de nuevo, y le tortura, y él pica porque es como un niño que necesita afecto, el cariño de una mujer y el del público que le den seguridad y confianza. No para de mentirla, dándola falsas esperanzas, intentando hacerla creer que su talento es mayor para que así siga a su lado, incapaz de sincerar su corazón, de ser generoso y ayudarla a abandonar algo que la supera.


Pero al final ella se da cuenta de que él no va a cambiar, de que sólo la quiere por egoísmo, y se marcha a buscar una nueva vida que tal vez la resulte más provechosa. Él no tardará en encontrar una sustituta, otra joven deslumbrada por el talento y la oportunidad de aprender del genio, otra futura desilusionada y un paso más hacia la soledad. La película está narrada desde la perspectiva de quien comprende y ama al artista, pero no puede obviar su mezquindad. Hay pasión en la puesta en escena, en ese montaje veloz al ritmo de las pinceladas frenéticas, de esas grúas que envuelven el estudio de trabajo, de esas miradas implorantes, tristes, angustiadas ante esos colores huidizos que jamás se parecen a los que crea la mente, ante la dureza que transmite la mirada de una mujer dolida. La antológica banda sonora, al ritmo orgánico de “Witer sade of pale” o “Conquistador” de Procol Harum, contundente de “Like a rolling stone” de Dylan, o emotivo e hipnótico del aria “Nesum dorma” de Puccini, ayuda a transmitir la intensidad del impulso creador, la fuerza que genera la incomprensión. Contribuye a ello la cálida fotografía del gran Néstor Almendros, que convierte a cada cuadro del pintor en un gozo para la vista, cada interior en nuestro hogar soñado, cada calle en el paraíso terrenal.


La Vida sin Zoe (Francis Ford Coppola).- Con un guión del propio pobre y limitado del propio Francis y de su hija Sofía, este episodio navega en la más fútil intrascendencia. Donde el requisito más valioso es ver cómo una niña intenta unir las vidas de sus padres que por diversas razones se hallan distanciados. Pero sin demasiada consistencia, rápidamente la historia aburre porque en primer lugar resulta incomprensible por momentos, y además no llega a transmitir casi nada desde los conceptos mismos. Todo queda muy plano, los personajes son chatos, y el respectivo desarrollo de los mismos no motiva ni entusiasman para nada al espectador que mira totalmente ajeno a las circunstancias que se relatan. Si puedes saltea este episodio de cuarenta minutos, ya que resulta llamativamente insoportable. Tedioso que provoca apatía. Es el segmento más tedioso, infantil, aburrido. Música insoportable y papeles malos de los actores. Intenta ser graciosa sin conseguirlo, se nota la mano de Sofia más que la de Francis Ford Coppola. Un berro aburrimiento en la que ni Giancarlo Giannini ni Talia Shire están bien. Baja y mucho el nivel del conjunto. Para lo que la vieron: ¿Alguien lo ha entendido? Es decir... ¿Por qué se incluyó ese mediometraje? ¿A cuentas de qué? ¿Qué sentido tiene? ¿Qué aporta? ¿Qué quiere decir? ¿Qué, qué, qué...? ¿Sería el mismo Francis capaz de explicarlo?. Es ridículo. Nefasto.


Destrozando a Edipo (Woody Allen).- Un mago hace desaparecer a la dominante madre de un abogado (Woody Allen), pero la mujer reaparece en el cielo de Manhattan para seguir entrometiéndose públicamente en la vida de su hijo. Gamberrada del director, con momentos realmente muy graciosos. En general, es divertida, y no aburre en los más o menos 35 minutos que dura. Woody Allen vuelve a demostrar que es un genio escribiendo chistes y que luego a la hora de plasmarlos en pantalla lo hace igual de bien que cuando los escribe. La música es el jazz que tanto le gusta a Allen, y los actores todos hacen muy bien su papel, tanto Allen cómo Mia Farrow y especialmente Mae Queslec, actriz que hace de madre de Woody. Como curiosidad decir que sale Kirsten Dunst como una de las hijas de Mia Farrow. Woody Allen nos descubre en “Destrozando a Edipo” una de sus obras más personales, en donde la ambivalencia psicológica supera cualquier forma de escapismo terráqueo. Vemos como el absurdo intelectual, sazonado con grandes dosis de empatía, produce un filme divertido, pero agobiante por el nítido recuerdo que nos provoca. Ante el fuerte proceso de reminiscencia sólo deseamos gritar, ya que acabamos con la típica pesadez genital por el recuerdo de haber soportado a un pariente que no sabe ni medir los tiempos, ni las palabras. Allen retrata en su segmento a una madre absorbente, sobreprotectora, despótica y que no ha podido asimilar nunca que su hijo se haya hecho mayor.


