Año: 1999 País: EE.UU. Género: Drama/Terror Puntaje: 10/10
Interpretes: Bruce Willis, Toni Collette, Haley Joel Osment, Olivia Williams y Trevor Morgan
Segunda película del director estadounidense de origen indio M. Night Shyamalan que irrumpió en el panorama cinematográfico mundial con una fuerza que no se recordaba desde hacía décadas, un novedoso e impactante filme que dejo a todos boquiabiertos. La historia ce centra en el Dr. Malcom Crowe (Bruce Willis), que es un conocido psicólogo infantil de Philadelphia, él esta obsesionado con el doloroso recuerdo de un joven paciente desequilibrado al que fue incapaz de ayudar. Mientras tanto Cole Sear (Haley Joel Osment) es un aterrorizado y confuso niño de 8 años que necesita tratamiento, y Crowe ve la oportunidad de redimirse haciendo todo lo posible por ayudarle. Sin embargo, el psicólogo infantil no está preparado para conocer la terrible verdad acerca del don sobrenatural de su paciente: recibe visitas no deseadas de espíritus atormentados.
Tras rodar una comedia dramática, Shyamalan se unió a los productores habituales de Spielberg, director con el que siente una gran afinidad, para filmar una historia de fantasmas que le abriría las puertas del Olimpo de Hollywood. Así filmo esta película que fue uno de los mayores taquillazos de su momento y en ella se pueden encontrar ya la mayor parte de convencionalismos que darían una fuerte impronta personal a su cine: el realismo, el suspense, la introducción gradual del elemento sobrenatural, la inquietante atmósfera, las tensiones narrativas y, cómo no, el consabido final sorpresa. La cinta, además de estar repleta de multitud de pequeños detalles que la engrandecen, como ese primer plano de la huella de Cole en la mesa, o esa magnífica escena en que Malcolm dice poder adivinar lo que piensa Cole, resulta tremendamente efectiva y funcional. Puro cine de suspense con escenas de gran calado terrorífico.
Esta película es una excelente muestra de lo que tiene que ser una película de suspense, escrita y dirigida por M. Night Shyamalan (quien también aparece brevemente en una escena), autor que manifiesta con este título un distinguido tacto en el proceder narrativo y en el dibujo de personajes, trasladando al espectador su absorbente relato sin prisas pero sin pausas, eliminando cualquier tipo de informacion inútil para el desenlace de su obra y delineando con precisión un camino culminado con uno de los giros más sorprendentes y efectivos de la historia del cine. Otro punto a favor de Shyamalan es su gran dirección de actores, consiguiendo la mejor interpretación de Bruce Willis hasta la fecha, confirmando las virtudes de esa fenomenal actriz que es Toni Collette y logrando excepcional trabajo por parte del niño Haley Joel Osment, auténtica revelación del film en su parte interpretativa.
Sin embargo el toque Shyamalan es único, dotando a cada una de sus películas de una atmósfera única, por varios motivos. Lo primero como dije es su dirección de actores, exprimiendo al máximo los intérpretes a su servicio; pongo como ejemplo a Bruce Willis, que tras colaborar en dos ocasiones con él, ha contenido su forma de actuar. Aunque claro, esto es debido a que sus historias no usan el terror sólo como atmósfera, sino también como trasfondo: todas sus películas son dramas en los que un personaje se supera, alcanzando la verdad tras ciertos avatares. Y por supuesto, trajo la moda de los finales sorpresa, que gusta y repele por igual, pero que es indudable que en sus manos se transforma en una epifanía para el espectador, pues la visión de la trama, generada durante casi toda la película, se revela bajo una nueva luz; la sensación resultante es muy satisfactoria. Uno de los factores que ayuda a la película es la música. James Newton Howard consigue crear una atmósfera musical tenebrosa en muchas ocasiones, siendo de especial incidencia en los momentos o diálogos de mayor tensión.
Lo que de verdad me ha interesado es el estudio que de las relaciones humanas ha realizado el director, enfrentándose así a múltiples cuestiones que nos rodean en nuestra vida cotidiana. Y todo ello envuelto, claro está, con un inquietante aunque tópico trasfondo del más allá. Observar los padecimientos de los protagonistas es sufrir con ellos, sentir sus aflicciones como propias, comprender aquello que los tortura como si nos estuviera pasando a nosotros. Es, en definitiva, una película que emociona. Por ejemplo, el tema de la diferencia de un ser humano frente a la masa social que lo rechaza es muy interesante, a pesar de que el mensaje final es el de siempre: la aceptación sólo se produce cuando el que es distinto actúa como aquéllos que lo excluyen. Volviendo al tema de los sustos, comentar que hay muy buenas escenas, de esas que, aunque no ponen los pelos de punta, al menos sí sirven para inquietar, para desasosegar al que las ve (como cuando aparece la niña que vomita).
Esta fabulación sobre la muerte y la vida, la dualidad existente de la realidad, el destino de nuestra existencia, la incomunicación familiar y la inadaptación social permanecerá como un claro ejemplo de la primacía del intelecto sobre los efectos especiales y las películas del mismo género sustentadas en orgías hemoglobinitas con vísceras varias de acompañamiento. Un sentido drama romántico y un suspense tan perfectamente urdido, que sólo tras reflexionar sobre el mismo nos percatamos de su eficacia y cada revisión sorprende por su rigor y sigue fascinando por la resolución de cada situación. Si no ha disfrutado todavía de "El sexto sentido", tiene Ud. toda mi envidia. Pero, sobre todo... ¡que no se la cuenten!
"Apasionante filme cuyas mayores bondades residen en su acercamiento al miedo sin alejarse de la realidad”
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