jueves, 25 de febrero de 2010

El Hombre de Honkytonk

Director: Clint Eastwood
Año: 1982 País: EE.UU. Género: Drama/Musical Puntaje: 10/10
Interpretes: Clint Eastwood, Kyle Eastwood, John McIntire, Verna Bloom, Alexa Kenin y Matt Clark

Red Stovall (Clint Eastwood) es un cantante de country que se enfrenta a la falta de dinero y a su dependencia del alcohol cantando en bares polvorientos durante la Gran Depresión. Su única pasión es el sueño que le mantiene vivo: tocar con el legendario Grand Ole Opry. Así comienza un emotivo viaje junto a su sobrino (el debut cinematográfico de su hijo Kyle Eastwood) que le llevará de Oklahoma a una audición que le han concedido en Nashville. “El Hombre de Honkytonk” es un filme tan infravalorado como crucial en la carrera de Eastwood. Estoy seguro de que no existirian "Los Imperdonables" o "Golpes del Destino" si el bueno de Clint no hubiese rodado esta obra. Lo hizo en el año 1982, cuando todavía no se había ganado el favor de la crítica. Si la hubiese hecho en el 2004 hubiese ganado el Oscar. Incluso la película fracasó en taquilla, tanto, que Warner Bros obligó a Eastwood a rodar una nueva parte de las aventuras del exitoso Harry Callahan para compensar las perdidas. Sin embargo, el tiempo lo pone todo en su lugar, y gracias a este autocomplaciente filme, Eastwood encontró las verdaderas constantes de su cine, que hoy en día tanto se ensalzan, con premios y alabanzas.

“El Hombre de Honkytonk” cuenta, en forma de road movie, el viaje que emprenden tres personajes con muy diferentes objetivos, aunque con el fin común de alcanzar el "Grand Ole Opry", local de actuaciones musicales donde Red Stovall desea mostrar su música con su inseparable guitarra. El western, la música, el contraste entre el crepúsculo y lo iniciático, las relaciones humanas, la enfermedad. Todas características del cine de Eastwood y todas resumidas en “El Hombre de Honkytonk”. Aunque la cinta está ambientada en la Gran Depresión americana, poco se ve del sufrimiento de las familias (apenas en los primeros compases de la cinta, personificada en la familia de Eastwood) y mucho de la ilusión yankee. Eastwood echó mano de su hijo Kyle y lo hizo debutar en este filme, donde interpretaba a su sobrino Whit. A través de la relación que se crea entre ambos durante el recorrido por la profunda America, encontramos una deliciosa narración de fuertes personalidades, una incipiente, la otra decreciente, una ilusionada, la otra abandonada. En un momento de la película, el joven observa desde la puerta de un local la actuación de su tío, mientras puntea con las manos una guitarra imaginaria. En esos instantes, la cámara filma a Eastwood desde lejos, como dando a entender que el cantante de country que interpreta toma los rasgos de un personaje mítico a ojos del muchacho, de un ser que toma los caminos menos transitados y que tiene una visión del mundo que le permite transformar la realidad a su alrededor. Y eso es lo que sucederá con el chico en las dos siguientes interpretaciones, como si su tío lo acunara con su música mientras pierde la virginidad con una prostituta, o mientras se droga por primera vez en un garito de negros donde su tío interpreta un blues.

Un bonito y entrañable viaje en el cual Whit va abandonando la ingenuidad. En definitiva el encuentro con la madurez repentina. Esto contrasta con ese desesperanzado personaje que compone Clint, idoneo y cómodo en este, a posteriori, recurrente papel. Porque al fin y al cabo, Clint siempre ha sido maduro, y siempre ha dado lecciones a regañadientes ya sea durante la Gran Depresión, en el oeste, o sobre boxeo. Los personajes que interpreta Eastwood han vivido excesos y los excesos muchas veces se pagan con enfermedades. Y esa es otra constante en el cine del director americano, el transcurrir de la narración durante ese aumento de la enfermedad. Lo vemos en Red Stovall con su tuberculosis, y lo vimos por poner un solo ejemplo en "Deuda de Sangre", esta vez sufriendo del corazón. El film se convierte entonces en una reflexión sobre la trascendencia, y quizás sobre la diferencia entre lo creado y lo vivido, entre lo imaginado y lo supuesto, que emparienta la cinta con otros trabajos de su director, dotando a las imágenes de un tono otoñal, de una cierta sensación de decadencia, que transforma la película en una suerte de testamento emocional, como un primer intento de Eastwood de transitar los caminos más personales (y por ende, menos concurridos) de su filmografía.