“Historias de Nueva York” es un extraño experimento cuyo fin no queda demasiado claro. La idea de que una película esté compuesta por otras, cortometrajes o pequeñas películas en si mismas, puede parecer hoy algo manida, pero en el momento de la realización de esta cinta era sin duda algo novedoso, más teniendo en cuenta que tres de los más grandes directores de Hollywood se reunieron para eso. Pero al margen de ese punto en común (magistrales realizadores capaces de perpetrar innumerables obras maestras), poco hay entre estas tres historias de Nueva York que las cohesionen, lo que se convierte un gran fallo de la película, ya que al contrario de otras cintas, como por ejemplo (la también fallida), “Nueva York, Te Amo” (2009), no hay ninguna temática, tratamiento u objeto de observación entre las tres historias que haga compacto el producto. Las ideas centrales de las tres historias no tienen nada que ver unas con otras, no son el amor, o Nueva York, o el amor en Nueva York, o cualidades humanas de los habitantes de la ciudad o ningún concepto más elevado. Pero a pesar de la inconexión de los segmentos creo que el más logrado es el del maestro Scorsese, lejos del cine frío, distante, de personajes extremos alejados de nuestra experiencia cotidiana que tanto gusta a Scorsese, su segmento nos trasmite la verdad de la creación, haciéndonos partícipes de dolor que produce parir la belleza. Nunca ha estado Scorsese tan cerca de sus personajes como aquí.



“Dos proezas y una decepción”

domingo, 6 de febrero de 2011

Akira

Director: Katsuhiro Otomo
Año: 1988 País: Japón Género: Animación Puntaje: 09/10
Productora: Akira Committlee

Es el año 2019, Neo-Tokio, es una ciudad construida sobre la antigua capital japonesa destruida tras la Tercera Guerra Mundial. Japón se ha convertido en un país al borde del colapso enfrentado en continuas crisis políticas. En secreto, un equipo de científicos ha reactivado por orden del ejército un experimento para encontrar a sujetos que puedan controlar el arma definitiva: una fuerza denominada "La Energía Absoluta". Pero los habitantes de Neo-Tokio tienen otras cosas de las que preocuparse. Uno de ellos es Kaneda, un joven pandillero líder de una banda de motoristas. Durante una pelea, su mejor amigo, Tetsuo, sufre un extraño accidente y termina ingresado en unas instalaciones militares. Allí los científicos descubrirán que es el poseedor de “La Energía Absoluta”. Pero Tetsuo no se resignará a convertirse en un conejillo de indias...y muy pronto se convertirá en la amenaza más grande que el mundo ha conocido. Cabe destacar que la cinta esta basada en el manga del mismo nombre creada por el propio Otomo. Tan mítica como transgresora “Akira” supuso a finales de los ochenta una revolución en lo que a animación se refiere, así como el reconocimiento a Katsuhiro Otomo que si bien en la película no pudo desarrollar toda la aventura de su manga si pudo al menos capturar esa atmósfera inquietante e incluso claustrofóbica en ocasiones de la que dotó al Best Seller. “Akira” es una película que trata temas que entroncan a la perfección con la mentalidad y la sociedad japonesa, además temas como la delincuencia juvenil, la violencia y la destrucción masiva, son mostrados magistralmente en esta gran cinta de animación.

