Año: 2001 País: Japón Género: Animación Puntaje: 10/10
Productora: Studio Ghibli / Tokuma Shoten / Dentsu / Walt Disney Pictures
Chihiro es una niña de 10 años que viaja en coche con sus padres. Se detienen delante de un túnel, y al atravesarlo llegan a un mundo donde pasan cosas extrañas. En este universo no hay lugar para los humanos, sólo existen dioses de primera y segunda clase. Cuando descubre que padres han sido convertidos en cerdos, Chihiro se encontrará sola y asustada. Cuando una se halla ante una de esas películas excepcionales que sólo se dan en contadas ocasiones, como un obsequio supremo caído del cielo y ésta es, indudablemente, una de ellas, se encuentra con que las palabras se le quedan cortas, o se han usado tan indiscriminadamente con anterioridad, que se ha devaluado su pleno significado y ahora resultan inservibles para trasladar al lenguaje escrito la extraordinaria impresión que me ha causado este prodigioso filme. El veterano maestro japonés Hayao Miyazaki, que tiene a sus espaldas trabajos tan ilustres como "La Princesa Mononoke", "Porco Rosso", "Nausicaä del Valle del Viento" o "Mi Vecino Totoro", se ha superado a sí mismo llevando hasta límites inimaginables su visión inquieta, su gran pericia en el oficio y su inagotable capacidad inventiva. Ha puesto todo su corazón en ello y nos lo ha robado a nosotros, sin derecho ni solicitud por nuestra parte de devolución.
Y es que "El Viaje de Chihiro" es una deslumbrante epopeya en la que una acostumbrarse. Sus padres, transformados en cerdos por invadir un recinto exclusivo de dioses y espíritus, no la podrán ayudar a superar un reto que desborda cualquier irrealidad que alguna vez ella haya podido dibujar en su imaginación. Como si fuera un hermano gemelo de la protagonista, el espectador va introduciéndose poco a poco en la peculiar casa de baños que forzosamente se convertirá en el nuevo hogar de la pequeña. Ante nuestros ojos y ante los de ella irán desfilando una serie de estrafalarios personajes que provocarán un sinfín de situaciones; el llanto, la amistad, el amor, la comedia, todos ellos elementos que se suceden a través de hermosas estampas que, sin prisas, se cobijan bajo una trama de una compleja sencillez. Semejante oxímoron se explica porque, a pesar de la densidad de algunas de las propuestas planteadas (las historias de fantasmas o la importancia de lo espiritual en nuestras vidas no son temas que abunden en el cine actual), la naturalidad es la característica que mejor describiría el desarrollo de un argumento como el de "El Viaje de Chihiro".
Sin necesidad de demasiadas explicaciones, uno enseguida comprende el sentido (o mejor dicho, los sentidos) que Hayao Miyazaki ha querido darle a su obra. El sentimiento de desprotección que ahoga a Chihiro al sabérselas sin el cálido amparo de sus padres, pronto se disipa cuando la pequeña Sen va ganándose el respeto y el cariño de los seres que pueblan la casa de baños. La tolerancia, cualidad que ya desprendía el anterior trabajo del director, "La Princesa Mononoke", se descubre con fuerza según avanza la cinta. El afán materialista de los trabajadores de Yubaba, que se vuelven codiciosos cuando ven un poco de oro, se derrumba ante lo verdaderamente importante: el amor, un afecto que, por ejemplo, será el que en verdad logre apaciguar la ansiedad del dios Sin Cara. Y la amistad, representada primordialmente en el personaje de Haku, único habitante del lugar dispuesto a socorrer a Chihiro en su nostalgia, encontrará una inesperada correspondencia cuando la niña ponga todo su empeño en salvar la vida de aquél que supo comprenderla desde un principio. Es difícil, pues, describir las bondades de una película tan peculiar como ésta. Puede que para algunos no tenga ni pies ni cabeza, y puede que otros simplemente la alaben porque ha ganado un importante premio en un reconocido festival (seguro que los mismos que despreciaron a "La Princesa Mononoke" ahora se rinden ante las virtudes de "El Viaje de Chihiro"). Sin embargo, les aseguro que aquellos que en verdad deseen ser cautivados por la belleza de una purificada utopía o por un afectivo cuento repleto de las más variadas emociones, saldrán fascinados del cine tras ver esta película.