Lo más valioso de esta cinta sea quizás esa ausencia de pretensiones (al menos, a primera vista) para una historia que se supone previsible y que narra el proceso de maduración de un chiquillo, que acompaña a su tío cantante de country en su camino a Nashville. Eso lo convierte quizás en una película hermosa, aunque no exista en sus imágenes ninguna intención de preciosismo vacío, y sí ciertas dosis de ironía para tratar sutilmente los temas de la América profunda, como la tierra, el éxito o el viaje al Oeste, que en manos de Eastwood intentan recuperar cierto aire fordiano, cierta necesidad de plasmar vivencias que vayan más allá de la reflexión y que aúnen sentimientos (como el compañero de viaje o la transmisión generacional) que en abstracto acabarían siendo estereotipos fácilmente identificables. El principio del filme parece entonces una declaración de intenciones, cuando en mitad de una tormenta de arena aparece el coche del protagonista, totalmente borracho, e irrumpe en la vida de su familia de campesinos; y seguidamente, cuando lo introducen en casa, su sobrino entra en el coche, se pone al volante, y empieza a imaginar el viaje que lo conducirá lejos, primero a Tennessee y luego, al concluir la historia, quizás a California, buscando la tierra prometida que su tío encontrará tras la muerte. “El Hombre de Honkytonk” recupera, por lo tanto, un clasicismo narrativo, presente en la novela en cual se basa, pero lo despoja de tensiones dramáticas que la llevarían al sentimentalismo, y lo hace bajo los auspicios genéricos de una road movie, lo que convierte la historia no tanto en una enseñanza vital como en la búsqueda de un destino concreto: el que un artista marca como propio.

“El Hombre de Honkytonk” es, como pudiera serlo "Bird", una película eminentemente musical. Eastwood, amante del jazz y del blues, canta esta vez country, acompañado de su guitarra o su piano. La película muestra en todo momento a la música como la esperanza, como una amante fiel, como la única capaz de acompañar a Red Stovall sin preguntarle por su salud o sus correrías. La única en poder expresar mas de un solo sentimiento en Stovall. Memorable es el momento en que Red graba "Honkytonk Man" casi moribundo, casi sin voz. Memorable utilización de la música dentro del cine. La carrera como director de Clint Eastwood es muy extensa, y aunque decía Jean Renoir que un director de cine está siempre haciendo la misma película, eso no significa que Eastwood caiga siempre en la reiteración, sino todo lo contrario, busca formas nuevas de adentrarse en aquello que le conmueve y en intentar con ello conmover al espectador. El hecho de que lo consiga o no es harina de otro costal, aunque en pocas ocasiones como en “El Hombre de Honkytonk” el Eastwood como director busca identificarse directamente con los sentimientos del espectador, forzarle a ver una historia de perdedores bajo el paradigma clásico de los filmes de aprendizaje o buscar un ritmo pausado (casi sin clímax) como forma de evitar una falsa ilusión de trascendencia.

Entre carretera, música y relación tio-sobrino, el Eastwood director, aun tiene tiempo para garantizar algunos suaves momentos cómicos y dar protagonismo a peculiares personajes secundarios, como, el deudor de Stovall, esa insoportable chica (Alexa Kenin) que se entromete en el viaje o el abuelo, tercer viajero en cuestión, con una única ilusión, la de alcanzar Tennesse para poder morir tranquilo. Este personaje esta interpretado por John McIntire, mítico actor de películas como "Tierras Lejanas" o "Dos Cabalgan Juntos", en lo que es un nuevo guiño de Eastwood a uno de sus géneros preferidos, el western. Las miradas de Clint y Kyle Eastwood y de McIntire, son impagables, como impagable es esta película, que como digo, es la semilla de la más que gratificante carrera en la dirección de Eastwood. Una cinta emotiva, para poner en su debido sitio, en el sitio que se merece, ya que en su estreno, nadie supo apreciarla como un gran clásico instantáneo.

“Una de las películas más personales de Eastwood"

2 comentarios:

  1. Maravilloso filme, un poco olvidado creo, me hace acordar mucho a "un mundo ideal", pero esta me parece superior, una delicia ver a clint cantando blues. genial crítica.

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  2. Estupenda crítica Henry, para mi es una de las mejores películas del viejo clint, melancolica y nostalgica a más no poder.

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