“Akira” es una película rápida y sorprendente de principio a fin tan recomendable a otakus (aficionados a la animación japonesa) como a cinéfilos, en la que se muestra un Japón post-apocalíptico, donde la sociedad se recupera de las heridas abiertas durante la Tercera Guerra Mundial, en el que la violencia callejera, las crisis políticas y la inseguridad en general son comunes; en lo que al dibujo se refiere se han de destacar dos puntos importantes, el primero de ellos es la tímida tendencia de Otomo a la caricatura y el segundo es la inefable perfección del trazo a la hora de crear los edificios; claro que estos dos aspectos no solo se dan forma a la película, sino en toda la obra del autor, decir también que aunque han pasado casi más de dos décadas, la calidad mostrada en el dibujo de “Akira” nada tiene que envidiar a las nuevas producciones. Como resalte, el guión de la película está sacado del manga homónimo, resumiendo trama y omitiendo personajes (algunos de ellos claves en el cómic) al margen de esto el guión resulta no sólo original sino también profundo llegando incluso a diluirse en la ambigüedad (hecho que ayuda a que el filme sea impactante, ya que hasta entonces ninguna película de animación había tratado temas más allá de la amistad o similares). La música incluye hermosas melodías de percusión, coros polifónicos, armonías de órgano amplificadas, que se acompañan de sonidos ambientales hiperrealistas. La dirección creó un trabajo innovador, sorprendente y conmovedor.

Sin hacer las odiosas comparaciones entre manga y película, me centraré solamente en la cinta de animación sin volver a referirme al cómic japonés. Más que nada porque una película debe ser juzgada por sí sola, sin necesidad de tener que frecuentar la obra literaria, el videojuego o como en este caso, el manga de turno. Además, “Akira”, la película, es un trabajo magnífico que no requiere (al contrario de lo que muchos opinan) conocer el manga, entre otras cosas porque la película fue realizada antes de que el manga finalizara su carrera comercial. Está claro que quien haya podido disfrutar de el manga le sacará más jugo a la película, pero ese no es el tema a tratar aquí. Sin mencionar nada sobre su trama (que en un primer visionado puede parecer compleja y confusa, pero nada más lejos de la realidad) y que seguro cualquier aficionado al género que nos ocupa conocerá, “Akira” se ha convertido en la película de animación japonesa por excelencia, una obra genial que ha creado escuela y que ha inspirado, no sólo multitud de películas de animación, sino también películas de imagen real, videoclips, series, libros, videojuegos...Y no es para menos, tan solo hay que ver los medios con los que contó, un (entonces abultado) presupuesto que se acercó a los 10 millones de dólares (tengamos en cuenta que es una película de animación realizada en el año 1988) y la forma en que se elaboró el proyecto para sacarlo adelante, entre otros aspectos, habría que destacar el proceso de trabajo que se llevó a cabo con las voces, las cuales fueron grabadas antes de dibujar a los personajes, fue la primera vez que se usaba esta técnica.

Como dije anteriormente “Akira” se ha constituido como el referente del animé japonés con el paso de los años. No tiene demasiadas cosas diferentes de otras obras “cyberpunk” que han venido de la tierra del sol naciente. Hay un holocausto, hay una ciudad reconstruida, un estado de fuerte presencia policial, una guerra civil en ciernes enarbolada por la juventud disconforme. Hasta allí, la trama es similar a bastantes productos post “Akira” (que posiblemente hayan tomado de este filme las ideas básicas del escenario) como Evangelion (1995) o Cowboy Bebop (1998). Donde la cinta empieza a distanciarse y tomar vuelo propio, es en lo que los militares se encuentran buscando tras los experimentos genéticos. Comenzando por la excusa principal de la historia, que todos llaman Akira y que recién se explica tibiamente hacia el final de la película. Al principio Akira parece ser una presencia divina que se encuentra en todas las cosas (¿la fuerza?), después resulta ser una fuente de energía alimentada por el conocimiento y la vida de las generaciones pasadas, pasando por ser una especie de mesías que la gente espera para acabar con el estado policial, y resultando que es el ser primigenio que llamó la atención a las fuerzas militares sobre la potencia de los poderes psíquicos. Si es esta última la explicación definitiva, no queda claro como el nombre de un chico sujeto a experimentación secreta pasó al conocimiento público (en muchos pasajes del filme, la gente viva a Akira).