El poder de fascinación que se transmite durante la proyección por su exotismo, por su contraste con lo que es el cine de animación que vemos habitualmente, por su capacidad de dejarnos boquiabiertos a cada cambio de escenario, pero no por un conocimiento profundo de lo que estamos presenciando. Y así, resulta impensable vaticinar para el público un éxito como el conseguido en su país. Por su extensión de dos horas, por obviar explicaciones absolutamente necesarias para el público occidental, la película tiene un aura críptica, un hechizo embriagador que la convierte en un potencial clásico del cine de culto, en una fantasía insólita y seductora, en una producción brillante y llena del mejor talento de Miyazaki. Un viaje psicotrópico al precio de una entrada de cine y sin efectos secundarios que se convierte, con potentísima personalidad, en una muy recomendable opción cinematográfica. La complejidad temática de esta historia se basa en el excelente desarrollo del horror fantástico del que goza la película de Miyazaki, pero la desbordante imaginación de este gurú de la animación japonesa recorre pasajes oníricos que van desde la alucinación paradisíaca y deslumbrante a las más retorcidas situaciones dignas de la pesadilla kafkiana, por buscar una aproximación cercana. La diversidad de escenarios llenos de matices y referencias religiosas, la cantidad de personajes imaginarios con personalidad propia, el desarrollo de toda una forma de vida y una mitología de marcados rasgos orientales.
Bien es cierto que el filme con el que guarda más similitudes es "Mi vecino Totoro", tanto en su argumento (de hecho esta cinta parece el reverso futuro y desencantado de aquélla), como en su forma de abordar el proceso de conocimiento, madurez y adquisición de valores entre los jóvenes (sector en el que hoy en día cualquier valor heredado anda más de capa caída que nunca). Como insiste en señalar el propio Miyazaki, él hace películas para niños que, no por casualidad, se convierten en la mejor lección y la más hermosa válvula de escape hacia los terrenos puros e ingobernables de la fantasía para el público adulto. Además debo destacar la hermosa y dulce banda sonora de Joe Hi-saishi es en parte responsable de la sensación de recogimiento que nos invade al visionar "El Viaje de Chihiro". Fiel a su estilo (su música evoca a otras de sus composiciones pasadas), el autor japonés subraya con brillantez algunos de los mejores momentos del filme (la presentación de Chihiro y sus padres, la llegada a la casa de baños, los primeros trabajos que ha de realizar la niña). Es una partitura que, aunque en puntuales ocasiones sobrepasa a las imágenes, durante la mayor parte del metraje las acompaña con perfección, tal y como se puede comprobar en el precioso poema visual que contemplamos cuando Sen y sus nuevos amigos cogen el tren que los llevará hasta el hogar de Zeniba, la hermana gemela de Yubaba. La melancolía de este pasaje apenas puede ser descrita con palabras, es algo que hay que ver y escuchar.
Sería absurdo descubrir aquí las maravillas de Hayao Miyazaki, pues "El viaje de Chihiro" no es más que la consolidación de una obra cinematográfica extraordinariamente sólida y de gran valor humanístico, como pocas veces se ha dado en la historia del cine. De hecho, para buscar referentes a su altura moral, con una mirada limpia capaz de cautivar a todas las audiencias, habría que citar a artistas como Charles Chaplin o Yasujiro Ozu, sin olvidar la épica y la lírica de Kenji Mizoguchi y de Jean Renoir, que se rastrea con facilidad también en el cine de este autor: palabras mayores. Pero no sería justo entrar en comparaciones, pues si en algo destaca Miyazaki es por su envidiable rigor artístico, personalidad y sentido del compromiso con el medio en el que trabaja y con su audiencia. En definitiva, viajar con Chihiro significa perderse en los frondosos bosques de magia que Miyazaki mece con su cálido aliento, nadar en las límpidas aguas que se mueven al compás de las olas que animan los artistas de Ghibli o volar en libertad junto a las notas de un piano con las que Hisaishi cubre los cielos de una tierra de ensoñación. Es una extraña experiencia que nos recuerda cuán importante es la imaginación humana para saciar nuestras inquietudes más quiméricas, aquellas que desgraciadamente muchos han dejado atrás, allá en su lejana infancia.
"Belleza, poder, misterio y por encima de todo, corazón"
Genial película, sin duda la obra maestra de Miyazaki, felicitaciones por el blog, me gusta su nuevo formato.
ResponderEliminarGenial Mabel, me sigues sorprendiendo, tu analisis tan cesudo y directo, Miyazaki es un genio y esta película lo demuestra 100%.
ResponderEliminarMabel eres una genio, eres lo mekor de este blog, me da fusto leer tus críticas, son tan completas y profundas, felicitaciones, aqui tw dejo mi correo si quieres conversar conmigo: elias148@hotmail.com
ResponderEliminarGracias por los comentarios, si con este filme Miyazaki llego a la cima de su carrera y claro seguire comentando más películas de este género, así que siganos.
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