Es cierto que la obra cumbre de Otomo cuenta con un guión confuso y poco explicativo. Que entender cada una de las circunstancias que rodean al filme es una ardua tarea que solo puede llevarse a cabo con más de una visión de la película. Es cierto también, que muchas cuestiones se presentan sueltas, con cabos demasiado libres, no encadenados, que navegan por esos 124 minutos ofreciéndonos indicios como un rompecabezas al que le faltan un par de piezas y cuyo paisaje final nunca vamos a terminar de armar, sino que por el contrario, con lo que tenemos, que no es poco, debemos imaginar. Pero es justamente en esa instancia donde la obra de Otomo se vuelve deliciosa, única, simplemente bella: En el momento en que ese argumento tan difusamente presentado entra en nuestra psiquis y comienza una reacción en cadena que llevan a nuestra imaginación a puertas insospechados cuando comenzamos a ver el filme (sobre todo para los que no leímos el comic). Y es que las justificaciones de todo lo que sucede en su transcurrir también son difusas, es decir, ni los propios protagonistas tienen en claro porque sucede lo que sucede, porque Tetsuo tiene los poderes que tiene de la noche a la mañana, porque “Akira” es lo que es, porque su inmenso poder desató la tercera guerra mundial 31 años atrás arrasando con toda la vieja ciudad de Tokio, o si realmente la causa de este nuevo holocausto fue otra. “Akira” no abandono las historietas y se hizo celuloide para explicarnos cada uno de las situaciones que plantea sino para que entremos en un viaje espiritual que pocas veces se puede observar en una cinta de dibujos animados.

El principal hilo conductor de la cinta es la “Energía Absoluta”, la que contiene Akira, la que contiene Tetsuo, la que contenemos todos en nuestro interior dormida y que en algún momento de la vida se revela, o no, como una erupción indetenible en el seno del volcán inactivo que cada ser humano es. Esa energía que junto a los recuerdo del mismísimo inicio del Universo descansan en nuestra esencia, en nuestra misma genética esperando el tiempo y el momento apropiados para ser manifestados, es a partir de esa deducción que el filme se lanza a una interpretación metafísica, si se quiere, al estilo “2001: Odisea en el Espacio”. El súper ser transformándose en un ente orgánico gigantesco; y Akira renaciendo como una fuente de energía que devora todo, incluso a la masa orgánica y a los chicos mutantes, tragándose media ciudad hasta convertirse en una mini nova (¿un mini universo?) donde todos se fusionan en uno solo. Se podría interpretar que Akira ha recuperado todas sus partes para culminar con su tarea de evolución y elevación. O, cínicamente, que el director tomó un atajo para intentar poner algún tipo de final, la otra opción era dejar a unos dioses antagónicos reglando la Tierra, en cuanto a los personajes están bien escritos, y las situaciones bien desarrolladas. Ciertamente el futuro descripto en el filme es algo conservador, lo cual no es demasiado desacertado, si analizamos como ha evolucionado la tecnología desde 1987 hasta hoy, pero cumple con su cometido. Sin duda alguna “Akira” es toda una obra maestra llevada a cabo por el incombustible Katshuiro Otomo, que creado una cinta que ha perdurado y perdurará eternamente.



“Una cinta enigmáticamente filosófica"

miércoles, 2 de febrero de 2011

Batman: El Caballero de la Noche

Director: Christopher Nolan
Año: 2008 País: EE.UU. Género: Cómic/Acción Puntaje: 10/10
Interpretes: Christian Bale, Heath Ledger, Aaron Eckhart, Michael Caine, Gary Oldman, Maggie Gyllenhaal, Morgan Freeman, Eric Roberts, Cillian Murphy y Anthony Michael Hall

Esta vez Batman (Christian Bale) asume más riesgos en su guerra contra el crimen. Con la ayuda del teniente Jim Gordon (Gary Oldman) y de el nuevo y comprometido fiscal de distrito Harvey Dent (Aaron Eckhart), Batman se propone desmantelar las organizaciones criminales que infestan las calles de Ciudad Gótica. Al principio la asociación demuestra ser efectiva, pero pronto se verán atrapados en un reino del caos desatado por una mente criminal en auge conocida por los aterrorizados habitantes de la ciudad como El Guasón (Heath Ledger), que introduce la anarquía en Ciudad Gótica y obliga al Caballero de la Noche a cruzar aún más la fina línea que separa al héroe del justiciero, sino fuera suficiente también parecerá en escena el temible Dos Caras . “Batman: El Caballero de la Noche”, sexto trabajo del director Christopher Nolan, es un impresionante filme, el más grande jamás hecho sobre superhéroes. Una obra maestra capaz de sobrepasar los límites del propio cine, y hacer que sintamos fascinación por lo oscuro, lo malvado, lo terrorífico, y que caminemos por esa finísima línea que separa el bien del mal, y ver hasta donde seríamos capaces de cuestionarnos nuestros valores frente a la posibilidad de matar a un semejante con tal de salvarnos nosotros mismos. Nolan contesta por todos en el clímax del ser humano, donde se ampara en la esperanza, ésa que de vez en cuando (me atrevería a decir que muy de vez en cuando) perdemos cuando se trata de tener fe en nosotros mismos.

El atraco a un banco marca el ritmo de “Batman: El Caballero de la Noche”. A partir de ese momento y hasta el último minuto de proyección, incluidos los títulos de crédito, la película no decae ni un sólo instante, no flojea ni lo más mínimo. Pero su director va mucho más allá. La fotografía es luminosa, brillante, no perdemos ni un sólo detalle de lo que acontece. Terminada esta secuencia, en la que están presentes todas las cartas (nunca mejor dicho) de lo que acontece en el resto del filme, la luz va disminuyendo hasta llegar a encontrarse con la oscuridad, en su tramo final. Un sorprendente ejercicio narrativo, de absoluta y aplastante coherencia, con el que Nolan se descubre como uno de los mejores narradores del cine actual. “Batman: El Caballero de la Noche” sigue, como perfecta secuela que es, lo narrado en “Batman Inicia” (2005). Batman se ha convertido en el azote de la delincuencia en Ciudad Gótica. Los villanos temen su presencia y son pocos los que salen a hacer sus fechorías cuando la sombre del hombre murciélago planea sobre ellos. Pero alguien aparece para dar una posible solución: El Guasón. Un ser sin escrúpulos, cuyos orígenes son totalmente desconocidos, y que propone a la mafia de Ciudad Gótica la posibilidad de matar a su único y verdadero problema: Batman. En la línea divisoria entre arte e industria, poesía y entretenimiento, esta cinta llega más oscura y más profunda que cualquier otra película de Hollywood sobre adaptaciones de cómic.

Mucho se a hablado de “Batman: El Caballero de la Noche”, auténtico fenómeno social que parece estar por encima del bien y del mal. Llamarla la mejor película de la historia me parece exagerado, pero es que esa expresión me parece exagerada, o mejor dicho inapropiada, para cualquier película, desde “Casablanca” (1942) a “Golpes del Destino” (2004), pasando por “El Padrino” (1972). Hablamos de cine, algo que para muchos de nosotros es como el aire o el agua, pero que en el fondo ni arregla el hambre en el mundo, ni nos soluciona la vida, aunque muchas veces hace que nos evadamos de nuestros problemas y creamos en su poderosa magia. “Batman: El Caballero de la Noche” es Cine al 100%, una poderosa maquinaria, pensada al milímetro, capaz de desplegar todas sus armas para que el espectador se sienta abrumado, emocionado, fascinado y todos los buenos adjetivos terminados en “ado” que se les ocurran. Sí, es una película para que un servidor utilice todos los inútiles epítetos de los que he hecho gala miles de veces. Se los merece, porque Nolan ha sabido dar en clavo una vez más, repitiendo personaje (más que manoseado) y hacer lo que pocas veces se ha hecho: superar el filme original. La cinta es una superproducción aplastante y convincente, reflexiva y palomitera, densa y dinámica a partes iguales dirigida con un brío y un pulso intachables por parte de un Nolan que ha encontrado en este rebuscado adalid del bien una vía de expresión que se adapta perfectamente a sus pretensiones como cineasta, que cuidan y hermanan soberanamente lo audaz con lo factible.

Christian Bale se muestra más seguro con su personaje, el cual ya no necesita ningún tipo de presentación. Morgan Freeman y Michael Caine siguen siendo, en cierta medida, las cuerdas voces que Batman/Wayne necesita oír de vez en cuando para no caer en los abismos de la locura por su incansable búsqueda de justicia. Gary Oldman tiene la oportunidad de lucirse aún más que la vez anterior con un personaje lleno de aristas. Maggie Gyllenhaal le demuestra a Katie Holmes cómo hay que suplir las carencias de un personaje sin duda pobre. Aaron Eckhart se convierte en uno de los vértices de la historia con un personaje, Harvey Dent, que bien podría ser una mezcla del propio Batman más El Guasón, y que sufre una lograda evolución muy bien mostrada por el actor. Por supuesto, el desaparecido Heath Ledger se merece todos los aplausos por ser el verdadero rey de la función. Un antagonista perfecto para Batman, El Guasón, un villano casi de otro mundo al representar todo aquello que odiamos y al mismo tiempo nos fascina. Un mensajero del caos, un practicante de la anarquía más peligrosa, un bufón que se ríe de todo y de todos, utilizando las debilidades de los demás como arma contra ellos. Alguien a quien sólo le importa él mismo, y que no busca ni la fama ni la riqueza, simplemente disfruta, como bien dice uno de los personajes en el filme, viendo arder el mundo. A este complicado y fascinante servidor del mal más puro, se entrega con total devoción y convicción, un Heath Ledger en perfecta armonía con las intenciones del filme.

Ledger es El Guasón, y el Guasón es Ledger. Un payaso nada payaso que atemoriza con su risa y nos hace temer lo peor. Con este filme se cumple la regla una vez más de que segundas partes de películas de superhéroes consiguen llegar mucho más lejos y explotar todo su potencial, pero es que Nolan consigue mucho más con esta esperada secuela de Batman. Y es que Nolan se aleja de completamente de lo que podría ser una película de superhéroes y lo que hace es construir un thriller en toda regla donde Batman es tan solo una pieza más de un enrevesado puzle de protagonistas, cada uno de ellos con su correspondiente importancia y relevancia para la trama. Batman se nos presenta como lo que es realmente, él no tiene superpoderes, pero es un autentico detective y usa la tecnología a su favor para dar con las pista y las claves y, claro está, es el autentico caballero oscuro de la justicia. Al otro lado tenemos a El Guasón, un personaje maquiavélico, demente y sin reglas ni ataduras, un personaje que quedará ya para la historia, que a medida que avanza el filme asusta cada vez más, que no se anda con chiquitas ni está para tonterías ni bromas, ya que está realmente loco. Pero cada uno de los personajes aquí tratados se complementan perfectamente con una trama muy trabajada y compleja, una trama que te va atrapando poco a poco y que parece que no va a acabar nunca, y realmente desearías que no lo hiciera.

Las escenas de acción se alejan de los artificios y de los grandes efectos especiales, siendo realistas y creíbles, cuando ponemos la acción en función de la historia y no al revés los resultados siempre son más espectaculares. Y la música que acompaña al filme en todo momento es brillante, hasta en los momentos en que no suena, una vez más, Hans Zimmer y James Newton Howard, en uno de sus mejores trabajos (de ambos) nos llevan al límite, vistiendo la película con un nervio pocas veces visto, en la que navegan desde el intimismo hasta la épica, añadiendo siempre una poderosa inquietud. En resumidas cuentas, Nolan construye un viaje a la locura de una mente enferma y al caos, sin dejar de definir la esencia de lo que nos hace héroes, y la fina línea que separa al héroe y al villano con un guión que es digno de aplauso y que demuestra una vez más que el cine comercial no tiene porque estar reñido con la originalidad y con la personalidad, ni con saber hacer una película realmente inteligente, compleja y llena de matices. Y todo para culminar en un final realmente estremecedor, con sentido y lógica, y que se mantiene fiel a todo el discurso del filme. Por mucho que hayas visto cada uno de los avances hasta la fecha del filme antes del estreno, e incluso, por mucho que te hayan gustado las recientes adaptaciones de la Marvel, no habrás visto nada comparado con la grandiosidad final de ver toda esta película, una absoluta maravilla que merece colocar en el podio de mejores filmes de superhéroes hechos hasta la fecha, que sin duda alguna creerá escuela.

“La mejor cinta de Superhéroes”